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Authors: John Scalzi

La historia de Zoe (35 page)

Me armé de valor y me acerqué al consu. La criatura me tocó y sondeó con sus brazos más pequeños, mientras que sus gigantescos brazos golpeadores, los que los consu utilizaban para decapitar a sus enemigos en combate, flotaron a cada lado, a la altura de mi cabeza. Conseguí no perder los nervios.

—Sí, bien —dijo el consu, y oí algo parecido a la decepción en su voz—. No hay nada particularmente especial en ti físicamente ¿no? ¿Hay algo especial en ti a nivel mental?

—No. Soy sólo yo misma.

—Todos somos nosotros mismos —dijo el consu, y volvió a plegarse, para mi alivio—. Es axiomático. Lo que me pregunto es qué hay en ti para que cientos de obin estén dispuestos a morir para llegar hasta mí.

Volví a sentirme mareada.

—¿Dices que cientos de obin han muerto para traerte hasta mí?

—Oh, sí —dijo el consu—. Tus mascotas rodearon mi nave con las suyas y trataron de abordarla. Insistieron y finalmente despertaron mi curiosidad. Permití que uno abordara la nave y me dijo que les habías exigido a los obin que convencieran a los consu para que os ayudaran. Quise ver con mis propios ojos qué clase de criatura podía exigir tan a la ligera una cosa así y permitir que los obin lo cumplieran a un precio tan alto.

Me miró de nuevo con curiosidad:

—Pareces molesta —dijo.

—Estoy pensando en los obin que han muerto.

—Hicieron lo que les pediste —dijo el consu, con tono aburrido.

—No teníais que matar a tantos.

—Tus mascotas no tenían que haberse ofrecido a sacrificar a tantos —dijo el consu—. Y sin embargo, lo hicieron. Pareces estúpida, así que te lo explicaré. Tus mascotas, hasta el grado en que pueden pensar, hicieron esto de manera inteligente. Los consu no hablarán a los obin por su propio beneficio. Respondimos a sus preguntas hace mucho tiempo y no nos interesa seguir hablando del tema.

—Pero tú sí que hablaste con los obin —dije.

—Estoy muriendo —respondió el consu—. Estoy en... —y aquí el consu hizo un ruido que pareció un tractor cayendo por una montaña— el viaje a la muerte que se permite a los consu preparados para seguir adelante si en esta vida han demostrado ser dignos. En este viaje los consu pueden hacer lo que les plazca, incluso hablar con criaturas proscritas, y pueden, si se les pide, conceder un deseo final. Tus mascotas han espiado a los consu durante décadas (nosotros éramos conscientes de esto pero no hicimos nada al respecto), y conocían la ruta del viaje a la muerte y las naves ceremoniales en las que se viaja. Tus mascotas entendieron que ésta era la única forma en que podían hablar con nosotros. Y sabían de qué modo interesarme a mí o a cualquier consu para que los oyera. Tendrías que haberlo sabido cuando planteaste tu exigencia.

—No lo sabía.

—Entonces eres tonta, humana. Si me sintiera inclinado a apiadarme de los obin, lo haría, porque han malgastado sus esfuerzos y me han desviado de mi viaje en beneficio de alguien tan ignorante del precio. Pero no me apiado. Ellos al menos conocen el precio, y lo pagaron gustosos. Ahora dime cómo exiges que te ayude, o me iré y las muertes de tus mascotas habrán sido verdaderamente inútiles.

—Necesito ayuda para salvar mi colonia —dije, y me obligué a concentrarme—. Mis amigos y mi familia están allí, a punto de ser atacados. Es una colonia pequeña y no puede defenderse. La Unión Colonial no nos ayudará. Los obin no pueden ayudarnos. La tecnología que tenéis los consu podría ser la solución. Te pido ayuda.

—Dices «pedir». Tus mascotas dijeron «exigir».

—A los obin les exigí porque sabía que podía hacerlo. A ti te lo pido.

