La civilización india es sumamente antigua; mucho más de lo que suponían los arqueólogos de principios de siglo. Desde 1920, a lo largo del río Indo se han excavado ruinas que muestran restos de ciudades inesperadamente grandes y bien trazadas cerca de los emplazamientos de aldeas conocidas en la actualidad como Harappa y Mohenjo-Daro, ciudades cuya construcción podría remontarse al 3300 aC. La del Indo fue una de las tres civilizaciones antiguas de los albores de la arquitectura urbana, pues era contemporánea de la cultura sumeria (v. cap. 1) y del antiguo reino egipcio (v. cap. l).
Hacia el 1200 aC, invadió el valle del Indo un pueblo a quien llamaremos «arios». Hablaban una forma primitiva del grupo indoeuropeo de lenguas, el sánscrito, de modo que a veces se dice «lenguas arias» al hablar de ese grupo. Procedían de lo que ahora es Irán, la nación que está al oeste del valle del Indo. En realidad, Irán, y también Irak, son formas de la palabra «ario».
La invasión aria se produjo en la era en que por todos los sitios había grandes movimientos de pueblos, y esa inquietud fue lo que llevó a Canán a filisteos y hebreos.
Ignoramos cuál era el nombre del río Indo antes de que llegaran los arios. Pero los arios lo llamaron «Shindu», que en sánscrito significa, simplemente, «río». Se aplicó tal nombre a la región que atraviesa el río, y la zona de la desembocadura del río se sigue llamando «Sind».
Persia invadió la región del Indo hacia el 500 aC, en el reinado de Darío I. En persa, Sind se convierte en «Hind» o «Hindu». Poco a poco, el nombre pasó a abarcar del valle del Indo a todo el vasto subcontinente, convirtiéndose en el «Indostán», la tierra del «Hind». Aún denominarnos «hindúes» a los nativos, «hinduismo» a su religión, e «hindi», a su lengua principal.
Los judíos adoptaron la palabra persa con una pequeño modificación, e «hindú» se convirtió en «hoddu».
Los griegos también adoptaron la palabra persa con una modificación diferente: «hindu» se convirtió en «indos». De ahí viene la versión de «Indo» para el río e «India» para el subcontinente, según las formas latinas.
Pero irónicamente, en 1947, cuando el subcontinente indio alcanzó su independencia, se dividió en dos naciones, y la región del río Indo, la India original, perdió su nombre y ahora se llama Pakistán. El resto del territorio se llama India.
Sólo desde el tiempo de Darío hasta poco después de la muerte de Alejandro el Magno, del 500 al 300 aC, estuvieron bajo un dominio único los valles del Jordán y del Indo. Antes de ese período, la India estaba más allá del horizonte bíblico; después volvió a desaparecer, aunque nunca por completo, hasta el 1500 dC, cuando la civilización occidental volvió a entrometerse en su territorio, esta vez de manera permanente.
La historia del libro de Ester empieza en el tercer año del reinado de Asuero (484 aC), con un festín en Susa tremendamente complicado, un banquete que dura año y medio. Se celebró en una época en que el verdadero Jerjes acababa de aplastar una rebelión en Egipto y otra en Babilonia y preparaba un ejército fabuloso para la fallida invasión de Grecia. Al término del gran banquete, se inició otra fiesta, más íntima, de una semana de duración, para los funcionarios del reino.
Ester 1.9.
También la reina Vasti dio un festín a las mujeres en el palacio real...
Vasti es un personaje desconocido para la historia, y la Biblia no la menciona fuera del libro de Ester. Durante la primera parte de su reinado, la mujer de Jerjes era Amestris, hija de un general persa si hacemos caso a Herodoto.
Pero Vasti no es un nombre simplemente inventado. Tiene un origen preciso, el mismo que el de todos los personajes principales del libro, aparte del de Asuero. Sencillamente, su origen está en la mitología babilónica. Vasti es el nombre de una diosa elamita.
Hacia el final del último festín, Asuero, completamente embriagado, ordenó a Vasti presentarse ante él para que pudiera mostrarle su hermosura. Vasti se negó a tal indignidad y Asuero, en un acceso de ira, la depuso como reina. Entonces ordenó que se reunieran bellas mujeres ante él para que entre ellas eligiera otra reina.
Ester 2.5.
Había en Susa, la capital, un judío llamado Mardoqueo...
Ester 2.6.
que había sido deportado de Jerusalén... con Jeconías... por Nabucodonosor...
Ester 2.7.
y había criado a Hedisa, que es Ester, hija de su tío...
Se dice aquí que Mardoqueo fue deportado con Jeconías (Joaquim; v. cap. 12), hecho que tuvo lugar en el 597 aC, y que seguía vivo en el 484 aC. Esto significaría que Mardoqueo, y también Ester, eran centenarios en la época de esta historia. Lo que indica que el autor del libro, que vivió tres siglos y medio después de los acontecimientos que describe, no sigue los documentos antiguos, sino que se inventa cosas y duda sobre la cronología.
