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Authors: Howard Mittelmark & Sandra Newman

Tags: #Ensayo, Humor

Cómo no escribir una novela (25 page)

A menudo, llevado por el arrebato de la inspiración, el autor empieza a saltar de un tiempo verbal a otro sin ser consciente de ello. Mientras cruza una habitación un personaje puede viajar desde al presente al pasado y volver al presente de nuevo. Un fuego que había sido provocado arde ahora. Los perros ladraban cuando han trotado detrás de su amo. El lector por lo general puede descifrar estos saltos temporales pero pronto se encuentra con que no está haciendo otra cosa. Más que estar en tensión cuando el héroe corre hacia la escena del accidente y se encuentra a la heroína viva de milagro, se conforma con alegrarse si consigue estar seguro de que eso ya ha ocurrido.

Revisa siempre con cuidado los tiempos verbales de las frases antes de enviar tu manuscrito a un editor.

Un pasado insoportable

Cuando prácticamente sólo se emplea un tiempo verbal

Guardé mi secreto durante todo el tiempo que estudié Derecho y nunca nadie sospechó nada. Fui contratado por una firma de prestigio y pasé tres años hasta que me hicieron socio. Temblaría la monolítica estructura de la jurisprudencia norteamericana cuando revelase lo que nadie sospechó.

Permanecí fiel a mis creencias mientras trabajé dentro del sistema y trabajé más duro que nadie para disipar todas las sospechas que mis principios ocultos pudieran suscitar. Trabajé más horas facturables que ningún otro abogado en el bufete. ¡Ja! ¡Qué idiotas! Pronto lo sabrán todo y comprenderán cuán profundamente socavé sus arraigadas creencias en el sistema.

Un día tras otro me estremecí de placer en mi escritorio de roble macizo, la puerta de mi despacho tan cerrada como el corazón donde oculté mis verdaderas intenciones. El día que me hicieron socio anuncié la verdad que oculté durante tanto tiempo en mi corazón, esto es, que yo, Archie Teuthis, era un anarquista.

Nuestro idioma es una lengua rica y llena de matices elaborada para satisfacer las necesidades de sus hablantes. De la misma manera que tenemos muchas formas de decir «Me estás molestando», nuestro idioma tiene varios tiempos verbales que nos permiten expresar cualquiera de los modos en que una acción puede desarrollarse en el tiempo.

Estos tiempos pretéritos permiten diferenciar entre unos hechos del pasado que pasaban a la vez que otros (
Comía
unos cacahuetes cuando ella le
pegó
); unos hechos que ocurrieron justo cuando acababan de ocurrir otros (
Cuando se
hubo comido
los cacahuetes ella le
pegó
) y una cadena de hechos sucesivos ocurridos en el pasado (
Una vez que se
hubo comido
los cacahuetes, se
había desnudado
, y ella, ni corta ni perezosa, le
pegó
).

En el lenguaje hablado el contexto nos permite aclarar cualquier ambigüedad que pueda haber entre las muchas posibilidades. En la ficción este papel recae sobre el autor, que debe diferenciar entre «
peló un plátano
» y «
había pelado un plátano
».

Mediante la correspondencia de los tiempos verbales puedes retrotraerte miles de años para ofrecer una información vital sobre ciertos antecedentes de tu historia y luego volver a plantarte en la escena que se está desarrollando en el presente sin ningún esfuerzo. Si no tienes en cuenta las sutilezas de la correlación temporal, tu lector se quedará colgado en la época medieval, esforzándose en comprender por qué en esa corte carolingia aparece una Honda.

12
EL MONÓLOGO INTERIOR

«¡Que les den matarile! —pensó Stalin—. Esos académicos liberales tan estirados es que me sacan de quicio.»

Si nos has acompañado hasta aquí, ya debes tener unos personajes con comportamientos inverosímiles, con vidas disparatadas y con quienes a los demás no les apetecería nada relacionarse. Consigue que la vida interior de tus personajes sea igual de insufrible utilizando alguna de estas eficaces técnicas para malograr cualquier monólogo interior.

Un personaje demasiado sensible

Cuando un personaje sobrerreacciona

—¿Puedes cogerlo tú? —gritó él.

Yo me eché a temblar por lo destemplado de su voz, recordando las veces que me había hablado con el tono del amor. El teléfono resonaba agudamente con su timbre, crispándome los nervios, que ya estaban a flor de piel. Cuando descolgué el auricular mi voz temblaba.

—¿Hola?

—Hola. Le llamo de Limpia-Alfombras S. A. y tenemos una oferta especial para usted…

Mi corazón se contrajo con una fría amargura cuando oí esa monótona voz grabada. El mundo se había convertido en un lugar tan cruel, tan impersonal. ¿Qué había sido del sentimiento de comunidad? ¿Qué había sido de la compasión? Cuando le colgué a la cinta grabada de esa empresa de venta por teléfono mis ojos recayeron en una foto enmarcada de mi chihuahua,
Fido
, que había desaparecido misteriosamente en unas vacaciones en Cancún. Las lágrimas acudieron a mis ojos cuando pensé en el pobre
Fido
, solo y perdido en este mundo despiadado. «Ojalá Dios te guarde», le susurré desde mi corazón mientras las lágrimas me corrían por las mejillas.

