Por cierta razón, Baalzebub recibió una atención especial por parte de los judíos posteriores como el dios idólatra por excelencia. Así, cuando se esparcieron las noticias de la habilidad de Jesús para curar a la gente, alguien dijo con escepticismo:
Mateo 12.24.
... Este no echa a los demonios sino por el poder de Beelzebul, príncipe de los demonios.
Por «príncipe» se entiende jefe o dirigente, de manera que a BeeIzebul, según la grafía del Nuevo Testamento, se le consideraba jefe de los demonios, que nosotros conocemos más familiarmente como Satán. En el Paraíso Perdido, John Milton utiliza toda una jerarquía de ángeles caídos, y por tanto menciona a Satán y a BeeIzebul como dos seres distintos, convirtiendo a éste en segundo de Satán.
Pero volvamos a Ocozías. Su invocación a Baalzebub no le sirvió de nada. Murió al cabo de dos años de reinado y su hermano menor Jehoram, también conocido por Joram, cuarto miembro de la dinastía de Omri, subió al trono en el 852 aC.
Elías, el gran dirigente del partido profético, no sobrevivió mucho tiempo a Ocozías. La Biblia narra la leyenda de que fue arrebatado vivo a los cielos:
2 Reyes 2.11.
... y he aquí que un carro de fuego con caballos de fuego..., y Elías subía al cielo en el torbellino...
Su lugarteniente, Eliseo, se quedó en tierra para heredar su posición y sus objetivos. Ello lo indica la acción física que ha entrado como una metáfora en el lenguaje:
2 Reyes 2.13.
... recogiendo
(Eliseo)
el manto de Elías, que éste había dejado caer. Volvióse después...
Desde entonces hasta su muerte, ocurrida medio siglo o más después, Eliseo encabezó el partido profético manteniéndolo en forma vigorosa.
Pero Elías siguió viviendo en el recuerdo respetuoso de generaciones posteriores. Su audaz postura frente a un rey y una reina poderosos en favor del yahvismo, su valerosa denuncia de la tiranía y del absolutismo, causaron una impresión enorme que debió conducir a la idea de que una ascensión a los cielos en vida era lo menos que podía hacerse por un hombre tan santo. A su vez, esto alimentó la creencia de que alguien que ascendiera vivo a los cielos volvería vivo algún día a la tierra.
En generaciones posteriores, cuando los reinos de Israel y de Judá fueron destruidos y cuando los judíos sobrevivientes miraban con miedo y esperanza el día en que Yahvé pusiera un orden nuevo sobre la tierra, se creyó que Elías desempeñaría entonces un papel fundamental. Así, el profeta, Malaquías, que escribió cuatro siglos después de Elías, manifiesta la promesa de Dios:
Malaquías 4.5.
He aquí que yo enviaré a Elías el profeta antes que venga el día de Yahvé, grande y terrible.
En el Nuevo Testamento, donde se asume que Jesús ha traído el orden nuevo sobre la tierra, se acepta la llegada de Elías. Se citan las palabras de Jesús:
Mateo 17.12.
Sin embargo, yo os digo: Elías ha venido ya...
Mateo 17.13.
Entonces entendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista.
En la época en que Joram accedió al trono de! Israel, la rebelión de Moab seguía triunfante y, cosa digna de notarse, esta vez se menciona el nombre del soberano:
2 Reyes 3.4.
Mesa, rey de Moab...
2 Reyes 3.5.
... se rebeló contra el rey de Israel.
Con Joram, siguió Israel aliado con Josafat de Judá, y ese hecho brindó al monarca israelita una oportunidad estratégica. En lugar de atacar Moab desde el norte en un encuentro frontal, pensó que un ejército conjunto judeo-israelita avanzara hacia el sur a través de Edom (colonia de Judá), rodeando el extremo sur del mar Muerto. Entonces se podría atacar Moab por el flanco sur y cogerle por sorpresa. Pero la marcha fue difícil. El calor y la falta de agua debió menoscabar gravemente la moral de los soldados y Joram temió una retirada indigna o una derrota desastrosa.
