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Authors: Albert Hofmann

Tags: #Ciencia, Ensayo, Filosofía

La historial del LSD (6 page)

Los efectos psíquicos del LSD

El cuadro de acción del LSD, tal como se ofrecía después de estas primeras investigaciones, no era nuevo para la ciencia. Concordaba en gran medida con el de la mescalina, un alcaloide ya investigado a comienzos de siglo. La mescalina es la sustancia psicoactiva contenida en el cactus mejicano
Lophophora Williamsii
(sinónimo:
Anhalonium Lewinii
). Ya en época precolombina, y aún hoy día, los indios comen este cactus como droga sagrada en el marco de ceremonias religiosas. En su monografía «Phantastica» (Edit. Georg Stilke, Berlín, 1924), L. Lewin ha descrito ampliamente la historia de esta droga que los aztecas designaban peyotl. El alcaloide mescalina fue aislado por A. Heffter a partir del cactus en 1896, y en 1919 E. Späth elucidó su estructura química y la sintetizó. Era el primer alucinógeno o
phantasticum
(como Lewin designó este tipo de sustancia activa) en forma de sustancia pura, con el que podían estudiarse modificaciones químicamente provocadas de las percepciones sensoriales, alucinaciones y cambios en la conciencia. En los años veinte se realizaron vastos experimentos con animales y ensayos con seres humanos, sobre los que K. Beringer dio una visión de conjunto en su escrito
Der Meskalinrausch
(La embriaguez de mescalina), Edit. Julius Springer, Berlín, 1927. Dado que estas investigaciones no mostraban una aplicabilidad terapéutica de la mescalina, ésta sustancia activa dejó de suscitar interés.

Con el descubrimiento del LSD la investigación de los alucinógenos cobró nuevo impulso. Lo novedoso del LSD frente a la mescalina era la elevada eficacia, que se movía en otro orden. A la dosis activa de 0,2-0,5 g. de mescalina se contrapone la de 0,00002-0,0001 g. de LSD, es decir que el LSD es 5.000-10.000 veces más activo que la mescalina.

Esta actividad tan elevada del LSD entre los psicofármacos no sólo tiene una importancia cuantitativa, sino que es también una característica cualitativa de esta sustancia, porque en ella se expresa una acción muy específica, es decir, dirigida, sobre la psique humana. También puede deducirse de esto que el LSD ataca centros capitales de regulación de las funciones psíquicas y espirituales.

Los efectos psíquicos del LSD, generados por cantidades tan ínfimas de sustancia, son demasiado significativos y multiformes para que puedan explicarse a través de cambios tóxicos de las funciones cerebrales. Si sólo se tratara de un efecto tóxico en el cerebro, las experiencias con LSD no tendrían una importancia psicológica y psiquiátrica, sino sólo psicopatológica. Más bien deben de cumplir un papel las modificaciones en la conductibilidad de los nervios y la influencia en la actividad de las sinapsis, que han sido demostradas experimentalmente. De este modo podría lograrse también una influencia sobre el sistema sumamente complejo de conexiones transversales y sinapsis entre los miles de millones de células cerebrales en el que se fundan las actividades psíquicas y espirituales superiores. Habrá que investigar en esta dirección para explicar el profundo efecto del LSD.

De las cualidades de acción del LSD resultaban numerosas posibilidades de aplicación médico-psiquiátrica, ya señaladas por W. A. Stoll en su citado estudio fundamental. Por eso, Sandoz puso la nueva sustancia activa a disposición de los institutos de investigación y del cuerpo médico, en forma de preparado experimental con el nombre de marca de «Delysid» (del alemán,
D-Lysergsäure-diäthylamid
) que yo había propuesto. El prospecto adjunto describía esas posibilidades de aplicación y daba las medidas de precaución correspondientes.

La aplicación del LSD para el relajamiento anímico en la psicoterapia analítica se basa sobre todo en los efectos consignados a continuación.

En la embriaguez lisérgica la imagen cotidiana del mundo experimenta una profunda transformación y sacudida. Con esto se puede conectar una relajación o incluso supresión de la barrera yo/tú. Ambas sirven para que los pacientes que estén empantanados en una problemática egocéntrica puedan desprenderse de su fijación y su aislamiento, establecer así un mejor contacto con el médico y ser más abiertos a la influencia psicoterapéutica. En el mismo sentido se traduce una mayor influenciabilidad bajo los efectos del LSD.

