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Authors: Brian Lumley

El origen del mal (34 page)

Pese a los dolores que sentía, Jazz estaba descubriendo que todo aquello era fascinante.

—¿Qué me dices del este y el oeste? —dijo.

Ella asintió con un gesto.

—A eso iba. Esas montañas tienen una extensión de casi cuatro mil kilómetros de este a oeste. Este paso se encuentra a unos novecientos kilómetros de la prolongación occidental de la cordillera. Más allá de las montañas hay, por la parte oeste, pantanos, al igual que en la parte este. No hay nadie que sepa qué extensión tienen.

—¿Y por qué demonios no viven los Viajeros cerca de los pantanos? —dijo Jazz, que estaba hecho un lío—. Si allí no hay montañas, quiere decir que no pueden protegerse del sol, lo que quiere decir igualmente que no hay wamphyri.

—¡De acuerdo! —dijo ella—. Los wamphyri viven en sus castillos, exactamente detrás de esas montañas. Pero los Viajeros no pueden ir ni muy hacia el este ni muy hacia el oeste, porque los pantanos son los lugares donde se crían los vampiros. Son fuentes de vampirismo, de la misma manera que este mundo es fuente de leyendas de la Tierra.

Jazz trató de comprenderlo y entretanto movió afirmativamente la cabeza.

—Me has vuelto a desorientar —tuvo que admitir—. Dices que allí no hay wamphyri y en cambio acabas de explicarme que en los pantanos se crían los vampiros.

—Quizás es porque antes no me has prestado mucha atención —dijo ella—. Pero lo comprendo. Es lo que decía Arlek: tienes mucho que aprender y muy poco tiempo para aprenderlo. Ya te he explicado que los wamphyri son lo que resulta cuando el huevo de un vampiro penetra en un hombre o en una mujer. Los vampiros de verdad viven en los pantanos, que es donde se crían. De cuando en cuando se produce un crecimiento súbito y entonces se desbordan e infestan los animales locales. Y harían lo mismo con los hombres en caso de que los hubiera. Los wamphyri se remontan a una época en que los hombres fueron infestados. Ahora son ellos los que se dedican a infestar a los demás.

Zek se estremeció.

—Los wamphyri son hombres, pero modificados a causa de los vampiros que intervinieron en ellos —añadió a modo de explicación.

Jazz aspiró una profunda bocanada de aire fresco y dijo:

—¡Bah! Volvamos a la topografía.

—Ya no queda más que decir —respondió Zek—. La Tierra de las Estrellas está constituida por los castillos de los wamphyri y por los propios wamphyri. Al norte del sitio donde están se encuentran las tierras heladas. Allí hay una o dos criaturas de características polares, pero nada más. En cualquier caso, se trata de seres legendarios, ya que no hay ningún Viajero vivo que los haya visto. ¡Ah!, y al pie de las montañas de la Tierra de las Estrellas, entre los castillos y las Cumbres, viven los trogloditas. Son seres subterráneos, subhumanos. Se dan a sí mismos el nombre de Szgany o trogs y tienen a los wamphyri por dioses. He visto algunos conservados en naftalina en los almacenes de lady Karen. Son casi prehistóricos.

Zek hizo una pausa para tomar aliento y dijo:

—Así es que ya te he resumido todo lo relativo al planeta y a su gente. Tan sólo hay una cosa que he omitido o, por lo menos, una cosa de la que me acuerde de momento, puesto que ni yo misma estoy segura de ella. De todos modos, puedes estar seguro de que se trata de algo monstruoso.

—¿Monstruoso? —dijo Jazz repitiendo sus palabras—. La mayoría de cosas que me has dicho lo son. Dejémoslo así, de momento; después tengo otras preguntas que hacerte.

—Muy bien —dijo ella frunciendo el entrecejo—, se supone que hay algo llamado «Arbiteri Ingertos Westweich», que es una frase de los wamphyri que significa…

—¿Él en su Jardín Occidental? —dijo Jazz como hablando consigo mismo.

