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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Histórico

Guía de la Biblia. Antiguo Testamento (68 page)

Isaías vio claramente que toda alianza con Egipto conduciría al desastre, dando de esa nación una descripción sarcástica y afirmando que carecía de fuerza para emprender cualquier cosa.

Isaías 30.7.
Porque el socorro de Egipto no es más que vanidad y nada, por eso te llamo «Rahab que está tranquilo».

La versión King James traduce «Rahab» por «fuerza». Esa palabra también podría considerarse como la personificación habitual de Egipto, de manera que la Revised Standard Version lo deja sin traducir, y el versículo dice así: «Porque la ayuda de Egipto es inútil y vacía, por eso le llamo Rahab que está tranquilo».

El punto culminante de la rebelión judaica, el sitio de Jerusalén por Senaquerib, se describe en cuatro capítulos de Isaías (del 36 al 39 inclusive) que prácticamente repiten la historia del asedio contenida en tres capítulos (del 18 al 20) del libro segundo de los Reyes.

Lilit

En esta parte central del libro de Isaías se incluye otra obra de literatura apocalíptica que describe el fin del antiguo orden y la llegada de un mundo nuevo e ideal. Como parte de la destrucción, tenemos:

Isaías 34.5.
Porque mi espada... va a descender sobre Edom...
[205]

Idumaea es el nombre que se daba a Edom en tiempos griegos y romanos; la Revised Standard Version dice «Edom». Una vez más, como en el caso anterior de Moab, Edom no agota su significado en sí mismo, sino que es una metáfora de los opresores idólatras en general.

La desolación que ha de caer sobre Edom (los imperios idólatras opresores) se describe en términos brutales. Desaparecerá toda la población de su tierra, que se entregará a todas las formas nocivas de vida, desde las ortigas a los dragones.

Uno de sus pasajes, innecesariamente debilitado en la versión King James, dice:

Isaías 34.14. ... También
allí Lilit descansará...
[206]

La palabra hebrea que aquí se traduce por «búho ululante» es
lilith
, nombre dado al monstruo de la noche. Se deriva de
lilitu
, nombre que recibe en la mitología babilónica y que a su vez se deriva de una palabra semítica que significa «noche». La Revised Standard Version da fuerza al versículo, traduciéndolo de esta manera: «... el demonio de la noche se posará».
[207]

(La oscuridad siempre ha estado poblada de cosas temibles, tanto en la realidad, cuando los humanos debían enfrentarse a los depredadores nocturnos, como en la imaginación, cuando las cosas entrevistas a la vaga luz de la luna cobran formas amenazadoras y los sonidos de objetos invisibles llenan el alma de pavor. Los que vivimos en un mundo en que la luz artificial ha abolido las sombras, tendemos a olvidar los terrores de la noche y lo fácil que resulta poblarla de monstruos.)

Los rabinos posteriores personificaron al demonio de la noche en Lilit, mujer hermosa que fue esposa de Adán antes de la creación de Eva. Adán no podía soportarla porque tenía muy mal genio (o tal vez ella no lo aguantaba a él porque era demasiado serio y solemne), y se separaron. Ella se convirtió en un demonio de la noche que, según algunas historias, se alió con la serpiente para provocar la caída de Adán y Eva y a partir de entonces se convirtió en un peligro para los niños, quizá debido a su resentimiento por no tener hijos.

Martirio de Isaías

Tras el fracaso del sitio que Senaquerib puso a Jerusalén, no se conoce nada de la vida de Isaías. Como el primer versículo del libro no menciona a otro rey aparte de Ezequías, es fácil suponer que Isaías murió de muerte natural poco después del asedio y antes del 692 aC, cuando Ezequías murió a su vez. Tal cosa sería natural, porque Isaías estaría por entonces en la década de los sesenta y los hombres suelen morir a esa edad.

Sin embargo, la tradición posterior afirma que vivió en el reinado de Manasés, cosa que no es imposible. Si es así, el profeta debió pasar malos tiempos. Si Senaquerib no logró apoderarse de Jerusalén y saquearla, dio a Judá una lección dolorosa. En el reinado de Manasés, Judá adoptó una política enteramente proasiria, pagando tributo y convirtiéndose en marioneta fiel del imperio.

