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Authors: Chufo Llorens,Chufo Lloréns

Te Daré la Tierra (88 page)

Una salvedad quiero remarcar para no inducir al lector a engaño. Me he permitido alguna licencia dentro de un contexto histórico que respeto en términos generales. En primer lugar he jugado con alguna fecha por mejor cuadrar el relato. Por ejemplo, he adelantado la visita del poeta Abu Bakr ibn Ammar, Abenamar, embajador de al-Mutamid de Sevilla, al reinado de Ramón Berenguer I el Viejo cuando tal cosa, incluido el engaño de los falsos maravedíes, sucedió años más tarde. La manera de enriquecerse de nuestro protagonista, al punto de llegar a ser el ciudadano más rico de Barcelona, nada podía tener que ver con el petróleo, aunque evidentemente el «fuego griego» ya se conocía en la Antigüedad.

No debe olvidarse que este trabajo no pretende ser más que una novela que haga pasar un buen rato a mis lectores y que, a ser posible, despierte en ellos el interés por la historia.

Agradecimientos

Quiero dedicar esta novela a mis lectoras Marta Poal, Bea Alvear, Eli León y Mercedes Ribed, que siempre me estimularon con su apasionada opinión. A mi notario Enrique Jiménez Duart, cuya amable crítica, siempre constructiva, me sirvió de guía en el proceloso mar de la escritura. A Carlos Macià Aldrich, hurgador de documentos antiguos, amigo de los buenos, que me orientó sobre temas de la marina catalana de siglos pasados y que, durante cuatro años, en nuestras excursiones en bicicleta por la Cerdaña, aguantó mis dudas y desalientos. A José Antonio Merino, que desde el cielo de los justos, en el que sin duda ahora habita, podrá leer esta dedicatoria, y a Amalia, su viuda. A Juan Alberto Valls, amigo incondicional, que fue el camino que me llevó hasta José Enrique Ruiz-Doménec. Y para acabar,
last but not least,
a mi sobrino Rafael de Mueller-Barbat y a mi médico, y amigo con igual intensidad, Juan Claudio Rodríguez Ferrera.

Y mi expreso agradecimiento a José Enrique Ruiz-Doménec, insigne catedrático medievalista, cuyo estudio sobre Ricard Guillem me inspiró el protagonista de esta novela y de cuyos consejos e informes extraje un material impagable.

A Pepa Bagaría, documentalista inestimable, que no solamente me aportó los datos que le pedí sino que, conociendo mi manera de escribir, me proporcionó otros que su instinto de gran profesional le sugirió.

A Patxi Beascoa, que me abrió las puertas de Random House Mondadori.

A Ana Liarás, que se excedió en mucho en su papel de editora: contagió su entusiasmo, tras la lectura del manuscrito, a todo el equipo de Grijalbo, me propuso nuevos capítulos para la mejor comprensión de la novela y me recondujo los tiempos de la misma; asimismo, a la gente de redacción por su puntillosa labor.

Al equipo de marketing, que tanto se ha esforzado por que estas letras lleguen a los lectores.

A los responsables del diseño de la portada, la cual es lo primero que contagia al lector del gozo de leer.

Al equipo de producción, que ha sabido cuidar con esmero la calidad de esta edición.

Al departamento comercial, que tanto ha hecho por introducir el libro en el circuito de ventas.

Y para terminar, a quienes se han encargado de la difusión de mi libro en los medios de prensa.

[1]
El autor inventa una lengua romance mezclada con catalán primitivo y latín vulgar para acercarse a la época en la que tal cosa era lo común, pues las lenguas de raíz románicas estaban naciendo. «Yo, Ramón Borrell conde de la ciudad de Barcelona, te acepto como mi esposa y prometo guardarte de todos los peligros, respetarte y preservarte de todo mal y serte fiel en la salud y en la enfermedad hasta que finalmente Dios Nuestro Señor me llame a su lado al fin de mis días.»

[2]
Medidas catalanas de superficie.

[3]
Los treinta pasos alrededor de una iglesia eran lugar sagrado donde nadie podía ser atacado, bajo pena de excomunión.

