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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

Por qué fracasan los países (57 page)

Las instituciones políticas y económicas extractivas del Sur lo hicieron considerablemente más pobre que el Norte a mediados del siglo
XIX
. El Sur carecía de industria y había relativamente poca inversión en infraestructuras. En 1860, su producción de manufactura total era menor que la de Pensilvania, Nueva York o Massachusetts. Solamente el 9 por ciento de la población del Sur vivía en áreas urbanas, frente al 35 por ciento en el noreste. La densidad de las vías férreas (kilómetros de vía divididos por área de tierra) era tres veces superior en los estados del Norte que en los del Sur. La relación de kilómetros de canal era similar.

En el mapa 18, se muestra el alcance de la esclavitud determinando el porcentaje de la población esclava en los condados de Estados Unidos en 1840. Es evidente que la esclavitud era dominante en el Sur. En algunos condados, por ejemplo, a lo largo del río Misisipi, hasta el 95 por ciento de la población estaba esclavizada. En el mapa 19 se muestra una de las consecuencias de esta situación, la proporción de la mano de obra que trabajaba en manufacturas en 1880. Aunque no sea elevada en ningún sitio según los niveles del siglo
XX
, existen diferencias marcadas entre el Norte y el Sur. En gran parte del noreste, más del 10 por ciento de la mano de obra trabajaba en manufacturas. En cambio, en gran parte del Sur, sobre todo en las áreas con grandes concentraciones de esclavos, esta mano de obra no existía.

El Sur ni siquiera era innovador en los sectores en los que estaba especializado: de 1837 a 1859, el número de patentes otorgadas al año por innovaciones relacionadas con el maíz y el trigo era de una media de doce y diez, respectivamente; solamente había una al año para el cultivo más importante del Sur, el algodón. No había ninguna señal de que la industrialización y el crecimiento económico fueran a empezar en un futuro próximo. Sin embargo, tras la derrota en la guerra civil, se produjo una reforma política y económica fundamental a punta de bayoneta. Se abolió la esclavitud y se concedió el voto a los hombres negros.

Aquellos grandes cambios deberían haber abierto el camino a una transformación radical de las instituciones extractivas sureñas que se habrían convertido en inclusivas, y lanzar al Sur a un camino de prosperidad económica. Sin embargo, en otra manifestación más del círculo vicioso, no pasó nada parecido. Una continuación de las instituciones extractivas, esta vez del tipo de Jim Crow en lugar del de la esclavitud, apareció en el Sur. El nombre de Jim Crow procedía supuestamente de la sátira «Jump Jim Crow» de principios del siglo
XIX
. Trataba de personajes negros que eran interpretados por actores blancos con la cara pintada de negro. Así, Jim Crow llegó a hacer referencia a todo el abanico de legislación segregacionista que se promulgó en el Sur después de 1865. Estas leyes persistieron durante casi otro siglo, hasta que se produjo otro gran levantamiento, el movimiento por los derechos civiles. Entretanto, los negros continuaron siendo reprimidos y excluidos del poder. La agricultura de tipo plantación basada en mano de obra con sueldos bajos y poca formación persistió y las rentas del Sur se redujeron aún más respecto a la media estadounidense. El círculo vicioso de las instituciones extractivas era mucho más fuerte de lo que muchos habían esperado en aquel momento.

La razón de que la trayectoria política y económica del Sur nunca cambiara, aunque la esclavitud fuera abolida y los hombres negros obtuvieran derecho a voto, fue que el poder político y la independencia económica de los negros eran frágiles. Los plantadores sureños perdieron la guerra, pero ganarían la paz. Todavía estaban organizados y eran propietarios de la tierra. Durante la guerra, se había prometido a los esclavos liberados que recibirían 40 acres y un mulo cuando la esclavitud fuera abolida y algunos incluso lo consiguieron durante las famosas campañas del general William T. Sherman. No obstante, en 1865, el presidente Andrew Johnson revocó las órdenes de Sherman y la esperada redistribución de la tierra nunca tuvo lugar. En un debate sobre esta cuestión en el Congreso, el congresista George Washington Julian proféticamente señaló: «¿De qué serviría una ley del Congreso en la que se prohibiera totalmente la esclavitud [...] si la antigua base agrícola del poder aristocrático permanece?». Ése fue el comienzo de la «redención» del viejo Sur y la persistencia de la vieja élite terrateniente sureña.

