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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Histórico

Guía de la Biblia. Antiguo Testamento (66 page)

Isaías mostró una oposición vehemente. Quizá pensara que la dominación asiria significaría la ascendencia de las prácticas religiosas de esa nación y la persecución de los yahvistas nacionalistas (tal como ocurrió medio siglo después en el reinado de Manasés), y expuso sus argumentos en favor de una política de neutralidad, prometiendo la ayuda de Dios.

Isaías 7.11.
Pide a Yahvé ... una señal...

Isaías 7.12.
Y contestó Ajaz: No le pediré, no quiero tentar a Yahvé.

La Revised Standard Version traduce la palabra «tentar» por «probar». Al negarse a pedir a Dios que se someta a una prueba, Ajaz adopta la actitud correcta, porque la Biblia asegura en más de una ocasión que el hombre no puede pensar que Dios acepte inmediatamente sus exigencias. Además, Ajaz había tomado su decisión y, sin duda, deseaba terminar la entrevista.

Pero Isaías está molesto, y procede a dar una señal:

Isaías 7.14.
... He aquí que la virgen grávida da a luz, y le llamará Emmanuel.

Isaías 7.16.
... antes que el niño sepa desechar lo malo y elegir lo bueno, la tierra por la cual temes de esos dos reyes está devastada

Es decir, al cabo de dos o tres años, antes de que un niño nacido en un futuro próximo crezca lo suficiente para ejercer siquiera el juicio más sencillo, los reyes atacantes serán derrotados. Y si eso ocurre, Ajaz comprenderá por fuerza que Isaías posee una visión clara y habla la verdad. (Y efectivamente, tres años después, en el 732 aC, Teglatfalasar III tomó Damasco, ejecutó al rey sirio y destruyó para siempre su reino, mientras Israel, desprovisto de su poder, arrastró una vida precaria durante diez años más (v. cap; 12.).

Pero lo más interesante de la «señal» de Isaías es la identidad del niño que se llamaría Emmanuel.

Para los cristianos en general, se trata de una referencia al nacimiento virginal de Jesús, pero esto sólo se apoya en la palabra que la versión King James traduce como «virgen». La palabra hebrea traducida de ese modo es
almah
, que se utiliza para designar a cualquier muchacha, sea o no virgen. La lengua hebrea posee una palabra específica para «virgen»,
bethulah
, que no se utiliza en este caso. En consecuencia, la Revised Standard Version traduce el Isaías 7.14 como: «He aquí que una joven concebirá y parirá un hijo...»

Pero dejemos a un lado el aspecto mesiánico del versículo. Sean cuales fueren los méritos o deméritos de la tradicional interpretación cristiana, el versículo debe tener un sentido más inmediato. No es posible que, como signo de la situación inmediata, Isaías ofrezca a Ajaz el nacimiento de un niño que vivirá más de siete siglos después.

Pero ¿a qué niño de su época puede referirse Isaías?

«Emmanuel» significa «Dios está con nosotros», lo que tiene un significado simbólico en relación con el mensaje de Isaías. Dios está con Judá, y no permitirá que Siria e Israel lo destruyan. Sin embargo, no existen documentos históricos de que un niño llamado Emmanuel naciera en ese período, y la Biblia no lo menciona en ninguna otra parte. Pero si el nombre es simbólico, habría servido cualquier otro que contuviera un simbolismo semejante.

A veces se ha sugerido que es una referencia al hijo de Ajaz, Ezequías, que llegó a ocupar el trono. Como sería uno de los tres grandes reyes yahvistas de Judá (los otros dos son Josafat y Josías), intérpretes posteriores le dedicaron versículos de alabanza. Pero Ezequías se convirtió en rey en el 720 aC, y en esa época ya era adulto:

2 Reyes 18.1.
...comenzó a reinar Ezequías, hijo de Ajaz...

2 Reyes 18.2.
Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar...

Lo que significa que nació en el 745 aC; entonces, en la época de la entrevista de Ajaz e Isaías tenía diez años y ya había llegado a la edad de razonar. Por tanto, no es lógica la identificación de Ezequías con Emmanuel.

En realidad, si buscamos la solución más simple y directa del problema, lo más probable es que Isaías se refiera a su propia mujer al mencionar a una joven. Isaías sólo tenía entonces veinticinco años, y es posible que su mujer tuviera poco más de veinte.

Efectivamente, poco después de la narración del encuentro con Ajaz, Isaías anuncia el nacimiento de su segundo hijo:

Isaías 8.3.
... y Yahvé me dijo: Llámale Maher-salal-jas-baz,

Isaías 8.4.
Porque antes que el niño sepa decir «padre mío, madre mía», las riquezas de Damasco y el botín de Samaria serán llevados ante el rey de Asiria.

El nombre Maher-salal-jas-baz significa «botín apresurado, presa rápida». Es una referencia a Siria e Israel, que se apresuran a ser expoliadas por los asirios. Y antes de que el niño crezca lo suficiente para decir «mamá», llegará el fin para los reinos del Norte.

