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Authors: Paul Ekman

Tags: #Ensayo, Psicología

Como detectar mentiras en los niños (3 page)

En los capítulos que he escrito yo, me he basado en mis propias ideas sobre las mentiras, así como en la literatura científica ya existente, en las entrevistas realizadas y en mi experiencia con mis hijos.

¿Realmente me había mentido Tom? Ciertamente se había comportado solapadamente ocultando lo de la fiesta, pero no me había dicho nada falso. Tom sabía que había hecho algo malo, pero protestó diciendo que él no pensaba que hubiera sido una mentira. Yo sí. Existen diferencias entre esconder la verdad y decir algo que es falso, pero yo sigo pensando que ambas cosas son mentiras, como explicaré. También describo con detalle las diferencias entre mentirijillas, trucos y mentiras graves. Es fácil decir que todas las mentiras son malas, pero la mayoría de padres no trata todas las mentiras por igual. No quieren que sus hijos digan siempre la verdad sobre cualquier tema: no se alaba a un acusica, ni tampoco la verdad sin tacto. ¿Dónde hay que trazar la línea entre una mentira buena y una mentira mala, y quién se encarga de trazarla?

Algunos padres pueden animar inadvertidamente con su ejemplo a que los niños mientan. Algunos niños son como esponjas, absorben todo lo que ven y oyen. También les encanta señalar las hipocresías de sus padres:

«¿Por qué si yo hago trampas en el examen de la escuela, es peor que si las hacéis tú y mamá en la declaración de renta?»

«¡Acabas de decirle una mentira a ese vendedor por teléfono, mamá! ¿Por qué no le has dicho la verdad en lugar de decir que estábamos a punto de salir?»

Pero el modelo paterno inapropiado es sólo uno de los factores a considerar al intentar comprender por qué unos niños mienten más que otros. También juega un papel la inteligencia, la personalidad, el ajuste y las amistades del niño, como explicaré.

¿Podría Tom haber seguido escondiendo la verdad si esa madre no me hubiera hecho el comentario sobre la fiesta? Como experto en detectar los indicios del engaño, ¿podría haber atrapado a Tom yo solo sin ninguna ayuda? ¿Hay que ser un experto para detectar la mentira de un niño o cualquier padre o madre puede hacerlo si quiere? O lo que es más importante, ¿deberían los padres jugar a detectives o espías cuando deberían pasar más tiempo siendo buenos padres? Yo exploro esta cuestión, y también explico por qué los niños mienten mejor a medida que crecen.

He intentado dejar claro cuándo se trata de mis opiniones como psicólogo, cuándo éstas se basan en una investigación sólida, y cuándo lo hacen en mi experiencia como padre. Antes que simplemente describir los resultados, invito al lector a explorarlos conmigo, a participar en el proceso de evaluar el material. Puede que usted no esté siempre de acuerdo con mis opciones y sugerencias, pero sabrá cuáles son las alternativas y por lo menos dispondrá de suficiente información para decidir por usted mismo.

Como se irá viendo, no doy todas las respuestas. Se necesita mucha más investigación, y ello lleva tiempo. Pero como padre, no puedo permitirme esperar ese tiempo. Necesito saber ahora qué tengo que hacer con mi hija y mi hijo. Entretanto, lo que ofrecemos aquí es un libro de trabajo de una familia con una base de conocimientos sobre las opciones y alternativas de tratar con los niños y las mentiras. Esperamos que resulte de ayuda a los padres para estar mejor preparados para poner en práctica programas que fomenten la sinceridad y, en definitiva, ayudar a que padres e hijos tengan una relación más estrecha, de mayor confianza y cariño.

1.
Mentirijillas, trucos y alardes: los matices del significado y motivación del mentir

«¿La mentira más gorda que jamás he dicho?» Jack, un chico de séptimo curso, repitió mi pregunta mientras miraba hacia otro lado. Tras una larga pausa, me miró directamente y dijo: «¿De verdad me aseguras que mis padres no lo sabrán nunca?».

