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Authors: Patrick Graham

La hija del Apocalipsis (32 page)

BOOK: La hija del Apocalipsis
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—Puede andar, ¿sabéis?

Sin contestar, el elfo baja los ojos hacia Holly y le pregunta mentalmente si prefiere andar. La niña asiente. Kano lanza una mirada furiosa a Marie y deja a la niña en el suelo. Holly se coge de su mano. Marie mueve lentamente la cabeza mientras el elfo la mira con ojos de idiota. Enciende un cigarrillo sosteniendo la mirada de Crossman. El director del FBI tiene un mal día. Ella también.

—¿Qué haces aquí?

—¿Ahora nos tuteamos?

—He empezado a recordar muchas cosas y eso crea lazos. Bueno, ¿qué?

—Los tipos de Seguridad Nacional me han comunicado que uno de mis agentes había pasado los puestos de control de Nueva Orleans diciendo que debía ir a buscar a la hija de Fogharty al Dome.

—¿Y qué?

—Pues que Fogharty no tiene hijos.

Marie contempla su reflejo en las gafas negras de Crossman. Este tiene la cabeza vuelta hacia el Dome, pero Marie sabe que la está mirando a ella.

—¿Cómo estás, Marie?

—¿A ti qué te parece?

—Tenemos que hablar.

—No.

—No era una pregunta.

Marie señala la camioneta en la que los Guardianes acaban de entrar; Cyal y Elikan en la parte de atrás y Holly entre los dos.

—Di a tus dobermans que me sigan. Nos vemos en la salida de la ciudad.

83

—¿Por qué?

—¿Por qué qué, Marie?

Marie aspira una bocanada de humo que le quema los bronquios. Mira cómo Crossman teclea en su ordenador portátil. Están solos en un restaurante de mala muerte en la carretera 10, al este de Picayune. Han circulado una hora escasa entre las ruinas para llegar hasta allí. Marie se siente extrañamente tranquila. Expulsa el humo después de haberlo retenido el mayor tiempo posible, para saturar sus receptores de nicotina. Es absolutamente preciso que impida que esa zorra de Gardener tome el control de la conversación. Crossman nota que está intentando asomar la nariz. Está inquieto. Hace bien.

—¿Por qué no me dijiste nada en su momento?

—¿Decirte qué? ¿Que Gardener era tu padre? No lo es. No desde lo que le hizo a tu madre biológica. Y todavía menos después de lo que te hizo pasar en Seboomook. No voy a explicarte precisamente a ti cómo es la psicología de ese tipo de asesino. Intenta sobrevivir a través de ti. Intenta continuar matando. ¿Vas a dejar que lo haga?

Marie mira el aparcamiento azotado por la lluvia. Los 4 × 4 del FBI y la limusina de Crossman están estacionados frente a la camioneta. Cyal y Elikan han bajado y se han quedado de pie con la espalda apoyada en las puertas. Observan a los agentes vestidos con traje oscuro y gafas negras. Sentado en la parte trasera, Kano lee un cuento a Holly, pero ella no le escucha. La niña ha pegado la cara al cristal y busca la mirada de Marie. Sus labios se curvan tímidamente. Se remueve en el asiento, tiene ganas de hacer pipí. Marie, furiosa, mira a Kano, que continúa leyendo el cuento.

—¿Marie…?

—¿Qué?

—¿Quiénes son esos tipos?

—Unos amigos. Nuevos amigos. Mis antiguos colegas son unos cerdos a los que estoy tachando uno tras otro de mi libreta de direcciones. Voy por la letra C.

—Yo no soy amigo tuyo, Marie, soy tu jefe.

—Tendrás mi dimisión encima de la mesa mañana a primera hora. Yo no trabajo para canallas.

Crossman nota la rodilla de Marie moviéndose nerviosamente bajo la mesa. Sabe que sus agentes no darán la talla si Parks pasa al modo Gardener. Bebe un sorbo de café.

—¿Y la cría?

—Sus padres han muerto durante la tormenta. La llevo al norte para dejarla en casa de su tía. Esos tipos son sus tíos.

—¿Y luego?

—Luego ¿qué?

—¿Piensas reciclarte como guardaespaldas para mocosas?

Crossman se muerde los labios. La última palabra se le ha escapado. La cólera, y los remordimientos también. Mira a Parks a los ojos. Gardener sonríe; bajo presión se crece. Crossman sabe que ninguna buena palabra puede evitar el riesgo de despertar a esa cosa fría y cruel. En los minutos siguientes, tendrá que intentar a toda costa que Marie no descubra que fue él quien la llevó a casa de los Parks cuando salió de la Guardería. Todavía recuerda su manita entre sus dedos mientras cruzaba el portón de Milwaukee Drive. Gardener lo observa dando caladas al cigarrillo de Parks. Ella también empieza a recordar.

—¿Marie…?

—¿Qué?

—Ayer tenías cita en Boston para un
debriefing
con el psicólogo. Conoces el reglamento. El
debriefing
es siempre prioritario después de este tipo de misiones.

—¿Otro psicólogo? ¿Para qué?

—Para impedir el tipo de reacción mental que estás empezando a desarrollar. Sabes que esto empeorará.

—¿Estás de coña, Crossman? Acabo de enterarme de que mi padre era un monstruo, de que en total tuve tres madres a las que él se encargó de matar, de que pasé dos años diez metros bajo tierra y de que mi jefe es un cabrón que me utiliza desde hace años. Aparte de eso, tengo una leve migraña, pero voy tirando…

—Yo nunca te he utilizado.

—¿Cómo empezó?

—¿El qué?

—Tu retorcida idea de convertirme en una cazadora de vampiros. ¿Empezó antes de que saliera de la clínica o después? Justo después, supongo…

—¿Marie…?

—¿Antes?

Las aletas de la nariz de Marie se tensan. Mira a Crossman con sus grandes ojos grises y fríos, y aspira el perfume que desprende su traje.

—Vetiver…

—¿Perdón?

—La colonia que usas es Vetiver, ¿verdad? Ese olor a helecho y a limón. Lo reconozco. Flota en la mayoría de mis recuerdos. Recuerdos que empiezan después de la Guardería. Es lo que estoy haciendo desde que salí del coma: a falta de imágenes, busco los olores de mis recuerdos.

—No comprendo.

—Claro. No escuchas. Estoy diciéndote que, si un psicólogo me pidiera que eligiese tres olores para resumir los momentos más importantes de mi vida desde la Guardería, elegiría los puros de Daddy, la tableta de chocolate del doctor Moore en Green Plains y esta fragancia boscosa que paseas por todas partes. ¿Te parece normal?

—Sigo sin comprender.

—Haces mal en jugar así conmigo, Stuart.

Sin apartar la mirada de Crossman, Marie aplasta el cigarrillo en el cenicero.

—Me he informado. ¿Quieres saber cómo se llamaba el director del programa de protección de testigos del estado de Massachusetts en aquella época? Es el mismo tipo que me llevó a mi segunda familia de acogida. Ya sabes, ese señor alto que me llevaba de la mano mientras avanzábamos por el camino y los Parks salían a nuestro encuentro para cogerme en brazos. Ese olor a helecho que flota por todas partes a mi alrededor. A tu alrededor.

—Marie…

Los ojos de Marie se llenan de lágrimas. Gardener sonríe.

—Y cuando me derrumbé en la facultad y me enviaste a Green Plains. Esos ojos negros que me miraban a través de la mirilla de la puerta y ese olor boscoso que flotaba en el pasillo cuando salía para intentar verte. Cuando corría detrás de ti para averiguar quién eras. Me quedaba horas en el pasillo respirando tu presencia. Te husmeaba como un cachorro hasta las cristaleras que acababas de cruzar como un ladrón.