De manera que Isaías dice exactamente lo mismo respecto al anunciado niño Emmanuel que para su hijo Maher-salal-jas-baz. Los nombres son el reverso de la moneda, porque Emmanuel se refiere a la buena fortuna de Judá, y Maher-salal-jas-baz a la mala fortuna de Siria y de Israel. Los nombres son diferentes, pero el simbolismo es el mismo y eso es lo que cuenta.

Entonces, parece perfectamente lógico suponer que se trate del Emmanuel de la profecía.

No obstante, Ajaz siguió su propio criterio, pensando que era lo más adecuado, y se convirtió en tributario de Asiria. Isaías fracasó en llevar al rey a las ideas yahvistas, y no se sabe nada del profeta en relación con acontecimientos políticos concretos hasta que, una generación después, los asirios pusieron sitio a Jerusalén.

El retoño

Algunos de los escritos del libro de Isaías amplían la idea del profeta de que, tras cierta desgracia futura, un resto de los fieles volverá y empezará de nuevo. Ese vestigio, purgados ya los pecados que acarrearon la desgracia, sería regido por un rey ideal:

Isaías 9.6.
Porque nos ha nacido un niño, nos ha sido dado un hijo, que tiene sobre los hombros la soberanía, y que se llamará maravilloso Consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la paz,

Isaías 9.7.
para dilatar el imperio y para una paz ilimitada...

Es posible que tan entusiastas alabanzas a un rey ideal surgieran de odas escritas para celebrar una coronación. En tiempo de Isaías, tales alabanzas quizá se cantaran en honor de la subida al trono de Ezequías en el 720 aC. La frase «nos ha nacido un niño, nos ha sido dado un hijo» se referiría a la ceremonia de coronación por la cual se convierte el rey en hijo adoptivo del dios nacional (v. cap. 19). Los nombres lisonjeros dados al rey y la promesa de un reinado de felicidad perfecta sería la generosa licencia poética que normalmente se tomaba en ocasiones semejantes.

O bien, quizá se escribiera la oda en honor de Josías, que ascendió al trono casi un siglo después, en el 638 aC. Y entonces, debido a su belleza poética, la oda se habría incluido en la colección de Isaías.

Sin embargo, aunque los versículos se refirieran originalmente a un rey en concreto, como Ezequías o Josías, los judíos posteriores quizá no se contentaran con que no hubiera en ellos un significado más profundo. Ni Ezequías ni Josías tuvieron un reinado verdaderamente triunfal. Ezequías sobrevivió al sitio de Jerusalén, pero sólo a duras penas; y Judá fue devastada. Josías murió en combate y, una generación después de su muerte, el reino judío fue destruido,

En consecuencia, fue creciendo cada vez más la idea de que se hacía referencia a un rey ideal que aún no había surgido, pero cuyo advenimiento se esperaba en algún momento impreciso del futuro.

El rey sería de la dinastía davídica, por supuesto; ninguna otra cosa sería posible, pues únicamente el linaje de David había reinado en Judá y la Biblia le había prometido un reino eterno:

Isaías 11.1.
Y brotará un retoño del tronco de Jesé y retoñará de sus raíces un vástago.

Isaías 11.2.
Sobre el que reposará el espíritu de Yahvé...

Aquí tendríamos otra vez las alabanzas rutinarias aplicadas a un nuevo rey, como Ezequías o Josías. El nuevo rey siempre es un retoño floreciente, y el rey viejo siempre es un retoño decadente. Pero si se hace referencia a un rey ideal del futuro, podría considerarse que la dinastía davídica se ha tronchado (una rama o, mejor traducido, un tronco, es todo lo que ha quedado), y de ahí surge un vástago nuevo y floreciente.

En el reinado del soberano ideal, todo se restaura con la especie de paz absoluta que la imaginación equipara con la que originalmente existía en el jardín de Edén:

Isaías 11.6.
Habitará el lobo con el cordero, y el leopardo se acostará con el cabrito, y comerán juntos el becerro y el león, y un niño pequeño los pastoreará.

Otra imagen luminosa de un futuro ideal, que suele citarse con mayor frecuencia, aparece casi al principio del libro de Isaías:

Isaías 2.2.
Y sucederá a lo postrero de los tiempos que el monte de la casa de Yahvé será ... ensalzado y se apresurarán a él todas las gentes...

Isaías 2.4.
... de sus espadas harán rejas de arado, y de sus lanzas, hoces. No alzarán la espada gente contra gente, ni se ejercitarán para la guerra.

Esta visión de un futuro ideal quizás empezara a cundir en los judíos desalentados por el triunfo de Asiria en tiempos de Isaías. Creció cuando se produjeron las desgracias de la deportación babilónica, las decepciones de la vuelta del exilio, y los horrores de la persecución seléucida. En la época del Nuevo Testamento, tal orientación hacia el futuro era la nota dominante del judaísmo, y fue la responsable de los sucesos del Nuevo Testamento y del gran giro en la historia de la humanidad que anunciaron tales acontecimientos.

