Con la ayuda de este test confiable en el ser humano se pudo entonces aislar el principio activo, concentrarlo y llevar a un estado químicamente puro mediante la aplicación de los más modernos métodos separativos. Se obtuvieron así dos sustancias nuevas en forma de cristales incoloros; las llamé psilocybina y psilocina.
En conjunto con el profesor Heim y mis colegas Dr. A. Brack y Dr. H. Kobel, quienes habían conseguido cantidades mayores de material de setas para estas investigaciones, después de haber podido mejorar sustancialmente el cultivo de las setas en el laboratorio, estos resultados se publicaron en marzo de 1958 en la revista
Experientia
.
En la fase siguiente de esta investigación, es decir, en el establecimiento de la estructura química de la psilocybina y la psilocina y la posterior síntesis de estos compuestos, participaron mis colaboradores de entonces, los doctores A. J. Frey, H. Ott, Th. Petrzilka y F. Troxler. La estructura química de estas sustancias activas merece una consideración especial en varios sentidos (véanse fórmulas en la última página). La psilocybina y la psilocina pertenecen, igual que el LSD, a la clase de sustancias de combinaciones del indol, que aparece en el reino animal y vegetal y es biológicamente importante. Unas características químicas especiales, comunes a ambas sustancias de las setas y al LSD, muestran que no sólo existe un parentesco en lo que respecta a sus efectos físicos, sino que también sus estructuras químicas presentan afinidades notables. La psilocybina es el éster del ácido fosfórico de la psilocina y como tal el primero y hasta ahora único compuesto de indol que contenga ácido fosfórico encontrado en la naturaleza. El resto de ácido fosfórico no contribuye al efecto, pues la psilocina, que no contiene ácido fosfórico, es igual de activo que la psilocybina, pero vuelve más estable la molécula. Mientras que el oxígeno del aire destruye rápidamente la psilocina, la psilocybina es una sustancia estable.
La psilocybina y la psilocina poseen también una estructura química muy parecida a la del factor cerebral serotonina. Como ya lo hemos expuesto en el capítulo sobre el LSD en el experimento animal y en la investigación biológica, la serotonina tiene una gran importancia en la química de las funciones cerebrales. Las dos sustancias de las setas, igual que el LSD, bloquean en el experimento farmacológico los efectos de la serotonina en diversos órganos. También otras propiedades farmacológicas de la psilocybina y la psilocina son parecidas a las del LSD. La diferencia principal reside en la eficacia cuantitativa, tanto en el experimento animal cuanto en los seres humanos. La dosis activa media de psilocybina o psilocina en el hombre es de diez miligramos (0,01 gramos), con lo cual estas sustancias son unas cien veces menos activas que el LSD, en el que 0,1 miligramos constituyen una dosis fuerte. Además, la duración del efecto de las sustancias de las setas es menor que la del LSD: es de cuatro a seis horas, mientras que en el LSD es de unas ocho a doce horas.
La síntesis total de la psilocybina y la psilocina, es decir, su fabricación artificial sin auxilio de la seta, pudo convertirse en un procedimiento técnico que permite producir estas sustancias a gran escala. Su obtención sintética es más racional y más barata que la extracción de las setas.
Con el aislamiento y la síntesis de los principios activos se había logrado deshechizar las setas milagrosas. Las sustancias, cuyos efectos maravillosos hicieron creer a los indios durante miles de años que vivía un dios en la seta, han sido elucidados en su estructura química y pueden producirse artificialmente en un matraz de vidrio.
¿En qué consiste el progreso del conocimiento que ha aportado aquí la investigación científica? En realidad sólo en el hecho de que el enigma de los efectos mágicos del
teonanacatl
ha sido reducido al enigma de los efectos de dos sustancias cristalizadas, pues la ciencia tampoco puede explicar, sino sólo describir estos efectos.
El parentesco de los efectos psíquicos de la psilocybina con los del LSD, su carácter visionario-alucinante, se puede ver en el protocolo de un ensayo de psilocybina de Rudolf Gelpke, extraído de su publicación ya citada en la revista «Antaios», que reproducimos a continuación:
Donde el tiempo se detiene
(10 mg de psilocybina, 6 de abril de 1961, 10’20 horas).Efectos que aparecen después de unos veinte minutos: alegría, necesidad de hablar, sensación de mareo débil pero agradable y «respiración gozosamente profunda».
10’50 hs.: ¡Fuerte mareo!, ya no me puedo con centrar. ..
10’55 hs.: Excitado; intensidad de los colores; todo entre rosado y rojo.
11’05 hs.: El mundo se concentra hacia el centro de la mesa. Colores muy intensos.
11’10 hs.: Estar escindido, inaudito, ¿cómo se puede describir esta sensación de vida? Ondas, diversos yoes, tengo que contenerme.
