1 Reyes 18.4.
Y cuando Jezabel exterminaba a los profetas de Yahvé
(Abdías)
escondió a cien profetas, proveyéndoles de pan y de agua.
[98]
Pero al cabo de tres años, Elías corrió el riesgo de enfrentarse otra vez con Acab para pronosticar el fin inminente de la sequía y proponer un debate entre Yahvé y Melcart.
1 Reyes 18.19.
Anda, convoca a todo Israel al monte Carmel...
Propuso Elías que se reunieran allí ochocientos cincuenta adoradores de Melcart y de otros dioses fenicios y trataran de encender el fuego del sacrificio según sus propios ritos, mientras que él solo intentaría hacer lo mismo invocando a Yahvé.
Carmel es una cadena montañosa de unos veinticuatro kilómetros de longitud que corre en dirección noroeste•sureste, justo al sur del torrente Cisón (v. cap. 7). Su nombre hebreo significa «jardín» o «viña», y en tiempos antiguos era especialmente boscosa y agradable. Hacia la mitad de la sierra se encuentra su cumbre más alta, de unos 575 metros. Al llegar al mar forma un promontorio llamado cabo Carmel. En la costa, al norte de la sierra, se encuentra la ciudad de Haifa. Toda la región forma parte ahora del moderna Estado de Israel, y Haifa es su segunda ciudad más importante. Pero en la antigüedad, el emplazamiento de Haifa no albergaba ninguna ciudad importante.
El acontecimiento más notable en la historia del monte Carmel fue el desafío entre Elías y los adoradores de Melcart. En parte debido a ello y en parte a que era un agradable lugar de retiro, en la época del cristianismo primitivo lo frecuentaban muchos anacoretas. En el siglo doce dC, cuando Palestina cayó temporalmente en manos de los cruzados, se construyó un monasterio y se fundó la orden de los carmelitas, que en la actualidad sigue siendo una comunidad floreciente.
La competición del monte Carmel, que la Biblia relata con amorosos detalles, acabó con una victoria total para Elías. La leña prendió a la palabra de Elías, después de que los centenares de sacerdotes rivales se mostraran incapaces de hacerlo.
Acab, que presenció la hazaña, quedó impresionado y permitió que Elías ordenara la matanza de baalistas en el torrente Cisón.
De momento, la impresionante figura de Elías dominaba al rey Acab, con mayor razón porque la sequía acabó en aquella época. El rey y el profeta abandonaron juntos el monte Carmel:
1 Reyes 18.45.
Subió Acab y vino a Jezrael.
1 Reyes 18.46.
Elías... vino corriendo a Jezrael delante de Acab.
La ciudad de Jezrael estaba situada en el valle del mismo nombre (v. cap. 7), a unos cuarenta kilómetros al sudeste de Carmel y a igual distancia al norte de Samaria. Era la residencia preferida de Acab y Jezabel.
Acab contó a Jezabel la hazaña de Elías con gran entusiasmo, pero su mujer no quedó impresionada. Sin duda sabía que los sacerdotes de Melcart arreglaban milagros cuando querían impresionar al populacho, y debió tener la seguridad de que Elías se había limitado a ser más listo y astuto que su propio grupo, nada más.
Podemos imaginar perfectamente que, ante su fulminante desdén, se desvaneció el nuevo entusiasmo de Acab hacia los profetas. Permitió que Jezabel tomara de nuevo las riendas de la política religiosa, y Elías tuvo que exiliarse de nuevo, esta vez viajando hacia el sur, atravesando Judá hasta el monte Sinaí, la casa tradicional de Yahvé.
Pensó que solamente la total desaparición de la casa de Omri salvaría al yahvismo, y en ese sentido puso en marcha planes a largo plazo. Consciente de que la realización de tales planes duraría más que su propia vida, escogió un sucesor que, según su propio juicio, era lo suficientemente fuerte para llevar a cabo la lucha:
1 Reyes 19.19.
Partió de allí y halló a Eliseo.... que estaba arando ... ; y pasando Elías junto a él, echóle su manto.
