—Ese tipo es un parásito, eso es lo que es. Toma las ideas de los demás y las presenta como si fuesen suyas. Hasta su modo de citar frases famosas... es ultrajante.
—¿Tienes la sensación de que Ted se apropia de las ideas ajenas? —preguntó Norman.
—Pues oye: cuando estábamos en la superficie le dije que deberíamos tener algunas palabras preparadas para cuando abriéramos la cosa ésta, y de repente me encuentro con que Ted está pronunciando frases y poniéndose frente a la cámara.
—Bueno...
—¿Bueno qué, Norman? No me vengas con bueno, por el amor de Dios. Fue idea mía, y la utilizó sin siquiera decirme «gracias».
—¿Le comentaste algo al respecto? —preguntó Norman.
—No, no le dije nada. Estoy segura de que no lo recordaría si se lo planteara. Me saldría con: «¿Tú sugeriste eso, Beth? Supongo que es posible que hayas mencionado algo por el estilo, sí...»
—Sigo opinando que deberías hablar con él.
—Norman, no me estás escuchando.
—Si le hablaras, por lo menos no estarías tan enojada ahora.
—Cháchara de psicólogo —dijo Beth, meneando la cabeza—. Mira, Ted hace lo que quiere en esta expedición, pronuncia sus estúpidos discursos y se porta como le da la gana. Pero yo paso primero por la puerta y Barnes me arma un escándalo. ¿Por qué no debería ir yo primero? ¿Qué hay de malo en que una mujer sea la primera, por una vez, en la historia de la ciencia?
—Beth...
—Y después tuve el atrevimiento de encender las luces. ¿Sabes lo que Barnes me dijo sobre eso? Arguyó que pude haber iniciado un cortocircuito y poner en peligro a todos. Declaró que yo no sabía lo que hacía, que yo era impulsiva. Jesús, impulsiva... Cretino militar cavernícola...
—Vuelve a subir el volumen —pidió Harry—. Creo que prefiero oír a Ted.
—Por favor... Todos estamos sometidos a mucha presión, Beth —la calmó Norman—. Nos va a afectar a cada uno de una manera.
Beth le echó a Norman una mirada llameante.
—¿Estás insinuando que Barnes tenía razón?
—Estoy diciendo que todos estamos sometidos a una gran presión. Incluido él. Incluida tú.
—Jesús, vosotros, los hombres, siempre os mantenéis unidos. ¿Sabes por qué sigo siendo profesora adjunta y no titular?
—¿Por tu personalidad afable y serena? —intervino Harry.
—Puedo pasar muy bien sin bromas. De veras que sí.
—Beth —dijo Harry—, ¿ves de qué manera se extienden estos cables? Corren hacia ese mamparo de allá. Ve a comprobar si suben por la pared que está al otro lado de la puerta.
—¿Estás tratando de deshacerte de mí?
—De ser posible...
Beth rió, y la tensión se quebró.
—Muy bien. Iré a mirar al otro lado de la puerta.
Una vez que se hubo ido, Harry comentó:
—Está bastante irritada.
—¿Conoces el asunto con Ben Stone? —preguntó Norman.
—¿Cuál?
—Beth hizo su trabajo de licenciatura en el laboratorio de Stone.
—Ah...
Norman le contó que Benjamin Stone era bioquímico en la Universidad de California. Hombre pintoresco y atractivo, Stone tenía reputación de ser un buen investigador que utilizaba a sus alumnos graduados como ayudantes de laboratorio, pero que se apropiaba de los resultados que ellos obtenían y los hacía aparecer como si los hubiera logrado él. En cuanto a explotar el trabajo de los demás, Stone no era un caso aislado en la comunidad académica, pero él actuaba con un poco más de crueldad que sus colegas.
—Además Beth vivía con él.
—Ajá.
—Parece ser que a comienzos de la década de los setenta, Beth realizó una serie de experimentos importantes sobre el aspecto energético de los cuerpos de inclusión ciliar. Por entonces, la pareja tuvo una fuerte discusión y Stone cortó su relación con Beth. Ella abandonó el laboratorio y el bioquímico publicó cinco trabajos, obra de Beth, sin que en ninguno se la mencionara.
—Muy bonito —murmuró Harry—. ¿Así que ahora ella levanta pesas?
—Bueno; se siente maltratada, y yo la comprendo.
—Sí —dijo Harry—, pero la cuestión es que quien con niños se acuesta amanece mojado. No sé si soy claro.
Beth acababa de regresar.
—¡Jesús! —exclamó—. Eso es lo mismo que decir que la chica que padece una violación siempre es porque la está buscando. ¿Es eso lo que tratas de demostrar?
—No —dijo Harry, que continuaba levantando paneles del suelo, en seguimiento de los alambres de conexión—. Pero a veces hay que preguntarse qué está haciendo la chica en un callejón oscuro, a las tres de la mañana, en un sector malo de la ciudad.
—Se hallaba enamorada de ese hombre.
—Sigue siendo una parte mala de la ciudad.
—Tenía veintidós años.
