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Authors: Natsuo Kirino

Tags: #Intriga, policiaco

Grotesco (52 page)

Mitsuru me miró.

—Kijima, ¿es necesario hablar de eso? Creo que no es el momento.

—Ah, lo siento —se disculpó él.

—Tú también te forraste, ¿no? —le espeté.

Kijima, perdido en sus días de vino y rosas, evitó mirarme y, con uno de sus gordos dedos, se rascó las fofas mejillas.

—Pues sí. Cometí algunos errores en mi juventud pero, al fin y al cabo, me habían echado del colegio de manera tan repentina… Por cierto, gracias por traicionarnos.

—No fue una traición —repuso Mitsuru—. El profesor Kijima escribió en las cartas que ella fue a verlo para que le aconsejara.

Kijima hizo un gesto de indiferencia.

—Fue una traición en toda regla. Esta amiga tuya hacía mucho tiempo que alimentaba un rencor hacia Yuriko. Es su forma de ser.

—Te equivocas, a ella le preocupaba su hermana.

—¿Es eso lo que piensas? Supongo que deberíamos dejar en paz el pasado, pero, ya que estamos, hay muchas cosas que me gustaría decir al respecto. —Takashi Kijima lo había dicho con sarcasmo—. Ocurrió durante mi último año de instituto, yo tenía entonces dieciocho años. Cuando llegué a casa, mi madre estaba llorando y mi hermano pequeño me miraba con odio y se negaba a hablar. Tan pronto como vino mi padre, empezó a abofetearme. Desde entonces he tenido problemas para oír con el oído derecho; mi padre era zurdo y, cuando golpeaba, daba más fuerte de lo que parecía. No lloré, aunque me dolía muchísimo. Mi padre gritaba: «No quiero volver a verte. ¡No te acerques aquí nunca más!» Mi madre intentaba de cualquier manera suavizar las cosas, pero era inútil; mi padre siempre ha sido muy tozudo. Así que le dije: «Tú también querías tirártela, Yuriko me lo dijo. ¡Nos has echado del colegio porque no podías tenerla!» En el momento en que le dije eso, me atizó de nuevo en la oreja, justo en el mismo lugar, pero con más fuerza incluso. «¡Idiota! ¿Es que no has oído lo que acabo de decir?» Supongo que le respondí algo más y luego él añadió: «Ya he aguantado bastante. Ponte en el lugar de Yuriko.» Pero la verdad era que ella disfrutaba haciendo lo que hacía. Sin embargo, cuando lo pienso ahora, me doy cuenta de que debería haberle dado la razón a mi padre. Supongo que por eso he llorado cuando he leído sus cartas. Él ya es mayor, y a mí me atormenta el pasado.

—Debes empezar a mirar hacia adelante —dije—. ¿Qué fue de Yuriko y de ti después de eso?

—Oh, cuando nos echaron de casa decidimos vivir juntos, así que empezamos a buscar apartamento. Necesitábamos unos tres millones de yenes y, entre los dos, teníamos bastante dinero ahorrado. Alquilamos uno de lujo en Aoyama. Nos gustaba más la zona de Azabu, pero estaba demasiado cerca del colegio, de modo que desechamos la idea. El apartamento que conseguimos tenía dos dormitorios, así que cada uno tenía su habitación. Al día siguiente salí con Yuriko para buscar trabajo. Lo primero que hice fue llevarla a agencias de modelos. Consiguió algunas ofertas, pero los trabajos de modelo nunca duraban mucho, ya os he explicado por qué, y, tarde o temprano, Yuriko empezaba a hacer nuevos clientes y se los llevaba a su habitación del apartamento. Sí, así es: Yuriko era una puta nata.

Asentí con un gesto exagerado. Exacto. Yuriko era de la clase de mujeres que no pueden vivir sin «agua». Necesitaba agua para estimular su putrefacción.