El futuro ideal se centraba en torno al rey de la línea de David que debía surgir. Los reyes son ungidos con óleo en la ceremonia religiosa de la coronación. Por tanto, puede aludirse a los reyes como «los ungidos», y de ese modo los denomina la Biblia. Así, cuando David se acercó al dormido Saúl y le cortó una parte de la túnica, su conciencia le impidió seguir adelante, aunque su propio interés le aconsejara un asesinato rápido:

1 Samuel 24.7.
[201]
... Líbreme Yahvé de ... poner mi mano sobre el que es el ungido de Yahvé.

Y el término no se limita necesariamente a los reyes ungidos según el rito yahvista. A Ciro de Persia se alude de la misma manera en las últimas partes del libro de Isaías:

Isaías 45.1.
Así dice Yahvé a su ungido, Ciro...

La palabra que en hebreo significa «ungido» es
mashiakh
que por transliteración se convierte en «mesías». A medida que pasaba el tiempo y la esperanza judía se centraba fervorosamente en el futuro rey ideal, el término quedó limitado a éste. Por consiguiente, podemos denominar Mesías, con mayúscula, al rey ideal.

Claro que, según el pensamiento cristiano, el Mesías es Jesús; la palabra «vástago» de Isaías 11.1 se considera como una referencia a Jesús, y en la versión King James va con mayúscula. En la Revised Standard Version, ese término va con minúscula.

El basilisco

En la descripción del reino mesiánico ideal, han de encontrarse varios medios que indiquen la ausencia total de mal y de peligro. En cada uno de ellos, la cuestión es combinar los seres enteramente indefensos con los absolutamente dañinos. El punto culminante se alcanza cuando se mezcla a serpientes con niños.

Isaías 11.8.
El niño de teta jugará junto a la hura del áspid, y. el recién destetado meterá la mano en la caverna del basilisco.

Las dos partes del versículo contienen el paralelismo esencial de la poesía hebrea, y es posible que los términos hebreos traducidos por «áspíd» y «basilisco» representen a cierta serpiente venenosa.

Efectivamente, el áspid es una pequeña serpiente venenosa de Egipto. (Al parecer, Cleopatra se suicidó dejando que la picara un áspid.)

Pero el basilisco es algo distinto. La palabra pudo originarse en tiempos medievales a partir de «cocodrilo».
[202]
El cocodrilo, como la serpiente, es un reptil mortífero. Casi se le puede imaginar como una serpiente gigantesca y gruesa de patas cortas. Para los europeos, desconocedores del cocodrilo salvo por informes lejanos, los aspectos serpentinos de la criatura se convirtieron fácilmente en dominantes.

Además, una vez que «cockatrice» se formó a partir de «cocodrilo», la primera sílaba se llenó de sugerencias, y la imaginación febril desarrolló la idea de que el monstruo se originaba en un huevo de gallo.
[203]
Esto es una monstruosa perversión de la naturaleza, porque, claro está, los gallos son machos y no ponen huevos. El huevo, puesto de manera perversa, debía ser incubado por una serpiente y el producto era una criatura con cuerpo de serpiente y cabeza de gallo.

Se describe al basilisco como la serpiente definitiva. No mata de un mordisco, sino simplemente con la mirada. No sólo es mortal su veneno, sino también su aliento mismo. Como el basilisco es la serpiente más mortal y, por tanto, la reina de la especie, o como la cresta del gallo puede verse como una corona, el «cockatrice» también se denomina «basilisco», palabra derivada de términos griegos que significan «pequeño rey».

Desde luego, el pasaje bíblico de Isaías (y hay otros dos versículos en este libro y en el de Jeremías que mencionan al basilisco) no puede emplearse como prueba de la existencia real de esta criatura, enteramente imaginaria. La palabra hebrea que la versión King James traduce por «cockatrice» no significa serpiente con cabeza de gallo que mata con la mirada; significa simplemente serpiente venenosa.

La Revised Standard Version traduce el término por «víbora», que es el nombre de una serpiente venenosa común en Europa y, como dato curioso, la única serpiente venenosa que habita en las Islas Británicas. «Víbora» traduce el término hebreo de manera más confusa que «cockatrice», y no es probable que sea la criatura a que se refiere Isaías. El candidato más probable es la víbora cornuda, serpiente venenosa que habita en el cercano Oriente.

Lucifer

El libro de Isaías no sólo advierte de la ira de Dios a Jerusalén y a Judá. También advierte de la destrucción a las naciones idólatras vecinas, y en primer lugar a Babilonia.

Es fácil suponer que los capítulos 13 y 14, donde con imágenes brutales se profetiza la destrucción de Babilonia, no pertenecen realmente a Isaías. En tiempos del profeta, la nación conquistadora era Asiria, que tenía sometida a Babilonia más férreamente que a Judá. Era de esperar que el himno de odio y desprecio se dirigiera hacia Asiria y a la nueva capital que Senaquerib había construido en Nínive.

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