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Authors: Maj Sjöwall,Per Wahlöö

Roseanna (11 page)

(Pausa)

K: ¿Le cuesta recordar?

M: No, no, por Dios.

(Pausa)

M: Me siento raro revelando detalles íntimos de una persona que no ha hecho nada malo y que además está muerta.

K: Entiendo sus sentimientos. Si sigo insistiendo es porque necesitamos su ayuda.

M: Bueno, pregunte.

K: Entraron en el apartamento. ¿Qué pasó?

M: Se quitó los zapatos.

K: ¿Y luego?

M: Nos besamos.

K: ¿Y luego?

M: Ella pasó al dormitorio.

K: ¿Y usted?

M: La seguí. ¿Quiere detalles?

K: Sí.

M: Se desnudó y se acostó.

K: ¿Encima de la cama?

M: No, dentro de la cama. Debajo de la manta y de la sábana.

K: ¿Estaba completamente desnuda?

M: Sí.

K: ¿Parecía tímida?

M: En absoluto.

K: ¿Apagó la luz?

M: No.

K: ¿Y usted?

M: ¿Y usted qué cree?

K: ¿Y luego mantuvieron relaciones sexuales?

M: ¿Pero qué coño cree que hicimos? ¿Cascar nueces? Lo siento, pero...

K: ¿Cuánto tiempo se quedó?

M: No lo recuerdo muy bien, hasta la una o las dos. Luego me fui a casa.

K: ¿Era la primera vez que veía a la señorita McGraw?

M: Sí, la primera vez.

K: ¿Qué pensaba de ella cuando salió de allí? ¿Y al día siguiente?

(Pausa)

M: Pensé... que era una fulana del montón, aunque no me dio esa impresión al principio. Luego pensé que era ninfómana. Una idea más loca que la otra. Ahora, aquí, teniendo en cuenta sobre todo que ha fallecido, pues parece absurdo haber pensado algo así.

(Pausa)

K: Escúcheme, amigo mío. Le aseguro que a mí me resulta tan incómodo hacerle estas preguntas como a usted contestarlas. No lo habría hecho si no fuera porque hay una intención. Desgraciadamente, no hemos terminado todavía, ni de lejos.

 M: Siento haber reaccionado así antes. Es que no estoy acostumbrado a este ambiente. Resulta absurdo estar en esta jaula de cristal contando cosas de Roseanna que nunca antes le he contado a nadie. Con polis fuera corriendo de un lado para otro, el magnetófono rodando y rodando, y un sargento ahí sentado mirándome. Por desgracia no soy un cínico, y menos cuando se trata de...

K: Jack, baja las persianas. Luego, espera fuera.

(Pausa)

ROMNEY: Adiós.

M: Le pido disculpas.

K: No tiene por qué. ¿Qué es lo que realmente ocurrió entre usted y la señorita McGraw después de su primer encuentro?

M: La llamé dos días después. No tenía ganas de verme entonces, me lo dijo claramente, pero podía volver a llamarla si quería. La volví a telefonear una semana después más o menos. Me pidió que fuera.

K: ¿Y...?

M: Sí, me acosté con ella. Luego seguimos así. Una o dos veces por semana. Nos veíamos siempre en casa de Roseanna. A menudo los sábados. Luego empezamos a pasar los domingos juntos cuando no trabajábamos.

K: ¿Cuánto tiempo duró su relación?

M: Ocho meses.

K: ¿Por qué se rompió?

M: Me enamoré.

K: Me temo que no le entiendo muy bien.

M: Realmente es muy sencillo. A decir verdad llevaba mucho tiempo enamorado de ella. La quería de verdad. Pero nunca hablamos de amor, y yo no comenté nada.

K: ¿Por qué?

M: Porque no quería perderla. Luego, cuando se lo dije... Bueno, todo acabó enseguida.

K: ¿Cómo ocurrió?

M: Sabe, Roseanna era la persona más honesta y honrada que he conocido jamás. Yo le gustaba bastante, y sobre todo le gustaba acostarse conmigo. Pero no quería vivir conmigo. Nunca lo ocultó. Tanto ella como yo sabíamos condenadamente bien por qué nos veíamos.

