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Authors: Paul Ekman

Tags: #Ensayo, Psicología

Como detectar mentiras en los niños (8 page)

Los chicos de décimo curso que mentían también tenían más contacto con la policía y hacían muchos más novillos. La relación entre mentir y robar resultaba muy evidente entre estos chicos.

EL EFECTO «HALO/CUERNOS»

Existe un problema con casi todos estos estudios sobre la mentira y la mala adaptación, incluyendo el de los doctores Stouthamer-Loeber, y es que son vulnerables a lo que los psicólogos llaman el «efecto halo». Esta expresión se refiere al hecho de que si sabemos algo bueno o malo acerca de una persona, es más que probable que pensemos que él o ella tendrá otras características buenas o malas. Si nos preguntaran si a la madre Teresa de Calcuta le gustan los perritos, probablemente diríamos que sí. Yo lo llamo el efecto «halo/cuernos», porque funciona en ambas direcciones, positiva o negativa. Si le preguntaran si a Hitler le gustaban los niños, la mayoría de gente respondería que no. El efecto halo/cuernos hace que nos desviemos en nuestras expectativas, y supongamos que alguien malo como Hitler no podría hacer nada bueno, como por ejemplo que le gustaran los niños.

En las aulas el efecto halo/cuernos funciona de la siguiente manera: supongamos que un profesor tiene problemas con un chico que replica, se pelea, roba o no escucha. Aunque el profesor no le pille nunca en una mentira, el efecto halo/cuernos le podría llevar a pensar que es un mentiroso. Aunque este efecto no le lleve a imaginar que le vio mentir, sí podría hacer que vigilara a esa persona más de cerca. Bajo un escrutinio tal, sería más fácil pillar al chico en una mentira si la dijera. Por otro lado, el bueno de la clase que no causa problemas podría beneficiarse del lado positivo del efecto halo/cuernos. Aunque el preferido de ese profesor podría mentir exactamente igual que el niño conflictivo, el profesor no estaría alerta y por tanto no tendría tantas posibilidades de atraparle en una mentira.

Los resultados que se basan en información sobre mentiras proporcionada por profesores, padres o amigos, para determinar quién mintió, se pueden ver influidos por el efecto halo/cuernos. Hasta ahora, todos los estudios sobre mentiras que he revisado son vulnerables, excepto el de Hartshorne y May. Ellos no dependieron de los informes de padres o profesores para determinar quién mentía; prepararon situaciones, pruebas y juegos en los que podían ver por ellos mismos quién engañaba y quién mentía sobre ello al ser interrogado. Sin la influencia del efecto halo/cuernos sesgando los resultados, el efecto es todavía evidente pero menor.

De todos modos, no deberíamos descartar estos resultados debido al efecto halo/cuernos. Aunque no sea posible calcular lo fuertemente que el mentir está relacionado con la mala adaptación, los niños inadaptados probablemente sí mienten más que otros niños que no tienen problemas. Por definición, esos niños inadaptados no están teniendo éxito en sus vidas. Están rompiendo las normas impuestas por sus padres, la escuela y la sociedad y son descubiertos en sus transgresiones. Los niños que rompen reglas van a mentir si quieren evitar el castigo por sus transgresiones o si no pueden conseguir lo que quieren sin mentir. Por eso mentí yo, para que me dejaran entrar en el club nocturno cuando era menor de edad.

¿ES LA INADAPTACIÓN LA CAUSA DE LA MENTIRA O VICEVERSA?

Todo ello simplemente sugiere que el mentir es una característica, no una causa, de la mala adaptación. Consideremos por un momento la posibilidad que el mentir realmente sea la causa de que un niño se vuelva un inadaptado. Este punto de vista sostendría que los niños que mienten, y que aprenden a salirse con la suya mintiendo, es posible que rompan otras reglas. Si siguen por este camino, diría la teoría, a medida que se hagan mayores se irán involucrando en otros actos incorrectos. Continuando por la resbaladiza pendiente de la vida, una mala acción llevaría a la otra, y un mentiroso juvenil probablemente se llegaría a convertir en un recalcitrante descarriado social. Debido a que están acostumbrados a mentir, puede que estén más dispuestos a hacer cosas que saben que están mal porque esperan que sus mentiras les protegerán.

Volviendo a la cuestión de si la mentira es una característica de la inadaptación o una causa de ella, estos estudios no ofrecen suficiente información para que nos podamos decantar por una opinión o la otra. De todos modos, se mire como se mire, las mentiras frecuentes son una mala señal. Puede que no sean la única. Pueden existir otros indicios de una mala adaptación. Pero si su hijo miente con frecuencia, y ello persiste a lo largo de mucho tiempo (no me refiero a las bromas o a los juegos), debería tomárselo seriamente. Si el engaño se convierte en un patrón normal de conducta para su hijo, probablemente haya llegado el momento de descubrir por qué. Una cosa a tener en cuenta es si sus propias acciones animan a su hijo a mentir. ¿Acaso sus reglas son demasiado estrictas? ¿Es usted demasiado protector? ¿Está invadiendo la intimidad de su hijo? ¿Miente usted a menudo en presencia de su hijo, transmitiéndole así el mensaje de que mentir está bien? Explíquele a su hijo cómo el mentir afecta a la confianza, y lo difícil que resulta convivir con alguien cuando no hay confianza. Asegúrese de que su hijo comprende que usted no va a aceptar las mentiras, y por qué.

