4-5-71
Querido señor Hofmann:
…………
La cuestión del LSD parece avanzar. Ahora queremos constituir en el policlínico un «grupo de autoexperimentación», sin ambiciosos programas de investigación, lo cual me parece muy prudente…
…………
Espero que el año que viene pueda tomarme medio año, entre el policlínico, para dedicarlo íntegramente a la literatura. A toda costa debería escribir mis obras principales, sobre todo una cosa más larga en prosa, de la que tengo unos vagos perfiles… En ella su descubrimiento tendrá un papel importante…
…………
W. V.
5-9-71
Querido señor Hofmann:
Durante el fin de semana a orillas del lago Murten
[27]
pensé a menudo en usted —radiantes días otoñales— ayer sábado, con una tableta de aspirina (por cefalea o gripe débil) sufrí un
flashback
muy extraño, como con mescalina (que tuve una única vez, y muy poca)…He leído un divertido escrito de Wasson sobre hongos: divide a la gente en micófila y micófoba… En el bosque de su región debe de haber ahora bonitas oronjas falsas. ¿No deberíamos intentar?…
W. V.
7-9-71
Querido señor Hofmann:
Debo escribirle brevemente, qué hice debajo de su globo en el puentecillo soleado: por fin escribí unas notas sobre nuestra visita en Villarssur-Olons (en casa del Dr. Leary); luego cruzó el lago una barca de
hippies
, de fabricación casera, como de una película de Fellini. La dibujé y encima pinté su globo…W. V.
15-4-72
Querido señor Vogt:
Su obra en la TV,
Spiele der Macht
, me ha impresionado sobremanera…Lo felicito por esta pieza excelente, que lleva a la conciencia ciertos daños psíquicos; es decir que, a su manera, también es «ampliadora de la conciencia», con lo cual puede resultar terapéutica en un sentido más elevado, igual que la tragedia antigua.
A. H.
19-5-73
Querido señor Vogt:
He leído ya tres veces su prédica de lego, la descripción e interpretación de su
trip
del Sinaí…
[28]¿Verdad que era un trip de
LSD
…? Ha sido un acto de valentía elegir como tema de una prédica, aunque fuera una prédica de lego, un acontecimiento tan sospechoso como lo es una experiencia de drogas.Sin embargo, en el fondo las cuestiones que plantean las drogas alucinógenas pertenecen a la Iglesia, en primer lugar a la Iglesia, pues son drogas sagradas (el
peyotl
, el
teonanacatl
, el
ololiuqui
, con los que el LSD guarda un estrechísimo parentesco químico-estructural y de modo de acción).Estoy completamente de acuerdo con lo que dice en la introducción respecto de la actual religiosidad eclesiástica. Los tres estados de la conciencia (el estado despierto de un trabajo y un cumplimiento del deber ininterrumpidos, la embriaguez alcohólica, el sueño), la distinción entre las dos fases de la embriaguez psicodélica (la primera fase, la cima del trip, en la que se vive en dominios cósmicos, o en la sumersión en el propio cuerpo, dentro del cual está todo lo que existe; y la segunda fase, que puede designarse la fase de una comprensión más elevada de los símbolos), y la referencia a lo abierto del estado de conciencia causado por alucinógenos… todas éstas son observaciones de fundamental importancia para juzgar la embriaguez provocada por los alucinógenos.
La adquisición principal que obtuve con mis experimentos de LSD en el terreno de los conocimientos fue la vivencia del entrelazamiento indisoluble de lo físico y lo psíquico. «Cristo en la materia» (Theilhard de Chardin). ¿También usted ha llegado sólo a través de sus experiencias con drogas a la conclusión de que debemos descender «en la carne que somos» para las nuevas profecías?
Una crítica a su prédica: usted hace decir a Timothy Leary la «experiencia más profunda que existe: “el reino de los cielos está dentro de ti”». Esta oración, citada sin indicar la prioridad, podría interpretarse como si no se conociera una o, mejor dicho,
la
verdad central del cristianismo.Una de sus observaciones que merece ser universalmente tomada en cuenta es la de que «no hay una experiencia religiosa no-estática»…
El próximo lunes a la noche me entrevistarán en la televisión suiza (sobre el LSD y las drogas mágicas mejicanas, en el programa «De primera mano»). Estoy curioso por saber qué tipo de preguntas harán los señores…
A. H.
24-5-73
Querido señor Hofmann:
…………
Desde luego que se trataba de LSD —sólo que no quería escribirlo con todas las letras, en realidad no sé muy bien por qué… El hecho de que presente al buen Leary, que entretanto me parece un poco pasado de droga, como testigo principal, sólo puede explicarse por el momento del discurso o prédica…
Debo reconocer que efectivamente fue sólo el LSD el que me llevó a la conclusión de que debemos descender «a la carne que somos» —aún la estoy masticando, tal vez incluso me llegó «demasiado tarde», pese a que comparto cada vez más su opinión de que el LSD debería ser tabú para los jóvenes (tabú, no prohibido, esa es la diferencia…).
