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Authors: Paul Ekman

Tags: #Ensayo, Psicología

Como detectar mentiras en los niños (11 page)

Todavía no lo sabe nadie. La investigación necesaria ni siquiera se ha empezado. No existe una «opinión correcta». Quizás ambas sean correctas, dependiendo del niño. Y quizá la respuesta difiere dependiendo de la edad del niño cuando éste empieza a mentir con frecuencia y de cuánto tiempo se mantiene ese patrón.

En mi opinión, hay suficientes pruebas para poder decir que si su hijo miente con frecuencia, hay que tomárselo en serio. Pero déjeme añadir también que, aunque debería tomárselo en serio, debe recordar que la mayoría de niños que mienten a una edad temprana no tienen problemas con la ley de mayores.

RESUMEN

No existe una respuesta simple, clara o decisiva sobre por qué unos niños mienten más que otros. Si el niño tiene el talento para pasar un examen sin tener que hacer trampas, probablemente no las hará. El niño que es lo suficientemente listo como para reconocer los riesgos de ser descubierto, probablemente no mienta. Pero cuando el riesgo es bajo, o cuando no es la inteligencia lo que se necesita para alcanzar un objetivo, entonces el ser listo no impide que se mienta.

Los niños que mienten mucho están peor adaptados que aquellos que no lo hacen, y el mentir de niño lleva a mayores posibilidades de tener problemas con la ley en años ulteriores. Pero la mayoría de niños que mienten no tienen problemas de mayores, y no sabemos si el mentir es un síntoma o una causa de la mala adaptación.

Existen ciertas pruebas de que el mentir forma parte de un patrón de personalidad más general, que poseen y utilizan en mayor grado los niños que manipulan a otros para conseguir sus propios fines. Este patrón de manipulación resulta evidente en algunos niños a la edad de diez años. Nadie ha averiguado si se puede manifestar antes, ni nadie ha resuelto tampoco el tema del papel que los padres tienen en el desarrollo de este patrón.

Algunos niños —pero no todos— que tienen falta de supervisión paterna mienten con mayor frecuencia. Los niños se ven influidos a mentir por amigos que mienten o que muestran una conducta antisocial, sobre la cual mienten para evitar ser castigados. La presión de los compañeros, como todos sabemos, es más intensa durante la adolescencia. De manera interesante, es importante el papel que el chico siente que juega su padre. Los varones adolescentes que respetaban a su padre eran menos vulnerables a la presión de sus semejantes. Y, podríamos decir con un suspiro de alivio, la mayoría de niños van mintiendo menos cuando pasan por las fases iniciales de la adolescencia.

Si el niño mentirá o no ante una situación determinada depende no solamente de los factores que hemos descrito sino también de la naturaleza de cada situación concreta. No se trata solamente de las características del niño, ni de la influencia de la familia y amigos del niño. El niño mentirá o no dependiendo también de lo que está en juego. La influencia de la tentación concreta probablemente tiene más importancia a una edad temprana que más adelante. En palabras de los doctores Hartshorne y May: «La honradez parece ser un cúmulo de actos especializados que están íntimamente asociados con unas características determinadas de la situación en la cual el engaño es una posibilidad […] Los motivos para engañar, mentir y robar son altamente complejos, y son especializados igual que lo son los actos de engaño»
[28]
.

¿Qué factores son más importantes, la inteligencia, la personalidad, la inadaptación, los padres, los amigos, las características de la situación? Nadie lo sabe, porque el tipo de investigación que podría llevar a una respuesta todavía no se ha realizado. Mi apuesta es que la importancia relativa de estos factores diferiría dependiendo de la edad (está claro que éste sería un buen factor en cuanto a la influencia de los amigos) y de las características individuales de cada niño.

3.
La mentira en diferentes edades

¿A QUÉ EDAD PUEDEN EMPEZAR A MENTIR LOS NIÑOS?

Lori es una niña de tres años y medio, llena de energía y con alma de artista. Un día decidió expresar su creatividad en la pared de su habitación con sus nuevos lápices de colores. Para ella era una gran obra maestra. Sin embargo, para su madre, no era nada bonito.

«Lori, ¿escribiste tú en la pared?», le preguntó su madre, evidentemente disgustada.

«No», contestó Lori con la cara muy seria.

«Bueno, ¿pues quién lo hizo?»

«No fui yo, mamá», replicó, todavía con cara de ángel inocente. «¿Fue un pequeño fantasma?» preguntó su madre sarcásticamente.

«Sí, sí», dijo Lori. «Fue un fantasma.» Se quedó con esta explicación hasta que su madre finalmente dijo: «Bien, pues le dices a ese fantasma que no lo vuelva a hacer o lo lamentará».