LA MENTIRA MAQUIAVÉLICA: ¿SON MANIPULADORES LOS MENTIROSOS?

Hace veinte años, unos cuantos psicólogos empezaron a estudiar a personas con grandes habilidades para manipular a otros en beneficio propio. Tales personas no se preocupan por la moralidad convencional; su interés reside en el poder sobre los demás antes de en cómo se sienten los demás. Uno de estos psicólogos, el doctor Richard Christie, creó un cuestionario para identificar a tales personas. Gran parte del cuestionario estaba basado en ideas sacadas del libro El príncipe, de Maquiavelo, publicado por primera vez en 1513. Aunque Maquiavelo aconsejaba sobre complejos temas políticos, su nombre ha quedado asociado con la utilización de «la credulidad, el engaño y el oportunismo en las relaciones interpersonales»
[8]
. Un popular libro de los años setenta, Power!, escrito por Michael Korda, editor jefe de Simón and Schuster, ejemplifica parte de este enfoque de la vida: «Algunas personas entran en el juego del poder por dinero, otras por seguridad o fama, otras por sexo… No importa quién seamos, la verdad básica es que nuestros intereses no conciernen a nadie, que nuestra ganancia es inevitablemente la pérdida de otro, y nuestro fracaso la victoria de otro»
[9]
.

Gran parte de la investigación sobre el maquiavelismo (los investigadores lo llaman «maq» para abreviar) ha sido realizada con adultos. Unos pocos investigadores han examinado a niños para ver si aquellos que sacaban una puntuación alta en «maq» mentían con más frecuencia que otros o tenían más éxito al hacerlo. El cuestionario que identificaba características «maq» tuvo que ser modificado para adecuarlo a edades más tempranas, pero el contenido es el mismo que para los adultos. Éstos son algunos ejemplos de la versión que se utilizó con niños:

Nunca digas a nadie por qué hiciste algo a menos que ello te resulte beneficioso. (Un «maq» contesta que sí.)

La mayoría de las personas son buenas y amables. (Un «maq» contesta que no.)

La mejor manera de llevarse bien con la gente es decirle cosas que los hacen felices. (Un «maq» contesta que sí.)

Solamente deberías hacer algo cuando estás seguro de que es correcto. (Un «maq» contesta que no.)

Es más inteligente creer que todas las personas se comportarán de manera egoísta si se les presenta la oportunidad. (Un «maq» contesta que sí.)

Deberías ser siempre honrado, no importa en qué circunstancias. (Un «maq» contesta que no.)

A veces se tiene que herir a otros para conseguir lo que uno quiere. (Un «maq» contesta que sí.)

La mayoría de personas no trabajarán duro a menos que se les obligue. (Un «maq» contesta que sí.)

Es mejor ser una persona corriente pero honrada que famosa y fraudulenta. (Un «maq» contesta que no.)

Es mejor decirle a alguien por qué queremos que nos ayude antes que inventarnos una historia para que lo haga. (Un «maq» contesta que no.)
[10]

En uno de los experimentos más interesantes, se pasó el cuestionario «maq» a cuarenta y ocho pares de niños de quinto curso y después, basándose en las respuestas, fueron separados en tres grupos que representaban una propensión alta, media y baja a una conducta maquiavélica. Entonces se les puso por parejas, cogiendo uno de puntuación media con otro de puntuación alta o baja.

Cuando llegaba una pareja de niños a la entrevista, se pedía al de puntuación media que leyera una revista mientras se hacía entrar al otro niño en la sala de experimentación. Allí, el sujeto se sentaba frente a la investigadora. En la mesa que había entre ellos había un plato con quince galletitas de sabor amargo (previamente habían sido bañadas en una solución de quinina). La investigadora le decía al sujeto que era una economista que trabajaba para una compañía de galletas. Su tarea consistía en descubrir qué opinaban los niños sobre el sabor de una nueva «galleta digestiva» antes de que saliera al mercado. Después de probarla, el niño evidentemente la encontraba mala. Después de dejarle beber y que se comiera un trozo de caramelo para eliminar el mal sabor, la investigadora decía: «Hasta ahora nadie ha comido muchas galletas de éstas, y supongo que ya ves por qué. Pero realmente es importante para nosotros saber cómo saben las galletas después de que alguien se haya comido unas cuantas. Sabes, si una persona se acostumbra, al cabo de un rato ya no le importa el sabor, y cuantas más comes más te gustan. Como tú conoces a (el nombre del otro niño), quizá si tú le pidieras que sé las comiera, él lo haría, ya que te conoce y está en tu misma clase […] me harías un favor, así que te daré cinco centavos por cada galleta que consigas que coma […] no me importa lo que le digas, o cómo consigues que se las coma, siempre y cuando se coma la mayor cantidad posible. Si no quieres pedírselo, realmente no me importa y te puedes marchar ahora mismo. ¿De acuerdo?».