Entonces, como años antes hizo Acab, Josafat sugirió que se consultara a un profeta. (Esto era una buena política, ya que si el profeta vaticinaba la victoria, la moral del ejército se elevaba y ello podía bastar para lograr la victoria.) Esta vez fue Eliseo quien se opuso al monarca, y otra vez resulta evidente que el partido profético se sentía más cerca del rústico Judá que del urbano Israel pues Eliseo dirigió unas palabras desdeñosas a Joram:
2 Reyes 3.14.
... si no fuera por respeto al rey de Judá, a ti ni te atendería ni te miraría siquiera.
Eliseo predijo la victoria y, efectivamente, existen documentos del triunfo de ambos reyes sobre los moabitas. Pero entonces, en un versículo enigmático, se anula todo y Moab queda libre e independiente.
2 Reyes 3.27.
Y entonces, tomando (Mesa de Moab) a su primogénito ... le ofreció en holocausto sobre la muralla Se desató entonces gran cólera contra Israel, que, retirándose (las fuerzas aliadas) de allí, se volvió a su tierra.
Para entender esto, debemos recordar que el grado cultural y religioso de Moab era muy semejante al de Israel y Judá. En 1869, un misionero alemán, F. A. Klein, descubrió una inscripción conmemorativa en un trozo de basalto negro de un metro de alto por sesenta centímetros de ancho. Lo encontró en las ruinas de Dibón, una ciudad moabita a unos diecinueve kilómetros al oriente del mar Muerto y a unos seis y medio al norte del río Arnón.
Resultó ser una inscripción en hebreo arcaico, la más antigua y larga que se conserva en esa lengua, ordenada por Mesa para conmemorar los acontecimientos de su reinado. Se llama «piedra de Mesa» o «piedra moabita».
El lenguaje utilizado tiene un tono bíblico, salvo que Camos, el dios moabita, sustituye a Yahvé, el Dios israelita. La piedra dice: «Omri, rey de Israel, afligió a Moab durante muchos días, porque Camos estaba enfadado con su tierra». Y también: «Camos me dijo: Ve y toma Nebo contra Israel»; «Camos lo apartó delante de mí», etc.
En la actualidad, puede parecer a muchos que existía entonces una especie de democracia rudimentaria entre los dioses, pues cada uno poseía su propio territorio, dentro del cual era el ser supremo, hasta el momento en que un dios se hacía más fuerte que otro y sus agentes humanos podían invadir el país y derrotar a los agentes humanos del otro. Esta concepción, el «henoteísmo», era la más extendida entre los pueblos de la antigüedad.
Es muy probable que hasta los yahvistas de la época fueran henoteístas, aunque es difícil asegurarlo por la Biblia; pero escritores posteriores, cuyas ideas sobre Yahvé eran mucho más exaltadas, se habrían sentido molestos ante las pruebas que pudieran hallar en las leyendas tradicionales y en las crónicas, y las hubieran modificado. El versículo 3.27 del 2 Reyes da prueba de ello.
Si un dios se enfada con su pueblo, se le puede propiciar mediante un sacrificio, y cuanto mayor sea el valor del objeto sacrificado, más segura será la propiciación. El sacrificio de un ser humano sería mejor que el de cualquier animal, y el sacrificio del heredero al trono sería el mejor de todos. Los autores bíblicos insisten con firmeza en que Yahvé no era como los dioses de las demás naciones y en que aborrecía los sacrificios humanos, pero la ofrenda de Isaac por parte de Abraham y el sacrificio de la hija de Jefté son restos de una concepción más primitiva.