El sociólogo Jonathan Wiener estudió la persistencia de la élite de plantadores en cinco condados del Black Belt, la zona del mejor algodón, del Sur de Alabama. Hizo un seguimiento de familias del censo de Estados Unidos y consideró las que tenían bienes inmuebles por un valor como mínimo de 10.000 dólares. Descubrió que, de los 236 miembros de la élite de plantadores en 1850, 101 mantenían su posición en 1870. Lo interesante es que este ritmo de persistencia era muy similar al experimentado en el período previo a la guerra civil; de las 236 familias de plantadores más ricas de 1850, solamente 110 lo seguían siendo una década después. Sin embargo, de los 25 plantadores con mayores tierras en 1870, 18 (el 72 por ciento) habían sido de las familias de la élite en 1860; 16 habían estado en el grupo de élite de 1850. Mientras más de 600.000 murieron en la guerra civil, la élite de plantadores sufrió pocas bajas. La ley, elaborada por y para los plantadores, eximía a un propietario de esclavos del servicio militar por cada veinte esclavos que tuviera. Mientras cientos de miles de hombres morían para preservar la economía de las plantaciones sureñas, muchos grandes propietarios de esclavos y sus hijos vieron pasar la guerra desde sus porches y, así, fueron capaces de garantizar la persistencia de la economía de las plantaciones.

Tras el fin de la guerra, los plantadores de la élite que controlaba la tierra fueron capaces de volver a ejercer su control sobre la mano de obra. A pesar de que se abolió la institución económica de la esclavitud, las pruebas señalan una línea de persistencia evidente en el sistema económico del Sur basado en la agricultura de las plantaciones con mano de obra barata. Este sistema económico se mantuvo a través de varios canales que incluían tanto el control de la política local como el ejercicio de la violencia. Por lo tanto, en palabras del experto afroamericano W. E. B. du Bois, el Sur se convirtió «simplemente en un campo armado para intimidar a los negros».

En 1865, la legislatura del estado de Alabama aprobó el Código Negro, un hito importante para la represión de la mano de obra negra. Dicho código era similar al decreto 177 de Guatemala, y consistía en una ley de vagancia y en una ley contra la incentivación de los trabajadores. Su objetivo era impedir la movilidad de la mano de obra y reducir la competencia en el mercado laboral y garantizó que los plantadores del Sur todavía tuvieran una fuerza laboral fiable y a un coste bajo.

Tras la guerra civil, el período denominado Reconstrucción duró desde 1865 hasta 1877. Los políticos del Norte, con ayuda del ejército de la Unión, diseñaron algunos cambios sociales en el Sur. Sin embargo, una reacción sistemática de la élite sureña con el pretexto de apoyar a los denominados
redeemers
(redentores), que buscaban la redención del Sur, volvió a crear el viejo sistema. En las elecciones presidenciales de 1877, Rutherford Hayes necesitó el apoyo del Sur en el colegio electoral. Este colegio, que todavía se utiliza hoy en día, estaba en el corazón de la elección indirecta para presidente creada por la Constitución de Estados Unidos. Los votos de los ciudadanos no elegían directamente al presidente, sino que elegían electores que, posteriormente, elegían al presidente en el colegio electoral. A cambio de su apoyo en el colegio electoral, los sureños pidieron que los soldados de la Unión fueran retirados del Sur y que la región se dejara a su libre albedrío. Hayes accedió. Con el apoyo sureño, Hayes se convirtió en presidente y retiró las tropas. El período posterior a 1877 marcó el verdadero resurgimiento de la élite de plantadores anterior a la guerra civil. La redención del Sur implicó la introducción de nuevos impuestos al sufragio y pruebas de alfabetización para votar, lo que sistemáticamente dejaba sin derecho a voto a los negros y, a menudo, a la población blanca pobre. Lograron hacer realidad aquellos planes y crearon un régimen de un partido con el Partido Demócrata, con gran parte del poder político en manos de la élite de plantadores.

En virtud de las leyes de Jim Crow, se crearon escuelas separadas y, como era previsible, inferiores. Alabama, por ejemplo, volvió a redactar su Constitución en 1901 para lograrlo. Lo sorprendente es que, incluso hoy en día, el artículo 256 de la Constitución de Alabama, aunque ya no esté en vigor, todavía afirma:

 

Derecho de la legislatura a establecer y mantener un sistema de escuelas públicas; distribución del fondo de escuelas públicas; escuelas separadas para niños blancos y niños de color.

La legislatura establecerá, organizará y mantendrá un sistema liberal de escuelas públicas a través del estado en beneficio de los niños de edades comprendidas entre siete y veintiún años. El fondo para las escuelas públicas será distribuido entre los distintos condados en función del número de niños en edad escolar y se repartirán a las escuelas de los distritos o municipios en los condados para proporcionar, tan pronto como sea viable, cursos escolares de igual duración en dichos distritos escolares o municipios. Se proporcionarán escuelas separadas para niños blancos y de color y no se permitirá que ningún niño de una raza vaya a una escuela de la otra raza.