«No, no lo sabrán», dije. «Ésta es una entrevista confidencial para una investigación, entre tú y yo. Acuérdate que cuando empezamos ni tan siquiera anoté tu nombre.»

Le estaba diciendo la verdad. Jack es un nombre ficticio, porque no anoté el nombre real de este chico (ni de ningún otro). Para asegurarme de que sus padres no lo podrían identificar aunque leyeran este libro, también he cambiado algunos detalles de lo que me dijo.

«Estoy intentando descubrir lo que opinan los niños sobre las mentiras», proseguí. «Sabemos muchas cosas de lo que opinan los padres, pero muy poco sobre lo que piensan y hacen los niños. Por eso te estoy entrevistando, a ti y a otros niños de primero, séptimo y undécimo curso.»

Jack volvió a desviar la mirada cuando empezó a hablar, mirándome sólo ocasionalmente cuando yo escribía lo que él decía. «Cuando pasaba por el despacho di un golpe al teclado del ordenador de mi padre y se cayó de la mesa. Sabía que se enfadaría mucho; está loco por ese ordenador. Así que lo volví a poner en su sitio y no dije nada. Al día siguiente mi papá dijo: «¿Alguien ha estado haciendo el tonto con mi ordenador? No puedo conseguir que funcione». Yo no dije nada. Le preguntó a mi hermano y él dijo que no, y entonces me preguntó a mí. Dije: «No, no lo he tocado».

Jack engaño a su padre igual que Tom nos había engañado a nostros acerca de la fiesta secreta que había celebrado la noche en que su madre y yo no estábamos en casa. Jack en realidad sí dijo algo falso: «no lo he tocado», mientras que Tom no tuvo que decir nada falso para engañarnos. Lo pudo hacer simplemente ocultando el tema.

Existen muchos tipos de mentiras, igual que hay muchas variaciones de la verdad. Las razones por las cuales las personas mienten pueden ir desde querer evitar el castigo hasta querer proteger la intimidad. Podemos examinar cómo difieren las mentiras desde distintos puntos de vista. Podemos estudiar la técnica que utilizó el niño para llegar a la mentira. Podemos examinar el motivo por el cual el niño decidió mentir. Podemos adoptar la perspectiva del blanco de la mentira, examinando si éste era confiado o suspicaz. O podemos considerar el impacto de la mentira y el daño que le hizo al blanco, al mentiroso o a alguien más. Estas perspectivas están intrincadamente entrelazadas y deberemos tenerlas todas en consideración para poder entender cómo difieren las mentiras entre sí.

¿EXISTE ALGUNA DIFERENCIA ENTRE ESCONDER Y MENTIR?

Algunas personas dirían que Jack mintió y Tom no, pero yo creo que no existe mucha diferencia entre decir algo falso y esconder la verdad. Ambas cosas son mentira. El propósito es el mismo: engañar deliberadamente. Si hubiera existido una serie de problemas previos con ese ordenador, puede que el padre de Jack no hubiera pensado en preguntar a sus hijos si habían estado jugando con él. Jack no hubiera tenido que decir nada falso. Al igual que Tom, Jack podría haberlo escondido sin tener que decir nada falso. Si Tom hubiera sido menos escrupuloso al limpiar los restos de la fiesta, se hubiera encontrado en la misma situación que Jack. Yo le podría haber preguntado: «Tom, ¿qué están haciendo todos esos vasos y platos de papel en la basura?». Tom hubiera tenido que contestar con algo falso, si hubiera sido lo suficientemente listo para inventarse una respuesta sobre la marcha. (Por cierto, los mentirosos profesionales no dejan esos temas al azar. Preparan sus respuestas con antelación y memorizan una respuesta creíble para todas las preguntas que creen que su presa les podría plantear).
[1]

