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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Histórico

Guía de la Biblia. Antiguo Testamento (69 page)

La importancia de Marduc quedó realzada por el mito de la creación originado en Babilonia. Cuando Tiamat (la energía caótica del mar) amenazó a los antiguos dioses sumerios, éstos no se atrevieron a dar batalla al monstruo. Fue Marduc, dios de segunda generación, hijo de Ea (deidad sumeria especialmente venerada en Eridu, cerca de la cual estaba entonces la desembocadura del Éufrates), quien se aventuró al combate. Destruyó a Tiamat y con sus restos formó el universo. Con esa hazaña, Marduc ganó la supremacía de Babilonia sobre las antiguas ciudades sumerias.

Desde luego, cuando dominaron Babilonia, los asirios consideraron que Asur, su dios nacional, era el héroe de la historia de Tiamat; pero en el reinado de Nabucodonosor, cuando Babilonia recobró la supremacía, Marduc volvió a ser el gran dios. Se convirtió en Bel Marduc («Señor Marduc») o, simplemente, Bel.

Esto lo entendieron los judíos, porque el profeta Jeremías, al predecir la caída de Babilonia, utiliza los dos nombres de ese dios en un paralelismo poético:

Jeremías 50.2.
...«Babilonia ha sido tomada, avergonzado Bel, vencido está Marduc...».

Nebo (Nabu, en babilonio) era originalmente un dios sumerio que se veneraba en Borssippa, a unos tres kilómetros al sur de Babilonia. Se le consideraba un dios de la sabiduría que, por ejemplo, inventó la escritura. Cuando Babilonia alcanzó el predominio sobre Sumeria, Nebo fue aceptado en la organización babilonia de dioses. Debido a la proximidad de Borssippa y Babilonia, Nebo podría resultarles familiar y tal vez fuese aceptado como vecino cercano de Marduc, por decirlo así. Por tanto, se le concedió un lugar digno en el panteón, se convirtió en hijo de Marduc en la mitología babilónica y se le nombró segundo en el poder, detrás de él. Nabucodonosor lleva el nombre de Nebo.

Beula

Los once capítulos últimos de Isaías tienen menos fuerza que los anteriores, y muchos sugieren que el Segundo Isaías termina en el capítulo cincuenta y cinco. Se cree que los siguientes fueron escritos por otra mano, el Tercer Isaías o Trito Isaías.

En esos capítulos finales, la vuelta de la cautividad, como sucede en el Segundo Isaías, no es inminente, sino que ya ha tenido lugar. Si en el Segundo Isaías se espera el regreso con júbilo considerándolo como la llegada de un estado ideal, en el Tercer Isaías se halla una realidad desilusionada. Se denuncia la idolatría, con referencia a los samaritanos o a los judíos que han vuelto y caído en las prácticas de los habitantes del país. Se denuncia también a los dirigentes de la nueva comunidad.

Sin embargo, como casi siempre ocurre en los libros proféticos, hay esperanza de futuro; en el horizonte siempre está el Estado ideal. Se vislumbra una Jerusalén nueva y llena de gloria:

Isaías 60.10.
Extranjeros reedificarán tus muros...

Si este versículo se toma al pie de la letra, aún no se habían reconstruido las murallas de Jerusalén; por lo que el Tercer Isaías debió escribir hacia el 450 aC, antes de la llegada de Nehemías. Sus palabras son de un siglo después del Segundo Isaías y de casi tres siglos después del Primero.

Se describe con brillantez el nuevo país ideal y, al hablar de la Jerusalén personificada, el autor dice:

Isaías 62.4.
No te llamarán más la «Desamparada», ni se llamará más tu tierra «Desolada sino que te llamarán a ti «Mi complacencia en ella» y a tu tierra «Desposada»...
[208]

En hebreo, «Mi complacencia en ella» es
Hephzibah
, y « Desposada»,
Beulah
. La imagen es la de un Dios amoroso que se casa con la tierra. Dios y su pueblo estarán unidos y serán inseparables. La Revised Standard Version traduce así el final del versículo: «... tu tierra se llamará Mi complacencia en ella, y tu tierra Desposada.»

A causa de este versículo, «la tierra de Beula» ha llegado a significar algo muy cercano al cielo, y en
El viaje del peregrino desde este mundo al otro
representa una especie de agradable antesala en la que descansan los peregrinos hasta que son invitados a la Ciudad Celestial.

24. Jeremías

Jeremías • Tafnis • Ramá • Silo • Ajicam • Sesac • Baruc • Joaquim • Sedecías • Ananías • La carta de Jeremías • Sedecías • Nabuzardán • Godolías • Isamael • Jojanán • El faraón Hofra

Jeremías

El segundo de los profetas mayores, tanto cronológicamente como por su posición en la Biblia, es Jeremías («Yahvé es exaltado»). El libro anuncia su autoría inmediatamente:

Jeremías 1.1.
Palabra de Jeremías, hijo de Helcías, del linaje de los sacerdotes que habitaban en Anatot, tierra de Benjamín,

Jeremías 1.2.
a quien llegó la palabra de Yahvé en los días de Josías..., en el año decimotercero de su reinado,

Jeremías 1.3.
...hasta la deportación de Jerusalén...

Como Josías accedió al trono en el 638 aC, el año decimotercero de su reinado sería el 626 aC, y en ese año empezó Jeremías una misión profética que le haría pasar más de cuarenta años de tragedia, hasta la caída final de Jerusalén e incluso después. Era una época en que se acrecentaban los presagios hasta alcanzar el punto de desastre total, lo que se refleja en los escritos de Jeremías.

En tiempo de Josías, hubo un Helcías de importancia. En efecto, era nada menos que el sumo sacerdote por cuyo descubrimiento del libro del Deuteronomio en el Templo cristalizó la reforma de Josías:

2 Reyes 22.8.
Entonces Helcías, el sumo sacerdote, dijo a Safán, secretario: «He encontrado en el templo de Yahvé el libro de la Ley»...

Puede cundir la tentación de pensar que Jeremías era hijo de ese sumo sacerdote, pero tal cosa es completamente improbable. Si lo fuese, habría ocupado un alto cargo en la jerarquía sacerdotal. En cambio, el primer versículo deja claro que era de origen provinciano, miembro del clan sacerdotal de la ciudad benjaminita de Anatot, a unos seis kilómetros al noreste de Jerusalén.

Da la casualidad de que la Biblia habla antes de un sacerdote que tenía posesiones en Anatot. Se trata de Abiatar, único sobreviviente de la matanza de Nob (v. cap. 9) y último representante de la casa de Eli que ocupó un cargo oficial en el sacerdocio. Tras la muerte de David, Abiatar apoyó la sucesión de Adonías (v. capítulo 11). Cuando Salomón ganó por la mano a Adonías estableciéndose en el trono, Abiatar sufrió el castigo por haber calculado mal:

1 Reyes 2.26.
Luego dijo el rey al sacerdote Abiatar: «Vete a tus tierras de Anatot...

1 Reyes 2.27.
Expulsó, pues, Salomón a Abiatar para que no fuese sacerdote de Yahvé...

Sadoc, anteriormente asociado a Abiatar en la alta jerarquía del sacerdocio en el reinado de David, se convirtió entonces en el único sumo sacerdote, y de él desciende todo el linaje de sumos sacerdotes hasta el Exilio y el período posterior.

Por tanto, lejos de pertenecer al linaje saduceo de sumos sacerdotes, es muy probable que Jeremías fuese descendiente de Abiatar y, a través de él, de Eli, miembro de la dinastía desplazada por Sadoc y sus descendientes y que, en consecuencia, vivió oscuramente en Anatot durante tres siglos.

Al igual que Isaías, Jeremías sería muy joven cuando recibió la llamada. Lo da a entender él mismo, porque al describir la llamada, cita sus palabras de respuesta:

Jeremías 1.6.
¡Ah, Señor, Yahvé! He aquí que no sé hablar, pues soy un niño.

Esto puede ser una metáfora; la afirmación humilde de que es un niño en entendimiento. Pero si fue profeta en activo durante cuarenta años, debió empezar joven. Si tenía veinte años en esa época, debió nacer en el 646 aC, cuando Manasés, el rey idólatra, estaba en el trono desde hacía casi medio siglo (v. cap. 14). Jeremías tendría entonces la misma edad que Josías, en cuyo reinado recibió la llamada.

Recibió Jeremías la llamada en un punto crucial de la historia, igual que Isaías. Éste la recibió cuando se alzó súbitamente la amenaza asiria eclipsando todo lo demás. Ahora le llegó a Jeremías en una época en que el imperio asirio iniciaba su decadencia, asombrosamente rápida, y todo el Semicírculo Fértil se vio envuelto en la confusión.

En el 626 aC, el mismo año de la llamada de Jeremías, Asurbanipal, el último de los reyes asirios poderosos, murió. Estallaron rebeliones por todas partes y el poderío del ejército asirio ya no era suficiente para contenerlas. Las invasiones de los nómadas cimerios del norte habían agitado el Asia Menor durante el reinado de Asurbanipal. Al fin fueron derrotados en su mayor parte, pero el esfuerzo había acabado con casi toda la energía de Asiria.

Ahora, a la muerte de Asurbanipal, los cimerios realizaban incursiones hacia el sur con lo que parecía su último aliento, y los aturdidos asirios, ocupados con las revueltas de Babilonia y de otras partes, no podían hacer nada. Quizá se refiera a estas incursiones cimerias uno de los primeros versículos de Jeremías:

Jeremías 1.14.
... Del septentrión se desencadenará el mal sobre todos los moradores de la tierra.

Sin embargo, los cimerios no pudieron tomar las ciudades fortificadas; sus hordas, relativamente indisciplinadas, estaban más habituadas a la táctica del ataque y de la fuga. Su amenaza desapareció pronto. Habrían de venir otras, mucho más peligrosas.

Tafnis

La cronología del libro de Jeremías es increíblemente confusa. Con el fin de lograr una especie de orden cronológico, la Anchor Bible entremezcla los capítulos de Jeremías, pero aun así, algunos pasajes que no están fechados y que no se refieren a acontecimientos que pueden situarse en el tiempo, siguen siendo confusos por lo que se refiere a la cronología.

En el capítulo segundo, Jeremías se queja amargamente de la apostasía de Judá: de que siga a dioses extranjeros y de que acepte costumbres idólatras. Por tanto, esta parte debía venir al comienzo de su ministerio, antes de la reforma de Josías. (El libro del Deuteronomio se encontró en el Templo cinco años antes de la llamada de Jeremías.)

En un punto, al describir las desgracias que soporta Judá como resultado de su apostasía, dice:

Jeremías 2.16.
Hasta los habitantes de Menfis
[209]
y Tafnis
[210]
te quebrantaron la coronilla
.

Egipto recobró su independencia de Asiria en el 664 aC, una generación antes de la llamada de Jeremías; y a medida que Asiria decaía rápidamente, el poder relativo de Egipto se incrementaba. Por primera vez en cinco siglos iba a desempeñar un papel efectivo en los asuntos internacionales.

La dinastía XXVI, que regía Egipto por entonces, tenía centralizado el poder en el Delta, en la ciudad de Sais, por lo que tal período de la nación se denomina «saíta». Nop es Menfis, la antigua capital del Delta (v. cap. 1), de modo que «los hijos de Nop» es una representación metafórica de Egipto.

Tafnis (que más adelante se ve escrito en Jeremías como Tahpanhes, y Tehaphnehes en el libro de Ezequiel) era una ciudad fronteriza al noreste de Egipto, junto a la costa mediterránea y muy cerca de lo que hoy es el canal de Suez. Cuando el Egipto saíta empezó a mirar hacia Oriente y a soñar con su expansión en Asia, se fortificó Tafnis y se convirtió en una base sólida para operaciones militares. Para Judá, sería casi la ciudad más importante de Egipto y en tiempo de Jeremías la gente la consideraría como la imagen del poderío egipcio.

Algunos interpretan el versículo como una referencia a la derrota de Judá a manos de Egipto en el 608 aC, cuando Josías resultó muerto. Sin duda, es al rey al que alguien alude con «la coronilla», dirigiéndose a los hombres de Judá. Pero si es así, las críticas severas de Jeremías contra la apostasía estarían fuera de lugar, pues el profeta dio su aprobación general a la reforma de Josías. Así, al dirigirse retóricamente al hijo de Josías, dice Jeremías:

Jeremías 22.15.
¿No... hacía
(tu padre)
derecho y justicia?...

Jeremías 22.16.
Hacía justicia al pobre y al desvalido.

Si el capítulo segundo se refiere a un tiempo anterior a la reforma de Josías, el 2.16 no puede aludir a la muerte de ese rey, y sólo debe tener el sentido general de «hasta los egipcios son ahora más fuertes que tú», referencia desdeñosa al Egipto que había sido débil durante tanto tiempo.

Los griegos llamaron Dafne a Tafnis, y la Anchor Bible emplea los términos griegos para ambas ciudades. «También los hombres de Menfis y Dafne te han hendido el cráneo». Tafnis sólo es unas ruinas en la actualidad, pero el montículo bajo el que está enterrada se llama Tel Defenneh, de modo que su nombre aún perdura.

Ramá

Jeremías quizá recordara su descendencia de la casa de Eli, que fue sumo sacerdote en un santuario efraimita, porque el reino norteño de Israel le viene muchas veces a las mientes. En realidad, hay cierta simpatía por el Jerusalén perdido y disperso que resulta insólita en un hombre de Judá, porque Judá e Israel estuvieron en guerra durante gran parte de su historia. ¿Es posible que parte de la amargura de Jeremías surgiese de un sentimiento de alienación, de la impresión de que era un hombre del norte, perdido entre los extranjeros de Judá?

Así, en su amarga denuncia de Judá (tan amarga que algunos discursos acusatorios se denominan «jeremiadas»), el profeta compara en términos desfavorables a Judá con el reino del norte. Defiende a Israel contra el corriente argumento judaico de que la destrucción del reino del norte por los asirios había sobrevenido porque se había apartado de la línea davídica y del culto auténtico de Jerusalén, ofreciendo sacrificios idólatras en Dan y en Bétel. Jeremías dice llanamente:

Jeremías 3.11.
Y me dijo Yahvé: La apóstata Israel se ha justificado al lado de la pérfida Judá.

En otro pasaje se lamenta sobre la caída de Israel con pena conmovedora:

Jeremías 31.15.
... Una voz se oye en Ramá, un lamento, amargo llanto. Es Raquel, que llora a sus hijos y rehúsa consolarse por sus hijos, pues ya no existen.

Raquel era la antepasada de las tres tribus de Efraím, Manasés y Benjamín. Ya Jeremías se considerara efraimita a través de su descendencia de Eli, o benjaminita por el emplazamiento de las posesiones de su familia, se sentiría en cualquier caso descendiente de Raquel.

Existían dos tradiciones respecto a la sepultura de Raquel. Una afirmaba que estaba enterrada en Judá, al norte de Belén:

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