 

Una enmienda para eliminar el artículo 256 de la Constitución fue rechazada por un margen estrecho en la legislatura del estado en 2004.

La privación del derecho a voto, las leyes de vagancia como el Código Negro de Alabama, varias leyes de Jim Crow y las acciones del Ku Klux Klan, a menudo financiadas y apoyadas por la élite, convirtieron al Sur de la posguerra civil en una sociedad con un
apartheid
efectivo, en la que negros y blancos vivían vidas distintas. Igual que en el caso de Sudáfrica, estas leyes y prácticas estaban destinadas a controlar a la población negra y su trabajo.

Los políticos sureños que estaban en Washington también procuraban garantizar que las instituciones extractivas del sur pudieran persistir. Por ejemplo, se aseguraron de que nunca se aprobara ningún proyecto federal u obra pública que hubiera podido poner en peligro el control de la élite sureña sobre la mano de obra negra. En consecuencia, el Sur entró en el siglo xx siendo una sociedad en gran parte rural con un nivel bajo de educación y tecnología atrasada que todavía empleaba trabajo manual y la fuerza de los mulos prácticamente sin ninguna ayuda de instrumentos mecánicos. Aunque la proporción de personas en áreas urbanas aumentó, fue mucho menor que en el Norte. En 1900, por ejemplo, el 13,5 por ciento de la población del sur estaba urbanizado, frente al 60 por ciento en el noreste.

En términos generales, las instituciones extractivas del Sur de Estados Unidos, que se basaban en el poder de la élite terrateniente, la agricultura de las plantaciones y la mano de obra con sueldos bajos y poca formación, persistieron hasta bien entrado el siglo
XX
. Estas instituciones empezaron a desmoronarse solamente después de la segunda guerra mundial y realmente cuando el movimiento por los derechos civiles destruyó la base política del sistema. Hasta la desaparición de estas instituciones en las décadas de 1950 y 1960, el Sur no empezó su proceso de rápida convergencia con el Norte.

El Sur de Estados Unidos muestra otro lado más resistente del círculo vicioso. Igual que ocurrió en Guatemala, la élite sureña de plantadores permaneció en el poder y estructuró las instituciones políticas y económicas para garantizar la continuidad de su poder. Sin embargo, a diferencia de Guatemala, se enfrentó a problemas significativos después de su derrota en la guerra civil, que había abolido la esclavitud y había dado un giro radical a la exclusión constitucional total de los negros de la participación política. Pero son muchos los caminos que llevan a Roma. Mientras la élite de los plantadores tuviera el control de sus enormes tierras y estuviera organizada, podía estructurar un conjunto nuevo de instituciones, las leyes de Jim Crow en lugar de la esclavitud, para lograr el mismo objetivo. El círculo vicioso resultó ser más fuerte de lo que muchos, incluso Abraham Lincoln, habían imaginado. El círculo vicioso se basa en instituciones políticas extractivas y crea instituciones económicas extractivas, lo que a su vez da apoyo a las instituciones políticas extractivas, porque la riqueza económica y el poder compran poder político. Cuando la promesa de dar 40 acres y una mula dejó de estar sobre la mesa, el poder económico de la élite sureña de plantadores continuó siendo intachable. Y no es de extrañar que, por desgracia, las implicaciones para la población negra del Sur y el desarrollo económico del Sur tampoco cambiaran.

 

 

La ley de hierro de la oligarquía

 

La dinastía salomónica de Etiopía duró hasta ser derrocada por un golpe militar, en 1974, dirigido por el consejo denominado Derg, un grupo marxista de oficiales del ejército. El régimen que el Derg había apartado del poder parecía haberse quedado congelado en algún siglo anterior, era un anacronismo histórico. El emperador Haile Selassie empezaba su día cuando llegaba al jardín del Gran Palacio, que había sido construido por el emperador Menelik II a finales del siglo
XIX
. Fuera del palacio, había multitud de dignatarios esperando su llegada, haciendo reverencias e intentando llamar su atención desesperadamente. El emperador concedía audiencia en la sala de audiencias, sentado en el trono imperial. (Selassie era un hombre bajo, así que, para que no le quedaran las piernas colgando en el aire, había un encargado especial de llevar un cojín que lo acompañaba allí donde fuera para garantizar que había un cojín adecuado que poner bajo sus pies. Este encargado mantenía un
stock
de cincuenta y dos cojines para hacer frente a cualquier situación.) Selassie presidió un conjunto extremo de instituciones extractivas y dirigía el país como si fuera su propiedad privada, concediendo favores y patrocinios y castigando despiadadamente la falta de lealtad. No había ningún desarrollo económico del que hablar en Etiopía durante la dinastía salomónica.

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