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Authors: Michael Crichton

Tags: #ciencia ficción

Esfera (16 page)

—Debido a la gravedad —contestó Harry—. Verás: los agujeros negros tienen tanta gravedad que distorsionan espacio y tiempo de un modo increíble. ¿Recuerdas lo que decía Ted respecto de que los planetas y las estrellas producen hendiduras en la tela del espacio-tiempo? Bueno, pues los agujeros negros producen rasgaduras en esa tela. Y algunos científicos sostienen que es posible volar a través de esas desgarraduras, con lo que se penetra en otro Universo o en otra parte de nuestro Universo... o en otro tiempo.

—¡En otro tiempo!

—¡Ésa es la idea! —reveló Harry.

—¿Ya están viniendo? —Era la voz estridente de Barnes, en el monitor.

—Nos hallamos en camino —repuso Beth, y dirigió una mirada amenazadora a la pantalla.

—No te puede ver —dijo Norman.

—No me importa.

Pasaron frente a más bodegas.

—Estoy impaciente por ver la cara de Ted cuando se lo digamos —confesó Harry.

Por fin, llegaron al final de la pasarela; atravesaron una sección media, constituida por puntales y vigas maestras, y entraron en una gran sala, la que antes habían visto en el monitor, situada en la parte delantera de la nave. Dicha sala era muy amplia, y su techo estaba a casi treinta metros de altura.

Norman pensó que, en ella, se podría poner un edificio de seis pisos. Al mirar hacia lo alto vio que había una capa de neblina, una especie de bruma.

—¿Qué es eso?

—Una nube —dijo Barnes, meneando la cabeza—. La sala es tan grande que, al parecer, tiene su propio clima. Quizá, en ocasiones, hasta llueve aquí dentro.

La sala estaba llena de maquinarias de inmensas proporciones. Al primer golpe de vista, las máquinas tenían la apariencia de equipos grandísimos para el desplazamiento de tierra y de escombros, pero con la diferencia de que estaban pintados con brillantes colores primarios y relucían de aceite. Después, Norman empezó a percibir algunos detalles: había gigantescas garras prensiles, brazos tremendamente poderosos, ruedas dentadas móviles. Y una exhibición impresionante de baldes y receptáculos.

De repente, Norman se dio cuenta de que lo que estaba mirando era muy parecido a las pinzas y garras montadas en la parte frontal del sumergible
Charon V
, en el cual él había hecho su viaje al fondo del mar, el día de ayer... ¿O había sido anteayer? ¿O seguía siendo el mismo día? ¿Qué día? ¿Era el 4 de julio? ¿Cuánto tiempo llevaban allí abajo?

—Si observan con atención —estaba diciendo Barnes— podrán ver que algunos de estos dispositivos parecer ser armas en gran escala. Otros, como aquel largo brazo extensor y los diversos accesorios para recoger cosas, hacen que esta nave sea, virtualmente, un gigantesco robot.

—Un robot...

—Un robot...

—No bromeen —pidió Beth.

—Creo que, después de todo, habría sido apropiado que un robot abriera esta nave —comentó Ted, meditativo—. Quizá hasta habría encajado.

—Encajado, con ajuste perfecto —dijo Beth.

—Encajado como las cañerías —corroboró Norman.

—¿Algo así como un contacto íntimo robot-robot, quieres decir? —inquirió Harry—. ¿Una especie de encuentro de tornillos y tuercas?

—¡Eh! —protestó Ted—. Yo no me burlo de tus comentarios, aunque sean estúpidos.

—No estaba al tanto de que lo fueran —dijo Harry.

—En ocasiones, dices tonterías. Cosas absurdas.

—Chicos —dijo Barnes—, ¿podemos volver al asunto que tenemos entre manos?

—Indícamelo la próxima vez, Ted.

—Lo haré.

—Me agradará saber cuándo digo algo tonto.

—No hay problema.

—Algo que tú consideres que es tonto.

—Se me ha ocurrido una cosa —le dijo Barnes a Norman—: cuando regresemos a la superficie, dejemos a estos dos aquí abajo.

—No es posible que piensen en regresar ahora —replicó Ted.

—Ya hemos votado.

—Pero eso fue antes de que encontráramos el objeto.

—¿Dónde está ese objeto? —preguntó Harry.

—Por aquí, Harry —dijo Ted con una amplia sonrisa perversa—. Veamos qué es lo que tus legendarios poderes de deducción infieren de esto.

Se adentraron en la sala, caminando entre las gigantescas pinzas y garras. Allí, delicadamente alojada en la garra acolchada de una de las pinzas de agarre, vieron una gran esfera plateada, perfectamente pulida, de unos nueve metros de diámetro. La esfera carecía de marcas o rasgos distintivos de ninguna clase.

Los científicos pasaron alrededor de ella y se vieron reflejados en el bruñido metal. Norman reparo en que una extraña iridiscencia cambiante, con débiles tonalidades irisadas en azul y rojo, centelleaba en él.

—Tiene el aspecto de una enorme bolita de cojinete —opinó Harry.

