Siene y Elefantina señalan las fronteras sureñas del Egipto de la antigüedad. Están a unos 880 kilómetros al sur del Mediterráneo. En la actualidad, Siene se llama Asuán, y es notable por albergar una presa gigantesca que retiene las aguas del Nilo en un gran lago que sirve para regar millones de hectáreas de desierto y producir energía eléctrica. La frontera sur del Egipto actual está a unos 240 kilómetros al sur de Asuán.
Como la amenaza de Ezequiel es que Egipto será devastado de cabo a rabo, y como Siene es su frontera sur, Migdol debe estar en la frontera norte. Una hipótesis es que se refiere a una ciudad situada a casi veinte kilómetros al sur del Mediterráneo y a pocos kilómetros al oeste de lo que ahora es el canal de Suez, que los griegos llamaban Patros.
Ezequiel predice que los egipcios se desperdigarán por las naciones, pero al cabo de cuarenta años experimentarán una especie de restablecimiento parcial.
Ezequiel 29.14.
Y mudaré la suerte de Egipto, y le llevaré a la tierra de Patros..., y allá formará un modesto reino.
Patros es el nombre dado al «alto Egipto», la parte del país al sur del Delta. Se da a entender que una parte de Egipto recobrará la independencia para formar una nación débil, que ya no será una gran potencia.
Desde luego, eso ya había ocurrido antes en la historia egipcia. Por ejemplo, cuando los hicsos dominaron el Delta, se mantuvieron en Tebas soberanos del país, dominando «Patros» hasta que finalmente recuperaron el poder sobre todo Egipto.
Sin embargo, eso no ocurrió en esta ocasión. Nabucodonosor no conquistó Egipto; los egipcios no se dispersaron por las naciones; no hubo necesidad de restablecimiento alguno.
En el 568 aC, poco después de la muerte del faraón Hofra (v. cap. 24) y de la subida al trono del usurpador Ames, Nabucodonosor intentó aprovecharse de la confusión reinante en Egipto para invadir el país. Poco sabemos de ese episodio, pero no pudo ser el resonante éxito babilónico que Ezequiel había vaticinado lleno de confianza. Egipto sobrevivió sin sufrir daños visibles.
En efecto, Ames continuó reinando durante otra generación en un Egipto próspero. Vio la muerte de Nabucodonosor, la decadencia de los caldeos bajo los sucesores de éste, y la conquista final del imperio por Ciro el persa. No murió hasta el 525 aC, poco antes de que Egipto cayera ante Cambises, hijo de Ciro.
Si se atenúa su virulencia, las profecías de Ezequiel casi encajan con lo que le sucedió a Egipto a manos de Cambises.
Ezequiel 30.15.
Derramaré
(Dios)
mi ira sobre Sin, el baluarte de Egipto...
Sin suele identificarse con Pelusium, nombre griego de una ciudad de la costa mediterránea a unos ciento veinte kilómetros al oriente del delta del Nilo. Sirvió como fortaleza para guardar a Egipto de las invasiones procedentes del este. Cuando Cambises marchó sobre Egipto en el 525 aC, derrotó al ejército egipcio en Pelusium, y después se encontró con poca resistencia. La Revised Standard Version traduce así el versículo: «Verteré mi cólera sobre Pelusium, la fortaleza de Egipto».
Pero por supuesto, aunque los persas lo conquistaron al fin cerca de medio siglo después de las amenazas de Ezequiel, ni Egipto fue destruido ni los egipcios fueron deportados al exilio.
El último tercio del libro de Ezequiel es de carácter apocalíptico; predice primero una futura invasión de Israel por las hordas de un misterioso soberano del norte y su absoluta derrota:
Ezequiel 38.1.
Fueme dirigida la palabra de Yahvé, diciendo:
Ezequiel 38.2.
Hijo de hombre, vuelve tu rostro a Gog, de
[214]
la tierra de Magog..., y profetiza contra él.
La frase «la tierra de Magog» puede ser un intento de algún corrector tardío posterior para identificar a la nación regida por Gog. En las tablas genealógicas del Génesis, se enumera a Magog como segundo hijo de Jafet, y quizá signifique simplemente «la tierra de Gog» (v. cap. 1). Tendría más sentido decir «vuelve tu rostro a Magog, la tierra de Gog»; la inversión puede ser un error del copista.
En cualquier caso, la cuestión es: ¿quién es Gog? Con frecuencia se ha sugerido que Gog representa a Giges, fundador de la monarquía lidia, que vivió un siglo antes de Ezequiel.
Giges cayó en batalla contra las hordas nómadas de los cimerios, que venían del norte del mar Negro asolando Asia Menor en el reinado de Asurbanipal de Asiria. Durante decenios, los nómadas fueron el terror del Semicírculo Fértil y, sin duda, la idea de las hordas del norte fue durante generaciones como una pesadilla en la imaginación de los hombres. Tal vez Giges, que luchó contra los cimerios, fue confundido con su enemigo, y Gog pasó a significar a los invasores nómadas en general.