Entretanto, Acab estaba plenamente ocupado con el problema sirio. Ben Adad, que varias décadas antes había derrotado a Israel en tiempos de Basa, fue sucedido por su hijo Adad Ezer, al que la Biblia alude como otro Ben Adad y a quien, por tanto, puede denominarse como Ben Adad II. (Adad era un dios de las tormentas, famoso en todo el suroeste de Asia y especialmente popular en Damasco. Era el dios nacional de los sirios y su nombre solía incorporarse al nombre real. Ben Adad significa «hijo de Adad».)
Ben Adad II continuó la sólida política antiisraelita de su padre:
1 Reyes 20.1.
Ben Adad, rey de Siria, reunió todo su ejército.., subió y puso sitio a Samaria...
Samaria resistió, pero ante la gran presión que soportaba, por un momento pensó en rendirse incluso bajo duras condiciones. Pero ante tal señal de debilidad, Ben Adad elevó el precio de la rendición y Acab se vio obligado a proseguir la guerra. Decidió arriesgarlo todo en una batalla campal y, a una amenaza de destrucción que le envió Ben Adad, replicó con un aforismo que, de una u otra forma, se hizo famoso:
1 Reyes 20.11.
Y el rey de Israel respondió: «Decidle que no ha de alabarse el que se ciñe como el que ya se desciñe».
En otras palabras, «No alardees al comienzo de la batalla como lo harías después de ganarla». O en una forma más corriente para nosotros: «No vendas la piel del oso antes de cazarlo».
Acab demostró bien lo que dijo, porque los israelitas combatieron con la furia de la desesperación y el confiado ejército sirio se vio obligado a retirarse tras sufrir muchas bajas.
Al año siguiente se libró otra batalla,
1 Reyes 20.26.
Pasado el año, Ben Adad reunió a todos los sirios y vino a Afec, a dar la batalla a Israel.
No se trata de la Afec que participó en las guerras contra los filisteos dos siglos antes (v. cap. 9), sino una ciudad que se identifica con el actual pueblo de Fic, a unos cuatro kilómetros y medio al oriente del mar de Galilea y aproximadamente a medio camino entre Samaria y Damasco.
Por el alcance de la victoria del año anterior, Acab, que entonces fue sitiado en su capital, pudo encontrarse con el enemigo en la frontera.
Esta vez la victoria también fue para Israel, en una medida aún mayor que la primera. Ben Adad se vio obligado a rendirse, a ceder las conquistas de su padre y a otorgar a Israel privilegios comerciales en Damasco. Desde la escisión de Judá, Israel no había sido tan fuerte.
En las guerras contra Siria, el partido profético se puso al lado de Acab. Por muchas disputas que hubiese en el interior del país entre los profetas y el monarca, todos cerraron filas contra el extranjero. Así, antes de la liberación de Samaria, fue un profeta quien dio ánimos a Acab:
1 Reyes 20.13.
Acercóse a Acab ... un profeta y le dijo: «Así habla Yahvé...: ¿Ves toda esa muchedumbre? Voy a entregarla en tus manos... »
Pero la paz relativamente generosa que Acab firmó con los sirios desagradó considerablemente al ultranacionalista partido profético e incrementó su oposición a la corona.
Sin embargo, Acab se comportó en este aspecto como un verdadero estadista. Una Siria viva, aliada de Israel, sin amargura por una destrucción y una opresión innecesarias, podía ser una amiga útil, sobre todo desde que un enemigo común se cernía por el norte.
