2 Samuel 24.16.
... El ángel de Yahvé estaba cerca de la era de Areuna, el jebuseo.
2 Samuel 24.17.
A la vista del ángel, que hería al pueblo, dijo David...
En consecuencia, David compró la era y construyó allí un altar. En ese mismo sitio, su hijo Salomón construiría el Templo, y resulta tentador pensar que la historia de David y el censo fueron adornados con detalles sobrenaturales por los autores posteriores para añadir santidad al terreno sobre el que se erigía el Templo.
Adonías • El faraón (de Salomón) • Tifsaj • La casa de Yahvé • Ofir • Saba • Tarsis • Adad, el idumeo • Rezón • Ajías • Sesac • Roboam • Jeroboam • Ben Adad • Samaria • Jezabel • Elías • Sarepta • Monte Carmel • Jezrael • Ben Adad II • Afec • Nabot • Ramot Galad.
El libro primero de los Reyes se inicia en el año 973 aC, cuadragésimo y último del reinado de David. Al viejo rey sólo le quedaba poco tiempo de vida, y volvió a surgir el tema de la sucesión. Ahora que habían muerto los tres hijos mayores de David, parecía que el cuarto, Adonías, era el heredero natural, o al menos eso era lo que éste creía.
1 Reyes 1.5.
Adonías... había levantado sus pensamientos y decía: «Yo reinaré»...
Desde luego, David no le había nombrado sucesor, pero tampoco había señalado a ningún otro, al menos abiertamente. Adonías se aseguró el apoyo del ejército y de los sacerdotes uniéndose al bando de Joab, el comandante en jefe, y de Abiatar, el superviviente de la matanza de Nob y último sacerdote de la casa de Eli.
Joab y Abiatar ya eran viejos, y su poder declinaba. En oposición a Joab estaba el soldado Banayas, más joven, capitán de la guardia del rey; y en contra de Abiatar se situaba el sacerdote Sadoc, más joven.
Los más jóvenes tenían su propio candidato, Salomón, el hijo de Betsabé, que había mantenido su influencia sobre David y que estaba dispuesto a enfrentarse con el viejo rey en este tema. A su lado también estaba Natán, jefe del grupo profético.
David no se resistía a tales presiones, y tal vez él mismo tuviera intención de designar a Salomón como su sucesor. En cualquier caso, se vio obligado a actuar, y Salomón fue ungido rey con todos los ritos y atavíos necesarios y, lo más importante de todo, con la bendición oficial de David.
Al conocerse la noticia del acontecimiento, el banquete dado por Adonías para celebrar su subida al trono se interrumpió en el acto. Ante la voluntad de David, no hubo más polémica y el pueblo dio en seguida su apoyo a Salomón.
A la muerte de David, Salomón se sentó en el trono. El nuevo rey tomó medidas para evitar toda posibilidad de guerra civil por la sucesión. Adonías y Joab fueron asesinados por orden de Salomón. Semeí, que representaba a los pocos que aún querían volver a la dinastía de Saúl (v. cap. 10), fue primero confinado en Jerusalén y, cuando salió de la ciudad, por algún motivo al parecer inocente, lo apresaron y ejecutaron.
Abiatar se exilió en su ciudad natal de Anatoj, en Benjamín, y en su lugar se nombró a Sadoc sumo sacerdote. partir de entonces, los descendientes de Sadoc permanecieron al frente de la jefatura sacerdotal durante toda la historia del reino.
De ese modo, Salomón se sentó firmemente en el trono.
1 Reyes 2.46.
... El reino se afirmó en las manos de Salomón
.
Israel se encontraba en un momento álgido de poderío y de prestigio que permitió a Salomón asumir la dignidad real como monarca de primera fila. Al reunir su harén, no necesitó limitarse a muchachas locales o a princesas de menor importancia, sino que pudo aspirar a las de prestigio más alto.
1 Reyes 3. 1.
Emparentó Salomón con el faraón, rey de Egipto, tomando a una hija del faraón... Trájola a la ciudad de David.
Esta es la primera mención que se hace de cualquier faraón desde el que se ahogó en el mar Rojo y, como de costumbre, no se dice su nombre.
El prestigio social de emparentarse con la familia del faraón era enorme, y en aquella época debió causar una sensación de triunfo. Los esclavos que siglos antes habían huido de Egipto, eran entonces tan poderosos, que su rey era digno de establecer una alianza matrimonial con el faraón.
Sin embargo, tal impresión no se correspondía con la realidad, porque Egipto ya no era en absoluto lo que había sido. La dinastía XX, que había vegetado a lo largo de la línea de Ramsés (v. cap. 6) mientras los jueces gobernaban Canán, llegó a su fin hacia el 1075 aC, en vida de Samuel y unos cien años antes de la subida al trono de Salomón.