Ella le dedicó una media sonrisa y asintió lentamente.

—Arlek se equivocaba contigo, al igual que yo —le dijo—. Aprendes deprisa. Significa: El-Habitante-de-su-Jardín-de-Occidente.

—No hay ninguna diferencia —dijo Jazz encogiéndose de hombros, después de lo cual le tocó a él el turno de fruncir el entrecejo—, aunque a mí esto me suena muy plácido y no me parece nada monstruoso.

—Es posible —respondió ella—, pero los wamphyri le temen a él o a lo que sea de una manera atroz. Sin embargo, ya te he dicho que ahora están peleándose y riñendo unos con otros. Bueno, en determinadas circunstancias y, hasta cierto punto, están extraordinariamente unidos. Todos los wamphyri. Hicieron mucho para desembarazarse del Habitante. De acuerdo con la leyenda, es un mago fabuloso cuya casa parece encontrarse en un verde valle situado no se sabe dónde, entre las cimas que se levantan a occidente. Hablo de leyenda y esto puede causar una impresión equivocada. En realidad, se trata de una leyenda muy reciente, posiblemente con una antigüedad aproximada de doce años de la Tierra. Fue entonces cuando aparentemente se iniciaron las historias. Se dice que a partir de entonces ha vivido aquí, ha marcado su territorio, lo ha custodiado celosamente y trata despiadadamente a los posibles invasores.

—¿Incluso a los wamphyri?

—Que se sepa, incluso a los wamphyri. Éstos cuentan de él espantosas historias que te parecerían increíbles. Lo cual, dada su naturaleza, significa bastante.

Así que terminó de hablar se advirtió que en el desfiladero había movimiento en dirección al norte. Arlek y sus hombres se pusieron inmediatamente alerta, ordenaron a sus lobos que avanzaran y empuñaron sus armas. Jazz se dio cuenta de que llevaban antorchas embadurnadas con un líquido negro parecido al alquitrán preparado para arder. Había otros preparados con pedernales.

Arlek se acercó rápidamente y atrajo a Jazz hacia sus pies.

—Podría ser Jasef —dijo con voz ronca— u otra cosa cualquiera. El sol casi se ha puesto.

Jazz, dirigiéndose a Zek, dijo:

—¿Son de fiar estos pedernales que llevan? Tengo una caja de cerillas en el bolsillo de arriba… y cigarrillos. Pero parece que eso no les interesa lo más mínimo… sólo quieren lo importante.

Hablaba en ruso y Arlek no había captado el significado de sus palabras. El gitano volvió su rostro de cuero, en actitud inquisitiva, en dirección a Zek.

Pero ésta se echó a reír y dijo algo que Jazz no acabó de comprender. Después desabrochó el bolsillo de Jazz y sacó las cerillas, las mostró a Arlek y encendió una. Ésta prendió inmediatamente y el gitano soltó un taco, pegó un salto y la apartó de un golpe de la mano de la chica. La expresión de su rostro denotaba una extraordinaria sorpresa, una incredulidad total de lo que veían sus ojos.

Zek al momento le dirigió unas palabras, entre las cuales Jazz pescó la palabra «cobarde». Habría preferido que no pronunciara esa palabra con tanta ligereza, sobre todo tratándose de Arlek. Después, con gran lentitud y extrema deliberación, como si estuviera hablando con un niño un poco tonto, Zek le dijo entre dientes:

—¿Qué hacéis con las antorchas? ¿Y si no es Jasef?

Arlek la miró con la boca abierta, parpadeó con nerviosismo y, finalmente, asintió dando a entender que había comprendido.

En cualquier caso se trataba de Jasef. Un viejo con un palo, auxiliado por dos gitanos más jóvenes, se acercó renqueando bajo los últimos rayos de sol. Se encaminó directamente a Arlek y dijo:

—Hay un centinela, un trog. Pero el jefe de los trogs, lord Shaithis, le ha otorgado el poder de hablar a gran distancia. Vio al hombre…, a este Jazz…, cuando atravesaba el desfiladero y lo comunicó a Shaithis. Habría venido al momento, pero el sol…

—Sí, sí… puedes continuar —le urgió Arlek.

Jasef encogió sus frágiles hombros.

—Yo no he hablado con este Szgany cara a cara, ¿comprendes? Es posible que haya peores cosas que él al acecho. Yo he estado fuera y he hablado con él a través de mis pensamientos, a la manera de los wamphyri.

—Naturalmente, ya se entiende —dijo Arlek, que estaba casi a su lado.

—Yo he transmitido al trog tu mensaje y él lo ha pasado al señor de los wamphyri. Después me ha dicho que volviera a tu lado.

—¿Cómo? —dijo Arlek, que evidentemente se había quedado atónito—. ¿Eso es todo?

Jasef no pudo hacer otra cosa que volver a encogerse de hombros.

—Lo que él me ha dicho ha sido esto: «Di a Arlek de los Viajeros que mi señor Shaithis hablará personalmente con él». No tengo idea de lo que quería decir con estas palabras.

—¡Imbécil! —murmuró Arlek por lo bajo.

Se volvió y se apartó de Jasef mientras la radio de Zek comenzaba a crepitar, puesto que la antena sobresalía dos o tres centímetros de su bolsillo. La minúscula luz roja del monitor se puso a parpadear. Arlek lanzó un suspiro y retrocedió un paso, al tiempo que señalaba con el dedo la radio y miraba a Zek con ojos saltones mientras Zek la sacaba del bolsillo.

—¿Más juegos mágicos? —le dijo en tono acusador—. Hace mucho tiempo que habríamos tenido que destruir todas tus cosas… y a ti incluso… en lugar de permitir que Lardis te las devolviera.

Zek había tenido también un susto, pero sólo momentáneo.

—Si me fueron devueltas es porque son inofensivas y porque no os causan ningún daño —dijo—. Además, son mías. A diferencia de vosotros, Lardis no es un ladrón. He repetido multitud de veces a los Viajeros que esto sirve para comunicarse a gran distancia, ¿no es verdad? Pero que si no funcionaba es porque no había nadie con quien poder hablar. Esto es una máquina, no es magia. Sin embargo, ahora hay alguien con quien poder hablar, alguien que quiere establecer comunicación.

Después, dirigiéndose a Jazz en voz más baja, añadió:

—Creo que sé qué significa esto.

Jazz asintió con la cabeza y dijo:

—Esto que decías acerca de que nosotros tenemos una gran importancia…

—Sí, en efecto —respondió ella—. Creo que lord Shaithis ya cuenta con algo importante, si no un as, por lo menos otra carta casi equivalente. ¡Tiene a Karl Vyotsky!

Después habló a través de la radio:

—Llamada desconocida… aquí Zek Föener. ¿Cuál es su comunicación?

La radio volvió a crepitar y una voz en otro tiempo familiar, algo temblorosa, un poco apremiante y casi sin aliento, pero perfectamente coherente, dijo:

—Déjate de los procedimientos de la radio, Zek. Aquí Karl Vyotsky. ¿Está Arlek de los Viajeros contigo?

Su voz dejaba traslucir la sensación de que no estaba demasiado seguro de lo que decía, como si se limitara a transmitir las órdenes de otra persona.

—Déjame que hable con él —dijo Jazz, después de lo cual Zek le aproximó la radio a la cara—. ¿Quién es la persona que quiere informarse, camarada? —preguntó.

Hubo un momento de silencio y con una voz que súbitamente se hizo suplicante, Vyotsky dijo:

—Escucha, británico, sé que estamos en bandos diferentes, pero si me fallas ahora, todo ha terminado para mí. Esta radio está haciendo de las suyas. A veces recibe y a veces no recibe. En estos momentos dispongo de una captación excelente… no sabes lo bien que va…, pero de todos modos no me fío de este aparato. Así es que no perdamos el tiempo con juegos. No puedo creer que me dejaras vivir una vez y que ahora quieras liquidarme. Así es que si ese tipo, Arlek, está aquí contigo, haz que se ponga. Dile que Shaithis, de los wamphyri, quiere hablar con él.