Finalmente, «Gog, la tierra de Magog» dio paso a la creencia de que había dos enemigos, Gog y Magog, que afligirían a la tierra en los últimos días. En este sentido se les menciona en el Nuevo Testamento, en el Apocalipsis:
Apocalipsis 20.7.
...será Satanás soltado de su prisión,
Apocalipsis 20.8.
y saldrá a extraviar a las naciones..., a Gog y a Magog, y reunirlos para la guerra...
En el libro de Ezequiel, escrito antes de la influencia del dualismo persa sobre el pensamiento religioso judío, sólo a Dios se menciona en relación con Gog. En el Apocalipsis, escrito mucho después de que el dualismo persa penetrara en el judaísmo, es Satanás quien los inspira.
Quizá sea la eufonía de Gog y Magog lo que ha originado que en las leyendas británicas sean una pareja de gigantes nacidos de las hijas del emperador romano Diocleciano (que reinó unos novecientos años después del tiempo de Ezequiel). En Londres se han levantado grandes estatuas llamadas Gog y Magog. La última, de catorce pies de altura, fue construida en 1708, y quedó destruida en 1940 durante un bombardeo de Londres por la Lutwaffe alemana.
Tras la derrota de Gog, se establece el Israel ideal, y al describir ese Estado, Ezequiel se lanza a una descripción detallada de la estructura del Templo y de las características de su liturgia. Eso sirvió casi para la constitución de la nueva comunidad judía bajo los persas, por lo que a veces se denomina a Ezequiel «padre del judaísmo».
Con toda probabilidad, Ezequiel no vivió para ver la caída de Babilonia (tendría que haber llegado a los noventa años para ello), pero hombres como Esdras llevaron con ellos el nuevo espíritu de Ezequiel, y el segundo Templo se organizó según la descripción de Ezequiel.
Daniel • Joaquim • Baltasar • Caldeos • Pies de barro • Sidraj • Misaj y Abed Nego • Nabucodonosor • Baltasar • Mené, mené, teqel, ufarsin • Darío el medo • El cuerno pequeño • El anciano de muchos días • Gabriel • Setenta semanas • Un ungido príncipe (Mesías) • Miguel • Grecia • El rey del Sur • Las naves de Qitim • Susana • Bel y el dragón
En las diversas versiones cristianas de la Biblia, Daniel viene después de Ezequiel como el cuarto profeta mayor. Como los acontecimientos narrados en el libro ocurrieron supuestamente durante el exilio babilónico, en los reinados de Nabucodonosor y de sus sucesores, desde el punto de vista cronológico viene después de los libros de Isaías, Jeremías y Ezequiel.
Pero en el canon hebreo no se encuentra Daniel entre los profetas, sino entre las Escrituras. A partir de esto, puede suponerse que en el tiempo en que escribía Daniel, la serie de libros proféticos había recibido su forma definitiva y estaba completa: Como al menos uno de los libros proféticos (Jonás) se escribió en la tardía fecha del 300 aC, parece deducirse que Daniel se redactó después de ese año y no pudo escribirlo el personaje que le da título y que es protagonista de sus historias.
En realidad, el libro de Daniel es el más tardío del canon hebreo, y puede fecharse hacia el 165 aC. Unas décadas más tarde no se habría incluido en el canon, pero habría permanecido en los apócrifos (al que, según algunos, podría pertenecer realmente).
Hay muchas pruebas que apoyan la idea de su redacción tardía. Partes del libro están escritas en arameo, lo que lo sitúa en una época en que el arameo se había convertido en el habla del pueblo de tal manera, que el hebreo sólo lo entendían los instruidos. Otras facetas sutiles del lenguaje empleado apuntan al período griego antes que a la época del exilio.
Mientras Isaías, Jeremías y Ezequiel
[215]
no incurren en anacronismos respecto a los tiempos en que supuestamente vivieron, el libro de Daniel está repleto de ellos por lo que toca al período del Exilio. Sin embargo, trata el período griego con evidente corrección, y aunque los dispuestos a aceptar la Biblia al pie de la letra expliquen esto como un caso de intuición profética, resulta extraño que Daniel alcanzara tal corrección en lo que para él era el «futuro» y se muestre tan oscuro acerca de su «presente». Más fácil es creer que el escritor era un hombre de la época griega, para quien el Exilio era un acontecimiento de cuatro siglos atrás y sobre cuyos detalles estaba un poco inseguro.
No sabemos nada sobre el Daniel que dio nombre al libro, salvo que debió ser un héroe popular, famoso por su sabiduría y sus conocimientos arcanos. Ezequiel lo menciona tres veces de una manera que le hace parecer un personaje antiguo.
Así, al recalcar el hecho de que Dios sólo salvaría de una ciudad pecadora a los justos, y que ningún pecador se salvaría a costa de esos justos, cita las palabras de Dios:
Ezequiel 14.14.
Aunque hubieran estado en ella... Noé, Daniel y Job, ellos por su justicia salvarían su vida...
En este versículo le iguala a Daniel con Noé, que vivió en la época del Diluvio, y con Job, que vivió antes del Éxodo. Sin duda, Daniel también debió ser antiguo. Siempre se venera a los antiguos, y no parece lógico que Ezequiel ignore nombres como los de Isaías, Jeremías e incluso Elías para mencionar a un contemporáneo que, además, es más joven.