Desde entonces, Egipto se había desintegrado. Los faraones de la dinastía XXI sólo regían en el delta del Nilo, mientras el alto Egipto estaba bajo la dominación de los sacerdotes de Amón, que prácticamente gobernaban como monarcas en Tebas, la capital de los soberanos conquistadores de la dinastía XVIII.
Bajo la dinastía XXI, la capital era Tanis o Soán, la ciudad que siete siglos antes lo fuera de los hicsos. Hacia la época de la muerte de David
[94]
, Susenes II subió al trono de Egipto. Su posición como faraón del Delta no era envidiable. Tenía que enfrentarse a la continua hostilidad de los sacerdotes de Tebas y, además, por el oeste existía una presión creciente de las tribus del desierto.
Sin duda, pensó que una alianza con Salomón por el camino habitual del matrimonio dinástico podría asegurar su flanco oriental y ofrecerle cierta ayuda militar en caso de que la necesitara. Además, estaba dispuesto a pagar por ello, porque envió una expedición para apoderarse de Gezer, una ciudad cananea en territorio filisteo que entregó a Salomón como dote por su hija. Es la única anexión territorial que se registra en el reinado de Salomón.
Finalmente, el ejército de Salomón no fue llamado, pero quizá contribuyera a eso el gran prestigio de Israel, porque Susenes conservó su vacilante trono durante más de treinta años, casi hasta el término del reinado de Salomón.
Los dos libros de los Reyes recibieron su forma escrita definitiva cuatro siglos después de los días gloriosos de Salomón, en una época en que Jerusalén gobernaba sobre un territorio severamente restringido desde hacía mucho tiempo y cuando su existencia misma parecía amenazada por los poderosos imperios del Oriente. El reinado de Salomón, en la época en que el dominio de Jerusalén sobre los territorios vecinos estaba en su punto álgido, se recuerda con estática complacencia. Se especifica el alcance del reino de Salomón:
1 Reyes 4.24.
Porque él señoreaba en toda la región, que estaba de la otra parte del río, desde Tifsaj hasta Gaza, sobre todos los reyes de la otra parte del río; y tuvo paz por todos lados en derredor suyo.
[95]
El río es el Éufrates, claro está; nadie lo duda. Tifsaj, que significa «vado», se identifica comúnmente con la ciudad que los griegos denominaban Thapsacus, situada a unos cuatrocientos ochenta kilómetros al noreste de Jerusalén. Efectivamente, en ese lugar hay un vado; como dominaba el sitio más conveniente para cruzar el medio Éufrates, se convirtió en una ciudad floreciente y en la época de los griegos era grande y próspera.
Sin duda, el dominio salomónico de aquel punto tan al norte era bastante débil, y sólo representaba el hecho de que las ciudades sirias le pagaban tributo para no ser molestadas en su gobierno local.
Sin embargo, los confines del reino de Salomón, desde Tifsaj hasta Gaza, siguieron constituyendo la frontera ideal a ojos de los historiadores posteriores. (Al parecer, todas las naciones consideran como sus «fronteras legítimas» a aquellas que tenían en su época de mayor poderío.
Lógicamente, se entrecruzan en todas direcciones con las «fronteras legítimas» de las potencias vecinas.)
En cierto sentido, el reinado de Salomón constituye la culminación de la historia bíblica primitiva. Se cumplió la promesa de Canán. Los esclavos que huyeron de Egipto entraron en Canán, la conquistaron, la mantuvieron, la convirtieron en un imperio y, finalmente, bajo Salomón:
1 Reyes 4.25.
Judá e Israel habitaban seguros, cada uno debajo de su parra y de su higuera, desde Dan hasta Berseba.
..
Casi siente uno la tentación de exhalar un suspiro de alivio ante tanta felicidad después de tantas tribulaciones y de dejarlo en «a partir de entonces vivieron felices», si no fuese porque la historia no acaba nunca. La vida sigue, y la cima del poder retrocede.
Si el reinado de Salomón fue el punto culminante de la historia primitiva de Israel, la construcción del Templo fue lo más grande del reinado de Salomón a ojos de los autores bíblicos. David había planeado un Templo, pero su reinado fue demasiado turbulento para darle los necesarios años de paz para edificarlo. Salomón tuvo esos años de paz.
Lo que Salomón precisaba eran materiales brutos y artesanos capaces, y para lograr ambas cosas se dirigió a Fenicia. Hirán se había convertido en rey de Tiro en el 969 aC, cuatro años después de que Salomón accediera al trono, y él también estaba preparado para un gran proyecto. (Hirán tenía tanta fama entre los autores bíblicos en relación con el Templo, que de manera anacrónica se le situó en el trono de Tiro en tiempos de David (v. cap. 10).
1 Reyes 5.2.
Y Salomón envió a decir a Hiram...
[96]
1 Reyes 5.5.
Y quiero edificar a Yahvé, mi Dios, una casa...
1 Reyes 6. 1 .
... el cuarto año del reinado de Salomón... comenzó a edificarse la casa de Yahvé.