Arlek había oído que su nombre se pronunciaba dos veces y el de Shaithis varias veces más. Era evidente que la conversación giraba en torno a él y al señor de los wamphyri. Tendió la mano hacia la radio y dijo:

—Dámela.

De haber estado la radio en manos de Jazz éste la habría arrojado al suelo, la habría pisoteado y la habría destruido. Si no había comunicación, no había trato. Es posible que Zek tuviera la misma idea, pero no actuó con rapidez suficiente. Arlek le arrebató la radio, se puso a manipularla torpemente unos momentos y, finalmente, con una cierta tosquedad en la expresión, dijo:

—Soy Arlek.

El aparato emitió una serie de ruidos y al cabo de un rato dijo una voz de hombre:

—Arlek de los Viajeros, de la tribu de Lardis Lidesci… aquí Shaithis de los wamphyri hablando contigo. ¿Por qué eres tú quien manda y no Lardis? ¿Es que has ocupado su puesto en la tribu?

Aquella voz era la más bronca y amenazadora que Jazz había oído en su vida, pero aun cuando tenía algo de inhumana, era evidente que se trataba de la voz de un hombre. Era una voz profunda que articulaba perfectamente cada palabra con inflexible autoridad, como si el propietario de la misma supiera que, quienquiera que fuese la persona a la que se dirigía, siempre se trataba de un inferior.

Arlek dominó rápidamente el funcionamiento de la radio.

—Lardis no está —dijo—. Es posible que vuelva o que no vuelva. Y aun suponiendo que vuelva, hay Viajeros conmigo que están descontentos de él como jefe. El futuro no está claro y hay muchas cosas que son posibles.

Shaithis fue rápidamente al grano.

—Mi observador me ha dicho que hay contigo una mujer que era la ladrona de los pensamientos de lady Karen. Esa mujer se llama Zekintha y viene de la Tierra del Infierno. También tienes a un hombre de allí que es mago y lleva extrañas armas.

—Lo que te ha dicho tu observador es verdad —respondió Arlek, que ahora parecía sentirse más dueño de la situación.

—¿También es verdad que quieres llegar a un acuerdo conmigo con respecto a este hombre y esta mujer?

—También es verdad. Dame tu palabra de que en el futuro no realizarás ninguna incursión en la llamada tribu de Lardis y yo por mi parte te entregaré a estos magos procedentes de la Tierra del Infierno.

La radio quedó en silencio, como si Shaithis estuviera sopesando la proposición. Por fin dijo:

—¿Y sus armas?

—También todas sus pertenencias, sí —respondió Arlek—. Te lo daré todo salvo una hacha, que también pertenecía a ese hombre. El hacha la quiero para mí. Aun así, los beneficios para los wamphyri, lord Shaithis, serán importantes. Hay armas extrañas que pueden ayudarnos en las guerras, instrumentos como ese comunicador, que por lo visto tú conoces muy bien, y toda su magia para que la uses a voluntad.

Shaithis pareció vacilar.

—Pues… sabes muy bien que yo no soy más que uno de los señores y que los wamphyri tienen otros. Yo sólo hablo por mí.

—¡Pero tú eres el más grande de los wamphyri! —Arlek ahora se sentía seguro de sí mismo—. Yo no te pido protección, te digo simplemente que, en el caso de que se presente la ocasión, impidas que los demás señores realicen incursiones. Hay muchos Viajeros y, después de todo, nosotros no somos más que un pequeña tribu. Tú no hagas ninguna incursión contra nosotros y, si te place, te aseguras de que las incursiones de tus iguales, los demás señores, se realicen más difícilmente…

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