En guaraní, la palabra arandú quiere decir
sabiduría
y significa
sentir-el-tiempo
. La memoria de Crisanto ya no siente el paso del tiempo; ha dejado por tanto de saber su desdicha. Es como un chico, casi como su hijo.
He escrito a la doctora Rosa Monzón, consultándole el caso. Me ha contestado diciéndome que
mi deber
es enviar a Crisanto a Asunción, para su tratamiento. Ella me promete encargarse de todo, ya que las instituciones oficiales no se ocupan de los despojos de guerra. Sé que cumplirá.
Con Crisanto no tendré dificultades para el viaje. El cuento de que la
hermosa guerra
ha vuelto a empezar, lo hará tomar el tren como a un chico rumbo a una fiesta.
A Cuchuí lo traeré a vivir conmigo.
No pienso en ellos solamente. Pienso en los otros seres como ellos, degradados hasta el último límite de su condición, como si el hombre sufriente y vejado fuera siempre y en todas partes el único fatalmente inmortal.
Alguna salida debe haber en este monstruoso contrasentido del hombre crucificado por el hombre. Porque de lo contrario sería el caso de pensar que la raza humana está maldita para siempre, que esto es el infierno y que no podemos esperar salvación. Debe haber una salida, porque de lo contrario…
(De una carta de Rosa Monzón)
«…Así concluye el manuscrito de Miguel Vera, un montón de hojas arrugadas y desiguales con el membrete de la alcaldía, escritas al reverso y hacinadas en una bolsa de cuero. Las había escrito hasta un poco antes de recibir el balazo que se le incrustó en la espina dorsal. La tinta de las últimas páginas estaba fresca; el párrafo final, borroneado a lápiz.
Cuando fuimos a Itapé con el doctor Melgarejo a buscar al herido, encontré la sobada bolsa de campaña. Pendía a la cabecera de su cama, con las hojas dentro. Las traje conmigo, segura de que en ellas se había refugiado la parte más viva de ese hombre ya inmóvil y agónico. Las versiones del accidente resultaron contradictorias; algunos declararon que el tiro se le había escapado a él mismo, mientras limpiaba la pistola; otros, que al chico, a quien el alcalde daba el arma en ocasiones para que jugara. El sumario optó por la primera versión.
Conocí a Miguel Vera en el Chaco, al comienzo de la guerra, cuando lo atendí en el hospital de Isla Po’í, a causa del shock que le provocaron la insolación y la sed durante los diez días en que su batallón estuvo aislado, sin víveres y sin una gota de agua, mientras la batalla de Boquerón llegaba a su fin. Era alto y delgado, de hermosos ojos pardos. Hablaba poco y su exterior taciturno lo hacía aparecer huraño. Un introvertido, «intoxicado por un exceso de sentimentalismo», como me decía él mismo en una de sus cartas desde Itapé. Yo creo que era más bien un ser exaltado, lleno de lucidez, pero incapaz en absoluto para la acción. Pese a haber nacido en el campo, no tenía la sólida cabeza de los campesinos, ni su sangre, ni su sensibilidad, ni su capacidad de resistencia al dolor físico y moral. No sabía orientarse en nada, ni siquiera en medio de «las aspiraciones permitidas». Era capaz de perderse en un camino. No me extrañó después que su batallón fuera el único que se extraviara durante el cerco de Boquerón, y que luego lo regalaran a funciones auxiliares hasta el fin de la guerra. Le horrorizaba el sufrimiento, pero no sabía hacer nada para desprenderse de él. Se escapaba entonces hacia la desesperación, hacia los símbolos. Su estilo muestra la impronta de su destino. Era un torturado sin remedio, su espíritu asqueado por la ferocidad del mundo, pero rechazaba la idea del suicidio. «Un paraguayo no se suicida jamás… —me escribía en una de sus últimas cartas—. A lo sumo se dejará morir, que no es lo mismo…». En Itapé estaba solo; sus padres habían muerto, sus dos hermanas estaban casadas, en Asunción. Cuando las conocí, me di cuenta de que nunca lo habían comprendido. En Itapé, al final, la gente simple del pueblo le haría el vacío. Su exterior adusto no predisponía a la cordialidad; además, el cargo de alcalde estaba muy desacreditado, aun con el cambio de nombre y de las funciones del antiguo jefe político. Su único amigo era Cuchuí. No me extrañaría que él cultivase en el chico, inconscientemente tal vez, la posibilidad de convertirlo en el verdugo inocente para esa culpa de aislamiento y abstención que lo torturaba. Murió en Asunción unos días después, sin haber recobrado el conocimiento.