—¿Hasta qué edad se es ingenuo?
—Vete al diablo.
Harry meneó la cabeza.
—¿Ves los alambres, hombrecito?
—Sí, los veo. Entran en una especie de rejilla de vidrio.
—Echemos un vistazo —dijo Norman, mientras iba hacia la siguiente puerta.
El psicólogo había visto ya, en otras ocasiones, grabadoras de vuelo. Eran largos cajones rectangulares de color rojo o anaranjado brillante, que hacían pensar en las cajas de seguridad de los bancos.
—Si esta fuera...
Se detuvo y se quedó contemplando un cubo de vidrio trasparente de unos treinta centímetros de lado, dentro del cual había una intrincada trama de finas líneas azules incandescentes, entre las cuales parpadeaban, de forma intermitente, unas luces también azules. Montados en la parte superior del cubo había dos manómetros y tres émbolos y en la superficie externa, en la cara izquierda, se veían una serie de franjas y rectángulos plateados. El objeto no se parecía a ninguna cosa que Norman hubiese visto hasta entonces.
—Interesante. —Harry escudriñó el interior del cubo—. Algún tipo de memoria optrónica, eso es lo que supongo. No tenemos nada que se le parezca. —El matemático tocó las franjas plateadas del exterior—. No es pintura: es alguna clase de material plástico. Puede que sea legible para alguna máquina.
—¿Para qué máquina? Desde luego ninguna que tengamos nosotros.
—No. Es probable que para algún tipo de dispositivo robot de recuperación.
—¿Y los manómetros?
—El cubo está lleno de algún gas sometido a presión. Quizá contenga componentes biológicos para lograr que sea tan compacto. Como quiera que sea, apuesto a que este cristal grande es un dispositivo de memoria.
—¿Una grabadora de vuelo?
—Su equivalente, sí.
—¿Cómo tendremos acceso al cubo?
—Observad esto —dijo Beth, al tiempo que regresaba a la cubierta de vuelo; empezó a apretar secciones oprimibles de la consola para ponerla en funcionamiento—. No se lo contéis a Barnes —dijo por encima del hombro.
—¿Cómo sabes dónde apretar?
—No creo que eso importe —repuso Beth—. Imagino que la consola puede percibir dónde estamos.
—¿El panel de control sigue los pasos del piloto?
—Algo por el estilo.
Frente a los tres investigadores, una sección de la consola adquirió un brillo incandescente y conformó una pantalla con representación visual en amarillo sobre fondo negro.
RV-LHOOQ DCOMI U.S.S. STAR VOYAGE
Después, nada.
—Ahora nos va a dar la mala noticia —vaticinó Harry.
—¿Qué mala noticia? —preguntó Norman, a quien intrigaba saber por qué Harry se había quedado atrás para buscar la grabadora de vuelo, en vez de ir con Ted y Barnes a explorar el resto de la nave. ¿Por qué estaba tan interesado en la historia de esta cosmonave?
—Quizá no sea mala —apuntó Harry.
—¿Por qué piensas que podría serlo?
—Porque si lo consideras desde un punto de vista lógico, algo de importancia vital está faltando en esta nave...
En ese momento la pantalla se llenó de columnas escritas.
SISTEMAS DE LA NAVE | | SISTEMAS DE PROPULSIÓN |
SISTEMAS PARA LA VIDA | | ADMISIST DE DESECHOS (V9) |
SISTEMAS DE DATOS | | ESTADO OM2 (EXTERIOR) |
CABO DE BRIGADAS | | ESTADO OM3 (INTERIOR) |
REGISTROS DE VUELO | | ESTADO OM4 (PROA) |
OPERACIONES CENTRALES | | ESTADO DV7 (POPA) |
CONTROL DE CUBIERTA | | ESTADO DV7 (RESUM) |
INTEGRACIÓN (DIRECTA) | | ESTADO REGOM (2) |
ENSAYO LSS 1.0 | | LÍNEA A9-11 |
—¿Qué se van a servir los caballeros? —preguntó Beth con las manos apoyadas sobre la consola.
—Registro de vuelo —decidió Harry, y se mordió un labio.
RESÚMENES DE DATOS DE VUELO RV-LHOOQ
RDV 01/01/43-12/31/45
RDV 01/01/46-12/31/48
RDV 01/01/49-12/31/51
RDV 01/01/52-12/31/53
RDV 01/01/54-12/31/54
RDV 01/01/55-06/31/55
RDV 07/01/55-17/31/55
RDV 01/01/56-01/31/56
RDV 02/01/56-SUCESO DE ENTRADA
RDV SUCESO DE ENTRADA
RDV RESUMEN DEL SUCESO DE ENTRADA
&&6 ¡¡OZ/010/IMPAR-OOO/XXX/X
F$S XXX/X%Í/XXX-X X/X¡X/X
—¿Qué opinas de eso? —preguntó Norman.
Harry estaba observando la pantalla:
—Como podéis ver, los primeros registros se hacen con intervalos de tres años. Después, en lapsos más breves, un año; luego, seis meses y, por último, un mes. Y, al final de todo eso, surge el asunto del suceso de entrada.
