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Authors: Paul Ekman

Tags: #Ensayo, Psicología

Como detectar mentiras en los niños (10 page)

En el segundo experimento, se pasaba a los niños un cuestionario para descubrir la facilidad con que les influían sus padres. En una de las preguntas los niños tenían que decidir si deberían ayudar en la biblioteca o enseñar a otro niño a nadar, diciéndoles que los padres aconsejaban que ayudara en la biblioteca. En otra los niños tenían que decidir qué hacer si sus padres les pedían que fueran con ellos a dar una vuelta cuando lo que ellos querían era jugar a cartas. La conformidad ante los deseos de los padres iba descendiendo con la edad.

La relativa influencia paterna, comparada con la de los compañeros, cambia a medida que el niño se desarrolla. La conformidad ante los deseos de los padres con preferencia a los de los compañeros era más alta en tercero, el grupo más joven. Casi todos ellos se quedaban en el lado de los padres antes que de los semejantes. En sexto parecía como si los niños hubieran creado dos mundos, uno para los padres y otro para los amigos. El doctor Thomas Berndt, el psicólogo que llevó a cabo estos experimentos, dijo: «Los niños al parecer conseguían separar su vida con el grupo de semejantes de la relación con los padres, quizás al no discutir sobre los compañeros con los padres y viceversa»
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.

Esto es lo que al parecer hizo mi hijo Tom. Le pregunté por qué había dado una fiesta secreta cuando su madre y yo no estábamos en casa, a sabiendas de que nosotros y los padres de sus amigos no permitíamos las fiestas sin una vigilancia adulta. Tom dijo: «No puedes comprenderlo. Gané muchos puntos ante mis amigos. Después de la fiesta me sentí mal, sabía que lo descubriríais, pero merecía la pena».

El doctor Berndt descubrió que en noveno, cuando la conformidad ante los semejantes alcanza su pico, existe una oposición real entre padres y compañeros. Existen dos razones por las cuales este conflicto entre padres y compañeros ocurre en este punto. En primer lugar, es la época en que los niños muestran la mayor conformidad ante una conducta antisocial. En segundo lugar, podría ser el tiempo en la vida de un niño en que la presión por la independencia es mayor, como parecen demostrar los estudios que dicen que los adolescentes de este grupo de edad son los que muestran más disconformidad con sus padres.

Ahora la buena noticia. Hacia los años finales de instituto, el doctor Berndt nos dice:

… Las relaciones padres-compañeros entraban en otra fase. Aunque seguía existiendo cierta oposición entre la conformidad ante los padres o los semejantes, no correspondía a todo tipo de conducta. Además, la conformidad ante los compañeros disminuía y la aceptación de normas convencionales de conducta se incrementaba. Los cambios sugieren una mejora en las relaciones de los adolescentes con sus padres cuando el adolescente se va convirtiendo en un joven adulto
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.

Hasta ahora hemos tenido en cuenta la influencia negativa de los amigos, pero éstos también pueden ejercer una influencia positiva. En un estudio se preguntó a estudiantes de instituto si harían trampas en un examen o mentirían al profesor sobre el motivo de su ausencia. También tenían que decir si sus amigos aprobarían sus acciones. Entre aquellos que pensaban que sus amigos no estarían de acuerdo, solamente el 27 por ciento dijo que engañaría o mentiría, comparado con un 78 por ciento de aquellos que pensaban que sus amigos aprobarían su acción.
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(Aunque los resultados se basan en estudiantes de instituto, yo creo que son relevantes para los adolescentes).

Puesto que las malas amistades pueden influir al niño de manera indeseable, es importante que usted conozca a los amigos de su hijo. Anímele a que los traiga a casa, a jugar o a hacer los deberes. Deje que su hijo sepa que su amigo se puede quedar a cenar o a pasar la noche. Si su hijo pasa la noche en casa de un amigo, debería conocer bien a éste para saber que él o ella no será una influencia negativa. Esto le podrá parecer una simple sugerencia, pero le evitará montones de preocupaciones más adelante.

Si sabe que su hijo se relaciona con un grupo de chicos no recomendables, y sospecha que tienen una conducta antisocial, esté preparado para una auténtica lucha. El intentar separar a su hijo de esos amigos resultará difícil, no importa cómo lo intente hacer. Una opción es cambiarlo de escuela. Otra es enviar a su hijo todo el verano fuera con unos parientes. Haga lo que sea para sacar a su hijo de ese grupo. Si ello no resulta posible, no se dé por vencido. Deje muy claro a su hijo por qué desaprueba las mentiras y la conducta antisocial, y que usted cree que el pasar tiempo con esos amigos en concreto fomenta ese tipo de conducta. Con un poco de suerte, en su momento, cuando su hijo llegue a los últimos cursos del instituto, él o ella, al igual que muchos otros niños, se verá mucho menos influido por tales amigos.