Entonces se hacía pasar al otro niño a la sala, se grababa la conversación y después se analizaba. Los niños con puntuaciones más altas en el cuestionario «maq» tenían más éxito que los de puntuaciones bajas para conseguir que el otro niño comiera galletas. ¿Cómo convencían esos eficaces vendedores de galletas a los otros niños para que se comieran las desagradables galletas? Mintiendo. Los niños con puntuación alta en el test «maq» mentían más que los de puntuación baja. Por cierto, las niñas con puntuación «maq» alta contaban mentiras más sutiles que los niños.

Los niños con puntuación «maq» alta no solamente engañaban a sus compañeros de clase, de la misma edad, sino que también dejaban impresionados a los adultos. La investigadora pidió a algunos adultos que escucharan las conversaciones grabadas y dieran a cada niño una puntuación, según varias escalas. Los niños con puntuación «maq» alta fueron clasificados como más inocentes, honrados y tranquilos que los de puntuación baja. La doctora Susan Nachamie obtuvo resultados muy similares en un estudio realizado con estudiantes de sexto curso
[12]
. Ella utilizó un juego de dados en el que los niños podían escoger entre echarse un farol (diciendo cosas falsas sobre el valor de sus dados) o decir la verdad. Aunque los niños podían ganar puntos tanto si mentían como si decían la verdad, si engañaban bien podían sacar más provecho. Los niños con puntuaciones altas en el test «maq» ganaron más, decidieron engañar más y en general tuvieron más éxito que los de puntuación baja.

El enfoque maquiavélico de la vida es menos prevalente entre el grupo de preadolescentes que entre los adolescentes y adultos, según dicen algunos estudios. No obstante, algunos preadolescentes ya muestran una orientación manipuladora. Comentando sobre este tema, el doctor Christie y su colaboradora, la doctora Florence Geis, dijo:

El verse expuesto al mundo exterior al hogar conduce a la legendaria pérdida de la inocencia infantil y a conseguir más puntuación en la escala «maq» (en algunos niños) […] Algunos adultos obtienen una puntuación mucho más baja en la escala «maq» que un niño normal de diez años, y según todos los criterios conocidos han mantenido una fe y confianza en las personas […] aunque no tenemos datos sistemáticos sobre niños menores de diez años, existen pruebas anecdóticas que sugieren que algunos querubines son unos hábiles artistas del engaño
[13]
.

Estos descubrimientos conducen a una importante cuestión: ¿Cuál es la causa de que algunos niños sean muy manipuladores?

El lugar natural donde buscar una respuesta es el hogar, y en concreto los padres. Existen dos explicaciones posibles. Primera: puede que también los padres sean unos manipuladores y que los niños simplemente aprendan este comportamiento. Pero también lo opuesto puede ser cierto. Si los padres tienen una puntuación «maq» baja, su misma confianza podría animar, sin quererlo, a que sus hijos desarrollaran características manipuladoras, puesto que los padres serían un objetivo fácil. Por desgracia, las pruebas son contradictorias, porque existen dos estudios diferentes que apoyan posibilidades opuestas
[14]
. Quizá se puedan dar las dos.

Estos estudios, que sugieren que el mentir puede formar parte de un patrón de personalidad manipuladora más general, tienen un límite muy importante. Las mentiras que contaban estos niños eran fomentadas por figuras de autoridad. El investigador o investigadora le pedía al niño que le ayudara a realizar su tarea como economista. Los niños que mentían no lo hacían solamente para conseguir la recompensa, sino también para ayudar a un adulto que parecía respetable y responsable. Las reglas del juego de dados dejaban bien claro a los niños que podían ganar más si sabían engañar bien. El engaño se permitía por definición, aunque no se dijera que era necesario.

No sabemos si los niños que mienten cuando no se les anima a ello, que mienten cuando rompen y no cuando siguen las reglas marcadas por los adultos o la sociedad, tienen una puntuación alta en maquiavelismo. Yo apuesto a que sí.

¿Qué deberíamos hacer si creemos que nuestro hijo se está convirtiendo en un manipulador? En primer lugar, que no nos entre el pánico. Hay que conseguir una segunda opinión discutiendo la conducta del niño con otras personas que le conozcan, como el profesor, y ver si están de acuerdo. Puede que nos estemos preocupando demasiado por una situación transitoria.

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