K: ¿Cuál fue su reacción cuando le confesó que la amaba?

M: Se puso triste. Luego me dijo: «nos acostamos una vez más y mañana te vas y luego se acabó. No nos vamos a hacer daño».

K: ¿Lo aceptó usted así, sin más?

M: Sí. Si usted la hubiera conocido tan bien como yo, entendería que no tenía nada que hacer.

K: ¿Cuándo ocurrió esto?

M: El tres de julio del año pasado.

K: ¿Y así terminó la relación entre los dos?

M: Sí.

K: ¿Estuvo con otros hombres durante el tiempo que duró su relación?

M: Sí y no.

K: En otras palabras, ¿le dio la impresión de que ella se veía con otros de vez en cuando?

M: No tenía ningún de tipo de impresión sobre nada. Lo recuerdo. En marzo hice un curso de cuatro semanas en Filadelfia. Antes de marcharme me avisó de que no esperara que se mantuviese... fiel durante tanto tiempo. Al volver se lo pregunté y me dijo que lo había hecho una vez, al cabo de tres semanas.

K: ¿Había mantenido relaciones sexuales?

M: Sí. Por cierto, vaya expresión. Quise saber con quién, por estúpido que parezca.

K: ¿Qué contestó?

M: Que no era asunto mío. Y no lo era, claro, por lo menos según su manera de ver las cosas.

K: Durante los ocho meses que salieron juntos, mantuvieron rela..., se acostaron con regularidad, si le he entendido bien.

M: Sí.

K: Pero las noches que no dormían juntos, ¿qué hacía ella entonces?

M: Se quedaba sola. Estaba a gusto sola. Leía muchísimo, además trabajaba por las noches. Escribía algo, no sé qué. No lo comentó conmigo. Sabe, Roseanna era muy independiente. Además, no compartíamos los mismos intereses. Excepto una cosa. Pero nos sentíamos bien juntos. Es la verdad.

K: ¿Cómo puede tener la seguridad de que estaba sola cuando usted no se encontraba con ella?

M: Yo... en ocasiones sentía celos. Algunas veces cuando no me quería ver, vigilaba la entrada de su edificio. En dos ocasiones me quedé allí toda la noche hasta que se marchó por la mañana.

K: ¿Le dio dinero?

M: Nunca.

K: ¿Por qué no?

M: No necesitaba mi dinero, lo dejó claro desde el principio. Cuando alguna vez salíamos, ella pagaba su parte.

K: ¿Y cuando dejaron de verse? ¿Qué hacía ella entonces?

M: No lo sé, no la volví a ver. Al poco tiempo encontré un nuevo trabajo y me mudé aquí.

K: ¿Cómo describiría su carácter?

M: Era muy independiente, como dije antes. Sincera. Completamente natural. Por ejemplo, no usaba maquillaje y nunca llevaba joyas. Parecía tranquila y relajada la mayoría de las veces, aunque una vez me confesó que no quería verme tan a menudo, porque sabía que acabaría poniéndola nerviosa. Le pasaba con todos, reconoció, y en nuestro caso era innecesario.

(Pausa)

K: Ahora le voy a hacer algunas preguntas de carácter muy íntimo.

M: Adelante. A esta altura contesto a lo que sea.

K: ¿Tiene alguna idea de cuántas veces estuvieron juntos?

M: Sí. Cuarenta y ocho.

K: ¿Lo sabe? ¿Exactamente?

M: Sí. Incluso le puedo explicar por qué. Cada vez que nos veíamos y nos acostábamos, lo marcaba en mi agenda del despacho con un pequeño círculo rojo. Justo antes de tirarla, conté los días.

K: ¿Diría que su comportamiento sexual era normal?

M: Era muy sexual.

K: ¿Tenía la suficiente experiencia para juzgar eso?

M: Yo tenía treinta y un años cuando nos conocimos. No me faltaban experiencias.

K: ¿Solía ella llegar al orgasmo cuando mantenían relaciones?

M: Sí. Siempre.

K: ¿Acostumbraban tener varios coitos seguidos?

M: No. Nunca. No hacía falta.

