Muchas veces ha ocurrido que, tras ser destruidas, algunas ciudades han recibido maldiciones de enemigos inveterados. Fuera de la Biblia, el caso más famoso es el de Cartago, la ciudad cananea más grande y fuerte de la historia (era una colonia fenicia). Cartago libró tres guerras colosales con Roma, separadas por más de un siglo, y en una ocasión estuvo a punto de derrotar a Roma. Cuando Roma tomó finalmente Cartago, en el 146 aC, destruyó por completo la ciudad y tomó medidas para que no la volvieran a edificar jamás.
Sin embargo, las ciudades no se construyen sin motivo; suelen situarse en el emplazamiento de un puerto de mar, en el vado de un río o en algún sitio que domine las rutas comerciales. Los habitantes de una ciudad convenientemente situada alcanzan prosperidad y, por mucha que sea la maldición lanzada contra su emplazamiento, no es probable que siga vacío para siempre.
Así, poco más de un siglo después de su destrucción, Cartago volvió a construirse. La Cartago romana floreció durante seis siglos, casi en el mismo sitio del emplazamiento maldito. En el reinado del rey Acab, tres siglos después de Josué, se levantó una nueva Jericó israelita que sobrevivió y prosperó a lo largo de la época del Nuevo Testamento. Esa nueva Jericó fue destruida durante las invasiones de persas y árabes en el siglo séptimo dC, y los cruzados construyeron otra Jericó cuatro siglos después.
La última Jericó sigue existiendo en nuestros días; su nombre árabe es Erija, bastante reconocible, y tiene una población de unos 2.000 habitantes.
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Tras la caída de Jericó, Josué continuó el avance hacia el oeste, hasta el corazón de Canán.
Josué 7.2.
Josué mandó desde Jericó hombres hacia Hai, que está al oriente de Bétel...
Hai se encontraba a diecinueve kilómetros al noroeste de Jericó, y a tres kilómetros más al noroeste estaba Bétel, la importante ciudad vinculada al sueño de la escala de Jacob (v. cap. l). Las dos ciudades estaban bajo el mismo soberano o se habían aliado contra los israelitas.
Con excesiva confianza al principio, los invasores atacaron con pocas fuerzas y fueron rechazados. En consecuencia, Josué situó un contingente de hombres emboscados y luego lanzó un ataque más cauteloso. Esta vez pretendía derrotarlos, y ordenó a sus hombres que rompieran las defensas y se retiraran. Los hombres de Hai y de Bétel, demasiado confiados a su vez, abandonaron imprudentemente las defensas para salir en persecución de los atacantes.
En el momento adecuado, los israelitas se volvieron para dar batalla, y cuando los cananeos pretendieron volver a sus ciudades, las encontraron ocupadas por los israelitas que estaban emboscados. Hai fue saqueada, incendiada y destruida. A diferencia de Jericó, no volvió a construirse.
(Después de esto, la Biblia relata cómo los israelitas subieron al monte Garizim y al monte Ebal para realizar el ceremonial de las bendiciones y maldiciones que Moisés había ordenado antes de su muerte. No es probable que esto se hubiera hecho en una etapa tan temprana de la conquista, sino sólo después de que Canán estuviese bajo un dominio más o menos completo. Sin embargo, los autores del Deuteronomio estaban deseosos de mostrar el modo en que los israelitas habían obedecido los mandatos de Moisés hasta el final, para que sirviera de ejemplo en su tiempo. Por tanto, insertaron el pasaje en la primera oportunidad que se les presentó.)
Las dos victorias de los israelitas en Jericó y en Hai pusieron a todo Canán en un estado de alarma y emergencia. Esto fue particularmente cierto en la ciudad de Gabaón:
Josué 9.3.
Los habitantes de Gabaón, al saber cómo había tratado Josué a Jericó y a Hai,
Josué 9.4.
recurrieron a la astucia...
No puede culparse a Gabaón. La ciudad está situada a unos veintisiete kilómetros al oeste de Jericó y a ocho al sur de Hai, de modo que había muchas posibilidades de que fuese el siguiente objetivo del ejército israelita.
(Gabaón era una gran ciudad para su tiempo, pero ahora sólo es un pueblo pequeño que lleva el reconocible nombre árabe de El Jib. El pueblo de Gabaón era jeveo, una de las tribus que los primeros libros de la Biblia mencionan rutinariamente como destinada a ser conquistada por los israelitas. Los jeveos también dominaron Siquem en la época patriarcal (v. cap. 1 ).
Los gabaonitas utilizaron la «astucia» poniéndose ropas viejas y llevando con ellos alimentos pasados. Cuando se presentaron a Josué en el campamento de Gálgala, se identificaron como embajadores de un país lejano. Establecieron un tratado de paz, y cuando más tarde se descubrió el engaño, el tratado se cumplió, salvándose Gabaón de la destrucción y sus habitantes de la muerte. Se dice que los gabaonitas fueron sometidos a esclavitud, pero esto no debió suceder realmente hasta la época de Salomón, tres siglos después.