Inmediatamente después de esta anotación me dirigí de la mesa, donde había desayunado con el Dr. H. y nuestras respectivas esposas, al aire libre, y me acosté en el césped. La embriaguez se acercaba rápidamente a su punto máximo. Pese a que me había propuesto firmemente tomar notas todo el tiempo, ahora eso me parecía una pérdida de tiempo, el movimiento de la escritura terriblemente lento y paupérrimas las posibilidades expresivas de la lengua… comparadas con la marea de vivencias interiores que me inundaba y amenazaba con hacerme estallar. Cien años, me parecía, no alcanzarían para describir la plétora de vivencias de un solo minuto. Al principio todavía había impresiones ópticas en un primer plano: vi encantado la sucesión ilimitada de las filas de árboles del bosque cercano; luego, los jirones de nubes en el cielo soleado, que de pronto se alzaban con silenciosa y arrebatadora majestad en una superposición de miles de capas —cielo sobre cielo— y esperaba que allí arriba ocurriera en el próximo instante algo ingente, inaudito, nunca visto —¿veré a un Dios?— pero todo quedó en la espera, el presagio, el «en el umbral hacia el sentimiento último»… Luego me alejé (la proximidad de los demás me molestaba) y me acosté en un rincón del jardín, encima de un montón de maderas calentadas por el sol… Mis dedos acariciaban estas maderas con una ternura desbordante, sensual de manera animal.
A la vez me abismé hacia dentro; era un máximo absoluto: me atravesó una sensación de dicha, una felicidad exenta de deseos. Me encontraba, detrás de mis párpados cerrados, en un vacío lleno de ornamentos de color rojo ladrillo y, simultáneamente, en el «centro del universo de la completa calma del viento». Yo sabía: todo estaba bien; la causa y el origen de todo estaba bien. Pero en ese mismo momento comprendí también el dolor y el asco, los malos humores y malentendidos de la vida común: allí uno nunca está «entero», sino dividido, fraccionado y escindido en los minúsculos añicos de los segundos, minutos, horas, días, semanas, meses y años; allí uno es esclavo del Moloc tiempo, que te come de a trocitos; uno está condenado a balbucear, a la chapuza y a las obras incompletas. Allí, en la cotidianeidad de la humana existencia, hay que arrastrar consigo lo perfecto y absoluto, lo simultáneo de todas las cosas, el Nu eterno de la Edad de Oro, esta causa primera del Ser —que ha existido siempre y siempre existirá—, como una espina dolorosa profundamente clavada en el alma, como una advertencia de la pretensión jamás satisfecha, como un espejismo del paraíso perdido y prometido, a través de este sueño de fiebre, el «presente», de un «pasado» ensombrecido a un «futuro» en tinieblas. Lo comprendí. Esta embriaguez era un vuelo espacial, no del hombre externo, sino del interno, y yo experimentaba la realidad durante un momento desde un punto de mira que está en algún lugar fuera de la fuerza de gravedad del tiempo.
Cuando volví a sentir esta fuerza de gravedad, fui lo suficientemente infantil para querer postergar el regreso, ingiriendo a las 11’45 hs. una nueva dosis de 6 mg de psilocybina y otros 4 mg a las 14’30 hs. El efecto fue insignificante y no merece citarse.
En esta serie de experimentos con LSD y psilocybina participó también en tres autoensayos la señora Li Gelpke, que realizó un dibujo en tinta china, de 33 x 51 cm. Li Gelpke escribió al respecto:
Nada de lo que hay en el dibujo está realizado conscientemente. Mientras lo hacía, el recuerdo (de lo vivido bajo la influencia de la psilocybina) había vuelto a la realidad y me guiaba en cada trazo. Por eso, la imagen tiene tantas capas como este recuerdo, y la figura que está abajo a la derecha es la prisionera de su sueño… Cuando unas semanas más tarde llegaron a mis manos unos libros sobre arte mejicano, reencontré allí los motivos de mis visiones… con repentino susto.
La aparición de motivos mejicanos en la embriaguez de psilocybina la comprobé yo también, como lo he señalado, en mi primer autoensayo con las setas disecadas llamadas psilocybe mexicana. Este fenómeno también le ha llamado la atención a R. Wasson. Partiendo de estas observaciones ha formulado la presunción de que el antiguo arte mexicano podría haber sido influido por imágenes visionarias como las que aparecen en la embriaguez de setas.
Después de que en un tiempo relativamente breve se había logrado resolver el enigma de la seta sagrada
teonanacatl
, me interesé por el problema de otra droga mágica mejicana cuya composición química se ignoraba: el
ololiuqui
.