Mardoqueo no es un nombre hebreo, y en cambio se parece de manera sospechosa al dios principal de Babilonia, Marduc, que en hebreo es Merodac. En cuanto a Ester, el nombre que oficialmente llevó en el trono la prima de Mardoqueo es una forma mucho más clara de Istar, la diosa más importante de los babilonios. En realidad, la versión aramea del nombre de tal diosa es Ester. El nombre con el que la familia conocía a Ester, Hedisa, está estrechamente relacionado con la palabra babilonia que significa «esposa», que se usa como título de Istar. En la mitología babilónica, Marduc e Istar son primos, como Mardoqueo y Ester en el libro de Ester.
Es muy tentador suponer que el autor de Ester se dedica a adaptar la mitología babilónica a una narración supuestamente histórica con el propósito de agradar a sus lectores.
Sea lo que fuere, la fábula continúa con la inclusión de Ester entre las doncellas presentadas a Asuero; éste la prefiere a las demás convirtiéndola en su reina.
Ester 2.16.
Fue conducida Ester a la presencia del rey Asuero... en el año séptimo de su reinado.
Ester 2.17.
El rey... la hizo reina en lugar de Vasti.
Entonces, según esta historia, Ester se convirtió en reina en el 480 aC, el año de la batalla de Salamina (v. cap. 15). Sin duda, el nombre de Ester se asemeja más al de la reina de Jerjes, Amestris, pero los hechos que se conocen acerca de Amestris no se parecen en modo alguno a los que en este libro se narran con respecto a Ester.
Por consejo de su primo Mardoqueo, Ester no le dice al rey que es judía y, en secreto, Mardoqueo continúa en contacto con ella. Lo que resulta útil, porque cuando Mardoqueo se entera de una intriga palaciega contra Asuero, informa de ello a Ester, que, a su vez, advierte al rey. Se ahorca a los conspiradores y se ensalza a Mardoqueo en los documentos oficiales.
Ahora aparece el villano principal:
Ester 3.1.
Después de esto, el rey Asuero elevó al poder a Amán, hijo de Hamedata, agagita, ensalzándole... sobre... todos los príncipes...
En otras palabras, se promociona a Amán al equivalente de primer ministro. Como primer ministro de Asuero (Jerjes), sería de esperar que los griegos lo conocieran. Pero Herodoto no lo menciona ni tampoco los demás historiadores griegos, no hallándose a nadie que se llamara de modo parecido.
Por otro lado, el dios principal de los elamitas se llamaba Hamman.
Lo que introduce una especulación interesante. En los siglos anteriores al establecimiento del imperio persa, Elam estaba en guerra continua con la nación que rigiera la región del Tigris-Éufrates, situada al noroeste. La batalla final se produjo con Asurbanipal, cuando los asirios destruyeron Elam de una vez para siempre (v. este mismo cap.).
En cierto sentido, Babilonia sustituyó a Susa, la capital de Elam, durante las últimas décadas del imperio asirio; y según la concepción de la época, los dioses babilonios reemplazaron a los dioses elamitas. El dios principal de Babilonia, Marduc, sustituyó a Hamman, el dios principal de los elamitas, y la primera diosa babilónica, Istar, sustituyó a Vasti, la diosa de Elam. Esto es semejante a los acontecimientos escritos en el libro de Ester, donde Ester sustituye a Vasti como reina en Susa, y, como el libro repetirá más adelante, Mardoqueo sustituye a Amán como primer ministro.
Se identifica a Amán con el hijo de un «agagita». No hay huellas históricas de esta tribu ni la Biblia vuelve a mencionarla en otra parte. Sin embargo, Agag es el nombre bíblico del rey de los amalequitas que fue capturado por Saúl y muerto por Samuel.
1 Samuel 15.32.
Dijo Samuel: «Traedme a Agag, rey de Amalec»...
1 Samuel 15.33.
... Y degolló
(Samuel)
a Agag...
Es de suponer, entonces, que se describa a Amán como amalequita.
Esto tendría un significado especial para los lectores del libro, porque se consideraba a los amalequitas como prototipos de los enemigos de Israel; y con los amalequitas la Biblia sólo pronostica la guerra implacable. Parecía lógico que un sobreviviente de esa tribu antijudía se dedicase ahora a destruir a los judíos.
Además, cuando el personaje aparece, se detalla su linaje:
Ester 2.5.
... Mardoqueo, hijo de Jair, hijo de Semeí, hijo de Quis, del linaje de Benjamín.
Entonces, era de la tribu de Saúl, e incluso descendiente de Saúl, que una vez derrotó y apresó al antepasado de Amán. Así, el conflicto que se produce en el libro de Ester sería un eco del que ocurre en el primer libro de Samuel.