Al ser nacionalistas peligrosos que llevarían la ruina a la nación (tal convencimiento tenía Manasés), los yahvistas fueron suprimidos y, con ellos, sus inflamados llamamientos para que se pusiera la confianza únicamente en Dios. Sin duda, fueron ejecutados muchos de los más intransigentes:

2 Reyes 21.16.
Derramó también Manasés mucha sangre, hasta, llenar a Jerusalén de un cabo al otro...

No se especifica si asesinaron a Isaías, y es bastante improbable que lo hicieran sin mencionarlo de manera concreta. Además, Manasés sólo tenía doce años cuando accedió al trono, y hasta bien entrado su reinado no llevaría al extremo su política antiyahvista. Por aquella época, Isaías debía ser muy anciano.

Pero en tiempos posteriores surgió la tradición de que Isaías fue ejecutado durante el reinado de Manasés. La leyenda incluye hasta el detalle sangriento de que, al intentar escapar de la perversa ira de Manasés, el profeta se ocultó en un árbol hueco y Manasés ordenó que lo talaran con Isaías en su interior.

Hacia el 100 aC, esta leyenda se incorporó a una historia de origen judío llamada «El martirio de Isaías».

La leyenda era bastante famosa incluso antes de que se pusiera por escrito (quizás existiesen versiones escritas anteriores que no han llegado hasta nosotros) para que tuviera eco en el Nuevo Testamento.

Así, en la Epístola a los hebreos, el autor repasa los grandes logros de la historia judía y, al llegar al tiempo de Josué, se limita a resumir el resto. Al enumerar rápidamente los duros destinos a que los profetas se enfrentaron sin pestañear, dice:

Hebreos 11.37.
Fueron apedreados, tentados, aserrados, murieron al filo de la espada...

La palabra «aserrados» es, según parece, una referencia a Isaías.

Segundo Isaías

El libro de Isaías continúa después de los capítulos sobre Senaquerib, pero con una modificación marcada y repentina. Todo cambia: el lenguaje, el estilo y el ambiente.

En los capítulos anteriores, Judá es un reino que se enfrenta a la destrucción, y es implacablemente castigado por las duras palabras del profeta. En los capítulos posteriores, Judá vive en el exilio y en la desesperación, y el rescate prometido por el profeta lo exalta con un entusiasmo lírico.

Empieza en seguida:

Isaías 40.1.
Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios:

Isaías 40.2.
hablad al corazón de Jerusalén...

Además, Isaías no habla ahora de Ajaz, de Ezequías y de Senaquerib, sino de Ciro de Persia, que reinó siglo y medio después de Senaquerib:

Isaías 45.1.
Así dice Yahvé a... Ciro, a quien tomé de la diestra para derribar ante él las naciones...

Si uno se atiene palabra por palabra a la Biblia, es posible argumentar que el Isaías del tiempo de Ezequías predijo con gran detalle el período de la cautividad,. incluso el nombre y las hazañas del monarca que establecería el imperio persa y liberaría a los judíos, y que manifestó su visión con un estilo diferente.

Sin embargo, este punto de vista no tiene defensores importantes en la actualidad. En cambio, se supone que un profeta del período del Exilio escribió con el honroso nombre de Isaías y que, como era tan gran poeta como Isaías, si no mayor, su obra se incluyó en la del profeta en este libro de Isaías.

Y sucede así, que el gran profeta del Exilio, sin duda una de las voces más influyentes de la historia, está condenado para siempre al anonimato absoluto (por lo que ahora sabemos). Sólo se le puede denominar como el «Segundo Isaías» o, si utilizamos el término griego que significa «segundo», el «Deutero Isaías».

Ciro

El Segundo Isaías está convencido de que pronto se interrumpirá el Exilio, y llega incluso a ver las manos terrenales que utilizará Dios para terminarlo. Al parecer, Ciro de Persia acababa de tomar Ecbatana y de destruir el imperio medo para sustituirlo por el imperio persa, aún más poderoso. El Segundo Isaías considera todo esto como obra de Dios:

Isaías 41.2.
¿Quién ha suscitado desde el levante a aquel a quien la justicia le sale al encuentro a su paso? ¿Quién entrega ante él las naciones y abate los reyes?

La tierra natal de Ciro es Persia, que está al oriente de Babilonia. Por tanto, para los judíos cautivos en Babilonia, es el hombre del «levante». Ahora que Ciro se ha sentado en el trono de Ecbatana, ronda por el norte de Babilonia como un nubarrón, y el Segundo Isaías espera alegremente su llegada:

Isaías 41.25.
Yo
(Dios)
le he suscitado del septentrión, y ya llega...

Ciro conquistó la Media en el 549 aC, pero hasta el 538 aC no tomó Babilonia. Los escritos del Segundo Isaías caen entre estas dos fechas, y pueden situarse hacia el 540 aC, apenas dos siglos después de la llamada del Primer Isaías.

El nuevo imperio babilónico (caldeo).

En las manifestaciones del Segundo Isaías encontramos una clara desviación del henoteísmo (v. cap. 12). El Segundo Isaías parece convencido de que Yahvé es tan poderoso fuera de Judá como lo fue dentro. No piensa por un momento que los dioses de Babilonia son más fuertes que Yahvé sólo por el hecho de que los babilonios han derrotado y desperdigado al pueblo de Yahvé. En cambio, se imagina un Dios universal. No piensa simplemente en Yahvé como en el supremo y único Dios de Israel, sino como en el supremo y único Dios del universo. Si Judá fue derrotado y destruido y los judíos se vieron forzados al exilio, eso no fue más que obra de Dios, estaba al servicio de los propósitos divinos. Y si Ciro, el gran conquistador idólatra, aparece en escena, también es otro instrumento en las manos de Yahvé.

El Segundo Isaías confiaba incluso en que la universalidad del único Dios era algo que todo el pueblo reconocería al final:

Isaías 45.14.
Así habla Yahvé: La labor de Egipto, y la ganancia de Etiopía, y los sabeos... pasarán a ti y... suplicantes te dirán: Sólo tú tienes un Dios, no hay ningún otro; los dioses no existen ya.

El siervo de Yahvé

Puede considerarse que el anonimato del Segundo Isaías queda roto por ciertos pasajes en los cuales es posible que el autor se permita hablar de sí mismo. El Segundo Isaías describe a Israel diciendo que sirve a los propósitos universales de Dios. Cita las palabras divinas:

Isaías 41.9.
Pero tú, Israel, eres mi siervo...

El siervo quizá sea sumiso y pasivo, pero cumplirá fielmente la ley de Dios hasta que todo el mundo la acepte:

Isaías 42.4.
Expondrá fielmente el derecho, sin cansarse ni desmayar hasta que establezca el derecho en la tierra; las islas están esperando su ley.

Pero luego, al comienzo del capítulo cuarenta y nueve, el siervo se identifica. El Segundo Isaías habla en primera persona como si él mismo representara al Israel ideal que sirve a su Dios. Se desanima ante el poco fruto de sus esfuerzos:

Isaías 49.4.
Yo me dije: Por demás he trabajado, en vano y por nada consumí mis fuerzas...

Dios le anima, informándole, según las concepciones del Segundo Isaías sobre la universalidad de Yahvé, de que su misión no es únicamente para los judíos:

Isaías 49.6.
... Yo te he puesto para luz de las gentes, para llevar mi salvación a los confines de la tierra
.

El Segundo Isaías cuenta que el siervo de Dios sufre por sus trabajos; y si en un acceso de compasión hacia su persona habla de sí mismo, es fácil comprender que sus opiniones avanzadas sobre la naturaleza de Dios podrían resultar inaceptables no sólo para los paganos, sino para la mayoría de los judíos de la época, y por tanto tendría razón de sentirse rechazado:

Isaías 53.3.
Despreciado
(el Siervo)
y abandonado de los hombres, varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento.... menospreciado, sin que lo tengamos en cuenta.

Según la posterior opinión cristiana, la descripción dada por el Segundo Isaías es una profecía de la vida de Jesús. Por tal interpretación, esto sería una nueva especie de profecía mesiánica. No se describe al Mesías como el rey ideal del Primer Isaías, que establece su poder con energía y tiene un reinado glorioso, sino como un profeta golpeado, herido y asesinado y que incluso de ese modo, a través de una aparente derrota total, cumple la voluntad de Dios.

Bel

El Segundo Isaías predice la destrucción inevitable de Babilonia por Ciro y se regocija ante la caída de sus ídolos:

Isaías 46.1.
Postrado Bel, abatido Nebo...

Bel es una palabra babilonia que significa «señor», el equivalente del «Baal» fenicio. Originalmente, Bel era el nombre que se daba al importante dios sumerio En-lil, señor del aire y del firmamento; dios de las tormentas en principio, como el griego Zeus o el Yahvé de concepción más primitiva. La sede del culto a En-lil estaba en la ciudad sumeria de Nippur, sobre el Éufrates, a unos ochenta kilómetros de Babilonia corriente abajo.

Cuando Babilonia se hizo poderosa y llegó a dominar el país con Hammurabi (v. cap. l), su dios local, Marduc (Merodac para los judíos), cobró importancia en sentido henoteísta. Marduc asimiló las atribuciones de En-lil convirtiéndose en el nuevo Bel. (Pero Nippur siguió siendo un importante centro de culto mucho después de perder su preponderancia política. El ritual religioso es el aspecto más conservador de la cultura humana.)

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