Christopher John hablaba, mencionaba algo que esa mañana había sucedido en Black Cocks.
—Pedí a Eddy Masson que trajera a la granja otra de las palomas de Thornyhold y acababa de dejar la caja en el coche cuando vi tu bici. El desconcertado pájaro hacía mucho ruido, así que me dirigí directamente a casa. Luego tuve que ir a St. Thorn a recoger un paquete. ¿Dónde te habías metido? Espero que no me hayas visto huir. —Meneé la cabeza, no como negación, sino porque aún me costaba mucho articular palabra—. De todos modos, esta noche pensaba ir a Thornyhold y enviar luego el segundo mensaje… La bendición de tu prima y su mensajero. Temía haberme hecho demasiadas ilusiones y con excesiva rapidez, aunque… bueno, confiaba en que nuestra charla de esta noche lo aclararía todo.
¿Excesiva rapidez? Y yo que temía que fuese demasiado tarde. Ligeramente divertida, me aproveché de una expresión que Christopher John había utilizado.
—Has dicho el segundo mensaje. ¿Mi prima sólo dejó dos? Pero si con el de hoy son tres. ¿De dónde salió el otro?
Christopher John volvió a esbozar una sonrisa fascinante.
—Una bendición del cielo. Tú lo has dicho. —Extendió el brazo libre y me abrazó, sin dejar de estrechar a William y a Rags del otro lado—. Cuando el primer día William volvió a casa corriendo y me habló de ti… y cuando te conocí y hablé contigo… Bueno, me di cuenta de que la señorita Saxon estaba totalmente en lo cierto sobre el destino que me esperaba, pero no podía permitir que hiciera sola todo el trabajo, ¿no te parece?
Reí, me puse de puntillas y lo besé.
—¡William también puso mucho de su parte! Sabes que haré lo que sea con tal de que William y Silkworm vengan a vivir conmigo.
—No esperaba otra cosa de ti —declaró Christopher John.
No hay mucho más que contar.
Seguimos en Thornyhold, aunque nuestros hijos —William y las dos niñas— han abandonado el hogar hace mucho. Viven cerca, con sus familias, y nos vemos a menudo.
Agnes contrajo matrimonio con Eddy Masson y se fue a vivir a Tidwort. Según los tambores del bosque, se consagró a su marido y ocupó dichosamente su tiempo haciéndole la guerra a la viuda Marget. Sea como fuere, jamás intentó inmiscuirse en nuestra vida y fue una vecina distante y amable. La abuela murió pacíficamente mientras dormía poco después del traslado y, para sorpresa de todos, Jessamy se casó con una joven cuya sensatez y cariño lo arrancaron de su abismo de estupidez. Tuvieron tres hijos saludables, sucios y totalmente sanos, con los que se apiñaban felices en las casas gemelas de la entrada de Thornyhold.
La historia de brujas se convirtió en comedia y, como suele ocurrir, los encantos de medianoche se difuminaron a la luz del día. El único motivo por el que la he contado responde a que, hace una temporada, oí que uno de mis nietos comentaba con su hermana mientras volvía las páginas de mi primer herbario ilustrado:
—Jill, ¿sabes una cosa? Creo que, de habérselo propuesto, la abuela podría haber sido bruja.
Mary Stewart
Mary Stewart nació en Sunderland, en 1916. Realizó sus estudios superiores en la Universidad de Durham, donde obtuvo la licenciatura. Al poco tiempo se casó con F. H. Stewart, que en la actualidad es profesor de Geología en la Universidad de Edimburgo. Antes de escribir a tiempo completo enseñó ingles en una escuela superior. Divide su tiempo entre Edimburgo y el oeste de las Highlands. Entre sus intereses se incluye la historia natural, la jardinería, la historia greco-romana, la música y el arte.
Publicó su primer poema con cinco años, en una revista de una pequeña parroquia en Inglaterra. Su pirmera novela fue Madame will you talk, que rápidamente se convirtió en un best-seller. Actualmente ha publicado 20 novelas, un volumen de poesía y 3 libros para jóvenes. Es ampliamente conocida por su trilogía artúrica sobre Merlin, cuya trama se mueve entre la novela histórica y el género de fantasía. Alcanzó gran popularidad en la década de los 60 y 70, cuando sus novelas de suspense romántico fueron traducidas a numerosos idiomas y algunas de ellas fueron adaptadas a la televisión y al cine.
Lo extraordinario de su obra es que todos sus escritos, de uno u otro carácter, poseen esa rara magia de lenguaje y de ambientación, lo cual ha conseguido el interés por la historia antigua de la Gran Bretaña, entre lectores de lugares tan lejanos como Israel, Alemania, España…