El odio de Amán hacia los judíos se agudiza por el hecho de que Mardoqueo se niega a inclinarse ante su presencia cuando todos los demás le rinden los honores debidos a un primer ministro. No se dan las razones de la negativa de Mardoqueo, pero la explicación habitual es que no quería rendir a un simple ser humano la clase de homenaje que sólo se debía a Dios.
Se cuenta entonces que Amán utiliza un procedimiento ritual con el fin de determinar un día afortunado para la inminente matanza de los judíos.
Ester 3.7.
... en el duodécimo año del rey Asuero, se echó el pur, es decir, la suerte...
En otras palabras, el autor del libro de Ester iguala el «pur» («purim» en plural) con las suertes, tal vez como los
urim
y
tummim
(v. cap. 2) utilizados en las antiguas ceremonias yahvistas. Más adelante, los acontecimientos relatados en este libro sirven de ocasión para una fiesta conmemorativa que el autor llama Purim. Los judíos de hoy siguen celebrando tal fiesta.
En realidad, es bastante dudoso que Purim signifique «suerte», y se desconoce cuál podría ser el origen de la fiesta.
Se ha sugerido que el Purim podría ser una fiesta babilónica de primavera relacionada con la historia mítica de las estaciones en que intervienen Marduc e Istar. Tal fiesta la adoptaron los judíos de Babilonia, del mismo modo que los judíos de Norteamérica no pueden resistir, la enorme presión social de la época y adoptan los aspectos seglares de la celebración de la Navidad. Uno de los propósitos del autor del libro de Ester quizá fuese el incluir el mito babilónico en la historia patriótica de los judíos.
Tras determinar el día señalado, que resulta ser casi un año después, Amán convence a Asuero para que le dé carta blanca para destruir a los judíos, quienes, según informa Amán al rey, no se consideran atados por las leyes reales y, por tanto, son rebeldes. Asuero deja las manos libres a Amán.
Mardoqueo recurre en seguida a Ester para que utilice su influencia con el rey y anule el decreto. Ester empieza invitando a Asuero y a Amán a un banquete organizado por ella. Aceptan, y Amán se siente muy complacido por esa muestra del favor real.
Pero al ver a Mardoqueo, que sigue negándose a inclinarse en su presencia, monta en cólera y se siente frustrado. Al volver a casa, cuenta su buena suerte a su esposa y a su familia, pero admite que eso no significa nada mientras viva Mardoqueo.
Ester 5.14.
Zeres, su mujer ...: «Prepara una horca... que sea colgado en ella Mardoqueo, y luego te irás... al festín ...»
Pero Hamman, el dios principal de la mitología elamita, tiene por esposa a una diosa llamada Quirisa (Kirisha). Tal nombre posee un sospechoso parecido con Zeres, y es otra prueba en favor de la inspiración mitológica de este libro.
La víspera del banquete, el rey, desvelado, pide que le lean los informes y se entera de la parte que jugó Mardoqueo en el descubrimiento de la conjura palaciega. En consecuencia, llama a Amán para pedirle consejo sobre la manera de honrar a un hombre que merece suma gratitud por parte del rey. Al creer que se trata de él, Amán describe una esmerada ceremonia que, para su disgusto infinito, se ofrece luego a Mardoqueo.
En el festín, Ester confiesa que es judía y pide la vida de Amán. Asuero concede la petición y Amán es colgado en la misma horca que había preparado para Mardoqueo. En lugar de Amán, se nombra primer ministro a Mardoqueo.
Pero no puede rescindirse el decreto de que se mate a los judíos, porque según relata el libro, las leyes de los medos y de los persas no pueden alterarse. Sin embargo, se permite que los judíos se defiendan, entablándose una especie de guerra civil de la que los judíos salen victoriosos. (Estos últimos acontecimientos son completamente improbables, y fuera de este libro no existen documentos de una guerra civil semejante.)
Por agradable que pueda resultar a los judíos nacionalistas, el libro de Ester constituyó una fuente de problemas para otros, aunque sólo fuese porque no menciona a Dios. Por ese motivo, se realizaron una serie de ediciones
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para suplir tal carencia, con citas minuciosas de supuestos documentos; citas que son tan poco reales, que menoscaban aún más el posible carácter histórico del libro.
Los estudiosos judíos no aceptan tales añadidos, aunque aparecen en la Septuaginta. Por consiguiente, esos apéndices, que la versión King James titula «El reposo de Ester», forman parte de los libros apócrifos.
Cuando tradujo la Biblia al latín, Jerónimo reconoció el carácter apócrifo de las secciones añadidas, pero no las eliminó. En cambio, las separó de su lugar correspondiente y las puso al final del libro como una serie de suplementos.
[145]
Tal ordenamiento es el que se encuentra en las versiones católicas de las Biblias inglesas.
«El reposo de Ester» contiene un versículo que parece dar el nombre del traductor de parte o, quizá, de todo el libro de Ester al griego: