Las cuatro vidas de Steve Jobs (26 page)

Incansable, volvía a la carga. Le hicieron falta 18 meses para convencer a los responsables de las grandes discográficas de que se adhiriesen al modelo que les proponía. Warner fue la primera en dejarse seducir por la idea cuando sus directivos se dieron cuenta de que tenía razón. Universal no se hizo esperar. Una de las razones para aprobar la cesión de su catálogo fue que, en un principio, la iTunes Music Store se restringía únicamente al mundo Apple. «Les dijimos: ¿sabéis qué? Si el virus se propaga, sólo podrá contaminar al 5% del jardín», rememoraba Jobs.

En su debut musical, Steve Jobs se había negado a que el iPod fuera compatible con los PC. Para ello, iTunes, el programa de gestión de canciones, únicamente estaba disponible para los ordenadores de Apple. Sin embargo, semejante restricción limitaba el mercado del dispositivo a los quince millones de Mac en circulación, frente a los 500 millones de PC. Como era lógico, muchos miembros del equipo del iPod manifestaron su desacuerdo. Sin embargo, Jobs se negó en rotundo, con la vehemencia habitual. «¡Jamás pondré el iPod para PC!».

Mientras tanto, Pixar seguía acumulando éxitos.
Monstruos S.A.,
estrenada en noviembre de 2001, había recaudado más de 520 millones de dólares en todo el mundo. Pero mientras el matrimonio entre Pixar y Disney parecía ir viento en popa, la relación entre sus máximos ejecutivos, Steve Jobs y Michael Eisner (el presidente de Disney), se complicó. En realidad, nunca se habían llevado bien.

Poco después de estrenar
Toy Story 2,
Eisner pidió a Pixar que realizara una tercera película de la saga,
Toy Story 3.
Lasseter aceptó ponerse manos a la obra pero a Jobs no le convencía la idea. El acuerdo firmado entre Pixar y Disney hablaba de producciones originales y las secuelas no podían considerarse como tales.

No obstante, las hostilidades entre ambos alcanzaron su culmen eL 28 de febrero de 2008, cuando Michael Eisner fue llamado a declarar ante una Comisión del Senado para hablar de la piratería en Internet, que también había alcanzado al mundo del cine. Para ilustrar su discurso, citó la campaña publicitaria de Apple para iTunes, cuyo eslogan era
«Rip. Mix. Burn»
(copia, mezcla, graba) y se dejó llevar a propósito por la confusión entre
rip
(que en la jerga informática se refiere a copiar un CD) y
rip-off
(que significaba robar).

Jobs puso el grito en el cielo y llamó a Roy Disney, sobrino de Walt. «Esto no puede seguir así. Eisner es un carcamal. No entiende nada del futuro de la animación. Tenéis que echarle». Y dejó claro que no firmaría ningún contrato nuevo con Disney mientras que Eisner siguiera presidiendo la sociedad.

En paralelo a su cruzada para tratar de convencer a las discográficas, Jobs se reunió personalmente con muchos artistas para obtener su consentimiento a la difusión de su obra en iTunes. Se puso en contacto con The Eagles, Mick Jagger y Bono de U2 para convencerles de que subieran sus canciones a la tienda de Apple y su poder de persuasión fue tal que incluso algunas estrellas, como Alanis Morissette, llegaron a proponer la comercialización de piezas inéditas en exclusiva a través de iTunes.

En septiembre de 2002, Jobs presentó en público Mac OS X, el nuevo sistema operativo de los Mac, basado en gran medida en el sistema operativo desarrollado en NeXT. Para la ocasión, organizó el
entierro
del antiguo Mac OS 9 con ataúd incluido. Sobre una música para órgano, declamó un discurso fúnebre en tono solemne que provocó la hilaridad de un público al que ya había conquistado previamente. «Mac OS 9 fue un buen amigo para todos. Trabajó sin descanso alojando nuestras aplicaciones, sin negarse a ninguna orden, siempre respondiendo a nuestras llamadas salvo cuando se nos olvidaba que hacía falta encenderlo». El Mac OS X no era sólo bonito, fluido y elegante sino que, además, disponía de una eficacia alarmante. Y su irrupción hacía que, de un día para otro, Windows XP se hubiese quedado anticuado.

La tienda de iTunes se presentó en abril de 2003 con un catá-logo de 200.000 canciones a un precio único de 99 centavos por canción. El fundador de Apple insistía ante quien quisiera escucharle en que los internautas preferían bajar canciones legalmente. Además, la comunicación entre el iPod y la tienda de iTunes sedujo también a los usuarios ocasionales, reacios a la complejidad habitual de la informática. Como reclamo, la tienda electrónica disponía de canciones inéditas de grupos tan emblemáticos como Fleetwood Mac. En los cinco primeros días se vendieron un millón de canciones.