Después de los años, en estos momentos en que el país vuelve a estar al borde de la guerra civil entre oprimidos y opresores, me he decidido a exhumar sus papeles y enviárselos, ahora que él «no puede retractarse, ni claudicar, ni ceder…». Los he copiado sin cambiar nada, sin alterar una coma. Sólo he omitido los párrafos que me conciernen personalmente; ellos no interesan a nadie.
Creo que el principal valor de estas historias radica en el testimonio que encierran. Acaso su publicidad ayude, aunque sea en mínima parte, a comprender, más que a un hombre, a este pueblo tan calumniado de América, que durante siglos ha oscilado sin descanso entre la rebeldía y la opresión, entre el oprobio de sus escarnecedores y la profecía de sus mártires…».
¡A
NIKE
!: No.
A
AÑÁ
: Diablo, Satanás.
A
O
: Ropa. ~poí: Tipo de tela paraguaya con tejidos hechos a mano.
A
PERE’A’
: Mamífero roedor parecido al conejo, de cabeza grande, sin cola, pelaje gris.
A
RANDÚ
: Sabio, docto, instruido.
A
RARÃKÃ
: Guacamaya.
A
TRAMOJAR
: Atraillar, atar con traílla a los animales.
A
YAKÁ
: Canasta.
A
YEPA
: ¿De veras?
C
A’AVÓ
: Planta, vegetal, de hojas largas y anchas.
C
AÁ–PIKY
: Planta medicinal urticácea.
C
AMBARA’ANGÁ
: Máscara, disfraz.
C
APANGA
: Persona que cumple las funciones de capataz, conduciéndose, a veces, con violencia.
C
AVICHUÍ
: Avispa pequeña.
C
ECINA
: Tira de carne de vacuno, delgada, seca y sin sal.
C
OCUÉ
: Chacra, tierra para plantío.
C
OGA
: Plantación, siembra.
C
HALA
: Hoja que envuelve la mazorca del maíz.
C
HE
: Mi.
C
HIPÁ
: Especie de pan horneado hecho de almidón, maíz, queso, huevos, remojados en leche.
C
HUMBÉ
: Cinturón, faja.
¡E
’A
!: Expresión de sorpresa. ¡Caramba! ¡Oh!
E
TÉ
: Muy.
¡G
UA
!: Expresión para espantar o asustar de repente.
G
UA’Á
: Guacamaya, loro.
G
UAIMIPIRÉ
: Arbusto del Chaco.
G
UALAMBAU
: Instrumento musical indígena.
¡G
UEPA
!: ¡Cuidado! ¡Caramba!
G
UARANGO, GA
: Incivil, grosero.
G
UARIPOLA
: Aguardiente, caña.
G
UASÚ
: Grande, corpulento. Karai~: Gran señor.
G
UAUNTE
: De broma, en balde.
I
NGÁ
: Árbol leguminoso, de frutos comestibles, guamo.
¡J
HA
!: Interjección de admiración. Conjunción copulativa y aditiva: Y.
J
HO
: Interjección de admiración.
K
AGUARÉ
: Variedad de oso hormiguero.
K
AMAMBÚ
: Sorbo de líquido.
K
APUERA
: Chacra, huerto, conuco.
K
ARAGUATÁ
: Especie de agave, pita o cardo.
K
ARUGUÁ
: Caruguá. Estero, tremedal, pantano, barrial, cenegal.
K
IRIKIRÍ
: Gavilán.
K
URIYÚ
: Boa constrictora hasta de diez metros de largo.
K
URUSÚ
: Cruz.
K
ATÚ
: Ciertamente, sí que es.
L
AUCHA
: Ratón.
L
EPIYÚ
: Viejo, anciano.
L
OCRO
: Plato de carne, papas, maíz y otros ingredientes, usado en varios países de América Meridional.
M
ANDUVÍ
: Maní, cacahuete.
M
ANTÉ
: Sólo, solamente.
M
BEYÚS
: Especie de torta de almidón, parecido al casabe.
M
BOI
: Víbora. ~chiní: Víbora de cascabel.
M
BOROVIRÉ
: Yerba mate tostada, canchada antes de moler.
M
ENSÚ
: Peón rural.
M
I
: Sufijo de verbo, sustantivo y adjetivo que indica atenuación, familiaridad o intimidad. El DCG añade: “Mi es el vocablo que se repite más veces al día en todos los ámbitos del Paraguay y regiones guaraní–parlantes. Estos lo suelen traducir por “un poco”, traducción que en muchos casos no sólo resulta incorrecta sino cómica”. Contexto: ¿A dónde pikó che ammi?
M
ITÁ
: Muchacho, niño (a). ~i: Expresión de afecto, niñito, diminutivo.
M
UÃ
: Cocuyo, luciérnaga.
N
A
: Partícula que refuerza el verbo imperativo. Contexto: “¡Callate na, bolí!… le decía…”.