—No me importáis ni tu colonia ni tú —dijo el consu.

—Dijiste que como parte de tu viaje a la muerte puedes conceder un deseo. Podría ser éste.

—Puede que ya se lo haya concedido a los obin, al hablar contigo.

Parpadeé.

—Pero sería absurdo cumplir su deseo de que hablaras conmigo si no pensaras ayudarme. Entonces serías tú quien malgastaría su sacrificio y esfuerzo.

—Eso es decisión mía —dijo el consu—. Al hacer su sacrificio los obin comprendieron que la respuesta podría ser «no». Otra cosa que ellos comprenden y tú no.

—Sé que hay un montón de cosas que no comprendo. Lo siento. Pero sigo necesitando ayuda para mi familia y mis amigos.

—¿De cuánta gente hablas cuando te refieres a tu familia y amigos? —preguntó el consu.

—Mi colonia tiene dos mil quinientas personas.

—Un número similar de obin murieron para traerme aquí.

—No sabía que iba a suceder eso —dije—. Si no, no lo habría pedido.

—¿Ah, sí? —dijo el consu. Agitó su masa y se acercó a mí. No retrocedí—. No te creo, humana. Eres tonta e ignorante, eso está claro. Sin embargo, no puedo creer que no comprendieras lo que les pedías a los obin cuando les exigiste que acudieran a nosotros de tu parte. Les exigiste ayuda porque podías hacerlo. Y porque podías, no preguntaste el precio. Pero tendrías que haber sabido que el precio sería alto.

No supe qué contestar a eso.

El consu se retiró y pareció observarme, como podría haber hecho con un insecto divertido.

—Tu capricho y falta de sensibilidad hacia los obin me interesan —dijo—. Igual que el hecho de que los obin estén dispuestos a entregarse a tus caprichos a pesar de tu falta de consideración hacia ellos.

Dije algo que sabía que iba a lamentar, pero no pude evitarlo. El consu estaba haciendo un trabajo realmente excelente a la hora de buscarme las cosquillas.

—Es un comentario curioso viniendo de alguien cuya raza dio a los obin inteligencia pero no conciencia —dije—. Ya que estamos hablando de caprichos y de falta de sensibilidad.

—Ah. Es cierto —dijo el consu—. Los obin me lo dijeron. Eres la hija del humano que hizo las máquinas que permiten a los obin jugar a ser conscientes.

—No juegan a serlo; son conscientes.

—Y es algo terrible —dijo el consu—. La conciencia es una tragedia. Aparta a la raza entera de la perfección, haciendo que malgaste sus esfuerzos individuales y colectivos. Pasamos nuestras vidas como consu aprendiendo a liberar a nuestra raza de la tiranía del yo, a actuar más allá de nosotros mismos, para así hacer avanzar a nuestra raza. Por eso ayudamos a las razas inferiores, para que podáis liberaros también con el tiempo.

Me mordí los labios. Los consu a veces llegaban a alguna colonia humana, la borraban de la faz del planeta junto con sus habitantes, y luego esperaban a que las Fuerzas de Defensa Coloniales acudieran a luchar contra ellos. Por lo que podíamos comprender, era un juego para los consu. Decir que lo hacían por nuestro bien era perverso, como poco.

Pero yo estaba allí para pedir ayuda, no para debatir sobre la moralidad. Ya había picado el anzuelo una vez. No me atreví a que volviera a suceder.

El consu continuó, ajeno a mi dilema personal.

—Lo que los humanos habéis hecho con los obin es una burla a su potencial —dijo—. Nosotros creamos a los obin para que fueran los mejores entre todos nosotros, la raza sin conciencia, la única raza libre para cumplir su destino como raza desde sus primeros pasos. Los obin eran lo que nosotros aspirábamos a ser. Verlos aspirar a la conciencia es ver a una criatura que puede volar aspirar a revolcarse en el cieno. Tu padre no le hizo a los obin ningún favor, humana, al lastrarlos con la conciencia.