¿PROVIENEN LOS MENTIROSOS DE HOGARES MENOS PRIVILEGIADOS?

Las pruebas resultan contradictorias. Algunos estudios que datan del tiempo del de Hartshorne y May descubrieron que se mentía más en los entornos familiares socioeconómicamente bajos. No obstante, otros estudios no han encontrado relación entre las mentiras y los ingresos de los padres. Se han realizado varios estudios comparativos sobre el hecho de mentir entre niños blancos y negros, pero no ofrecen conclusiones claras, porque no tuvieron en cuenta las diferencias socioeconómicas.

¿ES EL HECHO DE MENTIR REALMENTE IMPORTANTE?

Algunos padres creerán que esta pregunta es una tontería. Naturalmente que sí es importante. Mentir está mal, y es inmoral. Otros padres pueden pensar que tampoco habría que hacer de ello un caso policial. Todo niño miente en alguna ocasión. Todos mentimos de pequeños, y nuestros nietos también mentirán. En realidad, no importa. No obstante, estos padres escépticos cambiarían de opinión si creyeran que un niño que miente puede crecer y convertirse en un delincuente. ¿Exagerado? Existen varios estudios que han intentado confirmar o negar esa teoría. Debido a que se trata de un tema básico para todos los padres -después de todo, si el mentir conduce a la delincuencia, entonces todo padre debería estar preocupado-, yo le ofrezco varios aspectos de la cuestión con mayor detalle para que juzgue por usted mismo.

Los seis estudios que encontré no utilizaban los mismos baremos para el hecho de mentir o la inadaptación posterior. El mejor de todos se inició en 1971 en Buckinghamshire, Inglaterra. Los científicos estudiaron a niños que entonces tenían entre cinco y quince años de edad. Se escogió aleatoriamente a uno de cada diez alumnos de las escuelas públicas. Se pasaron cuestionarios a sus padres y profesores preguntándoles por la salud y la conducta del niño. Un elevado 93 por ciento de padres contestó. Los científicos tuvieron información sobre la salud y los patrones de conducta de 3.258 niños y aproximadamente el mismo número de niñas. Como muy pocas niñas tuvieron problemas con la ley al crecer, los científicos se centraron en los niños.

Los cuestionarios interrogaban a los padres sobre unos treinta y siete tipos diferentes de conducta, incluyendo el mentir, robar, problemas con la alimentación, escaparse de casa, soñar despierto, timidez, pesadillas y destrucción de la propiedad. Dos sociólogos, los doctores Sheila Mitchell y Peter Rosa, identificaron al «peor» 10 por ciento de los niños, que sus padres describían como poseedores de muchas características indeseables
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. Los científicos llamaron a estos chicos los «descarriados». Compararon sus archivos penales con un grupo de chicos de «control» que no tenían descripciones negativas. Hicieron concordar los dos grupos en cuanto a edad y escuela. Cada grupo consistía en 321 chicos.

La medida de la conducta delictiva posterior se obtuvo gracias a los archivos de comparecencias ante tribunales, incluyendo el tribunal juvenil, por delitos encausables en los quince años siguientes. Para entonces los niños más jóvenes tenían veinte años y los mayores treinta. Los delitos que se tuvieron en cuenta se dividían en tres categorías: robo, daño a la propiedad y violencia interpersonal.

Los informes de los padres sobre los chicos cuando éstos tenían entre cinco y quince años hacían predecir las ulteriores comparecencias ante un tribunal. Lo que los padres decían de los chicos no predecía todos los delitos, solamente algún tipo de ellos. No existían diferencias entre el grupo de «descarriados» y de «control» en cuanto a fraude, delitos por droga, sexuales o por embriaguez. Pero los descarriados cometieron dos veces más robos, daños a la propiedad y actos violentos que los de control.

No todo lo que los padres habían descrito conducía a una posterior criminalidad, sólo ciertas características. De hecho, los chicos que se preocupaban en exceso o tenían manías con la alimentación tenían después un menor comportamiento delictivo. Cuatro características de la infancia apuntaban a una delincuencia quince años después: el robo, la destructividad, el escaparse de casa y el mentir. Consideremos dos de estas características más de cerca, contrastando el mentir con el robar.

En lugar de comparar a los descarriados con el grupo de control, vamos a considerar únicamente a los primeros. Recuerde que se trata de los chicos de quienes los padres decían que tenían las peores características. Nuestras preguntas son: ¿existieron más condenas en años posteriores para estos descarriados que robaban cuando eran niños que para los que no habían robado en la infancia? ¿Había más casos penales contra aquellos del grupo de descarriados que mentían de pequeños que contra aquellos que no lo habían hecho? La respuesta a ambas preguntas es afirmativa.

