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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Antes bruja que muerta (3 page)

—«Parte para ti» —traduje yo, recitando las palabras de memoria—, «pero todo para mí. Unidos por un vínculo, ese es mi ruego».

La sonrisa del demonio se ensanchó, provocándome un escalofrío debido a su confianza.


Luna servata, lux sanata. Chaos statutum, pejes minutum
.

Tragué saliva.


Bajo la seguridad de la luna, la luz sana
—musité—.
Caos decretado, en vano sea nombrado
.

Los nudillos de Algaliarept, cerrados sobre el recipiente, palidecían de impaciencia.


Mentem tegens, malum íerens. Semper servís dum duretmundus
—pronunció, y Ceri sollozó, con el sonido de un gatito, súbitamente contenido—. Continúa —ordenó Algaliarept, con sus rasgos emborronados por la excitación—. Dilo e introduce tus manos.

Vacilé; mis ojos se posaron en la ruinosa figura de Ceri, junto a la lápida; su vestido era un pequeño charco de colores.

—Primero absuélveme de una de las deudas que tengo contigo.

—Eres una zorra caprichosa, Rachel Mariana Morgan.

—¡Hazlo! —exigí—. Dijiste que lo harías. Retira una de tus marcas.

Se inclinó sobre el recipiente hasta que pude ver mi reflejo en sus gafas, mis ojos abiertos y asustados.

—Da lo mismo. Acaba el conjuro y sométete a él.

—¿Estás diciendo que no vas a cumplir nuestro trato? —insistí, y él se rió.

—No. En absoluto, y si estabas esperando romper nuestro acuerdo basándote en eso, es que eres tristemente ingenua. Retiraré una de mis marcas, pero todavía me debes un favor. —Se relamió los labios—. Y, como mi familiar, tú… me perteneces.

Una nauseabunda mezcla de miedo y alivio sacudió mis rodillas y contuve el aliento para no marearme. Pero tenía que cumplir del todo mi parte del trato antes de comprobar si mis esperanzas eran fundadas y podía colar la trampa para el demonio por una pequeña rendija llamada «elección».

—«Al abrigo de la mente» —dije con voz temblorosa—, «portador de dolor. Cautivos hasta que los mundos mueran».

Algaliarept emitió un sonido de satisfacción. Apreté los dientes y sumergí las manos en el caldero. El frió sacudió mi interior, dejándolas entumecidas. Las saqué de inmediato. Las contemplé, aterrada, sin percibir cambio alguno en el esmalte rojo de mis uñas.

Entonces fue cuando el aura de Algaliarept se filtró más en mi interior, alcanzando mi
chi
.

Mis ojos parecían hincharse de agonía. Tomé una gran bocanada de aire para gritar, pero no pude dejarlo salir. Vi a Ceri con el rabillo del ojo, con los ojos perdidos en su memoria. Al otro lado del caldero, Algaliarept sonreía. Mientras me ahogaba, luché por respirar a la vez que el aire parecía transformarse en aceite. Caí sobre mis manos y rodillas, lastimándomelas contra el cemento. Con el pelo cayendo sobre mi rostro, intenté contener las arcadas. No podía respirar. ¡No podía pensar!

El aura del demonio era un manto blanco empapado de ácido que me asfixiaba. Me envolvía por dentro y por fuera, y mi fuerza era acorralada por su poder. Exprimía mi voluntad hasta aniquilarla. Sentí latir mi corazón una vez, y luego otra. Tomé aliento temblorosamente, resistiendo el intenso sabor a vómito. Iba a sobrevivir. Tan solo su alma no podía matarme. Podía resistirlo. Claro que podía.

Levanté la mirada de forma trémula mientras la conmoción perdía intensidad hasta convertirse en algo que podía soportar. El caldero había desaparecido, y Ceri se encontraba casi acurrucada detrás de la enorme lápida, junto a Algaliarept. Tomé aliento, incapaz de saborear el aire a través del aura del demonio. Me moví, incapaz de sentir el áspero cemento que arañaba las yemas de mis dedos. Todo estaba difuso, todo sonaba apagado, como si oyera a través de algodón.