[4]
Documento en el que se reflejaba la dote que se establecía antes de contraer matrimonio y que se hacía en presencia de testigos.

[5]
Pequeña y fina hoja de cuero labrado de animal
kosher
sobre la cual se escriben pasajes del Deuteronomio. Se oculta en la entrada de la casa, en el lado derecho y superior, a fin de que siempre sirva de recordatorio al morador y la vivienda quede protegida de los demonios.

[6]
Nombre que los judíos daban a los cristianos.

[7]
Cargo parecido al de alcalde entre los cristianos.

[8]
Consideración de los ciudadanos de Barcelona que tenían un rango importante y especial y que, junto a los feudales, los clérigos y el conde consiguieron tener una representación en los órganos de mando e influencia.

[9]
Los mancusos equivalían a treinta y cinco dineros cada uno de cuatro gramos de oro. Los había sargentianos o de Zaragoza; jafaríes, de Jafar Almudis, y de Mansur Ceptis o de Ceuta. Finalmente se acuñaron en Barcelona, tarea que fue encomendada al judío Bonhom. Así se llamaron de Barcelona, o del buen hombre hebreo, y eran de siete onzas de dos con setenta gramos.

[10]
Relación de sumisión que se establecía entre un noble superior y otro de menos rango y que comportaba cierto número de obligaciones.

[11]
El
agri
y el
campi
eran nombres de extensos cultivos.

[12]
Antigua denominación de Chipre. El nombre provenía de sus minas de cobre.

[13]
Diosa griega que medía la desdicha y felicidad de los mortales, a quien solía proporcionar crueles pérdidas, cuando habían sido favorecidos en demasía por la fortuna.

[14]
Esta especie de boda civil la organizó Ramón Berenguer en noviembre de 1056, y comienza el escrito con las palabras: «El tercer año después de nuestra unión».

[15]
El abad Oliba (971-1046) fue abad de Ripoll, obispo de Vic y fundador del monasterio de Montserrat.

[16]
Mezcla de frutas troceadas, nueces y especias.

[17]
El autor se permite la licencia de adelantar los hechos de Abenamar, que sucedieron durante el reinado de Ramón Berenguer II Cap d'Estopa, al de su padre Ramón Berenguer I el Viejo.

[18]
El autor ha optado aquí por la versión popular, y más extendida, de un
Call
amurallado, aunque cabe recordar que el debate entre historiadores y arqueólogos sigue vigente; la autenticidad de dicha versión no está contrastada y no se ha encontrado ningún resto, ni arqueológico ni documental. Se sabe de la existencia de una comunidad judía desde 850, pero en ningún caso se habla de muralla, si bien es cierto que aparecen a menudo referencias a puertas y al recinto cerrado.

[19]
Especie de catapulta más pequeña usada desde la antigüedad.

[20]
Asamblea de grandes vasallos.

[21]
«Mujer de valor» alabada en el libro de los Proverbios como ama de casa virtuosa.

[22]
Encargado de conducir los cantos en la sinagoga.

[23]
Chapines con suelas de madera para evitar la humedad

[24]
Ropaje abierto por los laterales que se colocaba encima de la camisa y bajo la túnica y que las mujeres ricas sustituían por el pellote.

[25]
Pequeña tarima cubierta por un baldaquín y abierta por los cuatro costados que representaba la hospitalidad de un hogar judío.

[26]
Contrato indispensable para la realización del matrimonio judío en el cual se especifica la dote y las condiciones en caso de viudedad, hasta el punto de que de perderse y hasta no renovarlo se consideraba que los esposos deberían dormir separados.

[27]
«¡Buena suerte!»

[28]
En la cena se consumen cuatro copas de vino que se refieren a la promesa de redención divina al pueblo de Israel y se expresa en cuatro verbos en primera persona: os sacaré, os liberaré, os redimiré y os tomaré.

[29]
Ángel custodio de los judíos que contabiliza las buenas obras.

[30]
El alma.

[31]
Inmensas rocas andadas en el fondo marino de las que sobresalía una cadena sujeta a una boya que servía para amarrar los barcos que tenían un lugar asignado frente a las playas.

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