Asiria, de la que más adelante habrá mucho que decir, estaba bajo la soberanía de un rey fuerte, Salmanasar III, y extendía su dominio por el Semicírculo Fértil. Según documentos asirios se libró una batalla en Carcar (Qarqar) en el 854 aC, ciudad situada a unos ciento sesenta kilómetros al norte de Damasco, entre Salmanasar y un ejército aliado al mando de Acab y Ben Adad. Los asirios afirman su victoria, pero eso es algo rutinario en las crónicas de la época. El caso es que los asirios no se anexionaron territorio alguno y, en consecuencia, se vieron obligados cuando menos a retroceder.
Tal posición frente a Asiria salvó a Siria y a Israel, permitiéndoles sobrevivir otro siglo más y justificando así la política de Acab de no combatir hasta el agotamiento contra Siria para no caer irremediablemente bajo la férula asiria.
Por extraño que parezca, en la Biblia no hay mención alguna de la batalla de Carcar. Es posible que los autores bíblicos no estuvieran dispuestos a dar una indicación tan clara de que el partido profético estaba equivocado y de que Acab tenía razón,
Efectivamente, la Biblia pasa directamente de la victoria frente a Siria a los hechos más oscuros del reinado de Acab, como para contrarrestar sus hazañas militares con sus defectos morales.
Cerca del palacio de Acab en Jezrael, había un viñedo perteneciente a un hombre llamado Nabot, que a Acab le hubiese gustado poseer.
1 Reyes 21.2.
Y Acab dijo a Nabot: «Cédeme tu viña.. . Yo te daré otra viña mejor o ... te daré en dinero su valor.»
Nabot se negó a vender sus posesiones ancestrales, y Acab no pudo hacer nada. Pero eso no contaba para Jezabel. Sobornó a dos hombres para que jurasen que Nabot había cometido blasfemia y traición, y Nabot, acusado injustamente, fue ejecutado. Naturalmente, el trono confiscó su viña, como solía hacerse con las propiedades de los traidores.
Este hecho se parece mucho al de David, cuando arregló la muerte de Urías para «confiscar» a la mujer de éste. Igual que Natán denunció entonces a David, ahora apareció Elías para desenmascarar a Acab. Una vez más, el partido profético se situó como defensor de las libertades del pueblo en contra de la opresión real.
En los últimos años del reinado de Acab, Israel era lo bastante fuerte como para ejercer un dominio claro sobre Judá al igual que sobre Siria. En el 875 aC, el mismo año en que Acab accedió al trono de Israel, murió Asa de Judá, sucediéndole su hijo Josafat, sexto rey de la dinastía davídica. La continua guerra con Israel no hacía mucho bien a Judá, y Josafat la interrumpió buscando en cambio amistad y una alianza con Acab. Con idea de anexionarse territorios, volvió los ojos al sur, manteniendo el antiguo dominio sobre Edom y tratando de restablecer el antiguo comercio de Salomón en el mar Rojo, la única puerta de Judá hacia el ancho mundo exterior. En esto no tuvo éxito, pues Judá carecía de la necesaria experiencia marinera. Rechazó un ofrecimiento de ayuda de Acab, pues Josafat, aunque deseoso de hacer amistad con Acab, no deseaba dar a éste demasiado poder sobre Judá.
Pero en opinión de Acab, la guerra con Siria no se había llevado a una conclusión enteramente satisfactoria, porque una parte importante del territorio israelita aún estaba en manos sirias. Acab propuso a Josafat una campaña conjunta contra Siria para recobrar el territorio:
1 Reyes 22.4.
Y dijo
(Acab)
a Josafat: «¿Quieres venir conmigo para atacar a Ramot Galad? ... »
Ramot Galad es una ciudad de la Transjordania. Se desconoce su situación exacta, pero suele pensarse que estaba en algún punto al norte de Majanaim.
Hay una indicación de que el yahvismo era más fuerte en Judá que en Israel. Antes de la batalla, Acab consultó a los profetas, a sugerencia de Josafat, pero escogió a cuatrocientos profetas de los dioses fenicios. Predijeron la victoria, pero Josafat no lo aceptó:
1 Reyes 22.7.
Pero Josafat preguntó: «¿No hay aquí ningún profeta de Yahvé para que podamos consultarle?»