Todo excepto el poder de la cercana línea luminosa. Podía sentir su vibración a treinta metros de distancia, como si fuera un cable de alta tensión. Me puse en pie, jadeante, para descubrir con sorpresa que podía verla. Podía verlo todo como si estuviera usando mi percepción extrasensorial; pero no la estaba usando. Mi estómago se agitó al ver que mi círculo, antes teñido con un alegre matiz dorado, estaba ahora cubierto de negro.

Me volví hacia el demonio, viendo la espesa y negra aura que le rodeaba, y consciente de que una buena parte de ella cubría a la mía. Luego miré a Ceri, y apenas fui capaz de distinguir sus rasgos, dada la enorme fuerza del aura de Algaliarept que había sobre ella. Ceri no poseía un aura para combatir la del demonio, ya que la había perdido ante él. Y era eso en lo que había depositado toda mi esperanza.

Si retenía mi alma, aún conservaba mi aura, asfixiada bajo la de Algaliarept. Y con mi alma, tenía libre voluntad. Al contrario que Ceri, yo podía negarme. Lentamente, fui recordando cómo.

—Libérala —espeté—. He recibido tu maldita aura. Ahora libérala.

—Oh, ¿por qué no? —dijo el demonio entro risas mientras se frotaba sus manos enguantadas—. Matarla será una magnífica forma de comenzar tu aprendizaje. ¿Ceri?

La pequeña mujer se puso en pie con la cabeza alta y el ovalado rostro invadido por el pánico.

—Ceridwen Merriam Dulcíate —dijo el demonio—. Te devuelvo tu alma antes de matarte. Puedes agradecérselo a Rachel.

Me sobresalté. ¿Rachel? Antes siempre me había llamado Rachel Mariana Morgan. Al parecer, al ser su familiar, ya no era merecedora de mi nombre completo. Eso me molestó.

Ceri emitió un leve sonido, tambaleándose. Con mi nueva visión, contemplé cómo el lazo de Algaliarept se soltaba de ella. El más tenue y delicado destello de puro azul la cubrió; era su retornada alma tratando de rodearla con su protección; entonces se desvaneció bajo los cientos de años de oscuridad en los que el demonio había acogido su alma mientras había permanecido en su poder. Su boca se movió, pero no podía hablar. Sus ojos se volvían vidriosos al jadear, al respirar aceleradamente, y salté hacia delante para recogerla en su caída. Con esfuerzo, la arrastré de vuelta hasta el límite del círculo.

Algaliarept salió detrás de ella. La adrenalina se disparó. Solté a Ceri. Tras enderezarme, me decidí.

—¡
Rhombus
! —exclamé, la palabra de invocación que había estado practicando durante tres meses para conjurar un círculo sin dibujarlo antes.

Con un poder que me hizo tambalearme, mi nuevo círculo apareció con una explosión, sellándonos a Ceri y a mí en un segundo círculo más pequeño en el interior del primero. Mi círculo carecía de un objeto físico en el que centrarse, por lo que el exceso de energía salió por todas partes, en lugar de permanecer tras la línea luminosa, como debe ser. El demonio maldijo, encogido hasta que se lanzó contra el interior de mi círculo original, todavía funcional. Con un sonido metálico que reverberó a través de mí, mi primer círculo se rompió y Algaliarept cayó al suelo.

Apoyé mis manos en las rodillas respirando pesadamente. Algaliarept me guiñó desde el cemento, antes de lucir una perversa sonrisa.

—Compartimos un aura, cariño —explicó—. Tu círculo ya no puede detenerme. —Su sonrisa se ensanchó—. Sorpresa —canturreó levemente, poniéndose en pie y tomándose su tiempo para sacudirse meticulosamente su abrigo de terciopelo brillante.

Oh, Dios
. Si mi primer círculo no lo había detenido, tampoco lo haría el segundo. Había imaginado que aquello podía ocurrir.