Para aquel entonces, Jobs ya había suavizado su postura al respecto de la disponibilidad de iTunes para el mercado de los PC y ya reconocía que era una pena limitar el mercado del iPod (además de acercar a esos usuarios a Apple). Según Jon Rubinstein, si ofrecían a los clientes de Windows un primer contacto con la tecnología Apple, se podría crear un efecto halo que salpicara a los demás productos de la empresa. Pero, para poder abrir la llave de paso a los ordenadores compatibles con Windows, era necesario convencer primero a las discográficas que habían confiado sus catálogos con la excusa de que la prueba únicamente se dirigía a un mercado reducido, así que Jobs se puso manos a la obra para conseguirlo.

En mayo de 2003, Walt Mossberg, un periodista del
Wall Street Journal,
invitó a Jobs a la conferencia «All things digital» en la que analizó los diferentes frentes que Apple tenía abiertos. Las tiendas tenían un éxito considerable y ya se habían abierto casi sesenta establecimientos propios. «Ofrecen la mejor experiencia de compra de un ordenador personal en el planeta. Hemos recibido quince millones de visitantes desde la inauguración de la primera Apple Store», anunció Jobs a Mossberg.

En lo que se refería a Michael Eisner, Jobs no escondía su desdén ante el discurso que se había permitido pronunciar en el Senado. «Si conoces a la gente joven, sabrás que para ellos
rip
significa coger las canciones de un CD y meterlas en un disco duro. Es decir, tienes un CD que en teoría es tuyo y mueves su contenido a tu disco duro. Algunos directivos del sector y de Hollywood que no tienen hijos adolescentes creen que
rip
significa
rip-off
(robar) y, como no han hecho los deberes, han ido hasta Washington a manifestarse».

Durante aquella conversación, Jobs reafirmó su optimismo. «Pensamos que el 80% de la gente que roba música en Internet lo hace porque no tiene alternativas. Estamos convencidos de que preferirían actuar dentro de la legalidad si alguien se lo permitiese. Calculamos que la mayoría de la gente que utiliza un iPod quiere hacerlo honestamente».

No se olvidó de defender a las discográficas acusadas por aquel entonces de no haber visto venir el fenómeno MP3.

«Su función no consiste en distribuir música sino en elegir de entre 500 personas quién será la próxima Sheryl Crow. Eso es lo que hacen y algunos saben cómo hacerlo. Si fallan en eso, todo lo demás es secundario. Quienes eligen a los artistas adecuados se acaban situando a la cabeza. No sorprende que no entendiesen Napster o que la distribución de su contenido en Internet sería la siguiente gran moda. Hace algún tiempo fuimos a verles para hablar del tema, para contarles nuestras predicciones. Nos dijeron que no creían que fuese a ser así. Nueve meses después, nos llamaron porque se dieron cuenta de que teníamos razón en muchas cosas y les propusimos la fórmula de iTunes como término medio más óptimo para todas las partes».

Durante la entrevista, Jobs anunció que la mitad de las canciones vendidas en iTunes eran álbumes completos y que el 80% de la música de la mayoría de las discográficas estaba descatalogada. Según él, la tienda de iTunes permitía a cualquier usuario acceder a esos discos que era imposible encontrar en una tienda física.

El iPod alcanzó su primer millón de unidades vendidas en junio de 2003. Además, se había convertido en el símbolo que antaño había sido el Macintosh original. Los artistas adoraban aquel aparatito. Desde el diseñador de moda Karl Lagerfeld, que se declaraba incondicional y admitía tener decenas, hasta Alicia Keys, pasando por Bono, Robbie Williams, Will Smith, Steven Spielberg o Claudia Schiffer… El iPod se acurrucaba en las manos de las estrellas e incluso parecían sentir placer exhibiéndolo, como David Beckham, que solía dejarse ver con el aparato sujetado al cinturón. Había dejado de ser un aparato electrónico y se había convertido en un accesorio de moda. Cualquier celebridad a la que le preguntasen por el iPod declaraba que por nada del mundo se separaría de él. El propio Steve Jobs pudo comprobarlo paseando por las calles de Nueva York. «En todas las esquinas me cruzaba con alguien que llevaba puestos los cascos blancos. Entonces, pensé: ¡Dios mío, está pasando!», declaró a
Newsweek.

En la primavera de 2003, Steve Jobs visitó Disney para negociar un nuevo contrato y, cumpliendo la amenaza que le había avanzado un año antes a Roy Disney, propuso un trato descaradamente irrazonable. Pixar conservaría la totalidad de la propiedad de sus películas y Disney sólo cobraría el 7,5% por la distribución. Además, la exclusividad de la distribución de los largometrajes quedaría limitada a cinco años.

Como era de esperar, Michael Eisner rechazó la propuesta y Jobs anunció antes de marcharse que se pondría a buscar un nuevo distribuidor. Roy Disney, por su parte, no ocultó su irritación hacia Eisner y ese otoño hizo pública su dimisión del consejo de administración, lanzándose en una campaña para echar a Eisner de la presidencia.