K: ¿Usaban métodos anticonceptivos?

M: Roseanna tomaba una especie de píldora, una cada mañana.

K: ¿Solían hablar de temas sexuales?

M: Nunca. Sabíamos lo que necesitábamos saber.

K: ¿Hablaba a menudo de sus experiencias anteriores?

M: Nunca.

K: ¿Y usted?

M: Una sola vez. No le pareció interesar lo más mínimo y no volví a sacar el tema.

K: ¿De qué hablaban?

M: De todo. En general de cosas cotidianas.

K: ¿Con quién se relacionaba, aparte de usted?

M: Con nadie. Tenía una amiga, una compañera de la biblioteca, pero se veían muy poco fuera del trabajo. Roseanna era una solitaria, como dije.

K: ¿Pero sí que fue a aquella fiesta donde se encontraron?

M: Sí, para conocer a alguien con quien acostarse. Entonces, llevaba mucho tiempo... de castidad.

K: ¿Cuánto tiempo?

M: Más de seis semanas.

K: ¿Cómo lo sabe?

M: Me lo dijo.

K: ¿Resultaba difícil satisfacerla?

M: Por lo menos no para mí.

K: ¿Era exigente?

M: Exigía lo que todas las mujeres normales. Tomarla hasta que no quedara nada de ella. No sé si me entiende.

K: ¿Tenía algunas particularidades?

M: ¿En la cama?

K: Sí.

M: La ley de Harrison no se aplica aquí en Nebraska, ¿verdad?

K: No, no tiene nada que temer.

M: No importa. Sólo tenía una particularidad que posiblemente podría considerarse especial. Arañaba.

K: ¿Cuándo?

M: Más bien todo el tiempo. Especialmente en los orgasmos.

K: ¿Cómo?

M: ¿Cómo?

K: Sí, ¿cómo arañaba?

M: Vale. Entiendo. Con todos los dedos de las manos. Como garras. Desde las caderas subiendo por la espalda hasta el cuello. Sigo teniendo marcas. Probablemente no se me quiten nunca.

K: ¿Era imaginativa durante su actividad sexual?

M: Qué expresiones más jodidas emplea. No, en absoluto. Siempre yacía de la misma manera. Boca arriba con un cojín debajo del culo y las piernas muy separadas y muy subidas. Era completamente natural, directa y sincera, en eso como en todo lo demás. Quería hacerlo muchas veces, durante mucho tiempo y de una vez, sin detalles ni distracciones, y de la única manera que le resultaba natural.

K: Entiendo.

M: A estas alturas, debería tenerlo todo muy claro.

(Pausa)

K: Sólo una cosa más. Por lo que ha dicho, me ha dado la impresión de que durante su relación, era usted el que constantemente se ponía en contacto con ella. Usted la llamaba y ella contestaba que subiera o que no tenía ganas y que llamara otro día. Entonces, ¿siempre decidía ella si quería verle y cuándo?

M: Supongo que sí.

K: ¿Alguna vez ella le llamó y le pidió que fuera?

M: Sí, cuatro o cinco veces.

(Pausa)

K: ¿Resultó difícil perderla?

M: Sí.

K: Ha sido de gran ayuda. Y muy sincero. Gracias.

M: Espero que entienda que esta conversación debe ser confidencial. Conocí a una mujer aquí las navidades pasadas y me casé con ella en febrero.

K: Naturalmente. Se lo dije al principio.

M: De acuerdo. Entonces quizá pueda apagar ya el magnetófono.

K: Por supuesto.

Martin Beck apartó el informe grapado y quedó pensativo mientras se secaba el sudor de la frente y de las palmas de las manos con un pañuelo doblado. Antes de retomar la lectura fue al servicio, se lavó la cara y bebió un vaso de agua.

3.
La expresión
Brödrafolkens val
, aquí traducida como «por el bien de los pueblos hermanos», fue el lema de Oscar II, rey sueco de la Union Suecia-Noruega. Tras la disolución de la Union en 1905 fue sustituida por
Sveriges val
, «Por el bien de Suecia»
(N de los T)

Capítulo 13

La segunda acta no era tan extensa como la primera. Además, tenía otro tono.