Es difícil entender cómo pudieron los gabaonitas engañar a Josué de esa manera, o creer que los violentos invasores israelitas respetaran un tratado firmado con engaños. Sin embargo, los autores del libro de Josué, al describir una conquista ideal y completa de Canán, debían respetar el hecho conocido de que algunas ciudades cananeas mantuvieron un grado razonable de independencia hasta la época de David y Salomón. La historia del engaño de Gabaón lo respetaba al tiempo que no menoscababa la gloria militar de Josué.
La deserción de Gabaón a los israelitas constituyó otro serio revés para los cananeos. Los insignificantes reinos del sur, bajo la dirección de las grandes ciudades de Jerusalén y Hebrón, formaron una alianza contra el enemigo común y marcharon contra Gabaón para obligarla a volver a las filas cananeas.
Para alivio de Gabaón, las fuerzas israelitas avanzaron con rapidez y en una gran batalla dispersaron y destruyeron a los cananeos. Durante esta batalla, tuvo lugar uno de los acontecimientos más famosos que se describen en la Biblia:
Josué 10.12.
...habló Josué... y dijo: «Sol, detente sobre Gabaón; y tú, luna, sobre el valle de Ayalón;
Josué 10.13.
y el sol se detuvo, y se paró la luna... El sol... no se apresuró a ponerse, casi un día entero.
Josué 10.14.
No hubo, ni antes ni después, día como aquel...
Ayalón era una ciudad que estaba a unos dieciséis kilómetros al oeste de Gabaón.
La Biblia afirma que ese milagroso alargamiento del día se produjo con el fin de permitir que los israelitas completaran su victoria, Hubo quienes, interpretándolos en sentido literal, utilizaron estos versículos veinticinco siglos después para combatir la teoría copernicana de que el sol estaba fijo y la tierra se movía a su alrededor. Al fin y al cabo, si Josué ordenó detenerse al sol, sería porque el sol debía moverse de ordinario. (Esta dificultad desaparece si se entiende el principio del movimiento relativo, pero el propósito de este libro no es considerar las relaciones de la Biblia con la ciencia, y pasaremos por alto este tema.)
A continuación de esa batalla, la Biblia describe rápidamente la incursión de Josué por el sur de Canán, en la que captura una serie de ciudades de la región que más tarde sería el territorio de la tribu de Judá. Se tomó Hebrón, pero no menciona a Jerusalén, cosa que no es de extrañar, porque tal ciudad siguió siendo cananea e independiente hasta la época de David.
Entonces, a las ciudades del norte de Canán les tocó el turno de establecer una alianza contra Josué.
Josué 11.5.
Reuniéronse todos (los reyes) y vinieron a acampar concentrados junto a las aguas del Merom, para combatir a Israel.
A lo largo de su curso, el río Jordán atraviesa tres masas de agua cerradas. La más al sur y más grande es, por supuesto, el mar Muerto (v. cap. 1). A unos ciento cuatro kilómetros al norte del mar Muerto está el mar de Galilea, y a unos diecinueve más al norte se encuentra el lago Huleh. Suele considerarse que el lago Huleh eran las «aguas de Merom». Es la más pequeña de las tres masas de agua a las que se une el Jordán; sólo tiene seis kilómetros y medio de largo por cinco de ancho.
En Merom, Josué logró otra gran victoria y se dice que persiguió al enemigo hacía el norte, hasta una distancia bastante improbable.
Josué 11.8.
Yahvé los entregó enteramente en manos de Israel, que los batió y los persiguió hasta Sidón la grande...
Sidón es una ciudad de la costa mediterránea situada a unos doscientos ocho kilómetros al norte de Jerusalén. La zona de Sidón, que ahora forma la región costera del Líbano actual, estaba habitada por cananeos que nunca fueron conquistados por los israelitas. Incluso en la época de mayor poderío de Israel, las ciudades cananeas de la costa libanesa no estaban bajo su dominio, aunque mantenían una alianza con él.
En tiempo de la conquista israelita de Canán, Sidón era la ciudad más grande y poderosa de las situadas al norte, y por tanto la Biblia denomina sidonianos a todos los habitantes de la región.
Los habitantes de la zona eran tan famosos por la fabricación de un tinte púrpura que utilizaban en la ropa, que ese color dio nombre al pueblo y al país. A veces se afirma que la palabra Canán se deriva de un antiguo término semítico que significa «púrpura». Puede y no puede ser así, pero está bastante claro que el nombre griego de la región se deriva del color del tinte. El nombre griego es «Fenicia», derivado de una palabra que significa «rojo púrpura». En la actualidad, a ese pueblo se le conoce de manera invariable como «fenicio», aunque tal palabra no se utiliza en la Biblia. Y el familiar término de «fenicio» no debe ensombrecer el hecho de que el pueblo así llamado era racial y culturalmente indistinguible de los cananeos del sur.