Otra vez, al denunciar a Itobaal de Tiro (v. cap. 26), Ezequiel dice con sarcasmo:
Ezequiel 28.3.
Y creyéndote más sabio que Daniel; que ningún secreto se te ocultaba;
Es evidente que Daniel era famoso por su sabiduría, por lo que puede utilizarse como patrón en ese sentido. Desde luego, no es un contemporáneo más joven de Ezequiel. Es un personaje antiguo tomado por el autor del libro, que necesitaba a alguien que poseyera a la vez una piedad ejemplar y una sabiduría sin parangón, Por tanto, tomó a ese Daniel, colocándolo en el período del Exilio.
Podemos entender por qué se le situó en esa etapa. El propósito del autor era denunciar al imperio seléucida, que en el siglo II aC perseguía ferozmente al judaísmo. Para evitar acusaciones de rebelión y de traición, el autor tuvo que abstenerse de atacar directamente a los seléucidas. Si situaba el libro en un desastre del pasado, podía atacarlos de manera indirecta. Podía convertir a Babilonia y a Nabucodonosor en los villanos sustitutivos de Siria, y los seléucidas y sus lectores sabrían lo que querría decir, mientras que los dominadores tendrían dificultades para demostrarlo.
Los anacronismos de Daniel empiezan en el versículo primero:
Daniel 1. 1.
El año tercero del reinado de Joaquim,.... Nabucodonosor... fue contra Jerusalén y la asedió.
Daniel 1.2.
Y entregó el Señor en sus manos
(de Nabucodonosor)
a Joaquim..., y parte de los vasos de la casa de Dios, y los trajo a la tierra de Senaar...
El tercer año del reinado de Joaquim sería el 606 aC, y en esa fecha Nabucodonosor no era rey de Babilonia. Fue en el 597 cuando Nabucodonosor tomó Jerusalén por primera vez sin llegar a destruirla. Joaquim murió entonces, y fue a su hijo Joaquín a quien entregaron al conquistador.
«Senaar» es un arcaísmo que ningún contemporáneo de Nabucodonosor habría empleado, ese nombre, equivalente de «Sumeria», se utilizaba en tiempos de Abraham (v. cap. 1). Para los hebreos del Exilio, era Caldea; y la tentación consistía en hacer retroceder en el tiempo a Caldea y hablar, por ejemplo, de Ur de los caldeos (v. cap. 1), en vez de llevar a Senaar hacia delante.
Finalmente, siempre se escribe Nebuchadnezzar (Nabucodonosor) con la «n» incorrecta; y nunca, como sucede en Jeremías y en Ezequiel, compuestos realmente en el período del Exilio, con una «r» para hacerlo más correcto: «Nebuchadrezzar».
Entre los judíos deportados en este primer exilio (el mismo en que fue deportado Ezequiel (v. cap. 26), fueron una serie de jóvenes para recibir una educación caldea con el fin de que ocuparan cargos en la corte:
Daniel 1.6.
Fueron de ellos... Daniel, Ananías, Misael y Azarías,
Daniel 1.7.
a los cuales el jefe de los eunucos puso por nombre: a Daniel, Baltasar; a Ananías, Sidraj; a Misael, Misaj, y a Azarías, Abed Nego
.
Es decir, se les cambiaron los nombres yahvistas por otros que representaban a dioses babilónicos. Por ejemplo, Daniel («Dios es el juez») se convierte en Baltasar («Bel protege su vida»); Bel es Marduc, el gran dios babilonio (v. cap. 23). Igualmente, Azarías («Yahvé ayuda») se convierte en Abed Nego o, más correctamente, Abednebo («siervo de Nebo»).
De modo semejante, Ananías («Yahvé es misericordioso») se convierte en Sidraj («Aku manda»); posiblemente, Aku es un dios menor. Misael («quien es lo que Dios es») se transforma en Misaj, palabra de significado dudoso que tal vez surgiera de la transliteración del nombre hebreo en otro que sonara a babilónico al autor.
Los cuatro judíos prosperaron en la corte y recibieron el favor real:
Daniel 1.21.
Así estuvo Daniel hasta el año primero del rey Ciro.
En otras palabras, Daniel conservó el favor real hasta el 538 aC, unos sesenta años después de que marchara al exilio. Si Daniel tenía dieciocho años en la época del exilio, habría cumplido los setenta y ocho cuando Babilonia cayó ante Ciro, situación que no es imposible. Al menos, en este libro no encontrarnos las cronologías increíblemente resumidas que hallamos en Ester (v. cap. 17).
Como el faraón en el tiempo de José, unos mil años antes, Nabucodonosor tuvo un sueño:
Daniel 2.2.
Hizo llamar el rey a magos y astrólogos, encantadores y caldeos, para que explicasen al rey su sueño...
Daniel 2.4.
Entontes hablaron los caldeos al rey en lengua aramea:... Di a tus siervos el sueño y te daremos su interpretación.