Otra característica importante, psicoterapéuticamente valiosa de la embriaguez del LSD, consiste en que los contenidos de experiencias olvidadas o reprimidas a menudo vuelven a la conciencia. Si se trata de los acontecimientos traumáticos buscados en el psicoanálisis bajo la influencia del LSD, se revivieron recuerdos incluso de la primera infancia. No se trata aquí de un recordar común, sino de un verdadero revivir, no de
réminiscence
, sino de
réviviscence
, como lo ha formulado el psiquiatra francés Jean Delay.

El LSD no actúa como un verdadero medicamento, sino que cumple el papel de un recurso medicamentoso en el marco de un tratamiento psicoanalítico y psicoterapéutico, capaz de dar una mayor eficacia y una menor duración a dicho tratamiento. Con esta función se lo aplica de dos formas distintas.

Uno de los procedimientos, desarrollado en clínicas europeas y conocido como terapia psicolítica, se caracteriza por la administración de dosis medias de LSD durante varios días de tratamiento separados por intervalos. Las experiencias de LSD se elaboran en la posterior conversación de grupo y en una terapia de expresión a través del dibujo y la pintura. El término «terapia psicolítica» (
psycholytic therapy
) fue acuñado por Ronald A. Sandison, terapeuta inglés de la corriente de Jung y pionero de la investigación clínica del LSD. La raíz
lysis
indica la disolución de tensiones o conflictos en la psique humana.

En el segundo procedimiento, la terapia preferida en los EE.UU., después de la correspondiente preparación espiritual intensa del paciente se le administra una dosis única, muy fuerte (0,3-0,6 miligramos) de LSD. En este método, designado «terapia psicodélica» (
psychedelic therapy
), se trata de desencadenar mediante una reacción de shock de LSD una experiencia místico-religiosa. Ésta ha de servir en el tratamiento psicoterapéutico subsiguiente como punto de partida para una reestructuración y cura de la personalidad del paciente. La denominación de
psychedelic
, que puede traducirse como «descubridor o revelador del alma», fue introducida por Humphry Osmond, un pionero de la investigación del LSD en los Estados Unidos.

El aprovechamiento del LSD como recurso medicamentoso en psicoanálisis y psicoterapia se basa en efectos opuestos a los que provocan los psicofármacos del tipo de los tranquilizantes. Mientras que éstos más bien tapan los problemas y conflictos del paciente, de modo que parezcan menos graves e importantes, el LSD, por el contrario, los pone al descubierto; el paciente los vive con mayor intensidad, con lo cual los conoce con mayor nitidez y se tornan más accesibles al tratamiento psicoterapéutico.

La utilidad práctica y el éxito del apoyo medicamentoso del psicoanálisis y la psicoterapia mediante el LSD aún son materia de discusión entre los círculos profesionales. Pero lo mismo vale para otros procedimientos empleados en psiquiatría, como el electroshock, la insulinoterapia o la psicoquirurgia, cuya aplicación encierra, además, un riesgo mucho mayor que la de LSD. El empleo de LSD en condiciones apropiadas puede considerarse prácticamente inocuo.

Numerosos psiquiatras piensan que la rápida vuelta a la conciencia de experiencias olvidadas o reprimidas, que ha podido observarse a menudo como resultado de la acción del LSD, no es una ventaja sino una desventaja. Opinan que no alcanza el tiempo necesario para la elaboración psicoterapéutica, y que en consecuencia el efecto curativo es menos duradero que con una lenta concienciación de las vivencias traumáticas y su tratamiento escalonado.

Tanto la terapia psicolítica cuanto, y especialmente, la psicodélica, exigen una preparación a fondo del paciente para la experiencia de LSD; no debe atemorizarse con lo desacostumbrado, extraño. También es importante la selección de los pacientes, puesto que no todas las clases de perturbaciones psíquicas responden igual de bien a estos tratamientos. Por lo tanto, una aplicación exitosa del psicoanálisis y la psicoterapia apoyados por el LSD presupone unos conocimientos y unas experiencias especiales.