—Si hubiera sabido que eso te haría tanto daño, no habría ido.

—Cabrón de mierda, ¿aún no lo has entendido? ¡Estaba convencida de que eras mi verdadero padre, Stu! ¡Estaba convencida de que eras mi padre y de que te avergonzabas de mí, de que te avergonzabas del esqueleto apestoso en el que rae había convertido! ¿Te das cuenta?

—Marie, por favor, intenta calmarte.

—Y si no me calmo, ¿qué? ¿Me quitarás de en medio? ¿Llamarás a tus caniches trajeados y repetiremos El Álamo al este de Picayune? Llámalos, Stu. Hazme el favor, llámalos. Además, ya nos observan a través del cristal. Están pendientes de que haga un gesto de más. ¿Es eso lo que les has dicho? ¿Que me quiten de en medio al primer gesto de más?

—No es mi intención.

Marie se seca las lágrimas con el reverso de la mano. Mira a Crossman. Lo olfatea.

—Ese maldito olor… Era lo que me sostenía durante mi estancia en Green Plains, era a lo que me agarraba. Anotaba los días que venías. Te quedabas unos minutos detrás de la puerta y te ibas. ¿Y sabes qué? Intentaba ponerme guapa esos días. Intentaba encontrar fuerzas para lavarme y peinarme. Incluso intentaba comer algo. Apretaba los dientes para no vomitar lo que ingería. Me decía que, si no estaba demasiado fea cuando me observaras por la mirilla, quizá entrarías. Pero siempre te quedabas al otro lado de la puerta sin moverte. ¡Y cuando yo me decidía a levantarme titubeando para tratar de alcanzarte, tú te largabas, cabrón de mierda!

—Entré varias veces.

—¿Cuando dormía? Ese olor que penetraba en mis sueños y flotaba a mi alrededor cuando me despertaba era porque habías entrado en la habitación cuando yo dormía, ¿es eso?

—Sí.

—¿Y ese rostro que me escrutaba a través de los cristales tintados de la limusina mientras atravesaba el campus de la facultad era el tuyo? Esperabas que estuviese preparada, ¿no es cierto? Después de diplomarme, recibí una oferta del FBI, una convocatoria para hacer unas pruebas en Quantico. ¿Te das cuenta? Mientras que los estudiantes más brillantes tuvieron que currárselo durante años para ingresar en el FBI, en mi caso el FBI vino a buscarme. Es increíble, ¿verdad?

—Yo no me escondía, Marie.

—Sí, es una explicación cómoda. Eso es precisamente lo que no consigo recordar. Todo lo que pasó realmente después de la muerte de los Parks. Toda esa parte de mi vida hasta el accidente. Eso no estaba previsto. ¡Menudo golpe de suerte para ti! Un joven agente completamente nuevo con un cerebro borrado como un disco duro. Ni siquiera consigo recordar qué aspecto tenían mi pareja y mi niña.

—Era tan guapa como tú.

—¡Calla! Te prohíbo que digas eso, ¿me oyes? Te prohíbo que me hables de mi niña. ¿Habías pensado algo para ella también? ¿Rebecca, la hija de la asesina?

—Estás en pleno rebote mental, Marie. Por eso necesitas la ayuda de los psicólogos. Esperábamos que empezaras a recordar para contártelo todo.

—Pero eso no te ha impedido empujarme hacia el abismo ni utilizarme para perseguir a los asesinos itinerantes.

—No.

—Porque has reclutado a la asesina, no a la agente.

—He reclutado a las dos.

Un silencio. Marie sonríe a través de las lágrimas.

—Para atrapar a Daddy, ¿verdad?

—No solo a él.

—La hija para atrapar al padre. Has violado todos los tabús haciendo eso, Stu. Es tan monstruoso que habría que inventar un nombre para un crimen así. ¿Hasta dónde estabas dispuesto a llegar para atraparlo?

—Sabía que eras la última de su lista. Incluso creo que no había planeado matarte.

