En el pasado, era costumbre suponer que cada juez ejercía el gobierno sobre todo Israel, y que los períodos de su poder se sucedían los unos a los otros. Si aceptamos esto y seguimos con atención las referencias a los períodos históricos, normalmente expresados en números redondos que evidentemente no pretenden ser exactos, la época que abarca el libro de los Jueces resultaría ser de 410 años.
El período termina con la subida de Saúl al trono, y ese acontecimiento puede fecharse con legítima confianza en el 1028 aC. El período de 410 años del libro de los jueces situaría la conquista de Canán en torno al 1440 aC, y el Éxodo hacia 1480 aC.
Esto es enteramente improbable. Es imposible que el Éxodo y la conquista tuviesen lugar en el siglo quince aC.
En cambio, debemos apuntar el 1200 como fecha más probable del Éxodo, y alrededor del 1150 la de la muerte de Josué. Esto significa que el período de tiempo que abarca el libro de los Jueces no puede ser más de 125 a 150 años.
Para aceptar ese breve espacio de tiempo, sólo necesitarnos suponer que los Jueces no gobernaron en todo Israel y que no lo hicieron de manera consecutiva. El libro de los Jueces es una serie de leyendas surgidas independientemente de cada tribu que algún redactor o redactores tejieron en una historia global sin molestarse en detallar la cronología. En tales circunstancias, sería lógico que los diversos jueces rigieran en tribus individuales o en pequeños grupos de tribus, y que se destacaran dos o tres al mismo tiempo.
En aquel momento bajo de la historia israelita, de 1150 a 1028 aC, eso fue todo lo que los hebreos pudieron hacer para combatir a los soberbios poderes de la mitad occidental del Semicírculo Fértil. Fueron realmente afortunados por el hecho de que no tuvieron que enfrentarse con ningún imperio grande. Contra un hombre como Tutmosis III o Hammurabi, sus jueces no los habrían salvado.
En Egipto, Ramsés III, el último de los grandes faraones murió en el 1158 aC, casi al mismo tiempo que Josué. Los ocho faraones que le sucedieron, todos llamados Ramsés, fueron débiles y tuvieron poca importancia. En el 1075 aC empezó a gobernar la dinastía XXI, constituida por los sumos sacerdotes de la lejana ciudad de Tebas. Durante todo el período de los jueces, Egipto bien podría haber estado en otro planeta.
Al oriente, la nación de Asiria iba incrementando su fuerza poco a poco. La región de Asiria, en el alto Tigris, había desarrollado una civilización en épocas primitivas. Formó parte del imperio de Sargón de Acade (v. cap. l), pero en tiempos posteriores, cuando la región del Tigris-Eufrates se fragmentó en ciudades-estado y Sumeria agonizaba, atravesó una etapa de solidez y prosperidad. En el período patriarcal, Asiria era un país de mercaderes ricos.
Cayó bajo la dominación de Hammurabi, pero recobró su independencia y, hacia el 1500 aC, se convirtió en parte del grupo de Estados que rivalizaban por el dominio del Semicírculo Fértil. Tales adversarios eran el imperio egipcio, el imperio hitita, el imperio mitaniano y el imperio asirio. Los hititas deterioraron gravemente a Mitani, y a su vez fueron debilitados por Egipto. Cuando el poderío egipcio empezó a decaer en Asia bajo Akenatón, Asiria se convirtió en la nación más fuerte de la zona.
En el 1235 aC Tukulti Ninurta I se convirtió en rey de Asiria y seguía reinando en la época del Éxodo. Al abrigo de los estragos causados por las migraciones bárbaras de la época, Asiria absorbió lo que quedaba de Mitani y luego conquistó Babilonia, extendiendo su poder hasta el golfo Pérsico. Tukulti Ninurta fue legendariamente exaltado por haber sido el primer rey conquistador asirio, sirviendo de modelo al Nemrod bíblico (v. cap. 1) y, en consecuencia al Nino griego.
Sin embargo, todavía no estaba dispuesta Asiria para la dominación de todo el Semicírculo Fértil. A Tukulti Ninurta le sucedió una serie de monarcas débiles bajo cuyo reinado recuperó Babilonia su independencia. El rey asirio Teglatfalasar I, que reinó de 1116 a 1093 aC, volvió a llevar al país a una etapa de poder, pero también a él le sucedieron reyes débiles que tuvieron que enfrentarse a una serie de ataques de un nuevo grupo de nómadas procedentes del norte, los arameos.
En otras palabras, durante el período de los jueces, los días de Egipto habían terminado, y los de Asiria aún no habían llegado del todo. En el espacio de tiempo que los separa, los israelitas fueron capaces de desenvolverse únicamente frente a la oposición de aquellos enemigos que, de manera precaria, podían dominar.
El autor posterior del libro de los Jueces debió encontrar dificultades para explicar los sufrimientos y las derrotas de los israelitas, en vista de la tradicional protección divina que envolvía las historias del Éxodo y de la conquista con Moisés y Josué.