Éstas incluyen también autoensayos del psiquiatra, cuya utilidad había señalado ya W. A. Stoll. La experiencia personal le permite al médico formarse una idea inmediata de los extraños mundos de la embriaguez del LSD, y tan sólo eso le posibilita comprender verdaderamente estos fenómenos en sus pacientes, interpretarlos con un análisis correcto y aprovecharlos plenamente.

Los pioneros en el empleo de LSD como auxiliar medicamentoso en psicoanálisis y psicoterapia que merecen citarse en primer lugar son A. K. Busch y W. C. Johnson, S. Cohen y B. Eisner, H. A. Abramson, H. Osmond, A. Hoffer, en los Estados Unidos; R. A. Sandison, en Inglaterra; W. Frederking, H. Leuner, en Alemania; G. Roubicek y St. Grof en Checoslovaquia.

La segunda indicación del prospecto de Sandoz sobre Delysid para el LSD se refiere a su aplicación en exámenes experimentales sobre la naturaleza de la psicosis. Se basa en el hecho de que los estados psíquicos excepcionales creados experimentalmente con LSD en personas sanas se parecen a algunas manifestaciones en ciertas enfermedades mentales. Sin embargo, la opinión sustentada en algunas partes al comienzo de la investigación del LSD, de que en la embriaguez de LSD se estaba en presencia de una suerte de «psicosis modelo», se fue dejando de lado, porque unas amplias investigaciones comparativas dieron como resultado que existen diferencias sustanciales entre las formas en que se manifiestan las psicosis y la experiencia de LSD. Con todo, el modelo de LSD permite estudiar desviaciones del estado psíquico y mental normal y las modificaciones bioquímicas y electrofisiológicas que suponen. Posiblemente así podamos formarnos una idea más acabada de la naturaleza de las psicosis. Según algunas teorías, determinadas enfermedades mentales podrían estar provocadas por productos psicotóxicos finales del metabolismo, que ya en cantidades mínimas pueden modificar la función de las células del cerebro. En el LSD se ha encontrado una sustancia que no aparece en el organismo humano, pero cuya existencia y acción muestran que podría haber productos finales anormales del metabolismo que provoquen perturbaciones mentales aunque no haya más que trazas de estos productos. Con ello, la concepción de la génesis bioquímica de determinadas enfermedades mentales ha encontrado un nuevo apoyo, y se ha visto estimulada la investigación en este sentido.

Una aplicación medicinal de LSD, que toca los fundamentos de la ética médica, es su administración a moribundos. Se basa en observaciones realizadas en clínicas americanas: muestran que los dolores muy fuertes de enfermos de cáncer que ya no respondían a analgésicos convencionales, eran atenuados o eliminados totalmente por el LSD. Es posible que no se trate aquí de una acción analgésica en el verdadero sentido. La desaparición del dolor debe producirse más bien porque el paciente sometido a la influencia del LSD se separa psíquicamente de su cuerpo hasta tal punto que el dolor físico ya no penetra en su conciencia. También en esta aplicación del LSD son decisivos para el éxito del tratamiento la preparación y el esclarecimiento del paciente respecto del tipo de experiencias y de transformaciones que le aguardan. En muchos casos fue también benéfica la conducción de los pensamientos hacia cuestiones religiosas, realizada por un sacerdote o por un psicoterapeuta. Hay numerosos informes sobre pacientes quienes liberados del dolor en su lecho de muerte, fueron partícipes de una comprensión profunda de la vida y de la muerte, en el éxtasis provocado por el LSD. Luego, reconciliados con su destino, aguardaron su última hora terrenal sin temor y en paz.

Las experiencias habidas hasta ahora en el terreno de la administración de LSD a enfermos de muerte se recopilaron en el libro
The Human encounter with Death
, de St. Grof y J. Halifax (E. P. Dutton, Nueva York, 1977).
[5]
Junto a E. Kart, S. Cohen y W. A. Pahnke, estos autores son algunos de los pioneros de esta aplicación del LSD.

La última publicación detallada acerca del empleo del LSD en psiquiatría, en la que se procede a una interpretación crítica de la experiencia del LSD a la luz de las concepciones de Freud y Jung, así como los del análisis del «Dasein» (existencia), pertenece también al psiquiatra checo St. Grof, emigrado a los EE.UU.:
Realms of the Human Unconscious. Observations from LSD Research
(El inconsciente humano. Observaciones sobre los estudios con LSD) (The Viking Press, Nueva York, 1975).