…………
La frase que le gusta, «no hay una experiencia religiosa no-estática», parece no haber gustado tanto a otros, por ejemplo a mi (casi único) amigo literario y pastor-lírico Kurt Marti… Pero de todos modos no estamos de acuerdo en casi nada, y sin embargo, cuando nos llamamos de vez en cuando y concertamos pequeñas acciones, debemos de ser la más pequeña minimafia de Suiza…
W. V.
13-4-74
Querido señor Vogt:
Anoche hemos seguido con viva atención su pieza de TV
Pilatus vor dem schweigenden Christus
(«Pilato ante el Cristo silente»).…como representación de la relación originaria hombre/Dios: el hombre, que se presenta ante Dios con sus preguntas más difíciles y al final tiene que contestarlas él mismo, porque Dios calla. No las contesta con
palabras
. Las respuestas están contenidas en el libro de su creación (a la que pertenece el propio hombre interrogante). Las
verdaderas
ciencias naturales = desciframiento de este texto.A. H.
11-5-74
Querido señor Hofmann:
…………
…En el entresueño he compuesto un «poema»; creo que enviárselo es una frescura que puedo permitirme. Primero se lo quise mandar a Leary, pero
this would make no sense
.
[29]Leary encarcelado
Gelpke muerto
Curas en asilos
¿Es ésta su psicodélica
revolución?
¿Habíamos tomado en
serio algo
con que sólo se debe jugar
o
al contrario…?
W. V.
Esta pregunta en la poesía de Vogt —¿habíamos tomado en serio algo con que sólo se debe jugar, o al contrario?— resume en una fórmula escueta y eficaz la ambivalencia fundamental de los que nos ocupamos en drogas psicotrópicas.
Las múltiples irradiaciones del LSD me pusieron en contacto con las más diversas personas y los más variados grupos. En el terreno científico fueron colegas, químicos, además de farmacólogos, médicos, micólogos, con los que me encontré en universidades, congresos, conferencias, o con los que me relacioné a través de publicaciones. En el campo literario-filosófico se produjeron contactos con escritores; sobre las relaciones más significativas para mí en este respecto he escrito en los capítulos anteriores. El LSD también me llevó a una colorida serie de encuentros personales con figuras del mundo de las drogas y círculos
hippies
, que quiero describir aquí brevemente.
La mayor parte de estos visitantes provenían de los Estados Unidos. En general se trataba de jóvenes, a menudo en viaje al Lejano Oriente, a la búsqueda de sabiduría oriental o de un gurú; o esperaban conseguir allí las drogas con más facilidad. Su destino solía ser también Praga, porque entonces se podía conseguir allí con facilidad LSD de buena calidad. Una vez que estaban en Europa querían aprovechar la oportunidad para conocer al «padre del LSD», «el hombre del famoso
trip
de LSD en bicicleta».
Pero tuve también visitas con intenciones más serias. Querían informar sobre sus propias experiencias con LSD y discutir en la fuente, por así decirlo, sobre su sentido o su importancia. Raras veces el verdadero fin de su visita se reveló como la intención de conseguir LSD; este deseo solían formularlo en los términos de que les gustaría experimentar alguna vez con la sustancia pura sin lugar a dudas, con el LSD original.
También llegaban visitas de Suiza y otros países europeos; eran de carácter muy diverso y formulaban los más variados deseos. En los últimos tiempos estos encuentros son menos frecuentes, lo que puede tener que ver con el paso del LSD a un segundo plano en el mundo de las drogas. Cada vez que me fue posible he recibido a tales visitas o concurrido a una cita establecida. Lo he considerado un deber que surgió para mí a partir de mi papel en la historia del LSD y he intentado ayudar esclareciendo y aconsejando.
A veces no se llegaba a una verdadera conversación. Por ejemplo con un joven que llegó un día con su motocicleta. Era tan tímido que no me quedó clara la intención de su visita. Me miraba fijamente, como preguntándose: el hombre que ha descubierto algo tan impresionante como el LSD, ¿puede tener un aspecto tan común y corriente? Con él, igual que con otros visitantes parecidos, tuve la sensación de que en mi presencia se resolviera de algún modo el enigma del LSD.
De un carácter muy distinto fueron encuentros como con un joven de Toronto. Me invitó a comer a un restaurante exclusivo. Tenía un aspecto imponente; era alto, delgado, comerciante, dueño de una importante empresa industrial en Canadá, un espíritu brillante. Me agradeció la creación del LSD, que según él le había dado a su vida otra orientación: había sido un
businessman
cien por cien, totalmente materialista; el LSD le había abierto los ojos para los dominios espirituales de la vida, había despertado su sentido del arte, de la literatura y de la filosofía, y desde entonces se ocupaba intensivamente en cuestiones religiosas y metafísicas. Ahora quería hacer acceder a su joven mujer a la experiencia del LSD en un marco adecuado y esperaba también en ella una mudanza bienhechora similar.