—¿Ceri? —susurré—. Levántate. Hay que moverse.

Los ojos de Algaliarept miraron detrás de mí, hacia el terreno consagrado que nos rodeaba. Mis músculos se tensaron.

El demonio se abalanzó. Con un chillido, tiré de Ceri hacia atrás. Apenas percibí la oleada de siempre jamás fluyendo dentro de mí debido a la fractura del círculo.

Me quedé sin aliento al chocar con la tierra; Ceri estaba encima de mí. Todavía sin respirar, empujé desesperadamente con mis talones sobre la nieve, alejándonos de allí. Notaba la aspereza de los adornos dorados en el vestido de baile de Ceri bajo mis dedos, y tiré de ella hacia mí hasta estar segura de que ambas nos encontrábamos en terreno sagrado.

—¡Malditas seáis! —exclamó Algaliarept, furioso, desde el borde del cemento.

Me levanté temblando, sin aliento, y contemplé al frustrado demonio.

—¡Ceri! —exclamó el demonio, y un aroma a ámbar quemado se elevó en el aire cuando colocó su pie al otro lado de la barrera invisible y lo retiró de inmediato—. ¡Tráemela! ¡O ensuciaré tu alma de tal forma que tu querido dios no te permitirá la entrada por mucho que supliques!

Ceri gimió, agarrada a mi pierna mientras se encogía, ocultando su rostro, tratando de resistirse a un centenar de años de sometimiento. Mi rostro se contrajo de ira.
Esta podría haber sido yo. Todavía podría serlo
.

—No dejaré que vuelva a hacerte daño —le aseguré, dejando caer una mano sobre su hombro—. Si puedo impedir que te haga daño, lo haré.

Sentí su temblor al agarrarme, y pensé que parecía una niña a la que han propinado una tunda.

—¡Eres mi familiar! —gritó el demonio, entre escupitajos—. ¡Rachel, ven aquí!

Sacudí la cabeza, más fría que la nieve bajo mis pies.

—No —dije simplemente—. No pienso ir a siempre jamás. No puedes obligarme.

Algaliarept casi se atragantó, de pura incredulidad.

—¡Lo harás! —atronó, y Ceri me agarró la pierna con más fuerza—. ¡Me perteneces! ¡Eres mi maldito familiar! Te di mi aura. ¡Tu voluntad es mía!

—No, no lo es —le informé, temblando por dentro. Funcionaba. Gracias a Dios, funcionaba. Mis ojos se humedecieron y me di cuenta de que casi estaba llorando de alivio. No podía atraparme. Puede que fuera su familiar, pero no poseía mi alma. Podía negarme.

—¡Eres mi familiar! —rugió, y Ceri y yo chillamos cuando volvió a intentar cruzar hasta el terreno sagrado y volvió a retroceder.

—¡Soy tu familiar! —le respondí asustada—. ¡Y te digo que no! ¡Prometí que sería tu familiar y así es, pero no pienso ir a siempre jamás contigo, y no puedes obligarme!

Los estrechos ojos de cabra de Algaliarept se entrecerraron. Retrocedió, y yo me enderecé cuando volvió a asomar su ira.

—Acordaste que serías mi familiar —dijo con suavidad; el humo ascendía desde sus brillantes botas de hebilla mientras rodeaban el círculo de tierra no consagrada—. Ven aquí ahora mismo, o daré por roto nuestro acuerdo y tu alma será mía por incumplimiento.

Doble o nada
. Sabía que llegaría a esto.

—Tengo tu apestosa aura sobre mí —dije mientras Ceri se estremecía—. Soy tu familiar. Si lo que crees es que ha habido un incumplimiento del contrato, entonces trae a alguien aquí para que juzgue lo que ha ocurrido antes de que salga el sol. ¡Y quítame una de estas malditas marcas demoníacas! —exigí, sosteniendo en alto mi muñeca.