Sin duda, como astuto hombre de negocios, Hirán se dio perfecta cuenta de que los ambiciosos planes de su vecino redundarían en beneficio de Tiro, pues suministraría la madera y los hombres necesarios al precio estipulado por él, que sería alto:
1 Reyes 5.7.
Alegróse mucho Hiram cuando oyó las palabras de Salomón...
En sentido intrínseco, la construcción de un edificio no tiene nada de malo. Conectada con la economía de una nación, da empleo y contribuye al orgullo nacional. Lamentablemente, siempre se presenta la tentación de ir demasiado lejos, y al igual que muchos monarcas antes y después de él, como por ejemplo, Ramsés II y Luis XIV de Francia, Salomón fue demasiado lejos.
En primer lugar, la construcción del Templo significó un derroche de mano de obra forzada:
1 Reyes 5.13.
Salomón hizo en todo Israel una leva de treinta mil hombres para el trabajo,
1 Reyes 5.14.
que enviaba al Líbano...
La Revised Standard Version traduce así este versículo: «El rey Salomón hizo en todo Israel una leva de mano de obra forzada».
Más adelante se afirma que únicamente los cananeos que quedaban fueron así esclavizados para cumplir la maldición que, según la tradición, cayó sobre Cam (v. cap. l).
1 Reyes 9.22.
No empleó Salomón como tales a los hijos de Israel...
Sin embargo, esto último parece una defensa contra la lista de agravios presentada por los israelitas que se apartaron de la dinastía de David. Es mucho más probable que las cuadrillas de trabajo se formaran de todas las fuentes disponibles, tanto israelitas como cananeas. Lo mismo puede decirse de los impuestos, que se recaudaban de manera eficaz gracias a las medidas de Salomón.
Salomón se extralimitó de tal manera en el empleo de sus recursos para la construcción del Templo, que no pudo pagar a Hirán toda la deuda acumulada ni en dinero ni en bienes; además debió entregar tierra. Una vez que se terminó el Templo:
1 Reyes 9.11
... dio Salomón a Hiram veinte ciudades...
Las ciudades entregadas formaban parte de las posesiones tribales de Neftalí en Israel. Inevitablemente, aquello hirió el orgullo de los israelitas y fue otro motivo de rechazo hacia la dinastía de David.
La edificación del Templo fue un hecho tan fundamental, que los autores bíblicos dan su fecha no solamente en relación con el reinado de Salomón sino también con el mayor giro de la historia israelita:
1 Reyes 6. 1.
El año cuatrocientos ochenta después de la salida de los hijos de Israel de Egipto.... comenzó a edificar
(Salomón)
la casa de Yahvé.
No puede ser cierto. Cuatrocientos ochenta años antes de la edificación del Templo era el 1449 aC, cuando Tutmosis III, el monarca más victorioso de Egipto, se encontraba en plena época de conquistas. Es impensable que el Éxodo pudiera tener lugar en su reinado.
Los autores bíblicos suelen dar mucha importancia a las cifras, y en épocas griegas y romanas arraigó en ellos una sabiduría casi mística de los números. Esto se denominó «gematría» corrupción de la palabra griega geometría, que desde luego no era exclusiva de los judíos. Los números han ejercido fascinación en todos los pueblos, y en todas las culturas encontramos vinculaciones místicas en combinaciones numéricas. Hasta los griegos, tan racionalistas, fueron incapaces de sustraerse a ella, y el filósofo Pitágoras fundó una escuela que, al tiempo que realizaba un gran trabajo en matemáticas, se perdía en inútiles especulaciones en torno al misticismo de los números.
El período de 480 años pudo surgir de contar a los diversos jueces como si hubieran gobernado de manera sucesiva (v. cap. 7), en lugar de hacerlo en forma alternada; y la cifra exacta pudo ser el resultado de que 480 es igual a 12 multiplicado por 40. Al fin y al cabo, puede considerarse que cuarenta años es la duración de una generación, y doce tiene el valor místico de ser el número de tribus o, para el caso, de los signos del zodíaco. Por consiguiente, lo que los autores quieren decir es que el Templo se edificó doce generaciones después del Éxodo.
En realidad, 480 años es casi el doble de la cifra más probable. Si fijamos en 1211 aC la muerte de Merneptah (v. cap. 2), resulta que la construcción del Templo tuvo lugar 242 años después del Éxodo.
Siete años se tardó en edificar el Templo, que, por tanto, se finalizó y consagró en 962 aC, cuando se colocó en él el arca de la alianza. Salomón también construyó un palacio para él y para su reina egipcia, al igual que fortificaciones para varias ciudades.
Antes de pasar a otro tema, indicaremos una pequeña curiosidad matemática vinculada a las instalaciones del Templo. Ello incluye uno de los objetos fabricados por un metalista tirio:
1 Reyes 7.23.
Hizo asimismo un mar de fundición, de diez codos del uno al otro lado... y ceñíalo un cordón de treinta codos.