—Sigue caminando, genio.

En el lado opuesto descubrieron una serie de profundas estrías en espiral, labradas en la superficie. Formaban un intrincado patrón que resultaba sumamente impresionante. En ese momento Norman no podía decir por qué. El dibujo no era geométrico; tampoco era amorfo u orgánico. Resultaba difícil de definir. Norman nunca había visto algo así, y mientras seguía mirándolo se sentía cada vez más seguro de que éste era un patrón que nunca se había hallado en la Tierra. No había sido creado por hombre alguno. Jamás fue concebido por una imaginación humana.

Ted y Barnes se encontraban en lo cierto. Norman estaba seguro de eso.

Aquella esfera era algo que provenía de otro planeta.

PRIORIDADES

Harry contempló la esfera en silencio durante largo rato.

—Estoy seguro de que querrás acudir a nosotros en este asunto —dijo Ted—. En relación a de dónde vino y cosas por el estilo.

—En realidad, sé de dónde vino —dijo, y le habló de la grabación sideral y del agujero negro.

—A decir verdad —explicó Ted—, desde hace algún tiempo sospechaba que esta cosmonave estaba construida para viajar a través de un agujero negro.

—¿De veras? ¿Cuál fue tu primera pista?

—El espeso blindaje contra las radiaciones.

Harry asintió con la cabeza.

—Es cierto. Es probable que hayas conjeturado el significado de eso antes que yo —dijo, y sonrió—, pero no se lo comunicaste a nadie.

—¡Eh! —exclamó Ted—. No puede haber dudas al respecto: fui yo quien propuso primero lo del agujero negro.

—¿De veras?

—Sí. Eso es indiscutible. ¿No recuerdas que, en la sala de conferencias, le estaba dando a Norman una explicación sobre el espacio-tiempo y que empecé a hacer los cálculos para el agujero negro? Después, tú entraste y te uniste. Norman, ¿no lo recuerdas? Yo lo planteé primero.

—Es cierto, tú tuviste la idea —reconoció Norman.

Harry sonrió.

—No me dio impresión de que fuera una propuesta; sino más bien una conjetura.

—O una especulación —dijo Ted—. Harry, estás reescribiendo la historia. Hay testigos.

—Puesto que te hallas mucho más adelantado que todos nosotros —dijo Harry—, ¿qué te parece decirnos cuáles son tus propuestas en cuanto a la naturaleza de este objeto?

—Con mucho gusto —aceptó Ted—. Este objeto es una esfera bruñida, de unos diez metros de diámetro; no es sólida y está compuesta por una aleación metálica densa, de naturaleza aún desconocida. Las marcas cabalísticas que hay en este lado...

—¿A esas estrías les llamas marcas cabalísticas?

—¿Te importa dejarme terminar? Las marcas cabalísticas que aparecen en este lado sugieren claramente una ornamentación artística o religiosa, evocadora de una categoría ceremonial, y esto indica que el objeto tiene gran importancia para quienquiera que lo haya fabricado.

—Creo que podemos estar seguros de que eso era cierto.

—Personalmente, abrigo la creencia de que esta esfera tiene el propósito de servir como una forma de contacto con nosotros. Visitantes de otra estrella, de otro sistema solar... Es algo así como un saludo, un mensaje o un trofeo. La evidencia de que existe una forma superior de vida en el Universo.

—Todo lo que dices es precioso... pero no viene al caso —dijo Harry—. ¿Qué es lo que la esfera hace?

—No estoy seguro de que haga algo. Creo que tan sólo es. Es lo que es.

—Muy Zen.

—Pues bien, ¿cuál es tu idea?

—Repasemos lo que sabemos —propuso Harry—, por contraposición con lo que imaginamos en un vuelo de la fantasía; ésta es una nave espacial que viene del futuro, construida con toda suerte de materiales y tecnología que aún no hemos creado, aunque los vamos a crear. La nave en la que estamos fue enviada por nuestros descendientes a través de un agujero negro, hacia otro Universo o a otra parte de nuestro Universo.

—Sí.

—Esta nave espacial no está tripulada, pero se encuentra equipada con brazos robots. Se ve claro que fueron diseñados para recoger cosas que la nave pueda encontrar. Por eso, podemos pensar en esta nave como si fuera una enorme versión de la astronave no tripulada Mariner que, en los años setenta, enviamos a Marte para investigar si había vida en aquel planeta. Este vehículo procedente del futuro es mucho más grande y más complicado; pero, en lo esencial, es la misma clase de máquina: es una sonda.

—Sí...

—De modo que la sonda penetró en otro Universo, donde se topa con esta esfera. Cabe suponer que se hallaba flotando en el espacio. O quizá la esfera fue enviada para que se encontrara con la nave.

—Exacto —concedió Ted—. Fue enviada para que se encontrara con la nave. Como si se tratase de un emisario. Eso es lo que creo.