Su piadosa explicación de los acontecimientos posteriores es que la derrota y la esclavitud se enviaron a los israelitas como castigo por sucumbir a la tentación de los ritos religiosos cananeos.
Jueces 2.11.
Los hijos de Israel hicieron el mal... y sirvieron a los baales.
Jueces 2.13.
...y Astarté.
«Baales», tal como traduce la Revised Standard Version, viene del hebreo «baalim», y en esa lengua el sufijo «im», es la forma corriente del plural. «Astarté» viene de «Ashtarot» que, como «baalim», también es plural. En este caso, la forma singular es «Ashtoret», que es el equivalente femenino de «Baal». Del mismo modo que «Baal» («Señor») es el nombre genérico de un dios semítico, «Ashtoret» («Señora») es el nombre genérico de una diosa semítica.
En realidad, Ashtoret es una deformación del nombre correcto, Astarté. Tal deformación la originaron redactores piadosos que más tarde sustituyeron los sonidos vocálicos de
boset
(«abominación») en el nombre; lo mismo que se había hecho al convertir «Melec» en «Moloc» (v. cap. 3).
La Astarté más famosa era la que se adoraba en Tiro, la ciudad fenicia más importante en tiempos de la monarquía. Su veneración iba a tener una influencia considerable en el reino de Israel. Astarté es la versión de su nombre que se emplea en la mitología griega. La diosa babilónica más importante ostenta otra variación del mismo nombre: Istar.
Una y otra vez resuena el estribillo del libro de los Jueces. Los israelitas sirven a otros dioses y son castigados con el sometimiento a un tirano extranjero. Se arrepienten y surge un juez que los libera.
El primer caso se presenta inmediatamente después de la conquista.
Jueces 3.7.
Hicieron el mal los hijos de Israel... sirvieron a los baales y aseras.
Jueces 3.8.
... Yahvé... los entregó en manos de Cusán Risataim, rey de Aram...
Jueces 3.9.
Clamaron a Yahvé los hijos de Israel, y suscitó Yahvé a los hijos de Israel un libertador...: Otoniel, hijo de Quenaz, el hermano menor de Caleb.
La palabra hebrea que en el Jueces 3.7 se traduce por «bosques» es
aserot
, la forma plural del término
asera
[73]
. En las diversas versiones modernas de la Biblia, tal término se deja sin traducir, porque
aserot
es otra palabra utilizada para aludir a las diosas cananeas. La confusión surge del hecho de que la palabra también se emplea para designar una pértiga o un pilar de madera (tal vez un resto de la antigua veneración a los árboles) que se consagraban a la diosa. No es difícil pasar de una pértiga a un árbol y a un bosque. Es posible que
Asera
fuese otra forma de
Astarté
.
La forma completa de Aram es Aram Naharaim, cuya traducción es «Mesopotamia»; se trata del distrito donde estaba Jarán, de manera que es imaginable que la invasión viniera del norte.
No hay posibilidad de situar la región en un lugar concreto, pues Cusán Risataim significa en hebreo «el cusita de doble iniquidad». Sin duda no se trataba del nombre verdadero del individuo, sino un sobrenombre bastante desdeñoso que le dieron los autores bíblicos. Por tanto, resulta imposible saber de quién se trataba en realidad.
Si la invasión vino del norte, habría que preguntarse por qué fue Otoniel quien dirigió el contraataque. Otoniel es un héroe popular de Judá; según el Jueces 1.13, fue el conquistador de Hebrón, y, por tanto, habitaba en el extremo sur. O bien Cusán Risataim conquistó todo Canán hasta Judá, o bien Otoniel actuó como comandante en jefe de las tribus unidas. Ninguna de las dos cosas parece muy probable. Es posible que la confusión sea el resultado de la fusión de dos tradiciones, una del norte y otra del sur.
La siguiente invasión, después de que los israelitas cayeran presa de dioses extranjeros, es menos enigmática.
Jueces 3.12. .
Eglón, rey de Moab...
Jueces 3.13.
[74]
Y juntó consigo a los hijos de Ammón y de Amalec, y fue e hirió a Israel, y tomó la ciudad de las palmas.
Se describe una federación de tribus hebreas de la Transjordania bajo la dirección de Moab. Éstas repitieron entonces la táctica de Josué de cruzar el río Jordán en dirección de Jericó («la ciudad de las palmas»). Jericó ya no existía, pero la federación ocupó el área circundante, que entonces formaba el territorio de la tribu de Benjamín.
Las cosas cambiaron cuando Aod, un benjaminita zurdo que fue enviado para pagar tributo a Eglón, se las arregló para matar a éste de una puñalada. (Posiblemente, la utilización con la mano izquierda de un puñal oculto en el muslo derecho, en lugar del habitual lado derecho, pilló por sorpresa al rey.) En la confusión que se produjo a continuación, un ataque israelita logró rechazar a los moabitas al otro lado del Jordán.
