Así, pues, la traducción del nombre del lugar por «diez mil santos» nos da una idea errónea.
En los Salmos, la expresión «santos» suele referirse a personas devotas y pías, muy en el sentido moderno, y es una traducción de
hasid
(«piadoso»). Así:
Salmos 31.23.
[66]
Amad a Jehová todos vosotros sus santos...
En la época de la persecución de los judíos por el rey seléucida Antíoco IV, en el 170 aC y después, los acosados hebreos empezaron a considerarse como un pueblo devoto de Dios y rodeado de hordas de idólatras perversos. Todos los judíos creyentes eran
kadesh
, y en la traducción podría llamárseles «santos». Cuando Daniel predice que los judíos estarán finalmente seguros y gozarán del reino ideal que Dios les asignó, dice:
Daniel 7.18.
Después recibirán el reino los santos del Altísimo...
En el Nuevo Testamento, Pablo suele adoptar el mismo punto de vista respecto a los primeros cristianos perseguidos. Para él, que escribía en griego, son
oi hagioi
(«los sagrados» o los «santos»). Así:
Filipenses 1.1.
Pablo y Timoteo..., a todos los santos... que están en Filipos...
Al igual que la anterior bendición de Jacob (v. cap. 1 ), la de Moisés parece una serie de máximas tradicionales, atribuidas retrospectivamente a un personaje primitivo. De las dos, la bendición de Moisés parece ser la última, y en consecuencia se atribuye debidamente a este personaje.
La referencia a José en la bendición de Jacob no alude en concreto a las tribus separadas de Efraím y Manasés. Pero la bendición de Moisés habla de:
Deuteronomio 33.17.
....las miríadas de Efraím, las miríadas de Manasés.
El hecho de que José y Leví reciban la bendición más larga y gloriosa indicaría que los dichos se recopilaron y recibieron su forma definitiva por manos sacerdotales en el reino norte de Israel, dominado por las tribus de José y, en particular, por las «miríadas» de la más populosa Efraím. En ese caso, ello tuvo que hacerse antes de la destrucción del reino del Norte, en el 722 aC.
En este sentido, otra indicación la da el hecho de que la tribu de Judá recibe una mención breve y más bien indiferente:
Deuteronomio 33.7. ...
Por él luchó tu mano, fuiste ayuda contra sus enemigos...
[67]
No se menciona el reino de Judá. Es lógico, pues si se agruparon las máximas en el reino del norte después de que se hubiera escindido de la dominación judaica, seguramente no reconocería la validez de la monarquía davídica. Sin embargo, en la bendición de Jacob se destaca mucho la dignidad real judaica, lo que indicaría que la serie de máximas se remontaría a la época de un reino no dividido, tal vez hacia el 950 aC.
La bendición de Moisés señala la decadencia de las tribus de Rubén y de Simeón, cuyas señales ya son visibles en la anterior bendición de Jacob.
En las bendiciones de Moisés no se menciona en absoluto a Simeón. Tal tribu había perdido su identidad; fue absorbida por Judá y desapareció completamente de las fuentes del norte. De Rubén, todo lo que se dice es:
Deuteronomio 33.6.
Viva Rubén y no se extinga, y no sean pocos sus varones.
Pero esto atenúa la situación real, porque la palabra «no» la añadieron los piadosos traductores de la versión King James, que no creyeron conveniente que Moisés dijera algo que pareciese una maldición. Sin embargo, la partícula «no» está ausente en el original hebreo.
Las versiones católicas traducen así este versículo: «Que Rubén viva y no muera, pero que sus varones sean pocos».
[68]
Esto representa la situación real en los primeros tiempos tribales; en la época de los reinos
murió
Rubén, tras ser absorbida su tribu por Moab.
Al término de los discursos del libro del Deuteronomio, sube Moisés a la cumbre del monte Nebo o monte Fasga, desde donde el patriarca contempla Canán, tierra que no pudo pisar, muere y lo entierran, Así concluye su vida llena de acontecimientos.
Josué • Jericó • Gálgala • Las murallas (de Jericó) • Hai • Gabaón • Alayón • Merom • Sidón • Los filisteos • Las tribus • Monte Efraím.
Para los judíos, los cinco primeros libros de la Biblia («la Ley») configuran la primera de las tres grandes divisiones del Antiguo Testamento. La segunda división incluye veintiún libros que en su conjunto forman «los profetas». De éstos, los seis primeros, que son fundamentalmente históricos, constituyen los «profetas primitivos», y el libro de Josué, así llamado en honor del general cuyas acciones dominaron los acontecimientos que describe, es el primero de ellos.