Algunas personas creen que los niños pequeños son demasiado inocentes para mentir. Otros creen que sí lo harían si supieran, pero que carecen de la habilidad suficiente. Las pruebas sugieren que los niños son capaces de mentir a una edad mucho más temprana de lo que los adultos creen.

A los cuatro años, y quizás antes, algunos niños saben mentir, y de hecho lo hacen. No es que se estén equivocando, ni confundiendo la fantasía con la realidad, sino que están intentando deliberadamente engañar.

Las mentiras a esta edad no suelen ser un problema grave. Todos los niños, y la mayoría de adultos, mentimos alguna vez. No obstante, los padres deberían empezar a preocuparse cuando un niño miente con frecuencia, especialmente si las mentiras persisten durante un largo período. Cuando aparecen las primeras mentiras, los padres deberían hablar con sus hijos sobre las implicaciones morales que ello plantea. Como veremos, la comprensión infantil sobre estos temas cambia muchísimo desde la edad de cuatro años hasta los catorce.

Varios estudios sugieren que los niños pueden mentir a una edad mucho más temprana que los adultos que no están familiarizados con el comportamiento infantil pudieran pensar. En uno de estos estudios, el doctor Stephen Ceci y uno de sus estudiantes tentó a niños de preescolar a que mintieran para proteger del castigo a alguien que les gustaba
[1]
. Se dejó a los niños en una habitación con un juguete y les dijeron que no debían jugar con él. Cuando el investigador salía de la habitación, un adulto se ponía a jugar con el juguete y lo rompía. Cuando el adulto se marchaba, el investigador regresaba y le preguntaba al niño qué había ocurrido. Los niños se dividieron en dos grupos: aquellos que ya conocían al adulto y que éste les gustaba (un «mentor» con el que habían creado un lazo) y aquellos para los que el adulto era un extraño. Casi la mitad de los niños no delataron al mentor. Algunos dijeron que no sabían quién había roto el juguete, otros que lo había hecho otra persona. No obstante, todos los niños, de tres años y medio a cuatro, dijeron la verdad y delataron al adulto desconocido.

En otro estudio
[2]
, se llevó a niños y niñas de tres años a una habitación, se les sentó de manera que no pudieran ver una mesa y se les dijo que el investigador iba a poner un juguete sorpresa sobre la mesa y que se marcharía. Se le pidió al niño que no mirara y que él o ella podría jugar con el juguete cuando el investigador regresara a la habitación. Entonces éste se marchó, mientras que la madre del niño rellenaba un cuestionario sentada dando la espalda al niño. Después de que el niño hubiera mirado, o al cabo de cinco minutos, el investigador regresaba a la habitación y le preguntaba al niño: «¿Has mirado?».

Veintinueve de los treinta y tres niños lo habían hecho. Cuando se les preguntó si habían mirado, hubo una división prácticamente en tres entre los que confesaron, los que negaron el hecho y los que no respondieron. Los niños fueron más sinceros que las niñas (dos tercios de los niños admitieron haber mirado, pero solamente el 15 % de las niñas).

En un tercer estudio
[3]
se preguntó a las madres y a los profesores de niños de cuatro años si los niños de diferentes edades contarían deliberadamente una mentira. El porcentaje de adultos que pensaba que los niños mentían aumentaba con la edad del niño. Estos son los datos:

Edad
Porcentaje de padres y profesores que dijeron
que los niños de esta edad mienten

3

4

5

6

33

75

90

100

Si tenemos en cuenta estos tres estudios en conjunto, vemos que como mínimo algunos niños tan pequeños como de tres o cuatro años mienten deliberadamente. Está claro que las consecuencias negativas del mentir no eran elevadas en ninguno de los experimentos. Si el investigador hubiera dejado claro de antemano a los niños la importancia de ser sincero, o el coste de una mentira, habrían mentido menos niños. El tema que estos investigadores querían tocar no era cuándo mienten los niños, sino si los niños de edades tan tempranas saben mentir, bajo no importa qué condición. Hasta que se realizó este trabajo, la mayoría de científicos creía que los niños de tres a seis años no podían distinguir entre cometer una falta no intencionada y decir deliberadamente algo falso
[4]
.

¿A QUÉ EDAD COMPRENDEN LOS NIÑOS EL CONCEPTO DE MENTIRA?

¿Saben mentir bien? ¿Resulta más fácil detectar sus mentiras que las de niños de mayor edad? ¿Están más influidos por la sugestón que otros niños mayores, más influidos por cómo se formulan las preguntas y por las creencias de los adultos? ¿Son más «autosugestionables» los niños de cuatro años que los de mayor edad? Es decir, ¿van a empezar a creer en sus mentiras cuanto más frecuentemente las digan?