Me quedé allí plantada un momento, sorprendida de que aquel consu me dijera que los motivos por los que los obin habían sacrificado a la mitad de los suyos tiempo atrás le parecían estúpidos. El consu esperó pacientemente mi respuesta.

—Los obin no estarían de acuerdo —dije—. Ni yo tampoco.

—Pues claro. Su amor por su conciencia es lo que les hace estar dispuestos a hacer cosas ridículas por ti. Eso y el hecho de que deciden honrarte por algo que hizo tu padre, aunque tú no tuvieras nada que ver. Esa ceguera y ese honor te resultan convenientes. Es lo que utilizas para conseguir que hagan lo que quieres. No valoras su conciencia por lo que les proporciona a ellos. La valoras por el poder que te da sobre ellos.

—Eso no es cierto —dije.

—Por supuesto —dijo el consu, y pude oír el tono burlón en su voz. Se agitó de nuevo—. Muy bien, humana. Me has pedido que te ayude. Tal vez lo haga. Puedo proporcionaros un deseo, uno que los consu no pueden rehusar. Pero no es gratis. Tiene un precio.

—¿Qué precio? —pregunté.

—Primero quiero divertirme un poco —dijo el consu—. Así que te propongo un trato. Tienes varios centenares de obin. Selecciona a cien, como quieras. Les pediré a los consu que envíen a cien de los nuestros: convictos, pecadores y otros que se han desviado del camino y estarían dispuestos a intentar redimirse. Los lanzaremos unos contra otros, a muerte. Al final, un bando tendrá la victoria. Si ganan los obin, os ayudaré. Si ganan los míos, no. Y luego, después de haberme divertido lo suficiente, me pondré en camino, para continuar mi viaje a la muerte. Llamaré a los consu ahora. Digamos que dentro de ocho de tus horas comenzará la diversión. Confío en que sea tiempo suficiente para que prepares a tus mascotas.

* * *

—No tendremos ningún problema para encontrar a cien voluntarios entre los obin —me dijo Dock. Nos encontrábamos en la sala de reuniones que el general Gau me había prestado. Hickory y Dickory montaban guardia en la puerta para asegurarse de que no nos molestaran—. Tendré los voluntarios preparados para ti dentro de una hora.

—¿Por qué no me contaste cómo planeaban los obin contactar con los consu? —pregunté—. El consu me ha dicho que cientos de obin han muerto por traerlo aquí. ¿Por qué no me contaste lo que sucedería?

—No sabía cómo decidiríamos llamar la atención de los consu —dijo Dock—. Les envié tu exigencia, junto con mi consentimiento. No participé en la toma de decisión.

—Pero sabías que esto iba a suceder.

—Como miembro del gobierno, sabía que hemos estado vigilando a los consu y que ha habido planes para volver a hablar con ellos —dijo Dock—. Sabía que éste era uno de esos planes.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Te dije que intentar hablar con los consu tendría un alto precio —dijo Dock—. Ése fue el precio. En aquel momento, no te pareció demasiado alto.

—No sabía que significaría que cientos de obin fueran a morir. Ni que seguirían lanzándose contra la línea de fuego de los consu hasta que éstos sintieran suficiente curiosidad para detenerse. Si lo hubiera sabido, os habría pedido que intentarais otra cosa.

—Dado lo que nos pediste que hiciéramos y el tiempo que tuvimos para hacerlo, no había otra opción —dijo Dock. Se me acercó y abrió las manos, como si me intentara hacer ver algo importante—. Por favor, compréndelo, Zoë. Estábamos planeando desde hace mucho tiempo, y por nuestros propios motivos, plantear una petición a un consu en su viaje a la muerte. Fue una de las razones por las que pudimos cumplir tu requerimiento. Todo estaba ya preparado.

—Pero yo no ordené que los mataran —dije.