Otoniel y Aod son el primer y el segundo juez; a continuación de la historia de Aod se menciona brevemente al tercer juez, Samgar, que al parecer logró una victoria sobre los filisteos. Seguidamente viene un relato minucioso de un peligro importante.
Jueces 4.2.
Y los entregó Yahvé (a los israelitas) en manos de Jabín... que reinaba en Jasor y tenía por jefe de su ejército a Sísara, que residía en Jaroset...
Jueces 4.3.
...pues tenían aquellos novecientos carros de hierro y desde hacía veinte años oprimían duramente a los hijos de Israel.
Jasor está situada al extremo norte de Canán, en el territorio asignado a la tribu de Neftalí. Está a unos seis kilómetros al suroeste del lago Huleh. Jaroset está a unos sesenta y cinco kilómetros al suroeste, cerca del mar, en el territorio de Zabulón.
Es de imaginar la existencia de una liga de ciudades al norte de Canán, inconquistables gracias a las armas de hierro con que estaban equipados sus ejércitos, que imponían tributo a las tribus israelitas del norte.
Esta situación indica claramente que el relato ofrecido en el libro de Josué es una versión muy idealizada de la conquista. Según el libro de Josué, fue el rey Jabín de Jasor quien dirigió la coalición del norte contra los israelitas, sufriendo una derrota desastrosa en las aguas de Merom (v. cap. 6). Josué remató enérgicamente aquella victoria:
Josué 11.10.
Josué se apoderó de Jasor, pasando a su rey al filo de la espada...
Josué 11.11.
Pasaron a filo de espada a todos los vivientes que en ella se hallaban, dándolos todos al anatema; nada quedó de cuanto vivía, y Jasor fue dado a las llamas.
¿Pudo realmente Josué lograr una victoria tan grande? Si fue así, ¿cómo explicar el renacimiento milagroso de Jasor, que al cabo de unas décadas existía de nuevo en el reinado de otro Jabín y con el poderío suficiente para dominar el norte de Israel? ¿O fue la derrota cananea, que se describe un poco más adelante, la que se trasladó a tiempos de Josué mediante un anacronismo?
Después de la conquista, Efraím mantuvo durante un tiempo su posición como tribu dirigente. Aunque la jefatura superior de Josué de Efraím fuera una idealización posterior, puede aceptarse sin embargo que lograse victorias importantes aun cuando sólo hubiera dirigido a los efraimitas. La brillantez de las victorias de Josué se propagaría de generación en generación, otorgando a Efraím su derecho a la supremacía militar celosamente defendido.
Puede darse por seguro que en cualquier acción conjunta de las tribus era Efraím quien ostentaba la iniciativa y el mando; y que si las otras tribus no reconocían este hecho, se acabaría en guerra civil, como ocurrió en una ocasión importante. (Esto es muy semejante a la experiencia que sufrió Grecia cinco o seis siglos después, cuando toda acción combinada de las ciudades-estado griegas se llevaba bajo el único mando de Esparta.)
La hegemonía efraimita debió sentirse en las tribus vecinas de Benjamín, al sur, y de Manasés, al norte. Quizá se refleje esto en la tradición de que las tres descendían de aquellos hijos de Jacob cuya madre fue Raquel (José y Benjamín). En otras palabras, Efraím encabezó la estrecha alianza de las «tribus de Raquel», y de manera más informal ejerció su influencia más allá de ese núcleo central.
El término «monte Efraím» puede aplicarse específicamente al país montañoso de Efraím; pero en vista de esto, también puede aplicarse en sentido más amplio a las zonas montañosas que limitan el territorio de Efraím por el norte y por el sur. Es lo más lógico, porque el libro de los Jueces recibió su forma definitiva después de la extinción del reino norte de Israel, sobre el que la tribu de Efraím ejercía tal dominio, que su nombre se empleaba poéticamente para denominar a todo el reino. Por tanto, «monte Efraím» se emplearía a veces para referirse en general a las tierras altas del norte de la tribu.
Así, después de que Aod el benjaminita asesinara a Eglón de Moab, se retiró a las fortalezas israelitas de las montañas:
Jueces 3.27.
... hizo tocar las trompetas en el monte de Efraím. Los hijos de Israel bajaron con él de la montaña...
No es preciso concluir que Aod tuvo que retirarse al territorio de Efraím para enviar mensajes con el fin de reunir tropas. Pudo haberlo hecho desde la sección occidental del territorio de Benjamín. Sin embargo, es lógico suponer que los efraimitas se reunieran con él.
Como suele ocurrir cuando se reconoce como jefe militar a un miembro de una alianza indeterminada, se permite continuar la agresión en la medida en que el territorio de tal jefe no se vea directamente amenazado. De ese modo, en Grecia resultaba difícil que Esparta entrase en acción mientras no se invadiera el Peloponeso. Igualmente, Efraím se mostraba reacio a atacar a los moabitas mientras sólo estuviese ocupado el territorio benjaminita, negándose a actuar mientras Jabín de Jasor y su general Sísara limitaran su actividad a someter a tributo a las tribus norteñas de Neftalí y Zabulón