Para poder responder a esas preguntas, examinemos primero qué piensan los niños sobre las mentiras.

Keith, un chico de seis años, divide su tiempo entre la casa de su padre y la de su madre. En una ocasión el padre de Keith pensó recogerle al mediodía para que los dos pudieran asistir a un partido de béisbol. Pero el padre de Keith no sabía que su madre ya había concertado una lección de tenis para esa misma hora. Cuando Keith descubrió que no podría ir al partido con su padre, le telefoneó, dolido y enfadado.

«Has dicho una mentira», dijo Keith llorando: «¿Por qué lo has hecho?». Su padre se puso en su lugar e intentó explicarle que no había mentido, que sólo había sido un malentendido con respecto a los horarios. Pero Keith no quería saber nada del tema. Todo lo que él sabía era que su padre le había dicho que irían a un partido de béisbol, y que no iban a ir.

Hasta aproximadamente los ocho años, los niños consideran que toda afirmación falsa es una mentira, independientemente de si la persona que la dijo sabía que era falsa. Incluso cuando los niños pequeños saben que el que habla no tiene intención de engañar, le continúan llamando mentiroso si sin darse cuenta les ofrece información falsa. Pero la mayoría de niños de ocho años, igual que los adultos, no consideran mentirosa a una persona si saben que esa persona ha dado información falsa involuntariamente.

Sería fácil explicar la definición de mentira que tienen los niños pequeños diciendo que refleja su incapacidad de tratar con asuntos sutiles como la intención. El resultado es lo que importa en el pensamiento moral todavía no desarrollado de esos niños pequeños, según sostienen algunos autores. Una notable serie de estudios recientes llevados a cabo en Austria por los doctores Wimmer, Gruber y Perner
[5]
descubrió que ello no es así. Los mismos niños que no reconocen 1a importancia de la intención en su definición de la mentira sí responden a esa intención cuando se trata de su juicio moral acerca de la persona que hace la afirmación falsa. En su estudio leyeron y representaron con muñecas la siguiente historia:

Mamá regresa de la compra. Ha comprado chocolate para hacer un pastel. Maxi la puede ayudar a guardar las cosas. Éste le pregunta: «¿Dónde pongo el chocolate?». «En el armario azul», dice la madre. Maxi guarda el chocolate en el armario azul. Maxi recuerda exactamente dónde puso el chocolate, así que después puede volver y coger un poco. Le encanta el chocolate. Entonces se va a jugar. La madre empieza a preparar el pastel y saca el chocolate del armario azul. Ralla un poco para incorporarlo a la masa y entonces no lo guarda en el armario azul, sino en el verde. Maxi no está presente. Él no sabe que el chocolate está ahora en el armario verde. Después de un rato Maxi regresa de jugar, tiene hambre, y quiere coger un poco de chocolate. Todavía se acuerda de dónde guardó el chocolate. Pero antes de que Maxi pueda ir a buscar el chocolate, su hermana entra en la cocina. Le dice a Maxi: «He oído que mamá ha comprado chocolate. Me gustaría comer un poco; ¿sabes dónde está?».

Se leyeron cuatro versiones diferentes de esta historia a los niños. En una versión Maxi quiere ser sincero, pero le da a la hermana información falsa (le dice que está en el armario azul) porque no sabe que la madre lo cambió de sitio. En la segunda versión se saltaron la línea sobre la madre que cambia el chocolate del armario azul al verde, así que cuando Maxi quiere ser sincero y dice que está en el armario azul, en realidad está dando la información correcta. En las siguientes dos historias se les dice a los niños que Maxi quiere engañar a su hermana. Se añadieron las siguientes líneas a la historia: «Vaya», piensa Maxi, «ahora mi hermana se quiere comer todo el chocolate. Pero yo lo quiero para mí solo. Tengo que decirle algo falso para que no lo encuentre». Si se conserva la línea de la madre que cambia el chocolate de lugar, del armario azul al verde, entonces tenemos una historia en la que Maxi quiere engañar pero involuntariamente dice la verdad. Y si se deja fuera la línea sobre el cambio de armario, Maxi quiere engañar y da información falsa sobre la localización del chocolate. El cuadro siguiente muestra las cuatro condiciones del experimento.

Historia 1
Historia 2
Historia 3
Historia 4
Dónde cree
Maxi que está
el chocolate
Armario
azul
Armario
azul
Armario
azul
Armario
azul
Dónde está
el chocolate
Armario
verde
Armario
azul
Armario
verde
Armario
azul
Intención
de Maxi
Sincera
Sincera
Engañosa
Engañosa
Efecto de
Maxi
Información
falsa
Información
correcta
Información
correcta
Información
falsa

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