Nuestras entrevistas con niños demostraron que la mayoría de ellos reconoce que ocultar la verdad es un tipo de mentira, como se puso en evidencia por su reacción ante la siguiente historia que les contamos:

Robert (o Jane si le preguntábamos a una niña) había estado jugando con la cadena de música de sus padres, aunque éstos le habían dicho que no la tocara si ellos no estaban presentes. Sin querer, Robert la había roto y tenía miedo a que sus padres le castigaran si se enteraban. Cuando sus padres regresaron a casa, fueron a poner música y vieron que el aparato no funcionaba. Esa noche en la cena preguntaron: «¿Alguien sabe qué le ha ocurrido a la cadena de música? y miraron directamente a Robert, pero Robert no dijo nada.

Al final de la historia les preguntábamos si pensaban que el niño había mentido al no decir nada cuando sus padres preguntaron quién lo había roto. El setenta por ciento de los niños, tanto de primer como de undécimo curso, dijeron que era una mentira.

Esconder no resulta más justificable, moral ni correcto que falsificar
[1a]
. Simplemente son técnicas diferentes de mentir. La técnica que escoge un mentiroso depende de lo que requieran las circunstancias. Todo el mundo, niño o adulto, prefiere encubrir la verdad antes que decir algo falso. Es más fácil. El ocultador no tiene que recordar ni defender una línea falsa. Y el esconder no parece tan malo. Parece peor, tanto para el que miente como para aquel a quien se miente, ser víctima de una aseveración falsa («¡Me mentiste en mi propia cara!») que de una ocultación. Para falsificar hay que ir un paso más allá. Es más difícil volver atrás.

Con la ocultación, el mentiroso puede pensar (o, una vez descubierto, sostener) que estaba a punto de confesar y que no hubiera mentido si se le hubiera preguntado directamente. Puede que eso incluso sea cierto.

Tom no está de acuerdo conmigo. Él no cree que mintiera con respecto a la fiesta. Para él mentir significa decir algo falso, mientras que la ocultación no es una mentira. Le he exigido una explicación sobre este tema, señalando que puesto que él sabía que tenía que decirnos si pensaba celebrar una fiesta, no teníamos necesidad de preguntarle, cada vez que le veíamos: «¿Que has dado una fiesta?». Él tenía la obligación de informarnos. Para asegurarme de que comprendía el nudo de la cuestión y no nos volvería a ocultar nada, también utilicé el ejemplo de los problemas en la escuela. Él sabe que si se mete en líos graves en la escuela, digamos por ejemplo que el director amenaza con expulsarle si interviene en otra pelea, él tiene que decírnoslo aunque no se lo preguntemos. Queda entendido que no vamos a preguntarle cada día: «¿Te metiste en algún lío en la escuela?» Todo lo que necesitamos hacer es decirle, de una sola vez por todas: «Si alguna vez te metes en lo que podríamos considerar un lío en la escuela, debes decírnoslo». Tom está de acuerdo en que nos engañó y rompió nuestro entendimiento sobre qué cosas tenía que decirnos, pero sigue sin querer llamarlo una mentira.

MENTIRAS QUE PUEDEN SER ADECUADAS

Algunos lectores podrán opinar que no importa por qué Jack o Tom mintieron. Simplemente, todas las mentiras son malas. Eso es lo que podemos inferir de la respuesta de Vicki Frost, de treinta y cuatro años, madre de cuatro hijos y cristiana fundamentalista, que dirigió una protesta de padres contra la directiva de la escuela local. Según la revista Time: «… Criticó los materiales que acompañaban a The Forgotten Door, una novela corta en la que un niño miente para proteger a alguien. La edición para profesores del texto sugiere a los educadores que discutan en clase si una "mentirijilla" a veces podría ser "un bien". Frost mantenía que la Biblia da la "orden tajante" de no mentir nunca»
[2]
.