Mi brazo tembló, y Algaliarept emitió un desagradable sonido desde la profundidad de su garganta. La prolongada exhalación hizo que mis entrañas se estremecieran, y Ceri se decidió a mirar al demonio.

—No puedo utilizarte como familiar si estás en el lado incorrecto de las líneas —adujo, obviamente pensando en voz alta—. El vínculo no es lo bastante fuerte…

—Ese no es mi problema —le interrumpí, con espasmos en las piernas.

—No —admitió Algaliarept. Enlazó sus manos enguantadas detrás de su espalda, dejando caer su mirada sobre Ceri. La profunda furia de sus ojos me hacía palidecer de terror—. Pero voy a convertirlo en tu problema. Me has robado a mi familiar y me dejas sin nada. Me has engañado para que te permita evitar el pago por un servicio. Si no puedo arrastrarte hasta aquí, encontraré una manera de utilizarte a través de las líneas. Y jamás te dejaré morir. Pregúntale a ella. Pregúntale por su eterno sufrimiento. Te está esperando, Rachel. Y no soy un demonio paciente. No puedes esconderte en terreno sagrado para siempre.

—Márchate —le dije con la voz alterada—. Yo te llamé para que vinieras. Ahora te digo que te marches. Quítame una de estas marcas y márchate. Ahora. —Yo lo había invocado y, por lo tanto, tenía que someterse a las reglas de invocación; incluso si yo era su familiar.

Dejó escapar un largo suspiro, y creí que la tierra se movía. Sus ojos se oscurecieron. Más y más negros, y luego aún más.
Oh, mierda
.

—Encontraré la forma de establecer un vínculo lo bastante fuerte contigo a través de las líneas —aseguró—. Y te traeré, con el alma intacta. Caminas a este lado de las líneas temporalmente.

—Ya he estado condenada antes —respondí—. Mi nombre es Rachel Mariana Morgan. Úsalo. Y quítame una de estas marcas o haré que lo pierdas todo.

Voy a salirme con la mía. He sido más lista que un demonio
. Saberlo era emocionante, pero estaba demasiado asustada como para que tuviese demasiada importancia.

Algaliarept me lanzó una mirada gélida. Después miró a Ceri, y luego desapareció.

Chillé de dolor al arder mi muñeca, pero lo recibí de buen grado, encogida mientras sujetaba con la otra mano mi muñeca marcada de forma demoníaca. Dolía; dolía como si los perros del infierno la estuvieran mordiendo, pero cuando se aclaró mi vista borrosa, tan solo había una línea que cruzaba el círculo grabado, y no dos.

Me derrumbé jadeante durante el último inciso de dolor, dejando caer todo mi cuerpo. Levanté la cabeza y saboreé una limpia bocanada de aire, tratando de aliviar mi estómago. El demonio no podía utilizarme si nos encontrábamos en los lados opuestos de las líneas luminosas. Aún era yo misma, aunque estaba cubierta por el aura de Algaliarept. Lentamente, mi percepción extrasensorial se diluyó y el color rojo de la línea luminosa se desvaneció. El aura de Algaliarept se hacía más llevadera, reduciéndose hasta ser casi una inadvertida sensación, ahora que el demonio se había marchado.

Ceri me soltó. Al acordarme de ella, me incliné para ofrecerle una mano para levantarla. Ella se quedó mirándola estupefacta, examinándose mientras colocaba una de sus pálidas y delgadas manos sobre la mía. Todavía a mis pies, la besó como en un formal gesto de agradecimiento.

—No, no hagas eso —le dije, girando la mano para agarrar la suya y tirar de ella hasta levantarla de la nieve.

Los ojos de Ceri se inundaron y las lágrimas empezaron a caer, mientras ella lloraba silenciosamente por su libertad; la mujer ultrajada y elegante resultaba hermosa en su lloroso y callado regocijo. La rodeé con uno de mis brazos, proporcionándole todo el consuelo que podía. Ceri se inclinó hacia delante y me abrazó con más fuerza.

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