—Así que los registros los hacían en forma cada vez más cuidadosa —concluyó Beth—, a medida que la nave se aproximaba al suceso de entrada, lo que sea que quiera decir eso.
—Tengo una idea bastante buena de lo que era —declaró Harry—. Pero no puedo creer que... Empecemos. ¿Qué os parece «resumen del suceso de entrada»?
Beth oprimió varios botones.
En la pantalla apareció un campo de estrellas, y alrededor de los bordes del campo, gran cantidad de números. La imagen tenía tres dimensiones, lo que daba la ilusión de profundidad.
—¿Holográfica?
—No exactamente. Pero similar.
—Ahí hay varias estrellas de gran magnitud...
—O planetas.
—¿Qué planetas?
—No lo sé. Esa es tarea para Ted —dijo Harry—. Él es capaz de identificar la imagen. Prosigamos.
Harry tocó la consola y la pantalla cambió.
—Más estrellas.
—Sí, y más números.
Los números que aparecían en el borde de la pantalla eran titilantes y variaban con rapidez.
—Las estrellas no parecen moverse, pero los números están cambiando.
—No, mirad: también las estrellas se están desplazando. Podían ver que todas las estrellas se alejaban del centro de la pantalla, que ahora estaba negra y vacía.
—No hay estrellas en el centro y todo se está yendo... —dijo Harry, meditabundo.
Las estrellas que se hallaban en la parte exterior se desplazaban con mucha rapidez y se precipitaban hacia afuera. El centro negro se estaba expandiendo.
—¿Por qué el centro está así vacío, Harry? —preguntó Beth.
—No creo que esté vacío.
—Yo no veo nada.
—No; sin embargo no está vacío. Antes de un minuto debemos ver... ¡Ahí!
Un denso enjambre blanco de estrellas apareció de repente en el centro de la pantalla. Mientras los investigadores observaban, el enjambre se extendía.
Norman pensó que era un efecto extraño: todavía existía un discernible anillo exterior que se ensanchaba hacia fuera, con estrellas en la parte externa y en la interna. Daba la impresión de que estuvieran volando a través de un gigantesco anillo negro.
—¡Dios mío! —dijo Harry suavemente—. ¿Sabéis qué es lo que estáis viendo?
—No —repuso Beth—. ¿Qué es ese enjambre de estrellas en el centro?
—Es otro Universo.
—¿Seguro?
—Bueno, está bien. Es probable que sea otro Universo. También podría ser una región diferente de nuestro propio Universo. Realmente nadie lo sabe con seguridad.
—¿Qué es ese aro negro? —preguntó Norman.
—No es un aro: es un agujero negro. Lo que estáis contemplando es el registro que se hizo cuando esta cosmonave pasó a través de un agujero negro y penetró en otro... ¿Alguien está llamando?
Harry se volvió y levantó la cabeza; tenía el cuello tenso. Los tres investigadores se quedaron en silencio, pero nada oyeron.
—¿Qué quieres decir al mencionar otro Universo...?
—Chissst...
Hubo un breve silencio y luego se oyó una débil voz que gritaba:
—Holaaa...
—¿Qué es eso? —preguntó Norman, que se esforzaba por escuchar.
La voz era muy queda, pero sonaba igual que si fuese humana; quizá hubiera más de una voz. Provenía de algún lugar del interior de la nave espacial.
—¡Hola! ¿Hay alguien ahí? Holaaa...
—¡Oh, por el amor de Dios! —exclamó Beth—. Son ellos, en el monitor.
La zoóloga alzó el volumen del pequeño monitor que Jane Edmunds les había dejado. En la pantalla vieron a Ted y a Barnes que, de pie en alguna de las cabinas de la astronave, seguían gritando:
—Holaaa... Holaaa...
—¿Les podemos contestar?
—Sí. Aprieta ese botón que hay en el costado.
—Les oímos —dijo Norman.
—¡Ya era hora, maldición! —exclamó Ted.
—Cierto —dijo Barnes—. Ahora, presten atención.
—¿Qué estáis haciendo vosotros allá atrás? —preguntó Ted.
—Atiendan —dijo Barnes. Se hizo a un lado y dejó ver un equipo multicolor—. Ya sabernos para qué es esta nave.
—También nosotros —respondió Harry.
—¿Lo sabemos? —preguntaron al unísono Beth y Norman. Pero Barnes no estaba escuchando.
—Y parece que en sus viajes la astronave ha recogido algo.
—¿Que ha recogido algo? ¿Qué recogió?
—No lo sé —dijo Barnes—, pero es algo procedente de otro planeta...
La pasarela móvil les hizo pasar frente a innumerables bodegas. Iban hacia la proa de la nave para unirse a Barnes, Ted y Jane Edmunds. Y para ver el descubrimiento que éstos habían hecho: algún organismo que provenía de otro mundo.
—¿Por qué se le ocurriría a alguien enviar una nave espacial a través de un agujero negro? —preguntó Beth.