A veces un autor sustituye unos hechos dramáticos por las exageradas reacciones de sus personajes ante los hechos cotidianos. Este tipo de personajes siempre están al borde del llanto, lanzando gritos o en pleno ataque de risa histérica. La alegría les desborda cuando describen que hay mejillones en el menú. Se desesperan cuando oyen que el tren va a llegar con retraso. Cuando se encuentran a un vecino en el barrio, se sorprenden por tan maravillosa coincidencia. Las heridas de estos personajes nunca se cierran: diez años no borran el dolor de su divorcio, su duelo por la muerte de un ser querido o la pérdida de un reloj.

A menos que un personaje esté coqueteando con la locura, sus reacciones ante los hechos cotidianos deben ser proporcionales a los mismos.

Cada vez que respiras

Cuando todas las sensaciones se describen con primoroso detalle

—Creo que voy a pedir los mejillones deconstruidos —dijo, sonriéndome de esa manera en que siempre me sonreía.

Le devolví la sonrisa, sintiéndome levemente anhelante.

—Creo que yo pediré la mousse de algarrobas —dije. Dejé el menú sobre la mesa, mi anhelo estaba dando paso a un sentimiento de gratitud por su mera presencia.

Alargó su mano y tomó la mía, su contacto hizo que me recorriera una oleada de amor.

—¿Aún quieres que vayamos a un hotel? —me preguntó.

Sentí un leve tensión, puede que incluso fuera ansiedad. Había pasado tanto tiempo desde que habíamos pasado una noche juntos que yo temía a mis propios sentimientos cuando realmente estuviéramos los dos solos otra vez.

—Te deseo —dije yo—. Eso es todo lo que sé.

Cuando decía esas palabras una profunda relajación me sobrevino. Era como una mezcla de amor, miedo, desmayo y lujuriosa confusión, junto con tal vez un amago de flojera en las piernas.

No es necesario que relates paso por paso cada parpadeo o emoción de tu personaje. Estas emociones no constituyen acciones por sí mismas. Pueden servir para que se desarrolle una escena o para que veamos las reacciones de los personajes ante los hechos descritos en esa escena, pero si anulan la descripción de hechos, lo que tendremos entonces no es una escena sino una sesión de psicoanálisis.

El personaje impasible

Cuando el personaje no reacciona ocurra lo que ocurra

Pero cuando él apartó las mantas de aquel cuerpo desnudo no descubrió a su esposa sino a la guapísima Verónica, su más brillante y entregada estudiante, llevando tan sólo un tatuaje de Leonard Cohen.

—Hola, Verónica —dijo el catedrático Johnson—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Ella, entre sollozos, sacó una pistola de debajo de la almohada.

—Estoy aquí para matarte —le explicó.

—¿Por qué? —dijo él—. Nunca te he hecho nada.

Ella se incorporó, ofreciendo una maravillosa visión de su joven cuerpo desnudo. La luna hacía brillar su inmaculada piel y su negro pelo le caía sobre los hombros como una capa. Ella dijo:

—¡Me pusiste un cinco!

—Estaría dispuesto a reconsiderar tu nota si me hicieras un favor —dijo el catedrático.

—Oh, ¿cuál? —preguntó ella, apartando la pistola y colocándola entre sus jóvenes pechos, los ojos con el brillo de quien está dispuesto a ser complaciente.

—Necesito que alguien cuide mi gato durante dos semanas en abril porque me voy de viaje a Cancún. ¿Podrías encargarte tú?

Aunque es cierto que las vidas emocionales de los personajes no deben describirse hasta su más leve parpadeo, éstos deben tener una vida emocional. Si alguien pierde su trabajo, debe sentirse enfadado. Cuando un personaje se cae desde un quinto piso debe sentir miedo. El autor no puede salvar la situación haciéndole decir únicamente: «¡Qué mala suerte!»

De hecho, el autor debe dar cuenta de los pensamientos y los sentimientos de sus personajes de vez en cuando, incluso aunque no esté pasando nada espectacular. Si no lo haces así, parecerá que el personaje ha dejado de tener pensamientos y emociones. Y a menos que estés escribiendo una novela de zombis desde el punto de vista de un zombi, pronto perderás toda tu credibilidad como autor.

Cuando hagas esto intenta no hacerlo maquinalmente:
Se sentía desilusionada. Estaba petrificada. Habían herido sus sentimientos
. Por lo común las emociones deben mostrarse indirectamente, a través de la combinación de pensamientos, frases introductorias de diálogos y descripciones de sensaciones físicas.

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