Sin embargo, el libro de Josué procede de las mismas fuentes que los cinco libros de la Ley, al parecer recibió su forma escrita definitiva en la misma época y por los mismos grupos sacerdotales, y lleva a su punto culminante el tema de los cinco primeros libros. Así pues, está plenamente justificado el tratar como una unidad a los seis libros primeros (Hexateuco). (Puede ignorarse la tradición rabínica de que fue el propio Josué quien escribiera el libro.)
El libro de Josué describe una versión idealizada de la conquista de Canán; conquista que llevó a una culminación triunfal la promesa de Dios de entregar Canán a los descendientes de Abraham, tal como se describe en el Génesis.
Se relata cómo el ejército israelita, bajo un mando unificado, domina todo el país en una brillante serie de campañas. En realidad, tal como aparecerá en otras fuentes bíblicas, la conquista fue mucho más desorganizada, gradual e imperfecta. Sin embargo, aunque los incidentes fundamentales del libro de Josué fueran descritos con claridad y brillantez por la devoción sacerdotal en la época del Exilio (unos siete siglos después de los acontecimientos descritos en ese libro), bien pueden reflejar tradiciones que a su vez representen acontecimientos reales.
El libro de Josué empieza en el momento de la muerte de Moisés, cuando Josué ben Nun, hasta entonces ayudante militar de Moisés, es ascendido a comandante en jefe. Desde luego, el libro toma el nombre de ese Josué.
En seguida, Josué hizo preparativos para lanzar una ofensiva contra Canán.
Josué 2.1.
Josué... mandó en secreto dos espías desde Setim, diciéndoles: «Id a explorar la tierra y Jericó...
Jericó era una ciudad fortificada en el valle del Jordán, a ocho kilómetros al oeste del río y a unos veinticuatro al noreste de Jerusalén. Su territorio está situado a 255 metros bajo el nivel del mar y comparte las temperaturas semitropicales del valle del Jordán.
Jericó es un emplazamiento habitado desde muy antiguo, y hay señales de que allí existía una ciudad antes del 5000 aC. La ciudad que Josué planeaba atacar podía ser la tercera situada en aquel emplazamiento; las dos primeras habían sido sucesivamente destruidas.
El habitar una ciudad es uno de los síntomas claves de lo que podríamos llamar civilización (la palabra «civilización» procede del término latino «civis», es decir, «ciudadano»). La construcción de una ciudad, incluso la de una hecha sencillamente con barro seco que, en resumidas cuentas, no ocupa más espacio que una manzana de una ciudad moderna, requiere cierto grado de colaboración tecnológica y social. Es imponente la idea de que Canán ya conociese al menos tres mil años de civilización en la época en que entró Abraham.
Y podía tener una antigüedad mucho mayor. En el Semicírculo Fértil se habían fundado ciudades más viejas. En 1966, arqueólogos de la Universidad de Toronto informaron del descubrimiento de un emplazamiento en la región norte del Éufrates con casas que debieron construirse hacia el 8500 aC. En comparación con esa fecha, las pirámides son estructuras modernas y Abraham casi un contemporáneo nuestro.
El Jericó que Josué pensaba atacar estaba bien fortificado; las ruinas que, según se cree, son del Jericó cananeo tienen murallas de un grosor de tres metros y medio a cuatro y medio. Sin embargo, los espías descubrieron que, dentro de los límites de la ciudad, la moral era muy baja. No tuvieron dificultad en hallar refugio en casa de una cortesana llamada Rahab que estaba dispuesta a traicionar a la ciudad a cambio de seguridad durante el inevitable saqueo. Les informó de que:
Josué 2.9.
...vuestro terror ha caído sobre nosotros de tal forma, que todos los moradores del país han sentido pánico ante vuestra presencia.
Cuando dieron estas noticias a Josué, éste debió convencerse de que, con los defensores desanimados y con una «quinta columna» en el interior de la ciudad, no tenía más que atacar. Se preparó a hacerlo.
Josué ordenó salir al ejército israelita de Setim, un campamento a ocho kilómetros al este del Jordán. Marchó hacia el oeste y cruzó el río que, según el relato bíblico se abrió a su paso, como el mar Rojo ante Moisés. Josué ordenó que se llevaran doce piedras del lecho, temporalmente seco, del Jordán.
Josué 4.19.