En la época de Josué, los fenicios ya habían realizado su única y gran contribución a la cultura: la invención del alfabeto. La escritura se inventó en una serie de lugares independientes entre sí: Sumeria, China, América Central. Sin embargo, en todos estos casos los símbolos que se empleaban eran dibujos de objetos o trazos abstractos que representaban palabras o conceptos.
Por lo que sabemos, en algún período oscuro de su historia primitiva los fenicios fueron los primeros en tener la idea de establecer unos cuantos trazos, y asignarles a cada uno el valor de una consonante. Al agrupar tales trazos (letras), podía crearse cualquier palabra; incluso podía pronunciarse una palabra desconocida diciendo en voz alta las letras. Las diversas tribus hebreas, incluidos los moabitas y los israelitas, adoptaron el alfabeto fenicio.
Los griegos también adoptaron el alfabeto fenicio, dando a algunas letras sonidos vocálicos. (Los mitos griegos manifiestan claramente que las letras fueron inventadas por el príncipe fenicio Cadmo, que emigró a Grecia y fundó la ciudad de Tebas.
En realidad, suele aceptarse que el alfabeto, en cuanto diferente de la escritura en general, sólo fue inventado una vez, y que todos los alfabetos modernos, por extraños que algunos de ellos parezcan, son versiones más o menos modificadas del alfabeto fenicio original.
En los siglos inmediatamente posteriores a la conquista israelita, decayó la importancia de Sidón. Los grandes días de Fenicia aún estaban por venir; de hecho, coincidieron con la época áurea de Israel. Sin embargo, en esos tiempos gloriosos la jefatura recaería en otras ciudades, no en Sidón. Pero Sidón todavía existe hoy, con el nombre de Saida; es un puerto del Líbano con una población de unos 25.000 habitantes.
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Su puerto, excelente en la antigüedad, está ahora medio obstruido por el lodo y casi enteramente inutilizado. La ciudad está rodeada de huertos frutales Y es el término mediterráneo de un oleoducto procedente de Arabia Saudí.
Incluso bajo la descripción idealizada de la conquista tal como se presenta en el libro de Josué, es imposible negar que algunas zonas de Canán quedaron sin conquistar. La principal, incluye la parte sur de la costa de Canán:
Josué 13.2.
Mira lo que queda: todos los distritos de los filisteos...
Josué 13.3.
... el de Gaza, el de Azoto, el de Ascalón, el de Gat y el de Acarón...
El término «filisteo», que sustituye al más antiguo de «caftorim» (v. cap. 5), puede ser el nombre que el pueblo de la región se daba a sí mismo. Las inscripciones egipcias los denominan «pulesati». En hebreo, eso se convirtió en «Pelistim», y en griego, «filistinoi».
Según fuentes históricas ajenas a la Biblia, se menciona por primera vez a los filisteos en los anales de una nueva dinastía egipcia, la XX. Tras la muerte de Merneptah en el 1211 aC, la gran dinastía XIX de Ramsés II desapareció tras los breves reinados de unos cuantos faraones débiles. La dinastía XX empezó con el reinado de Setnak, en el 1192 aC.
En el 1190 aC, Ramsés III subió al trono, iniciando un reinado de más de treinta años. Fue el último monarca poderoso natural de Egipto. Bajo su reinado, los pueblos del mar fueron definitivamente rechazados y Egipto recobró cierto orden y poderío. Tuvo una sólida influencia en Asia, pero no cambió el curso de la historia y los acontecimientos de Canán prosiguieron sin que se produjera intervención militar alguna por parte del faraón. La conquista israelita de Canán parece que tuvo lugar durante su reinado.
Además, sus crónicas se refieren a la llegada de los «pulesati». Tal vez constituyeran éstos un último contingente de los pueblos del mar, arrojados del interior de Egipto por los ejércitos de Ramsés y obligados a volver a la costa cananea. Así, los filisteos se apoderaron de la costa mientras los israelitas conquistaban el interior. Dos grandes adversarios de los siglos siguientes entraron simultáneamente en el país.
El centro del poder filisteo era una franja de noventa y seis kilómetros en la costa sur de Canán; región a la que puede denominarse «Filistea». El nombre persistió hasta mucho después de haber pasado los grandes días del poder filisteo. El historiador griego Herodoto, que escribió en el siglo quinto aC, denominó «Palaistina» a la región, y los romanos aplicaron finalmente ese nombre a todo Canán. Incluso en nuestros días, se utiliza «Palestina» para denominar a toda la región que antiguamente se llamó Canán.
Filistea se componía de cinco ciudades cuyos habitantes se enumeran en Josué 13.3: Acarón, Azoto, Ascalón, Gat y Gaza, Parece que fueron ciudades-estado al estilo griego, con una independencia considerable pero capaces de unirse en ocasiones para combatir a un enemigo común.