Interrogatorio a Mary Jane Peterson realizado en la Jefatura de Policía de Lincoln, Nebraska, el 10 de octubre de 1964. Interrogador: Teniente de policía Kafka. Testigo: Sargento Romney.

ROMNEY: Le presento a Mary Jane Peterson. Es soltera, tiene 28 años y vive en Second South Street 62. Trabaja en la biblioteca municipal de esta ciudad, aquí en Lincoln.

KAFKA: Siéntese, por favor, señorita Peterson.

PETERSON: Gracias. ¿De qué se trata?

K: Algunas preguntas.

P: ¿Sobre Roseanna McGraw?

K: Correcto.

P: Ya he dicho todo lo que sé. Recibí una postal suya. Eso es todo. ¿Me han hecho dejar mi trabajo y venir aquí para que lo vuelva a decir?

K: ¿Usted y la señorita McGraw eran amigas?

P: Sí, claro.

K: ¿Vivían juntas antes de que la señorita McGraw tuviera su propio apartamento?

P: Sí, durante catorce meses. Ella vino desde Denver y no tenía adónde ir. Le dejé quedarse conmigo.

K: ¿Compartían los gastos de la casa?

P: Por supuesto:

K: ¿Cuándo se separaron?

P: Hace más de dos años, en la primavera de 1962.

K: ¿Pero seguían viéndose?

P: Pues nos veíamos todos los días en la biblioteca.

K: ¿También se veían por la noche?

P: No mucho. Teníamos suficiente la una con la otra durante la jornada laboral.

K: ¿Qué opina acerca del carácter de la señorita McGraw?

P:
De mortuis nihil nisi bene.

K: Jack, encárgate tú. Vuelvo dentro de un momento.

R: El teniente Kafka le ha preguntado su opinión sobre el carácter de la señorita McGraw.

P: Lo he oído y he contestado:
De mortuis nihil nisi bene.
Es latín y significa «de los muertos sólo lo bueno».

R: La pregunta es ésta: ¿Cómo era?

P: Eso tendrán que preguntárselo a otro. ¿Me puedo ir ya?

R: Inténtelo y vera.

P: Es usted un maleducado. ¿Nadie se lo ha dicho?

R: Si yo fuera usted, no lo quiera Dios, tendría mucho cuidado con mis palabras.

P: ¿Por qué?

R: Puede que no me gusten.

P: Ja, ja.

R: ¿Cómo era la señorita McGraw?

P: Pienso que debería preguntárselo a otro idiota.

K: Está bien, Jack ¿Señorita Peterson?

P: ¿Qué?

K: ¿Por qué se separaron usted y la señorita McGraw?

P: Había poco espacio. Por lo demás no veo que sea asunto suyo.

K: Eran buenas amigas, ¿no?

P: Claro.

K: Tengo aquí un informe de la policía del distrito 3, registrado el 8 de abril de 1962. A la una menos diez de la madrugada, varios inquilinos del inmueble situado en Second South Street 62 denunciaron gritos, ruidosas discusiones y alboroto constante en un piso del cuarto. Cuando los agentes Flynn y Richardsson se presentaron en el lugar de los hechos diez minutos más tarde, no les abrieron la puerta, por lo que tuvo que abrir el conserje con una copia de la llave. Usted y la señorita McGraw se encontraban en la casa, la señorita McGraw llevaba puesto un albornoz y usted unos zapatos de tacón alto y un vestido blanco que Flynn describió como de cóctel. A la señorita McGraw le sangraba la frente. Reinaba el desorden en el piso. Ninguna de ustedes quiso formalizar una denuncia, y en cuanto volvió la calma, eso dice en el informe, los agentes abandonaron el piso.

P: ¿Qué pretende sacando a relucir ahora ese incidente?

K: Al día siguiente la señorita McGraw se mudó a un hotel, y una semana más tarde consiguió su propia vivienda unas manzanas más arriba en la misma calle.

P: Le pregunto una vez más: ¿por qué trae ahora aquella vieja historia? Como si no me hubiese causado ya el suficiente disgusto.

K: Intento convencerla sobre la necesidad de contestar a nuestras preguntas. Además conviene que diga la verdad.