Menos profundos, pero liberadores y afortunados fueron los efectos de experimentos con LSD sobre los que me informó un joven danés con mucho humor y fantasía. Venía de California, donde había sido doméstico en casa de Henry Miller en Big Sur. Se marchó a Francia con el plan de comprar allí una casa campestre semi-destruida que quería arreglar (era carpintero). Le pedí que me consiguiera un autógrafo de su antiguo empleador para mi colección y, efectivamente, después de un tiempo obtuve un escrito original —en ambos sentidos— de Henry Miller.
Me visitó una mujer joven para contarme sus experiencias con LSD, que habían sido muy importantes para su evolución interior. Siendo una
teenager
superficial, dedicada a la diversión y de la que los padres se preocupaban poco, comenzó a tomar LSD por curiosidad y sed de aventuras. Durante tres años emprendió muchos viajes con LSD. Éstos la llevaron a una profundización extraña hasta para ella misma. Comenzó a buscar el sentido más profundo de su existencia, el cual, según decía, finalmente se le reveló. Luego reconoció que el LSD no podía hacerla avanzar más, y pudo dejar la droga de lado sin dificultades ni un gran esfuerzo de voluntad. Ahora estaba en condiciones de seguir moldeándose sin auxiliares artificiales. Era ahora una persona feliz e íntimamente consolidada.
Esta joven me contó su historia porque suponía que a menudo era atacado por personas que sólo veían unilateralmente los daños que el LSD ocasiona a veces entre los jóvenes. El motivo inmediato de su visita había sido una conversación escuchada por casualidad en un viaje en tren. Un hombre hablaba mal de mí porque lo sublevaba la manera en que yo había tomado posición ante el problema del LSD en un reportaje periodístico. A su juicio, debería de haber rechazado de plano el LSD como obra del diablo y reconocer públicamente mi culpa.
Nunca he visto directamente a personas con un delirio de LSD que hubieran justificado una condena tan apasionada. Tales casos, que debían atribuirse a un consumo de LSD en condiciones irresponsables, a sobredosis o a una disposición psicótica, en general terminaban en la clínica o en la estación de policía. Siempre se les brindaba una gran publicidad.
Una visita que recuerdo como ejemplo de consecuencias trágicas del LSD fue la de una joven americana. Fue durante la pausa de mediodía que solía pasar en mi oficina estrictamente enclaustrado, sin visitas y con la secretaría cerrada. De pronto alguien golpeó discreta pero insistentemente mi puerta, hasta que por fin la abrí. Apenas daba crédito a mis ojos: delante de mí había una joven hermosa, rubia, de grandes ojos azules, con un largo vestido hippie, una cinta en la frente y sandalias. «Soy Jane, vengo de Nueva York. ¿Es usted el Dr. Hofmann?» Un poco desconcertado le pregunté cómo había logrado atravesar los dos controles, a la entrada del área de fábrica y la portería, porque a las visitas sólo se las dejaba entrar después de una consulta telefónica, y esta hija de las flores debería haber llamado especialmente la atención.
I am an angel and can pass everywhere
(soy un ángel y puedo pasar por cualquier parte). Venía con una misión elevada, me explicó después. Tenía que salvar a su país, a los Estados Unidos, indicándole el camino correcto en primer lugar al presidente (entonces L. B. Johnson). Eso sólo podía ocurrir motivándolo a ingerir LSD. Así se le ocurrirían las ideas adecuadas para sacar al país de la guerra y de las dificultades internas. Ella había acudido a mí para que le ayudara a realizar su misión de darle LSD al presidente. Su nombre —Jane— Juana, ya lo decía: era la Juana de Arco de los Estados Unidos. No sé si pudieron convencerla mis argumentos, formulados con toda consideración por su celo sagrado, de por qué su plan, por causas psicológicas y técnicas, internas y externas, no tenía ninguna posibilidad de éxito. Se marchó decepcionada y triste. Unos días después me llamó por teléfono. Me pidió que le ayudara, porque sus recursos económicos estaban agotados. La llevé a la casa de un amigo en Zurich, donde podía vivir y conseguir un trabajo. Jane era maestra y además pianista de bar y cantante. Durante un tiempo tocó y cantó en un restaurante elegante de Zurich. Los comensales burgueses no deben de haber tenido idea de qué clase de ángel estaba sentado al piano con un vestido negro de noche y los animaba con una música sensitiva y una voz dulce y sensual. Muy pocos deben de haber prestado atención a la letra de los
songs
; en su mayor parte eran canciones hippies, y en algunas se alababan ocultamente las drogas. La
tournée
de Zurich no duró mucho tiempo; unas pocas semanas después mi amigo me informó que Jane había desaparecido súbitamente. Tres meses más tarde recibió un saludo en una postal desde Israel. Allí habían internado a Jane en una clínica psiquiátrica.