Ololiuqui
es la designación azteca de la semilla de ciertas convulvuláceas que se usaban, igual que el
peyotl
(cactus de la mescalina) y las setas
teonanacatl
, en época precolombina en ceremonias religiosas y prácticas de curas mágicas por parte de los aztecas y otros pueblos vecinos. Aún hoy determinadas tribus emplean el
ololiuqui
: los zapotecas, chinantecas, mazatecas y mixtecas, que en las apartadas montañas del sur de Méjico llevaban hasta hace poco tiempo una existencia bastante aislada y poco influida por el cristianismo.
El director del
Harvard Botanical Museum
de Cambridge (EE.UU.), Dr. R. Evans Schultes, publicó en 1941 un excelente estudio de los aspectos históricos, etnológicos y botánicos del
ololiuqui
. Se titula:
«A Contribuition to our Knowledge of Rivea corymbosa. The Narcotic Ololiuqui of the Aztecs»
.
[12]
Los siguientes datos sobre la historia del
ololiuqui
provienen principalmente de esta monografía de Schultes.
Los primeros apuntes sobre esta droga se encuentran entre los cronistas españoles del siglo XVI que también citan el
peyotl
y el
teonanacatl
. Así el franciscano fray Bernardino de Sahagún escribe, en su ya citada y famosa crónica titulada
Historia General de las Cosas de Nueva España
, sobre los efectos milagrosos del
ololiuqui
:
Hay una hierba que se llama
coatl xoxouhqui
(serpiente verde), que da una semilla que se llama
ololiuqui
. Esta semilla aturde y confunde los sentidos; se la toma como brebaje mágico…
Otra información sobre esta semilla nos la da el médico Francisco Hernández, a quien Felipe II envió a Méjico para que estudiara allí, entre 1570 y 1575, los medicamentos de los indígenas. En el capítulo «Sobre el ololiuqui» de su obra monumental, publicada en Roma en 1651 con el título de
Rerum Medicarum Novae Hispaniae Tresaurus Seu Plantarum, Animalium, Mineralium Mexicanorum Historia
, da una descripción detallada y la primera ilustración del
ololiuqui
. Un extracto del texto latino que acompaña a la ilustración dice así:
El
ololiuqui
, que otros llaman
coaxihuitl
o hierba de la serpiente, es una enredadera con hojas tenues, verdes, en forma de corazón… las flores son blancas, de tamaño medio… las semillas redondas… Cuando los sacerdotes de los indios quieren tratar con los dioses y obtener respuestas de ellos, comen de esta planta para embriagarse. Entonces se les aparecen miles de formaciones fantásticas y demonios…
Pese a esta descripción relativamente buena, la identificación botánica del
ololiuqui
como semilla de la
rivea corymbosa Hall. f.
motivó numerosas discusiones entre los profesionales y hoy día se propone como designación botánica correcta
turbina corymbosa (L.) Raf.
Cuando en 1959 me decidí a intentar aislar el principio activo del
ololiuqui
había un solo informe sobre trabajos químicos con la semilla de la
turbina corymbosa
. Pertenecía al farmacólogo C. G. Santesson de Escotolmo, y era de 1937. Pero Santesson no había logrado aislar una sustancia activa en su forma pura.
Sobre la eficacia del
ololiuqui
se habían publicado hallazgos contradictorios. En 1955, el psiquiatra H. Osmond realizó autoensayos con las semillas de la
turbina corymbosa
. Tras la ingestión de 60-100 semillas entró en un estado de apatía y vacío, acompañado de alta sensibilidad visual. Cuatro horas después siguió un período con una sensación de relajamiento y bienestar, que se mantuvo un buen rato. Esto se contradecía con los resultados que publicó V. J. Kinross-Wright en 1958 en Inglaterra, según los cuales ocho voluntarios, que habían ingerido hasta 125 semillas, no sintieron efecto alguno.
Por mediación de R. Gordon Wasson obtuve dos muestras de semillas de
ololiuqui
. En la carta con que acompañaba las muestras, Wasson me escribía el 6 de agosto de 1959 desde México-City:
Le envío aquí un pequeño paquete con semillas. Según creo, se trata de
rivea corymbosa
, conocida también como
ololiuqui
, el famoso estupefaciente de los aztecas. En Huautla se la denomina
semilla de la Virgen
. Como verá el paquete contiene dos botellitas con semillas que me dieron en Huautla, y un recipiente más grande con semillas que me dio Francisco Ortega, un indio zapoteca, que las había recogido él mismo de las plantas de la localidad zapoteca de San Bartolo Yautepec…
Las semillas redondas, de color marrón claro, provenientes de Huautla, resultaron ser efectivamente
rivea corymbosa
(sinónimo:
turbina corymbosa
) en su identificación botánica, mientras que las semillas negras y angulosas de San Bartolo Yautepec fueron identificadas como
ipomoea violacea
.