P: Vale, la eché. ¿Por qué no iba a hacerlo? El apartamento era mío.

K: ¿Por qué la echó, como dice usted?

P: ¿Y qué importa eso hoy? ¿A quién le importa una vieja discusión entre dos amigas?

K: Por lo visto, todo lo relacionado con Roseanna McGraw es de interés público. Parece ser, como puede comprobar en la prensa, que no hay mucho que escribir sobre ella.

P: ¿Quiere decir que podrían filtrar esta historia a los periódicos si quisieran?

K: Este informe es un documento público.

P: En ese caso, me parece muy raro que nadie se haya hecho con él ya.

K: Es posible que tenga que ver con que el sargento Romney lo encontrara primero. En el momento en que lo devuelva al archivo central, cualquier persona es libre de leerlo.

P: ¿Y si no lo hace?

K: Entonces, evidentemente, la situación sería otra.

P: Las actas de esta declaración, ¿también se convertirán en documento público?

K: No.

P: ¿Puedo fiarme?

K: Sí.

P: De acuerdo, ¿qué quieren saber? Dense prisa para que pueda salir de aquí antes de que me dé un ataque de histeria.

K: ¿Por que obligó a la señorita McGraw a mudarse?

P: Porque me ponía en ridículo.

K: ¿De qué manera?

P: Roseanna era una puta. Como una perra en celo. Y se lo comenté.

K ¿Qué contesto?

P: Mi querido teniente, Roseanna no contestaba a ese tipo de groserías. Las ignoraba. Lo único que hacía era quedarse tumbada en la cama leyendo a algún filósofo Y te miraba. Con los ojos muy abiertos, indulgentes, como si no fuera con ella.

K:¿Tenía mucho temperamento?

P: No, ninguno.

K: ¿Cual fue la causa directa de que la ruptura resultara tan violenta?

P: Saque sus propias conclusiones. Incluso usted debería ser capaz de imaginarlo.

K: ¿Fue por un hombre?

P: Un miserable canalla con el que ella decidió acostarse mientras yo lo esperaba en un pueblo de mala muerte a 50 kilómetros de distancia. Él me entendió mal, encima era tonto, y pensó que tenía que recogerme en casa. Cuando llegó, yo ya me había ido. Roseanna, claro, se encontraba en casa. Siempre estaba en casa. Y ocurrió lo que tenía que ocurrir. Gracias a Dios que el hijo de puta se había largado ya cuando llegué, si no, a estas alturas, yo estaría cosiendo sacos en la penitenciaría de Sioux City.

K: ¿Cómo se enteró de lo que había ocurrido?

P: Por Roseanna. Siempre decía la verdad. ¿Por qué lo has hecho? Querida Mary Jane, porque quise hacerlo. Además era muy lógica: Querida Mary Jane, eso sólo demuestra que él no merecía la pena.

K: ¿La consideraba su amiga a pesar de todo?

P: Sí, por raro que parezca. Si Roseanna tenía una amiga, ésa era yo. Nos fue mejor cuando se marchó y no nos veíamos todos los días. Cuando llegaba, de la universidad, siempre estaba sola. Sus padres habían muerto en Denver poco antes y casi al mismo tiempo. No tenía hermanos, ni familia, ni amigos. Además, andaba escasa de dinero. Había algún problema con la herencia y pasaron años sin que pudiera recibirla. Luego, por lo visto, le llegó por fin el dinero, poco después de irse a aquel apartamento.

K: ¿Cómo describiría su carácter?

P: Creo que sufría algún complejo de independencia, que se manifestaba de manera extraña. Por ejemplo, se vestía de forma muy descuidada y alardeaba de su aspecto horrible. En el mejor de los casos, iba en panty y con jerseys anchos y sueltos. Le costaba Dios y ayuda ponerse un vestido cuando iba a trabajar. Tenía ideas muy raras. Casi nunca llevaba sujetador y eso que le hacía más falta que a la mayoría. Odiaba llevar zapatos.

En general, decía que no le gustaba la ropa. Cuando no trabajaba, podía andar por la casa desnuda todo el día. Nunca usaba camisón ni pijama. Me sacaba de quicio.