—Más tarde apareció un hombre que pidió ser su cliente exclusivo, un tipo que se había forrado con los activos inmobiliarios como muchos otros en aquella época y no sabía qué hacer con su dinero recién adquirido. En nuestro apartamento no había sitio para él, así que le dije que se alquilara su propio piso. Se llevó a Yuriko a Daikanyama, donde pagó todo lo necesario y la mantuvo como amante. Poco después, Yuriko no necesitaba ya a un agente. Yo me quedé solo en el apartamento de Aoyama y pronto el alquiler fue demasiado alto para mí, así que tuve que cambiar de lugar. Ahí empezó mi declive. Una buena historia, ¿no creéis?

Mitsuru, que había estado escuchando en silencio, frunció los labios.

—Lo que no entiendo —intervino— es que, si Yuriko y tú vivíais juntos, ¿por qué la dejabas prostituirse? ¿Qué había entre vosotros dos?

—Yo también me pregunto eso mismo. —Kijima miró al techo—. Para serte sincero, entre nosotros había un acuerdo de negocios, y sólo nos preocupábamos de sacar beneficios.

—¿Y tú no sentías nada por ella, con lo hermosa que era?

—Imposible: soy homosexual.

Dejé escapar un grito ahogado. ¡Aquello era repugnante! ¿Cómo podía Yurio haber caído en las manos de semejante monstruo? Miré al chico. En algún momento, Yurio se había puesto los auriculares y movía la cabeza al ritmo de la música, con los ojos cerrados. Mitsuru empezó a darse golpecitos en los dientes con la uña: tac, tac, tac.

—¿Ya lo eras en el instituto?

—No lo sé. Debo admitir que es raro que yo, un homosexual, siguiera a Yuriko allá donde fuera. Supongo que había algo en ella que excitaba a los hombres, pero yo nunca lo sentí. Después de que nos fuimos a vivir juntos, empecé a sentirme atraído por un hombre que la visitaba de vez en cuando. Era un yakuza de mediana edad. Y me di cuenta de que sentía celos de Yuriko. Fue entonces cuando lo supe. —Kijima entornó los ojos levemente; y era evidente que disfrutaba con esas revelaciones—. Cuando Yuriko y yo nos separamos, trabajé como agente de otras personas, tanto hombres como mujeres. Sabía cómo se hacía, de modo que los negocios me iban bien. De tanto en tanto, quedaba con Yuriko y le pasaba algún cliente. Pero durante varios años seguimos nuestros caminos sin querer cruzarnos.

—¿Por qué? —preguntó Mitsuru.

—Los dos habíamos cambiado. Yo engordé y Yuriko envejeció, y ambos lo sabíamos todo acerca de los días de gloria del otro. Hubo un tiempo en el que todo lo que tenía que hacer Yuriko era caminar por la calle para que los hombres se abarrotaran detrás de ella, unos hombres que eran como barro en sus manos. Pero, en los últimos tiempos, no conseguía ningún cliente decente. Yo sabía que había perdido su atractivo, y no le iba a mentir sobre eso. De modo que Yuriko se apartó cada vez más de mí y a mí me alivió que dejara de llamarme. Poco después me enteré de que la habían asesinado. Luego llegaron las noticias de la muerte de Kazue y empecé a darme cuenta de lo peligroso que se había vuelto mi sector laboral. Por eso, cuando Johnson me dijo que me encargara de Yurio, acepté de buena gana. Era como una especie de penitencia para mí.

—Yurio no debería quedarse en tu casa —repuse.

—¿Por qué no?

Mitsuru me miró sorprendida.

—Pues porque yo soy su familia —dije simple y llanamente—. Además, no se puede decir que el trabajo de Kijima o el mismo Kijima sean un buen entorno para un joven. Yo me ocuparé de Yurio. Podrá ir al colegio desde mi casa. Me pondré en contacto con mi padre en Suiza; seguro que podrá enviarme un poco de dinero para mantenerle.

La verdad era que desde la muerte de Yuriko no había tenido ningún contacto con mi padre. Era un hombre tan frío… Pero si tuviera noticias de Yurio, seguro que enviaría dinero.

—Bueno, está claro que puedes tener tu opinión, pero… —Kijima me observó de arriba abajo y sonrió. Supongo que pensaba que no era apropiado que una mujer espantosa como yo se ocupara de un chico tan guapo.

Me puse en pie, enojada.

—De acuerdo. Preguntémosle directamente a Yurio.

Me acerqué al chico, que, con los ojos cerrados, se balanceaba al ritmo de la música. No sé si sentía mi presencia o no, pero abrió sus ojos ciegos. Tenía unas largas pestañas, el iris marrón y el blanco de los ojos traslúcido. Era tan hermoso… Las cejas oscuras enmarcaban sus ojos de manera espectacular.

—Yurio-chan —empecé a decir—, ¿te gustaría mudarte a casa de tu tía? Me apetece mucho cuidarte. Como has estado viviendo con tu padre durante tanto tiempo, creo que sería bueno que ahora vivieras con una mujer japonesa. ¿Qué me dices?

Yurio sonrió, mostrando sus dientes blancos y brillantes.

—Soy lo único que queda de tu familia. Ven a mi casa y vivamos juntos, ¿te parece?

Oía latir mi corazón mientras intentaba convencer a Yurio. Al haberme abalanzado tan repentinamente sobre él…, era fácil que dijera que no, y allí se acabaría todo.

—¿Me comprarás un ordenador? —preguntó Yurio mirando al vacío.

—¿Puedes usar un ordenador?

—Claro, aprendí en el colegio. Todo cuanto necesito es un software para personas ciegas. Me dedico a crear música por ordenador, así que en realidad necesito uno.

—Pues entonces te compraré uno.

—Genial. Bueno, en ese caso, iré a vivir contigo.

Yo estaba en las nubes. En mi cabeza repetía una y otra vez: «Te compraré uno. Te compraré uno…»

3

M
e llevé a Yurio a vivir conmigo al apartamento de protección oficial de mi abuelo, en el distrito P. Mientras Yurio estuvo bajo la tutela de Johnson, iba a un centro en Osaka especializado en educar a personas ciegas. Puesto que había estado allí desde el primer año de primaria, a veces hablaba en el dialecto de Osaka, lo cual me hacía reír. Tenía un rostro tan hermoso que parecía de otro mundo, pero era sencillo y taciturno. Lo único que le interesaba era escuchar música. Era un joven muy inteligente que apenas necesitaba que se le prestara una atención especial, y tan bello… Y éramos parientes tan cercanos que yo casi no podía creer que fuera cierto.

El destino de una persona es algo curioso. Realmente creí que estaba reviviendo aquellos días tranquilos y silenciosos que en el pasado había disfrutado con mi abuelo. En aquellos tiempos en los que dependía de mí, indefenso, vulnerable. Y ahora tenía a Yurio, ciego, que también dependía de mí. Pensaba que disfrutaba viviendo conmigo.

—¿Has tenido noticias de tu padre? —le pregunté.

Me preocupaba que Johnson quisiera llevarse a Yurio, de modo que le preguntaba eso mismo con temor cada cierto tiempo.

—Llamó a casa del tío Kijima varias veces. De hecho, nunca viví mucho tiempo con mi padre; prefería quedarme con el tío Kijima.

¿Qué diablos podía gustarle de él?, pensé, atormentada por los celos.

—¿Qué es lo que te gusta de ese irresponsable?

—No es un irresponsable. Fue muy amable conmigo. Me dijo que si necesitaba un ordenador, me lo compraría. Me lo prometió.

Yo no tenía mucho dinero en ese momento y ese comentario me irritó.

—Sin embargo, no te lo compró —repuse—. Kijima siempre está planeando estratagemas. Usó lo del ordenador como cebo para atraparte… y luego tú te diste cuenta de tu error. Te he rescatado de un demonio.

—¿De qué estás hablando? No entiendo nada.

—Está bien, no es nada de lo que tengas que preocuparte. Es sólo que tuve algunas experiencias desagradables con él en el pasado y no tenemos muy buena relación. Es una larga historia, y me parece que es mejor que no la conozcas. Kijima llevó a tu madre a la desgracia. Te lo contaré cuando seas mayor.