El 7 % de los chicos cuyos padres dijeron «nunca coge nada que pertenece a otro» fueron condenados por robo como mínimo una vez en los quince años siguientes. El 20 % de los chicos cuyos padres dijeron que su hijo «se había apropiado de alguna cosa de otro como mínimo una o dos veces» habían sido condenados por robo. ¡Y el 61 % de chicos cuyos padres dijeron «ha robado en varias ocasiones» fueron condenados posteriormente por robo!

Las predicciones sobre el mentir no eran tan claras, pero la relación existe. El 4 % de los chicos cuyos padres dijeron que «siempre dicen la verdad» fueron condenados después por robo. El 12 % de chicos cuyos padres dijeron «de vez en cuando suelta alguna mentirijilla» fueron condenados por robo. Y el 36 % de los chicos cuyos padres dijeron «cuenta mentiras deliberadas con bastante frecuencia» fueron condenados por robo dentro de los quince años siguientes.

Con las descripciones de los profesores también se podía predecir la posterior delincuencia, especialmente las condenas múltiples. De aquellos chicos que el profesor decía que solía mentir con frecuencia, el porcentaje que compareció ante un tribunal más de una vez era seis veces superior al de los chicos más veraces. Las cifras son idénticas para aquellos que el profesor decía que robaban
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Existen unos cuantos puntos que deberíamos tener en cuenta antes de alarmarnos demasiado. Volvamos a repasar las cifras. Casi los dos tercios, un 64%, de esos chicos que, según sus padres, mentían de pequeños, no se convirtieron en delincuentes adultos. Asimismo, es asombroso que un tercio de aquellos que fueron descritos como mentirosos cometiera algún delito tantos años después.

Falta alguna información crucial. ¿Acaso una mentira de un niño de cinco o seis años es tan buena como predicción como una de un chico de diez o de quince años? ¿Cuántos años transcurrieron entre los informes sobre mentiras frecuentes y la primera comparecencia ante un tribunal? ¿Depende eso de la edad que tenía el niño cuando se descubrió por primera vez que mentía? También necesitamos conocer si la combinación de mentir y robar es peor que cualquiera de los dos temas por separado. Por desgracia, no tenemos acceso a las respuestas a estas preguntas, porque el estudio se realizó hace algunos años y se destruyeron los archivos para proteger la confidencialidad. Los autores del estudio recuerdan que solamente las mentiras a una edad más avanzada hacían pensar en problemas de adulto. También que mentir y robar conducían a más problemas posteriores que solamente mentir.

Las pruebas apuntan con claridad que para un buen número de chicos el mentir de niño avisa de una conducta delictiva antisocial como adulto. Este estudio sugiere que mentir puede ser una señal de alarma, pero tengo que destacar: quizá no. La mayoría de chicos que mintieron o robaron no se convirtieron en delincuentes, y no sabemos por qué la mayoría no lo hicieron y otros sí. ¿Se trataba de tipos diferentes de mentiras? ¿Respondían los padres de manera diferente ante las mentiras? ¿Acaso los niños que se convirtieron en delincuentes mentían sobre cosas diferentes? ¿Ocurrió alguna cosa más en su vida que recondujo a esos niños por el buen camino? ¿Los niños que se convirtieron en delincuentes son los mismos que siguieron mintiendo a lo largo de toda su infancia, mientras que otros dejaron de hacerlo? ¿Fueron los mentirosos que se convirtieron en delincuentes los peores mentirosos, aquellos que no eran muy listos, y que por tanto fueron descubiertos cuando se convirtieron en adultos? ¿Acaso los niños que no se convirtieron en delincuentes tenían padres demasiado sensibles al tema y exageraron la información sobre las mentiras de sus hijos? No existen respuestas a estas preguntas. No se ha llevado a cabo la investigación.

La pregunta crucial es: ¿qué papel juega la mentira en el desarrollo de una conducta antisocial en el niño? ¿Es la mentira el síntoma de un problema más grave o es la causa de problemas subsiguientes? ¿Forma parte la mentira de lo que hacen habitualmente los niños que se meten en líos? Si el listillo de la clase arroja una pelotilla de papel mascado cuando el profesor está de espaldas, ese niño probablemente lo negará aunque se lo pregunten directamente. Siguiendo este razonamiento, los niños que se meten en líos mentirán, pero no todos los niños que mienten se meten en líos.

La opinión contraria es que la mentira es en sí misma un paso, quizás un paso clave, que conduce al niño hacia un patrón de conducta antisocial. Puede que mentir sea una de las primeras señales de que un niño se encamina hacia una mala dirección. El evitar responsabilidades y aprender que se puede salir con la suya, engañando para conseguir el éxito, puede enseñar al niño a romper otras reglas. Puede que la mentira sea la primera señal de que se está gestando un problema. Si el niño puede colar sus mentiras sin ser descubierto, eso puede animarle a correr los riesgos que implican otros actos antisociales.

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