El pueblo... acampó en Gálgala, al límite oriental de Jericó.
Josué 4.20.
Josué alzó en Gálgala las doce piedras que habían cogido del Jordán.
Gálgala (
Gilgal
) significa «círculo de piedras», y en la Biblia se mencionan varios lugares con ese nombre. Para los hombres de la Edad de Piedra, un círculo de piedras grandes tenía un significado religioso, y círculos semejantes se encuentran en muchos sitios. El más grande y famoso de tales círculos que aún se conserva, al menos en parte, está en Stonehenge, en Inglaterra. En la actualidad se cree que el círculo de Stonehenge sirvió de calendario primitivo para fechar fenómenos como los eclipses de luna, pero la relación entre astronomía y religión es tan estrecha en las culturas primitivas, que no resultaría extraño que al mismo tiempo obedeciese a un propósito religioso.
El Gálgala más famoso de Canán es el que se menciona en Josué 4.19, y suele situarse a pocos kilómetros de Jericó en dirección del Jordán. Es muy probable que el círculo de piedras que dio su nombre a la zona se remontase a tiempos cananeos y desempeñara un papel en la religión cananea. La aureola de santidad que lo rodeaba incluso después de la conquista debió ser sumamente repugnante para el yahvismo, si en cierto modo no se hubiera vinculado al punto de vista sacerdotal de la historia. (Esa habilidad para asimilar conceptos anteriores es característica de las religiones de éxito. El Islam asimiló la Kaaba y la santidad de la Meca del pasado pagano, y el cristianismo asimiló la celebración de la Navidad de ritos paganos que se centraban en el solsticio de invierno.)
En este caso, el círculo de piedras se asociaba con el paso de Jordán por parte de Josué. El hecho de que fuesen doce piedras no refleja necesariamente las doce tribus de Israel, y por tanto no indica un origen israelita. Por un accidente astronómico, el ciclo de las estaciones es doce veces tan largo como el ciclo de las fases de la luna; es decir, el año se compone de doce meses. Por ese motivo, el número doce pudo tener un enorme significado para las sociedades agrícolas. Por ejemplo, los doce signos del zodíaco ofrecen una disposición que señala los doce meses, y el sol realiza su trayectoria por el firmamento a lo largo de un año. En realidad, algunos tratan de relacionar a las doce tribus de Israel (¿por qué doce, exactamente?) con los doce signos del zodíaco, pero eso quizá sea ir demasiado lejos. Sin duda, debe concederse cierto margen a la coincidencia.
Tal como se describe en la Biblia, el sitio de Jericó estuvo acompañado de desfiles ceremoniales en torno a la ciudad a cargo de hombres armados, mientras los sacerdotes también la rodeaban llevando el arca de la alianza y haciendo sonar trompetas. Eso se repitió durante seis días, y al séptimo la ciudad fue rodeada siete veces (una indicación del pequeño tamaño de la ciudad según los cánones modernos). Cuando hubo concluido esto,
Josué 6.20.
...el pueblo ... se puso a gritar clamorosamente, las murallas de la ciudad se derrumbaron...
Si tomamos el relato bíblico al pie de la letra, se trata de un milagro, pero los que buscan explicaciones naturales suelen sugerir que el desmoronamiento se debió a un terremoto. Si eso es cierto, fue un terremoto que afortunadamente se produjo muy a tiempo.
En realidad, es fácil suponer que las vueltas en torno a la Ciudad tenían un propósito táctico cuidadosamente calculado. En primer lugar, servirían para desanimar aún más a los defensores de la ciudad, porque el pueblo de Jericó se pondría realmente nervioso ante los hilos sombríos y majestuosos de una red sobrenatural que envolvía la ciudad. Para los devotos religiosos de aquellos días, los invasores invocaban a un Dios muy poderoso del que casi podría esperarse cualquier cosa. Los dirigentes de la ciudad debieron tener muchas dificultades para que el populacho no se rindiera inmediatamente.
En segundo lugar, mientras los defensores contemplaban fascinados el lento desfile en torno a la ciudad y escuchaban el sonido pavoroso de las trompetas, quizá no tuvieran tiempo de ver y oír la muy terrenal actividad de los zapadores de Josué, que poco a poco socavaban las murallas de la ciudad.
Así cayó Jericó. La ciudad fue saqueada y destruida para siempre tal como se pretendía.
Josué 6.26.
Entonces juró Josué ...: «Maldito ... quien se ponga a reedificar esta ciudad de Jericó...