—Pues consiguió hacer una interpretación increíblemente convincente, ¿no te parece?

—Nunca dejamos de investigar sobre Daddy, pero no conseguíamos pillarlo. El nexo de unión entre él y nosotros eras tú. No teníamos otra solución.

—Asqueroso hijo de puta.

Un ruido metálico bajo la mesa. Crossman alza una mirada triste hacia Marie. Sabe que está perdiendo la partida.

84

—Guarda el arma en la funda, Marie. Si mis hombres se dan cuenta de que has desenfundado, iremos directos a un baño de sangre.

Marie mira a Crossman. Sufre atrozmente. Stuart Crossman tiene la impresión de haber retrocedido varios años, cuando miraba cómo ella lloraba en su habitación de Green Plains. No encuentra las palabras adecuadas. Sabe que ha levantado el disparador de la automática. Es Gardener quien empuña el arma.

—Sólo quiero que me expliques por qué. Lo necesito, ¿comprendes?

—¿Por qué qué, Marie? ¿Por qué tú?

—¡Espabila, cabrón! Quiero que me digas por qué te obsesionaba hasta ese extremo conseguir acorralar a Daddy. Había otros asesinos de su calaña, ¿no?

—¿Puedo cogerte un cigarrillo?

—¡Cómpralos! Y contesta a mi pregunta o te juro que habré vaciado el cargador por debajo de la mesa antes de que tus gorilas descubran de dónde proceden las detonaciones.

Crossman se vuelve hacia el aparcamiento. Mira cómo Holly se acerca. La chiquilla se bambolea tirando del brazo de Kano para hacerle andar más deprisa.

—Sería una pena por la niña.

—¿Es una amenaza?

—No. Sería una pena, simplemente eso.

—A ella ni la toques, Crossman. Al primero que la toque, le…

—Hablas de ella como si fuera tu hija. ¿Te das cuenta?

—Contesta a mi pregunta. ¿Por qué Daddy?

—Porque mató a mi hermana.

—Déjate de tonterías…

—Te juro que es verdad.

—¿Cómo se llamaba?

—Meredith. Meredith Gardener.

—Voy a matarte, Crossman.

—Puedes comprobarlo.

Crossman gira su ordenador portátil para que la pantalla quede ante los ojos de Marie. Con la garganta seca, ella teclea con una mano y se conecta a la base de datos. Expediente Daddy. Clasificado. Crossman le dicta los códigos. Varias páginas desfilan por la pantalla. Marie se detiene en una foto: la primera víctima de Gardener, su mujer, Meredith. Encontraron su cadáver en la bonita casa de los alrededores de Phoenix. Era una chica guapísima de ojos grises y pelo muy negro. Marie pasa un dedo por la pantalla. Es la primera vez que ve la cara de su verdadera madre. Se da cuenta de que no se acuerda en absoluto de ella, ni siquiera de su olor o de su voz. Levanta la cabeza y mira a Crossman. Las lágrimas brotan de los ojos de Marie. Se le quiebra la voz.

—Pero, entonces, ¿por qué…?

—Cálmate, Marie, por favor.

—¿Por qué no me llevaste contigo?

—Era incompatible con el programa de protección de testigos.

—¿Y luego?

—Luego ¿qué?

—¿Es por eso por lo que me hiciste ingresar en el FBI? ¿Para adiestrarme como un perro de combate antes de soltarme tras el rastro de Daddy?

Marie oye que se abre la puerta del restaurante. Kano y Holly acaban de entrar. Suelta lentamente el disparador del arma y la guarda en la pistolera. Se levanta, coge a Holly de la mano y la acompaña a los lavabos. Kano se queda inmóvil en el umbral. Observa a Crossman con sus grandes ojos azules. El jefe del FBI sostiene su mirada un momento antes de aclararse la garganta y preguntar:

—¿Quién es usted?

—Kano.

—¿Kano qué más?

—Kano.

—¿Es usted tío de esa niña?

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