Vicki Frost no es la única. Teólogos y filósofos han debatido durante siglos sobre si todas las mentiras son igualmente dañinas o pecaminosas. Muchos han argumentado que existen casos en los que se puede justificar una mentira. Citan el ejemplo clásico de despistar a un pretendido asesino que pregunta si la persona que está persiguiendo se ha refugiado en tu casa. El argumento que justifica la mentira es el de que el asesino no tiene derecho a la información verdadera
[3]
. En un estudio reciente se pedía a estudiantes universitarios que puntuaran lo mal que estaban diferentes tipos de mentiras en una escala que iba del 1 (si la mentira era extremadamente mala) al 11 (si pensaban que era permisible). Se descubrió que los estudiantes puntuaban como más permisibles las mentiras que salvaban a otros del dolor, vergüenza o turbación; también las mentiras que protegían la propia intimidad de una intrusión no permitida. Las mentiras que perjudicaban a otros o que cuyo único propósito era el beneficio propio fueron las que se consideraron peores
[4]
. Al ir creciendo, los niños adquieren una actitud más favorable acerca de las mentiras altruistas. La mayoría de padres enseñan a sus hijos a mentir si el decir la verdad pudiera poner en peligro al niño. Para comprobar lo que opinan los niños sobre ello, les planteamos la siguiente cuestión:

Imagínate que estás sólo en casa y un hombre con aspecto de criminal viene a la puerta. El hombre pregunta si tus padres están en casa, y tú tienes miedo de que si le dices la verdad pueda entrar en la casa y robar algo o hacerte daño. Así que le dices: «Sí, mis padres están los dos en casa, pero en este momento están haciendo una siesta; tendrá usted que venir más tarde». ¿Es eso una mentira? ¿Tú lo harías?

Todo el mundo aprobó esta mentira, pero muchos de los niños más pequeños se negaron a llamarla mentira. «Es una mentirijilla», explicó un chico. «Es que si no te podría hacer daño.» Una niña lo expresó así: «No es una mentira porque él te podría hacer daño, sabes». Otra dijo: «No es una mentira porque podría provocar un incendio o matarte o dar tus cosas a otro».

En mi opinión, no se trata de una mentirijilla ni de una mentira piadosa. Me reservo estos términos para casos en que la mentira no tiene demasiada consecuencia. El decirle la verdad o mentir a un extraño de aspecto peligroso sobre si uno está solo en casa tiene consecuencias graves. Sí es una mentira, pero la mayoría de nosotros la aprobaríamos. Muchos padres también aprueban otras mentiras menos serias, mediante las cuales se beneficia al objeto de la mentira. Por ejemplo, una niña de diez años describió una mentira que había consistido en decirle a su madre que estaba cansada y que quería acostarse pronto, para así poder hacer en secreto una tarjeta de cumpleaños para la madre.

HACER TRAMPA: UN TIPO ESPECIAL DE MENTIRA

El hacer trampa es otro tipo de mentira con el que los niños están muy familiarizados. De hecho, cuando preguntábamos a los niños que entrevistamos si había algún otro tipo de mentira sobre el que no les hubiéramos interrogado, contestaban: «Hacer trampas». Este tipo de engaño es muy común en la escuela. ¡El veintidós por ciento de estudiantes empiezan a hacer trampa ya en el primer curso! Cuando llegan a octavo, el 49 por ciento de los niños confiesan haber engañado en sus deberes
[5]
. Y eso no acaba ahí. En un estudio realizado con estudiantes de primer año de instituto en California, las tres cuartas partes admitieron haber hecho trampa en los exámenes. El engaño puede que baje en los últimos cursos del instituto pero las cifras siguen siendo altas. El 30 por ciento de los estudiantes de instituto dicen haber hecho trampa en algún examen de su último curso escolar. Cuando veinte años atrás se planteó la misma pregunta al mismo tipo de estudiante, solamente el 21 por ciento confesó haber engañado
[6]
.

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