—En cualquier caso, nuestra cosmonave-robot, siguiendo sabe Dios qué criterio que tenga incorporado en su dotación de instrucciones, decide que esta esfera es interesante. De manera automática toma la esfera con esta gran tenaza que vemos aquí, la trae al interior de la nave y se la lleva a casa.

—Con la diferencia de que, al volver a casa, va demasiado lejos: va hacia el pasado.

—El pasado de la nave —dijo Harry—. Nuestro presente.

—Justo.

Barnes bufó con impaciencia.

—Magnífico. Así que este vehículo espacial sale, recoge una esfera plateada de otro planeta, y la trae al regresar. Vayamos al grano. ¿Qué es esta esfera?

Harry se adelantó hacia la esfera y apretó la oreja contra el metal en tanto le daba unos golpes secos con los nudillos. Tocó las estrías y sus manos desaparecieron dentro de las profundas hendiduras. La esfera estaba tan pulida que Norman podía ver la cara distorsionada de Harry reflejada en el metal convexo.

—Sí. Tal como sospechaba, estas marcas cabalísticas, según tú las llamas, no son en modo alguno decorativas. Cumplen un propósito muy distinto: ocultar una pequeña solución de continuidad en la superficie de la esfera. Así pues, representan una puerta.

Harry retrocedió.

—¿Qué es la esfera?

—Voy a decir lo que creo —anunció Harry—. Pienso que esta esfera es un recipiente hueco, que hay algo en su interior y que ese algo me aterroriza hasta lo indecible.

PRIMERA EVALUACIÓN

—No, señor secretario —dijo Barnes en el micrófono—. Estamos absolutamente seguros de que es un artefacto de otro planeta. No parece haber duda alguna al respecto.

Dirigió una mirada a Norman, que estaba sentado en el otro extremo de la sala.

—Sí, señor —continuó Barnes—. Es de lo más emocionante.

Apenas regresaron al habitáculo, Barnes había llamado a Washington. Estaba tratando de demorar el retorno de los científicos a la superficie.

—No, aún no la hemos abierto. Bueno, pues no la pudimos abrir. La puerta tiene una forma extrañísima y está fresada en forma muy fina... No, no se podría meter ninguna cuña en la hendidura.

Volvió a mirar a Norman y puso los ojos en blanco.

—No, eso lo intentamos también. No parece haber controles externos... Tampoco hay mensajes en la parte de afuera... Ni rótulos... Todo lo que puedo decirle es que es una esfera sumamente pulida, con algunas estrías en espiral en uno de los lados... ¡¿Qué ?! ¿Abrirla con explosivos?

Norman dio media vuelta y se alejó. Estaba en el Cilindro D, en la sección de comunicaciones operada por Tina Chan. Con su calma habitual, la mujer estaba ajustando una docena de monitores. Norman le dijo:

—Usted parece ser la persona más relajada de aquí.

—Tan sólo inescrutable, señor —repuso sonriendo.

—¿Eso es todo?

—Tiene que serlo, señor —dijo Tina Chan, mientras ajustaba la ganancia vertical de un monitor cuya imagen giraba; la pantalla mostró la esfera bruñida—. En realidad, siento que el corazón me late con violencia, señor. ¿Qué cree que hay dentro de esa esfera?

—No tengo la menor idea —confesó Norman.

—¿Considera posible que dentro haya un extra-terrestre? Quiero decir alguna clase de ser vivo.

—Quizá.

—¿Y estamos tratando de abrirla? A lo mejor debiéramos dejarla como está, con lo que sea que tenga adentro.

—¿No siente curiosidad? —preguntó Norman.

—No demasiada, señor.

—No veo cómo podría funcionar la voladura —estaba diciendo Barnes por el micrófono—. Sí, tenemos SMTMP
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. Entiendo. Diferentes tamaños... Pero no creo que puedan abrir esta cosa mediante una explosión. No. Bueno, si la viera, lo comprendería. Es un objeto perfectamente construido. Es perfecto.

Tina ajustó un segundo monitor, de modo que tuvieron dos vistas de la esfera, y pronto habría una tercera. Edmunds estaba situando cámaras para vigilar la esfera. Ésa había sido una de las sugerencias de Harry, quien había dicho: «Sométanla a vigilancia. Tal vez haga algo de cuando en cuando, quizá exhiba cierta actividad.»

En la pantalla, Norman vio la red de cables que habían sido conectados a la esfera. Se contaba con una impresionante exhibición de sensores pasivos: sonido y todo el espectro electromagnético, desde el infrarrojo hasta los rayos gamma y X. Las lecturas de los sensores aparecían en una batería de instrumentos, instalada a la izquierda de los monitores.

Entró Harry.

—¿Nada todavía?

Tina meneó la cabeza:

—Hasta ahora, nada.

—¿Ha regresado Ted?

—No —respondió Norman—. Sigue allí.

Ted se había quedado en la bodega con el propósito ostensible de ayudar a Jane Edmunds a montar las cámaras, pero, en verdad, todos sabían que Ted trataría de abrir la esfera. Lo estaban viendo en el segundo monitor, palpando las estrías, tocando, empujando.

Harry sonrió y dijo:

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