De mala gana, Acab presentó uno que en seguida predijo la derrota y, en recompensa, lo metieron en prisión.
Se produjo la batalla. Fue prolongada y sangrienta, y tal vez hubieran vencido los israelitas si una flecha no hubiese acertado a Acab hiriéndolo gravemente. Aunque siguió combatiendo, murió al atardecer y los israelitas se retiraron de la batalla. En el 853 aC, tras la muerte de Acab al cabo de un reinado de veintidós años, el primer libro de los Reyes llega a su fin.
Moab • Baalzebub • Eliseo • Mesa • Namán • Joram de Judá • Jazael • Jehú • Joás • Ben Adad III • Amasías • Jeroboam II • Ful • Rasín • Salmanasar V • So • Jabor • Samaritanos • Senaquerib • Taraca • Asaradón • Merodac Baladán • Manasés • Josías • Faraón Necao • Nabucodonosor • Godolías • Evil Merodac.
La muerte de un rey fuerte es propicia para los desórdenes, pues los pueblos sometidos aprovechan la oportunidad para rebelarse y las naciones independientes de alrededor hacen lo mismo para atacar. Tan pronto como le llegó noticia de la muerte de Acab, Moab atacó:
2 Reyes 1.1.
Después de la muerte de Acab, Moab se rebeló contra Israel.
La escisión entre Israel y Judá hizo casi imposible que cada nación pudiese lograr algo más que mantener su propio territorio. Judá conservó un precario dominio sobre Edom, e Israel aseguró la Transjordania.
Igualmente, cuando Israel era fuerte, sus ejércitos avanzaron al sur de Galad y dominaron Moab. Eso ocurrió en el reinado de Omri, cuando aquel monarca capaz (muy subestimado en la Biblia), tomó Moab en el 880 aC. Acab lo conservó durante su tumultuoso reinado, pero a su muerte Moab se rebeló.
Ocozías sucedió a Acab, su padre, y por primera vez sobrevivió una dinastía israelita para ser representada por tercera vez. El nuevo rey se encontró ante la insurrección moabita. Lamentablemente, tuvo una mala caída y se hirió de gravedad, tuvo que guardar cama y no pudo ponerse al frente del ejército.
2 Reyes 1.2.
... y envió
(Ocozías)
mensajeros, diciéndoles: «Id a consultar a Baalzebub, dios de Acarón, si curaré de estas mis heridas».
Baalzebub, más conocido por el nombre de Belcebú que da el Nuevo Testamento, significa «Señor de las moscas».
Esto produce una primera impresión de extrañeza, y existen al menos dos explicaciones de su significado. Una es que su nombre verdadero era Baalzebub, que significa «Señor de la casa», es decir, «Señor del templo», título lógico que un pueblo daría a su dios más importante. Parecería entonces que los autores bíblicos, incapaces de inclinarse a dar a un ídolo el título que, según ellos, sólo pertenecía a Yahvé, cambiaron una letra y lo convirtieron en Baalzebub.
La segunda explicación es que Baalzebub significa efectivamente «Señor de las moscas», y ése era el título legítimo del dios más importante de la ciudad filistea de Acarón cuyo poder consistía en provocar o evitar plagas de insectos, que constituían un peligro grande y temido en el mundo antiguo. No es improbable que los antiguos notasen un alza en la incidencia de las enfermedades cuando había muchas moscas, y en sentido general el «Señor de las moscas» sería un dios con facultades especiales en el campo de la salud y de la medicina. Ello explicaría por qué buscó Ocozías en su indisposición a Baalzebub, aunque como debía saber, eso irritara al partido profético de Israel. Y eso es lo que ocurrió, porque Elías apareció en seguida para denunciar tal acción.