—Nunca conocí a mi madre, así que no me importa lo que me cuentes de ella. Mi padre ya me contó algunas cosas. Creo que seguramente me odiaba. Cuando era pequeño eso me entristecía, pero ahora ya me he acostumbrado. Lo cierto es que no pienso mucho en ello.

—Yuriko sólo pensaba en sí misma. No era como yo. Solía atormentarme, así que comprendo cómo te sientes. Puedes quedarte conmigo para siempre.

Dado que a Yurio lo único que le interesaba era la música, respondía a las preguntas de forma mecánica y luego volvía a ponerse los auriculares. La música que podía oír a través de ellos era una especie de rap en inglés del que yo no entendía nada. En el colegio, Yurio había estudiado para ser afinador de pianos y, aunque había tenido que dejarlo a la mitad, no parecía importarle. Se limitaba a pasarse el día escuchando música por los auriculares, desde que se levantaba hasta que se iba a dormir.

—Yurio, ¿qué te gustaría ser de mayor?

Cuando me oyó hacerle otra pregunta, se quitó de nuevo los auriculares, pero no me dio la impresión de que le molestara.

—Pues algo relacionado con la música, supongo.

—¿Afinador de pianos?

—No. Me gustaría hacer música. Por eso necesito un ordenador. Sé que es extraño que yo lo diga, pero creo que tengo talento.

«Talento.» Esa palabra hizo que un escalofrío me recorriera la espalda. Yuriko había sido hermosa como un monstruo; ahora, su hijo, que la igualaba en belleza, estaba además bendecido con un talento que superaba al de todos los demás. Me preguntaba cómo podría ayudarlo yo a desarrollar su talento.

—Comprendo. Veremos qué se puede hacer. —Suspiré profundamente y miré la habitación desaliñada—. ¿Y si te fueras con Johnson?

—Me gustaría ir a Estados Unidos porque es la cuna del rap. Sé que mi padre tiene familia en Boston, volvió allí cuando mi madre murió. Me dijeron que volvió a casarse con una mujer que tiene un hijo de diez años, su heredero ahora, de forma que no hay razón para que yo vaya allí. Sólo sería un estorbo. —Quitarse esa idea de la cabeza parecía aliviar a Yurio—. Todo lo que tengo es la música —prosiguió—, mi destino es estar rodeado de música.

Le acaricié la mejilla, estaba tenso. Yo estaba dispuesta a sustituir a Yuriko, a ser la madre que nunca había tenido. Yurio sonrió con dulzura.

—Siempre he deseado sentir el afecto de una madre. Estoy muy feliz de vivir aquí contigo, tía.

Yurio no era capaz de ver, pero lo contrarrestaba de sobra hablando con el corazón. Le cogí la mano y la acerqué a mi mejilla.

—Soy la viva imagen de tu madre. Ella era muy parecida a mí. Toca mi cara y la verás.

Yurio extendió la otra mano con timidez. Yo la así, grande y fría, y la atraje hacia mi nariz y mis ojos.

—La gente siempre decía que tu madre y yo éramos preciosas. Aquí, ¿sientes eso? Párpados dobles. Tengo unos ojos grandes y una nariz fina. Mis cejas son como las tuyas, un arco elegante y agradable. Mis labios son carnosos y rosados. Son como los tuyos también, pero no creo que tú puedas saberlo.

—No, no puedo.

Por primera vez, la respuesta de Yurio había tenido un matiz de tristeza.

—Sin embargo, no considero mi ceguera una discapacidad. Puedo vivir inmerso en la belleza de la música. Deseo escuchar música y también componer música que nadie haya escuchado.

Era un deseo tan simple y maravilloso. Me parecía haber encontrado petróleo con un chico tan puro como Yurio. Como el líquido negro y espeso que brota de la corteza de la tierra, sentía en mí brotar los instintos maternales. Ganaría más dinero para él porque tenía que comprarle un ordenador. O quizá podría pedirle dinero a mi padre. Busqué mi antigua agenda y encontré su número de teléfono.

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