Con afabilidad, Axel le presentó a Ruarke, y Megan pudo ver el gesto de Kieran al enterarse de que aquél era el futuro marido de la dulce y divertida lady Gillian. Moviendo las manos, atrajo la atención de su marido, y cuanto éste sonrió, ella levantándose dijo:
—Kieran O’Hara, ¿cuándo piensas saludar a las damas del salón? Entonces, Kieran se volvió. Adoraba a Megan. Sentía debilidad por aquella intrépida y descarada mujer que en el pasado le había metido en más de un problema. Con una deslumbrante sonrisa, el
highlander
cruzó una mirada de complicidad con Duncan, que asintió, y se acercó lentamente a las damas. Se detuvo ante ellas y murmuró:
—¿Os he dicho ya que sois las mujeres más bellas que mis cansados ojos han visto en su vida?
Al oír la voz de Kieran, Johanna y Amanda, las hijas de Megan, se tiraron a su cuello, al igual que Trevor, el hijo de Shelma. Cuando consiguió que los niños lo soltaran, se volvió para saludar a las respectivas madres de aquellos pillastres y puso ojitos a Cris, aunque ésta rápidamente le dejó claro que no había nada que hacer.
Con una galantería poco usual en los hombres de aquellas tierras, Kieran las saludó una a una. Le gustaba recrearse en el sexo femenino, y más en aquellas fantásticas amigas.
Kieran, que era un hombre observador, se fijó en que su gran amigo Niall estaba apartado, hablando con una bonita mujer que no era Gillian. Eso le sorprendió. Todavía recordaba las borracheras que habían cogido juntos en Irlanda y cómo Niall gritaba una y otra vez que la única mujer que le importaba era su Gillian. Por ello, cuando las damas se sentaron y comenzaron a atender a los niños, Kieran con disimulo le preguntó a Megan:
—¿Cómo es posible que Niall permita que su intocable Gillian se case con ese mequetrefe? ¿Y qué hace allí tonteando con aquella preciosa mujer?
—No lo sé —respondió Megan con disimulo al ver a su cuñado reír de nuevo—, pero necesitamos tu ayuda, o Niall se dará cabezazos el resto de su vida.
Kieran hizo ademán de levantarse. No quería meterse en líos, y Megan siempre conseguía complicarle la vida. Pero la mujer, clavándole las uñas en el brazo, no le dejó moverse y le susurró con una espectacular sonrisa cargada de sarcasmo:
—Por culpa de un trato que el padre de Axel y Gillian hizo con los Carmichael, si Gillian no se casa con alguien antes de que finalice el día de hoy, mañana tendrá que casarse con el papanatas de Ruarke, y Niall ha declinado la oferta.
—¿Cómo? —susurró, incrédulo.
—Lo que oyes.
—Pero si ese burro la ama. Me he cansado de oírle lo mucho que adora a… Pero ¿qué está haciendo?
—El tonto, Kieran. El tonto. Por eso necesito tu ayuda para solucionar esto —susurró Megan.
Kieran se quedó boquiabierto.
—¿Pretendes que los McRae me vuelvan a poner un ojo morado, o que me maten directamente? —le preguntó sonriendo.
Megan se carcajeó y volvió al ataque.
—Kieran, hoy es el cumpleaños de Gillian y creo que…
—¿Me necesitas para dar celos a ese burro? —preguntó Kieran, divertido.
—Exacto.
El
highlander
sonrió ante lo que aquella mujer le proponía, y tras mirar a Gillian y ver su triste mirada, se acercó a su amiga y murmuró:
—Sabes que Niall se enfadará mucho conmigo, ¿verdad? —Sí. Lo sé.
—Con seguridad, él o sus brutos querrán matarme. —No lo permitiré.
La seguridad de Megan hizo volver a sonreír a Kieran.
—¿Duncan sabe algo?
—Nooooooooooooooooo.
—¡Genial! —Y volviéndose hacia la joven Gillian, le preguntó—: ¿Es cierto que hoy es tu cumpleaños?
Ésta, mirándole, asintió.
—Por desgracia para mí, así es —susurró desganada. Kieran echó un vistazo a Niall y vio que éste ya lo miraba de reojo. Entonces, se acercó más a la joven.
—Tengo entendido que te encanta cabalgar —dijo, y ella asintió—. ¿Te apetece dar un paseo conmigo por los alrededores?
Megan sonrió al oír la propuesta y, empujándola con el codo, la animó: —¿Eh? Yo…
Kieran, sin perder su sonrisa, se acercó un poco más a una desconcertada Gillian y le guiñó el ojo con complicidad.
—Lo primero de todo, felicidades, y tranquila, no pretendo nada. Si hago esto es para ayudaros a ti y al tonto de mi amigo Niall, y porque Megan me lo pide —le explicó y esta última sonrió, satisfecha—. Sé que él te adora, y a pesar de que querrá matarme cuando vea que disfruto de tu compañía, y con seguridad me pondrá un ojo morado, estoy seguro de que en un futuro no muy lejano me lo agradecerá. Por lo tanto, querida Gillian, hagamos que Niall se muera de celos. ¿Qué te parece?
Asustada, Gillian miró a su risueña amiga.
—Megan, no permitas que Niall haga daño a Kieran.
—Hum…, eso no lo puedo asegurar —respondió Megan.
—¡Oh, Dios! —suspiró Gillian.
—Delante de él te llamaré
preciosa
, ¿de acuerdo? —insistió Kieran, haciendo reír a Megan.
Segundos después, el guapo escocés se levantó con una sonrisa, desplegó todo su encanto y, tomando a la muchacha del brazo, le dijo para atraer la mirada de Niall:
—Gillian, vayamos a dar un paseo.
Azuzada por Megan, la joven se levantó y, sin mirar a Niall, que los observaba con el cejo fruncido, llegaron hasta Axel y los otros hombres.
—Axel, Magnus, si no os importa, como hace una mañana preciosa y es el cumpleaños de Gillian, la voy a invitar a dar un paseo —dijo Kieran.
Les miraron sorprendidos, y Axel, al ver el gesto jovial de Alana, se desconcertó. ¿Qué estaba ocurriendo?
—Me parece una excelente idea, muchacho. Id a divertiros —repuso Magnus, al comprobar que su nieta sonreía.
Ruarke, molesto por el atrevimiento de aquel enorme
highlander
, miró a su padre, y éste, con voz dura, dijo ante la impasibilidad de su hijo:
—Siento deciros, laird McDougall, que a mí no me parece buena idea. No me agrada en absoluto que la futura mujer de mi hijo vague por vuestras tierras con un hombre a solas.
—¡Es increíble vuestra desfachatez! —añadió Ruarke, mirando a Gillian. Ésta les dedicó un gesto que dejó claras sus intenciones y los hizo callar a ambos.
—Señor Carmichael, su hijo y yo no nos conocemos de nada, y si me encuentro en esta absurda situación es por un trato que hizo mi padre, no yo —expuso Gillian. Y mirando a su hermano, que asintió, continuó—. Eso de que soy tu prometida, Ruarke, aún está por ver. Se supone que si al día siguiente de mi vigésimo sexto cumpleaños no me he desposado, me tendré que casar contigo. Pero hoy es mi cumpleaños, y aún puedo elegir con quién quiero casarme o no. El trato de mi padre no comienza hasta el término de este día, por lo tanto, si a mi hermano y a mi abuelo no les parece mal que pasee con Kieran O’Hara, lo haré.
Megan, que estaba junto a ellos, se dirigió a su marido:
—Duncan, ¿podríamos acompañarlos? Hoy es día de mercado y me gustaría comprar algunas cosas antes de regresar a Eilean Donan.
—Id vosotros, que sois jóvenes y podéis —los animó Marlob. Duncan le ofreció con galantería el brazo a su mujer.
—Deseo concedido.
Shelma y Alana se levantaron con rapidez. Y tras mirar a sus esposos y éstos asentir, sonrieron. Antes de salir, Megan miró hacia atrás y le preguntó a su marido al oído:
—Duncan, ¿crees que Niall querrá acompañarnos con Diane? Éste la miró con gesto divertido y la besó con adoración.
—¿Qué estás tramando, Megan? —repuso, convencido de que allí ocurría algo. Ella sonrió y mirándole con aquellos ojos negros que tanto le gustaban asintió y con descaro le confesó:
—Nada, cariño. ¿Por qué piensas así de mí?
El imponente
highlander
soltó una carcajada y, ante la insistente mirada de su mujer, se volvió.
—Niall, vamos a dar un paseo. ¿Vienes?
Con gesto hosco, Niall rechazó la invitación. Pero Megan no se conformó con aquella respuesta y, con una encantadora sonrisa, le dijo a Diane, a pesar de que la odiaba:
—Diane, pasaremos por un fantástico mercadillo, y estoy segura de que habrá puestos de alhajas que te complacerá ver.
Diane aplaudió. Y levantándose, le pidió a su serio acompañante:
—Niall, vayamos, por favor. Desearía con toda mi alma ver esos puestos. Con una fingida sonrisa, Niall se levantó y siguió a Diane, aunque antes clavó una dura mirada en su cuñada, que con gesto triunfal asió a su marido y sonrió.
Cuando llegaron a las caballerizas, Gillian fue hasta su yegua,
Hada
, que aún estaba herida.
—Bonito animal —señaló Kieran, mirándola.
—Sí —sonrió—.
Hada
es un bonito regalo de mi hermano. Al ver que ella le besaba el hocico pero no montaba, le preguntó: —¿No vas a montarla?
Gillian fue a responder, pero Niall, acercándose hasta ellos, se adelantó:
—No, no debe montarla. Sufrió una herida hace unos días y tiene que descansar.
—Levantando la mano, se la estrechó a Kieran.
¿Qué haces tú por estas tierras? Te creía en Stirling o en Aberdeen.
Al percibir la incomodidad de Gillian, Kieran se acercó más a ella y, dejando pasmado a Niall, respondió:
—Sí, amigo, en Aberdeen estaba cuando oí que esta preciosa mujer buscaba marido. Y como ya la he visitado este último año en varias ocasiones, me he propuesto convencerla de que ese idiota de Carmichael no la podrá hacer tan feliz como puedo hacerla yo.
A Gillian le gustó ver la tensión en el gesto de Niall. La joven, con una risa tonta, miró a Kieran, y éste, levantando una mano, la pasó con delicadeza por el rostro de ella.
La rabia por aquel atrevimiento se centró en el estómago de Niall. ¿Desde cuándo Kieran cortejaba a Gillian? En ese momento llegó hasta ellos Diane, sujetando su caballo.
—¿Y vos quién sois, milady? —se interesó Kieran al verla aparecer. Niall, todavía trastornado por lo que acababa de escuchar y ver, miró a Gillian, pero ésta no lo miraba, sólo tenía ojos para Kieran. Molesto, se volvió hacia su amigo, mientras Duncan, Axel, Lolach y las mujeres de éstos esperaban fuera de las caballerizas.
—Kieran O’Hara, te presento a Diane McLeod —dijo en un tono rudo—. Vive cerca de mis tierras en Duntulm y es prima de Alana.
—Encantado de conoceros, milady —saludó con cortesía Kieran.
—Lo mismo digo —respondió Diane, que miró de reojo a Gillian y se sorprendió al verla sonreír.
Diane, al ver cómo Niall miraba a la otra muchacha, tosió, molesta, y para llamar la atención del hombre dijo con voz almibarada:
—Niall, ¿serías tan amable de ayudarme a montar? El caballo es tan alto y yo tan débil que soy incapaz de hacerlo sola.
«Serás tonta», pensó Gillian, pero calló.
Con una deslumbrante sonrisa, Niall asintió, y cogiendo a Diane por la cintura la alzó como si fuera una pluma hasta dejarla sobre la silla. Con una coquetería que hizo que Gillian sintiera ganas de matarla, Diane montó de medio lado haciendo gala de su elegancia y feminidad.
—Gracias, Niall. Eres tan galán y fuerte —suspiró Diane. «¡Oh, Dios! No la soporto», pensó Gillian, dándose la vuelta. Niall montó en su caballo
True
, que estaba junto a la pobre y herida
Hada
, y sin apartar sus inquietantes ojos de la bella Diane, la siguió fuera de las cuadras, donde estaban esperándolos los demás.
Gillian, con la rabia instalada en sus ojos, suspiró. Entonces, Kieran, poniendo un dedo en su barbilla, hizo que lo mirara.
—Tú eres más bella que ella; no lo dudes.
—Eso no me preocupa, Kieran. La belleza es algo que el tiempo marchita.
—¿Puedo preguntarte algo y serás sincera conmigo?
—Sí.
—¿Por qué fuiste tan dura con Niall y no quisiste perdonarlo? Él se moría por ti. Gillian se encogió de hombros.
—No lo sé. Me comporté como una necia, una tonta, una malcriada. La rabia me cegó y fui incapaz de pensar en nada más. Pero te aseguro que me he arrepentido de ello todos los días de mi vida, aunque es la primera vez que lo reconozco. Después, el tiempo pasó, él no volvió a hablarme y…
—Escúchame, Gillian. Desde que conozco a Niall siempre se le ha iluminado la mirada al hablar de ti. En Irlanda eras el motivo de su existencia, y cuando rompiste el compromiso, se sintió deshecho. No sé si él te perdonará o no, pero te aseguro que lo conozco y sé que no te ha olvidado y que tú eres, has sido y serás siempre la única mujer capaz de robarle el corazón.
—Es muy bonito lo que dices, Kieran, pero como has visto, ya se lo ha robado otra.
—Lo dudo —sonrió el hombre con seguridad—. Conozco a Niall, y esa joven no es la clase de mujer que quiere para él.
—¿Y qué clase de mujer quiere para él?
—Una como tú.
Gillian sonrió, pero al mirar hacia el exterior vio a aquel por el que suspiraba bromeando con Diane. Furiosa por la intimidad que parecía haber entre ellos, se encaminó al fondo de las caballerizas y Kieran, consciente de lo que pasaba, la siguió.
—¿Qué caballo montarás? —preguntó, dándole tiempo a serenarse. Tras resoplar, la joven cambió de expresión.
—Llevaré a
Thor
. Es mi mejor caballo. ¿A que es precioso?
—Sí, Gillian, tan precioso y bonito como tú —asintió Kieran, mirándola.
—Os estamos esperando —apuntó en ese momento Niall con voz grave tras ellos. Gillian, al ver que Kieran sonreía, se agarró a las crines de
Thor
y, tras tomar impulso, subió. Ella no necesitaba ayuda como la idiota de Diane.
—Kieran, te espero fuera —indicó, pasando junto a Niall.
—De acuerdo, preciosa. En seguida te sigo.
Al oír de nuevo aquel calificativo, Niall miró a su amigo, que con una divertida sonrisa en la boca caminaba hacia su caballo.
—Sinceramente, amigo, no sé qué estás haciendo. Niall guió su caballo hacia Kieran, y mientras lo veía montar, le preguntó: —¿Y tú?, ¿qué estás haciendo tú?
Kieran, pese a la rabia que detectó en los ojos del otro, no se amilanó.
—Cortejar a una preciosa muchacha para que antes de que acabe el día quiera ser mi mujer.
Y sin decir nada más, espoleó su caballo para salir de las cuadras. Durante el corto trayecto hasta el mercadillo, Niall no pudo dejar de mirar a Gillian.
Boquiabierto y molesto, comprobó que aquella malcriada no le dirigía ni una sola mirada. Desde que Kieran había llegado a Dunstaffnage parecía que él no existiera, y eso le irritaba. Aunque más le fastidiaba darse cuenta de que la cercanía de aquella consentida le comenzaba a nublar la razón. ¡Por todos los santos!, no estaba dispuesto a volver a caer en el hechizo de la McDougall; otra vez no.