N
DE
: Tú.
Ñ
ANDURIÉ
: Serpiente venenosa.
Ñ
EMBOYARÚ
: Bromas, juego.
Ñ
EMBYSÓ
: Pisar, moler, triturar majar en mortero.
O
KAI
: Quemar. ~chipá: Nuevo, estreno. Contexto: “nos debe sus zapatos okaichipá”.
O
RE–KUERA
: Nosotros (excluyendo al oyente).
O
Ú
: Venir.
P
AÍ
: Sacerdote, cura.
P
AKURÍ
: Árbol frutal, pacorí.
P
ARÁ
: Matizado de varios colores, polícromo, overo, abigarrado.
P
ETEREBY
: Árbol de madera fina (Cordia).
P
ETISO, SA
: Persona pequeña, baja, de poca altura.
¡P
III…PUUUU
!: Grito onomatopéyico.
P
IKÓ
: Variante de Pio. Contexto: “Ay…, juepete, desgració a alguien, pikó?
P
INDÓ
: Palmera útil por sus hojas, que constituyen un excelente forraje.
P
IOLÍN
: Cordel delgado de cáñamo, algodón u otra fibra.
P
IRÍ
: Junco, se usa para fabricar esteras, canastas y sombreros.
P
IRIRÍ
: Chisporrotear, chispear.
P
ITOGUÉ
: Pájaro, benteveo.
P
OGUASÚ
: Poderoso, mandamás.
P
OMBERO
: Duende de la mitología guaraní que protege a las aves y persigue a los niños.
P
ORA
: Fantasma, duende.
P
Y’AYÚ
: Miedoso, cobarde.
R
A’Y
: Hijo. che~: Mi hijo.
R
EQUECHO
: Pillaje, robo, saqueo, despojo, botín. Este término alude a lo que sobra, “el requecho de comida”, “el requecho de tela” (en español: retal). En Paraguay alude a los bienes de los perseguidos políticos que se repartían entre las milicias, pero también entre quienes colaboraban en su delación y detención.
R
Ú
: Padre.
S
A’Í
: Pequeño.
S
AMUHÚ
: Palo borracho, rosado, ceiba (bombacacea).
S
ARAKÍ
: Mujer buscona, traviesa.
S
ARAMBÍ
: Desorden, zafarrancho, entrevero.
S
UINDÁ
: Especie de búho, variedad de mochuelo.
T
ACUARA
: Bambú americano que alcanza de seis hasta doce metros de altura.
T
ACHO
: Vasija de metal, de fondo redondeado, con asas, parecida a la paila.
T
AGUATÓ
: Gavilán pequeño, halcón.
T
AJHACHÍ
: Policía, gendarme.
T
AKURÚ
: Hormiguero grande, termitero.
T
AMORA’E
: ¡Ojalá!
T
APERÉ
: Casa abandonada, ruinosa.
T
ATARÉ
: Árbol grande de madera amarilla.
T
ATÚ
: Armadillo, cachicamo.
T
AYÍ
: Árbol bignoniáceo, lapacho.
T
EONGUÉ
: Cadáver.
T
ERERÉ
: Mate cebado con agua fría, que se toma como refresco en días de mucho calor.
T
EYÚ–RUGUAI
: Látigo de cuero trenzado.
T
IMBÓ
: Árbol leguminoso de madera muy sólida.
T
UVICHÁ
: Jefe, superior.
U
RA
: Larva de un díptero que excava bajo la piel una larga galería ocasionando graves molestias.
U
RÚ
: Capataz.
U
RUKURE’Á
: Lechuza, mochuelo.
U
RUTAÚ
: Pájaro nocturno, cuyo grito es interpretado como llanto fúnebre o de mal agüero.
V
ERÁ
: Relampaguear, brillar.
V
IVAC, VIVAQUE
: Paraje o sitio provisional donde las tropas acampan o vivaquean.
V
OÍ
: Luego.
V
YRO
: Tonto, sonso, necio.
Y
ACAVERÉ
: Pájaro, agachona.
Y
AGUÁ
: Perro. ~perö: Lampiño. ~reví: Culo de perro.
Y
AGUARETÉ’I
: Onza, gato montés.
Y
ARARÁ
: Víbora muy venenosa de color pardo con manchas blancas.
Y
ASY–YATERÉ
: Especie de duende o gnomo de la mitología guaraní.
Y
ATAGÁN
: Especie de sable o alfanje que usan los orientales.
Y
AVORAI
: Matorral, maleza, espesura.
Y
ETA
: Influjo maléfico, suerte adversa.
Y
OPARÁ
: Guiso cuyos ingredientes son agua, cebolla frita, locro, caraota, carne y leche.