5
De medicamento a droga narcótica

En los primeros años después de descubrirlo, el LSD me proporcionó alegrías y satisfacciones, como las siente el químico farmacéutico cuando se perfila la posibilidad de que una sustancia por él creada se convierta en un medicamento valioso. Pues la creación de nuevos remedios es el objetivo de su actividad de investigador; en ella reside el sentido de su trabajo.

Experimentos no médicos

Esta alegría por la paternidad del LSD se vio empañada cuando, después de más de diez años de investigación científica y aplicación médica no turbada, el LSD fue arrastrado a la poderosa ola de toxicomanía que comenzó a extenderse hacia fines de la década de los cincuenta en el mundo occidental y sobre todo en los EE.UU. El LSD hizo una carrera increíblemente rápida en su nuevo papel de estupefaciente. Durante un tiempo fue la droga número uno, al menos en lo que a publicidad respecta. Cuanto más se extendía su aplicación como estupefaciente y crecía así el número de los incidentes causados por un uso irreflexivo, no controlado por médicos, tanto más el LSD se convertía para mí y para la empresa Sandoz en el hijo de nuestros desvelos.

Era obvio que una sustancia con efectos tan fantásticos sobre la percepción sensorial y sobre la experiencia del mundo exterior e interior, despertaría también el interés de círculos ajenos a la ciencia medicinal. Pero jamás hubiera esperado que el LSD, que —con su acción profunda tan imprevisible e inquietante— no tiene de ningún modo el carácter de estimulante, encontraría una aplicación mundial como estupefaciente. Me había imaginado que fuera de la medicina se interesarían por el LSD los filósofos, los artistas, pintores y escritores, pero no amplios grupos de legos. Después de las publicaciones científicas sobre la mescalina, que habían aparecido a comienzos de siglo, y cuyos efectos psíquicos son, como ya hemos dicho, cualitativamente parecidos a los del LSD, la aplicación de esta sustancia activa siguió restringida a la medicina y a experimentos en círculos artísticos y literarios; lo mismo había esperado para el LSD. Efectivamente, los primeros autoensayos no médicos fueron realizados por escritores, pintores, músicos y personas interesadas en las ciencias del espíritu. Se informó sobre sesiones de LSD que habían inducido experiencias estéticas fuera de lo común y nuevas comprensiones de la naturaleza de procesos creativos. En sus obras, los artistas se veían influenciados de forma no convencional. Se desarrolló un género artístico especial, que se ha hecho famoso con el nombre de arte psicodélico. Este nombre comprende creaciones surgidas bajo la influencia de LSD y otras drogas psicodélicas, en las que la droga actuaba como estimulante y fuente de inspiración. La publicación capital en este terreno es el libro de Robert E. L. Masters y Jean Houston:
Psychedelic Art
(Arte psicodélico), Balance, House, 1968. Las obras de arte psicodélicas no se crearon durante la acción de la droga, sino sólo después, influenciadas por lo experimentado. Mientras dura el estado de embriaguez, la actividad artística es difícil o incluso imposible. La afluencia de imágenes es demasiado rápida y cambiante para poder retenerse y elaborarse. Un espectáculo arrollador paraliza la actividad. Por tanto, las producciones realizadas durante la embriaguez de LSD ofrecen en general un carácter rudimentario y no merecen tomarse en cuenta por su valor artístico, sino que más bien deben ser consideradas una especie de psicogramas que proporcionan una introspección en las estructuras anímicas profundas del artista, activadas y llevadas a la conciencia por el LSD. Ello también lo mostró expresivamente una amplia investigación posterior del psiquiatra muniqués Richard P. Hartmann, en la que participaron treinta pintores conocidos. Publicó los resultados en su libro
Malerei aus Bereichen des Unbewussten. Künstler experimentieren unter LSD
(Pintura del ámbito de lo inconsciente. Artistas experimentan bajo el LSD), Ed. M. DuMont Schauberg, Colonia, 1974. Los experimentos con LSD permitieron ganar conocimientos novedosos y valiosos para la psicología y psicopatología de determinadas corrientes artísticas.

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