Sorprendidas de que la música en línea generara ingresos, las discográficas aceptaron integrarla en su campo de acción y en octubre de 2003 nació la tienda de iTunes en versión compatible con Windows. El 15 de diciembre, Apple anunció que se habían vendido 25 millones de canciones.

El iPod convirtió a Apple en el número uno del sector por primera vez en su historia y la locura no había hecho más que empezar. El producto se había convertido en el emblema de la casa hasta el punto que para un gran público (principal-mente adolescentes) Apple era el fabricante del iPod. A finales de 2003, el producto superó los dos millones de unidades.

Steve Jobs volvía a brillar en el olimpo del nuevo milenio al lado de treintañeros como Sergey Brin y Larry Page (fundadores de Google) o Jeff Bezos (creador de Amazon), mientras que el nombre de Bill Gates era blanco de todo tipo de críticas por la tendencia monopolística de Microsoft.

Sin embargo, en otoño le esperaba una terrible noticia: durante una revisión rutinaria descubrió que tenía cáncer de páncreas. La situación podía ser grave, ya que la presencia de células tumorales en ese órgano era muy difícilmente curable. «A las siete de la mañana, el escáner descubrió que tenía un tumor en el páncreas. Yo no sabía ni qué era el páncreas. Los médicos me informaron de que el cáncer podía no ser curable y me dieron seis meses como máximo. Mi médico me aconsejó que volviera a casa y arreglara los asuntos pendientes. Es decir, que me preparase para morir: diles a los niños en unos cuantos meses todo lo que querrías decirles en los próximos diez años. Facilita las cosas para tu familia. Despídete. Viví con el diagnóstico todo ese día».

Por suerte, la biopsia reveló que la enfermedad era operable. «Esa misma noche introdujeron un endoscopio en el páncreas pasando por el estómago y el intestino para extraer una muestra de tejido pancreático. Mi mujer, que estaba conmigo, me contó que al examinarla en el microscopio los médicos se echaron a llorar porque tenía una forma muy rara de cáncer de páncreas curable con cirugía».

Ante el estupor de muchos allegados, Jobs no se planteó en ningún momento someterse a la operación. Su filosofía budista y vegetariana defendía el escepticismo ante la medicina occidental, así que optó por un método alternativo para curar el cáncer mediante una dieta específica. Durante nueve meses, los miembros del consejo de administración de Apple esperaron nerviosos. Habían pedido asesoramiento a dos abogados externos en cuanto a sus obligaciones y les convenía guardar silencio para no asustar a los mercados.

En enero de 2004, un año antes del vencimiento del contrato con Disney, Jobs se reunió con los accionistas de Pixar por teleconferencia.
Buscando a Nemo
(estrenada el 1 de junio de 2003 en EE.UU.) iba ya por los 340 millones de dólares recaudados y había desbancado a
El Rey León
del primer puesto como película de animación más vista de la historia. Casualmente, a Eisner no le había gustado la película y Steve Jobs mencionó a los consejeros un correo que el presidente de Disney había enviado a su propio consejo antes del estreno de la película, donde la describía como «sustancialmente inferior a las películas anteriores de Pixar». «Como sabéis, las cosas son un poco diferentes», bromeó Jobs, al tiempo que expresaba su preocupación ante el deseo de Eisner de hacerse con los derechos para poder realizar secuelas de los filmes de Pixar. «Nos repugna que Disney pueda realizar secuelas. Si pensamos en la calidad de algunas segundas partes, como las de
El Rey León
y
Peter Pan,
hay motivos para avergonzarse».

Concluyó la conferencia asegurando a los accionistas que disponía de ofertas de los cuatro grandes estudios de cine (Warner, MGM, Sony y Fox) para distribuir en el futuro los metrajes de Pixar. La decisión era considerable ya que, después del éxito de
Buscando a Nemo,
Pixar y Disney estaban a punto de repartirse mil millones largos de dólares en beneficios. Poco después, Jobs anunciaría la ruptura de negociaciones con Disney.

El 15 de marzo de 2004 se vendió la canción número 50 millones en iTunes, concretamente
The path of thorn,
de la cantante
folk
Sarah McLachlan, y un mes más tarde se alcanzó la cifra de 70 millones. El número uno incontestable de la música en línea ya había empezado a reportar beneficios.

Mientras, el
Washington Post
desveló que se estaban produciendo cambios en Disney. A iniciativa del propio Roy Disney, los accionistas se habían levantado contra Eisner y, nada más enterarse, Jobs interrumpió las conversaciones con Warner, MGM, Sony y Fox, y se declaró dispuesto a reconducir su relación con Disney si Eisner dejaba la presidencia. Entonces sucedió algo inaudito y en la junta anual, en marzo, el 43% de los accionistas retiraron su apoyo al presidente que pese al terremoto, siguió al frente de la compañía.

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