Desde luego, a Camos no le desagradaban los sacrificios humanos, y Mesa, impulsado por la desesperación ante el avance victorioso del ejército aliado, ofrendó a su hijo en holocausto. Al enterarse del sacrificio, el ejército moabita debió tener el convencimiento de que Camos lucharía a su lado. Como la batalla se libraba en territorio moabita y Camos era el dios supremo de Moab, podían luchar con la seguridad de la victoria.
Igualmente consciente del sacrificio, el ejército aliado sentiría la debilidad de Yahvé en suelo extranjero y lucharía con la misma certidumbre de derrota. Con los moabitas seguros del triunfo y los israelitas convencidos de la derrota, sólo podía haber un resultado.
La frase «se desató entonces una gran cólera contra Israel» se convierte, en la Revised Standard Version, en «sobrevino gran cólera sobre Israel»
[99]
; es muy probable que la indignación o la ira de que aquí se habla fuera la de Camos. Es posible que la forma primitiva del versículo fuese «y sobrevino la gran ira de Camos sobre Israel», y que los autores bíblicos, reacios a admitir que Camos fuese un dios auténtico que podía mostrar una cólera auténtica, o que era algo más que un falso ídolo, eliminaran la mención de su nombre.
Los primeros capítulos del 2 Reyes incluyen una serie de relatos prodigiosos acerca de Eliseo, y el mejor elaborado se refiere a un general sirio que, según la leyenda judea (pero sin relación con nada de la Biblia), fue quien hirió a Acab con la flecha:
2 Reyes 5. 1.
Namán, jefe del ejército del rey de Siria era ... valiente y opulento, pero estaba leproso.
Una joven sirvienta israelita, cautiva en las guerras contra Israel, sugirió a Namán que consultara en Israel al mago Eliseo. Namán siguió su consejo y recibió instrucciones de bañarse siete veces en el río Jordán. Pese a la inicial indignación nacionalista de Namán ante la indicación de que el Jordán tenía mayores poderes curativos que los ríos de Siria, hizo lo que le dijeron y se curó.
Naturalmente, esto convenció a Namán del poder de Yahvé:
2 Reyes 5.17.
Entonces Namán le dijo: «Pues te niegas, permite que den a tu siervo tierra de ésta, la carga de dos mulos, pues en adelante no ofrecerá tu siervo sacrificio ni holocausto a otros dioses, sino a Yahvé ... »
Desde el punto de vista del henoteísmo, necesitaba tierra, porque al sacrificar a Yahvé, debía tener las plantas en suelo de Israel; de otro modo no serviría de nada. Si se llevaba a Damasco cierta cantidad de tierra israelita, se crearía una pequeña isla sobre la cual tendría poder Yahvé.
Namán reconoció también que no podría llevar muy lejos su veneración particular ni practicarla de manera exclusiva, y le dijo a Eliseo:
2 Reyes 5.18.
Yahvé perdonará a tu siervo que, cuando mi señor entre al templo de Rimón para adorar y se apoye en mi mano, me prosterne yo también en el templo de Rimón...
La respuesta de Eliseo fue un simple:
2 Reyes 5.19.
... «Vete en paz»...
Que equivalía a un consentimiento. Las primeras versiones de la historia tal vez dieran el consentimiento de manera más explícita, pues Eliseo (que no se dice que objetara la suposición de Namán de que a Yahvé sólo podía adorársele en suelo israelita) podría ser más henoteísta de lo que los posteriores autores bíblicos estaban dispuestos a admitir.
Por cierto, parece que Rimón era otro nombre de Adad, el dios nacional de Damasco. Adad era un dios de las tormentas, y es posible que «Rimón» significara «el Tonante». (Ese era precisamente el epíteto que solía darse a Zeus, el dios griego de las tormentas.)
como consecuencia del versículo 5.18, la expresión «prosternarse ante Rimón» ha venido a significar el acto de conformarse a una costumbre social que se sabe equivocada sólo para evitar problemas.