K: ¿Cree que era dejada?

P: Sólo con su apariencia, pero estoy segura de que lo hacía a propósito. Fingía no darse cuenta de que existían productos cosméticos, peluquerías o medias de nailon. Pero con otras cosas resultaba casi pedante, sobre todo con sus libros.

K: ¿Qué intereses tenía?

P: Leía mucho y a veces escribía, no me pregunte qué, porque no lo sé. En verano pasaba horas fuera. Decía que le gustaba andar. El que lo quiera creer que lo crea. Y los hombres. Más intereses no tenía.

K: ¿Era la señorita McGraw una mujer atractiva?

P: En absoluto, eso le debería haber quedado claro si me prestó atención. Pero la volvían loca los hombres y eso da para mucho.

K: ¿No tenía ninguna relación estable?

P: Cuando se fue de mi casa tengo entendido que salía con alguien que trabajaba en la administración municipal. Estuvieron medio año o así, le vi un par de veces. Dios sabrá cuántas veces le fue infiel a ése, probablemente centenares.

K: ¿Mientras vivían juntas, llevaba hombres a casa a menudo?

P: Sí.

K: ¿Qué quiere decir con «a menudo»?

P: ¿Y usted?

K: ¿Sucedía varias veces por semana?

P: Ah no, hay un límite para todo.

K: ¿Con qué frecuencia ocurría? Conteste.

P: No me hable en ese tono.

K: Yo empleo el tono que me da la gana. ¿Con qué frecuencia llevaba hombres a casa?

P: Una o dos veces al mes.

K: ¿Siempre hombres distintos?

P: No lo sé. No los veía siempre. Ni siquiera la mayoría de las veces. Había épocas en que ella iba a su aire. A menudo aprovechaba cuando yo salía a bailar o algo.

K: ¿No solía acompañarla cuando usted salía?

P: Nunca. Ni siquiera sé si sabía bailar.

K: ¿Puede darme el nombre de alguno de los hombres con los que se relacionó?

P: Hubo un estudiante alemán que conocimos en la biblioteca. Yo les presenté. Creo recordar que se llamaba Mildenberger. Uli Mildenberger. Lo llevó a casa tres o cuatro veces.

K: ¿Cuánto tiempo?

P: Un mes, tal vez cinco semanas. Pero la llamaba todos los días, y me imagino que se veían también en algún otro sitio. Vivió aquí, en Lincoln, un par de años, pero volvió a Europa la primavera pasada.

K: ¿Qué aspecto tenía?

P: Guapo. Alto, rubio y ancho de hombros.

K: ¿Usted misma mantenía relaciones íntimas con ese Mildenberger?

P: ¿Y a usted qué le importa?

K: ¿Cuántos hombres cree que llevó a casa durante el tiempo que vivieron juntas?

P: Pues unos seis o siete.

K: ¿Le atraía algún tipo de hombre en particular?

P: En eso era completamente normal. Quería hombres guapos. Esos que, por lo menos, tienen aspecto de hombres.

K: ¿Qué sabe de su viaje?

P: Sólo que llevaba mucho tiempo planificándolo. Pensaba ir en barco a Europa y luego viajar por allí un mes y ver lo más posible. Después quería quedarse en algún lugar el resto del tiempo, en París o Roma, o una ciudad así. ¿Por qué pregunta todo esto, por cierto? Un policía de por allí mató al asesino de un tiro, ¿no?

K: Ese dato, desgraciadamente, resultó ser falso. Se debió a un malentendido.

P: ¿Puedo irme ya? Tengo, de hecho, un trabajo.

K: ¿Cómo reaccionó cuando se enteró de lo que le había ocurrido a la señorita McGraw?

P: Al principio me quedé verdaderamente conmocionada, pero tampoco es que me sorprendiera mucho.

K: ¿Por qué no?

p: ¿Y me lo pregunta usted? ¿Con esa vida que llevaba?

K: Es suficiente. Adiós, señorita Peterson.

P: No se olvide de lo que me ha prometido.

K: No le he prometido nada. Puedes apagar el magnetófono ahora, Jack.

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