—No es culpa tuya que los consu exigieran su muerte —dijo Dock—. Los obin que formaban parte de la misión sabían ya lo que se exigía para llamar la atención de los consu. Ya estaban comprometidos con su tarea. Tu petición sólo cambió el momento y el propósito de su misión. Pero los que participaron lo hicieron voluntariamente, y comprendían el motivo por el que lo hacían. Fue decisión suya.

—Pero de todas formas lo hicieron porque yo no pensé en lo que pedía.

—Lo hicieron porque requeriste nuestra ayuda —dijo Dock—. Considerarían un honor hacerlo por ti. Igual que los que luchen ahora, también lo considerarán un honor.

Me miré las manos, demasiado avergonzada para mirar a Dock.

—Dijiste que ya habíais planeado plantear una petición a un consu en su viaje a la muerte —dije—. ¿Qué ibais a pedirle?

—Una explicación —respondió Dock—. Saber por qué los consu no nos concedieron la conciencia. Saber por qué decidieron castigarnos con su carencia.

Alcé la cabeza al oír eso.

—Conozco la respuesta —dije, y le conté a Dock lo que me había dicho el consu sobre la conciencia y por qué decidieron no dársela a los obin—. No sé si ésa era la respuesta que estabais buscando. Pero es lo que me dijo el consu.

Dock no dijo nada. Lo miré con más atención, y pude ver que estaba temblando.

—Eh —dije, y me levanté de mi asiento—. No pretendía molestarte.

—No estoy molesto —contestó Dock—. Estoy feliz. Nos has dado respuestas a las preguntas que llevamos haciéndonos desde que existe nuestra raza. Respuestas que los propios consu no nos habrían dado. Respuestas por las que muchos de nosotros habríamos dado la vida.

—Muchos de vosotros dieron la vida por ellas —dije.

—No —respondió Dock—. Dieron la vida para ayudarte. No se esperaba ninguna compensación por el sacrificio. Lo hicieron porque tú lo exigiste. No tenías que darnos nada a cambio. Pero nos lo has dado.

—No hay de qué —dije. Me sentí un poco cortada—. No es gran cosa. El consu me lo contó. Pensé que deberíais saberlo.

—Considera, Zoë, que esto que creías que debíamos saber era algo que otros juzgaban que no teníamos que conocer —dijo Dock—. Es una información que nos habrían vendido, o nos habrían negado. Tú nos la has dado libremente.

—Después de haberos dicho que exigía vuestra ayuda y enviado a cientos de obin a la muerte —dije yo, y volví a sentarme—. No me conviertas en una heroína, Dock. No es como me siento ahora mismo.

—Lo siento, Zoë. Pero si no quieres ser una heroína, al menos quiero que sepas que no eres una villana. Eres nuestra amiga.

—Gracias, Dock. Eso ayuda un poco.

Dock asintió.

—Ahora debo ir a buscar a los cien voluntarios que necesitas y a decirle al gobierno lo que has compartido conmigo. No te preocupes, Zoë. No te decepcionaremos.

* * *

—Esto es lo único que te he podido conseguir con tan poco tiempo —dijo el general Gau. Hizo un gesto con el brazo para abarcar la inmensa bodega de carga de la estación espacial—. Esta parte de la estación está recién construida. Todavía no la hemos utilizado. Creo que servirá para tus propósitos.

Contemplé la inmensa zona.

—Creo que sí —dije—. Gracias, general.

—Es lo menos que podía hacer, considerando cómo me has ayudado recientemente.

—Gracias por no responsabilizarme de la invasión consu —dije.

—Al contrario, ha sido un beneficio —respondió Gau—. Detuvo la batalla en torno a la estación espacial antes de que se volviera realmente horripilante. Los traidores supusieron que llamé a esas naves en mi ayuda. Se rindieron antes de que pudiera corregir esa impresión. Me ayudaste a sofocar la rebelión antes de que empezara.

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