Judá prosiguió su política de atento servilismo hacia Israel, En el 851 aC, cuando murió Josafat de Judá tras reinar durante veinticuatro años:
2 Reyes 8.16.
... comenzó a reinar Joram, hijo de Josafat...
Joram de Judá, séptimo rey de la dinastía davídica, tenía casualmente el mismo nombre que el entonces rey de Israel. Se contrajo otro vínculo en forma de un matrimonio dinástico, porque Joram de Judá se casó con Atalía, hija de Acab y Jezabel, y además de tocayo era cuñado de Joram de Israel.
En vida de Josafat, el yahvismo se mantuvo en ascenso, al menos en Judá, pero Joram de Judá estaba al parecer bajo la influencia de Atalía en la misma medida en que Acab de Israel lo estuvo de Jezabel:
2 Reyes 8.18.
Marchó (Joram de Judá) por los caminos de la casa de Acab, pues tuvo por mujer a una hija de Acab...
Entonces, como también sucedió a la muerte de Acab cuando Moab se rebeló contra Israel, Edom se levantó contra Judá tras la muerte de Josafat.
Joram murió en el 844 aC y su hijo Ocozías, octavo rey de la dinastía davídica, accedió al trono. (Para mayor confusión de los que traten de recordar estos nombres, Ocozías, hijo de Joram de Judá, era tocayo de Ocozías, hermano mayor de Joram de Israel.)
Ocozías de Judá era un joven de veintidós años, enteramente dominado por su madre Atalía. Judá parecía condenado a ser absorbido por Israel.
El que tal cosa no ocurriese se debió, en parte, a los continuos problemas que Israel tenía con Siria.
En la época en que Ocozías se convirtió en rey de un derrumbado y tambaleante Judá, en Damasco tuvo lugar una revolución palaciega. Cuando Ben Adad II de Siria cayó enfermo, uno de sus cortesanos, Jazael, apresuró la muerte del viejo rey:
2 Reyes 8.15.
... tomó Jazael una manta, la empapó en agua y la puso sobre el rostro del rey
(Ben Adad)
que murió. Jazael le sucedió.
Jazael resultó ser un soberano vigoroso y en su reinado Siria se elevó efectivamente a las cotas más altas de su poder.
Se desencadenó de nuevo la guerra sobre Ramot Galad, donde doce años antes recibiera Acab su herida mortal. Durante la guerra, Joram de Israel resultó herido y tuvo que retirarse a Jezrael, dejando el ejército al mando de su general, Jehú,
Mientras Joram se recuperaba en Jezrael, su aliado y sobrino Ocozías de Judá llegó a esa ciudad, posiblemente como garantía de su lealtad. Jezabel aún vivía en Jezrael, y tal vez se sintiera orgullosa de ver juntos a los dos reyes; uno su hijo, y el otro su nieto. Sin embargo, se aproximaba el desastre.
La herida de Joram brindó su ocasión al partido profético. Un rey imposibilitado resultaba inútil en tiempo de guerra, y el pueblo vería con buenos ojos la oportunidad de colocar a un general enérgico en el trono. Tal general era Jehú, que o bien era yahvista o estaba deseoso de serlo para alcanzar el trono.
Eliseo le aseguró el apoyo del partido profético y le apremió para que asumiera la soberanía. Sus compañeros oficiales se mostraron entusiastas:
2 Reyes 9.13.
En seguida.... haciendo sonar las trompetas, gritaron: «¡Jehú, rey!»
Jehú marchó inmediatamente sobre Jezrael con intención de sitiarla y proclamarse rey después de ejecutar a Joram. Joram y Ocozías, los dos reyes, salieron al encuentro del ejército de Jehú, según el autor bíblico, en la misma viña que perteneciera a Nabot (v. cap. 11). Allí acabó Jehú con Joram, y cuando Ocozías trataba de huir, hizo que lo persiguieran y lo mataran igualmente.