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Authors: Alfredo Grimaldos

La CIA en España (6 page)

En 1942, Aguirre es profesor en la Universidad de Columbia y cada vez más fiel al Departamento de Estado. Propone a los norteamericanos que se constituya una Confederación Ibérica, compuesta por España, Portugal, Euskadi, Cataluña, Galicia y las colonias africanas, alineada en la órbita norteamericana.

Y defiende para Latinoamérica un «panamericanismo democrático», de acuerdo con las consignas de la OSS. Bien preparado para su misión por los servicios de inteligencia norteamericanos, en 1942 realiza dos viajes por Latinoamérica en los que se entrevista con los presidentes de México, Perú, Chile, Colombia y Cuba y con dirigentes de otros países de la zona. José Antonio Aguirre va creando las bases de lo que luego será la democracia cristiana europea al final de la Segunda Guerra Mundial.
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Poco a poco, los servicios van dejando de considerar prioritario el seguimiento de las actividades de los agentes nazis en América para centrarse en la militancia comunista exiliada. Dice Aguirre:

El movimiento del Partido Comunista en Latinoamérica es ahora predominante sobre los movimientos falangistas y nazis ... En el futuro, los trabajos de los servicios irán encaminados a vigilar las actividades comunistas, porque los comunistas, al igual que los fascistas, tienen por objetivo la destrucción de la influencia norteamericana en Latinoamérica y la creación de gobiernos revolucionarios en la línea soviética ... Los vascos tienen especial interés en combatir el comunismo ... Los comunistas son los más odiados enemigos de los vascos en España.

Y en un número de la publicación nacionalista
Alderdi
, de 1947, se puede leer el siguiente disparate:

Aunque parezca mentira, no es Rusia ni el bloque soviético el más interesado actualmente en remover a Franco, cuya sola persistencia les proporciona argumentos en la lucha internacional y en la lucha interna peninsular. Son los Estados Unidos y el bloque occidental los que necesitan removerlo.
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Los responsables de los servicios vascos difunden la consigna de que ni el partido ni el sindicato nacionalista deben realizar una labor de oposición a Franco, de acuerdo con el punto de vista de Estados Unidos y Gran Bretaña. Consideran que, en ese momento, oponerse de forma activa contra el dictador resulta beneficioso para Stalin, porque el sur de Europa es inestable y la caída de Franco puede provocar un desequilibrio incontrolable.

En esa línea se sitúan también los llamados «Eladios», un grupo que se acabará escindiendo del PNV. Xabier Arzalluz señala:

Aunque fueran enemigos de la acción, estos «eladios» tenían sus reuniones y sus historias. Sin embargo, la policía no les tocaba ni un pelo. Nosotros vimos en ese fenómeno, de nada de acción y mucha formación, la larga mano de los Servicios. El veterano Ander Barrutia me contó que Irala le decía que no convenía luchar contra Franco, porque era ayudar a Stalin. Y él le contestó: «¿Qué van a decir los gudaris?».
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En el orden internacional, los vascos tienen que ayudar a la gestación del movimiento democratacristiano. La respuesta política occidental al comunismo, junto con la socialdemocracia. Washington financia a Aguirre para que participe en esa operación. Y a partir de 1946 se crean los Nuevos Equipos Internacionales, germen de la Internacional Demócrata Cristiana.

En París también se estrechan lazos primero con la OSS y después con su heredera, la CIA. Los contactos se mantienen en pisos francos de los norteamericanos. Desde allí se fragua la introducción de topos vascos en los países de Europa del Este: Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría. Con la cobertura diplomática de la República española y avalados por su trayectoria antifascista. Los servicios se financian completamente con ayuda norteamericana.

El agente más conocido de la red vasca es Jesús Galíndez, que será secuestrado y asesinado en 1959 por el dictador dominicano Leónidas Trujillo, para quien había trabajado. Sustituye en Estados Unidos al frente de los servicios a Antón Irala. Documentos desclasificados señalan que se convierte en confidente del FBI en 1950. Su campo de acción incluye al Partido Nacionalista de Puerto Rico, al Comité para la Unidad de Latinoamérica y a sus ex compañeros de la Brigada Lincoln, todos presuntamente filocomunistas para el senador McCarthy y sus seguidores.
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En otro capítulo de su libro, Arzalluz relata que, durante la última etapa de la dictadura, el PNV trae a Euskadi a uno de sus militantes, que actúa en Sudamérica conectado con los servicios, para que forme militarmente a algunos jóvenes de la organización:

A ese hombre, al que bautizamos como el Indio, nos costó Dios y ayuda traerlo. Se comprometió pero no vino; posiblemente porque sus jefes le dieron alguna otra misión. Estaba liado con los norteamericanos. Con la CIA y demás.

Él andaba mucho por Panamá, al parecer en la Escuela de las Américas, donde la CIA enseñaba tácticas de lucha antiguerrillera, técnicas de interrogatorio y uso de explosivos. Nuestra gente se impacientaba. Pasaba el tiempo y el tipo no venía. Tuvimos una crisis interna por su culpa. Al final vino, pero la situación había cambiado y ya no había motivo para dedicarse a entrenar a los jóvenes en esas lides. Necesitábamos gente para la protección de los dirigentes del partido, así que le encargamos formar a algunos militantes para que cumplieran esas funciones en lo que solíamos llamar «la Ertzaintza del partido». No se trataba de que adiestrara a nadie en el uso de armas, sino que difundiera conocimientos básicos en técnicas de seguridad y prevención. El hombre empezó a dar charlas y, por lo que vimos, era un facha de mucho cuidado. Y descubrimos que estaba en contacto con un militar de los servicios de Carrero.

Después de los pactos de 1953, una vez asentados aquí a sus anchas, los norteamericanos deciden que ya no les hacen falta los agentes del PNV y les cortan el grifo de la financiación. Sin respaldo económico ni apoyo político norteamericano, los servicios vascos se desmantelan en 1959. Ya no son necesarios para obtener información sobre España, la CIA ha situado a sus propios hombres en puestos clave del régimen.

España, portaaviones de los yanquis

Os recibimos, americanos, con alegría. ¡Olé mi madre!,

¡olé mi suegra!, y ¡olé mi tía!
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Los tres acuerdos bilaterales de cooperación firmados el 26 de septiembre de 1953 entre España y Estados Unidos constituyen el gran espaldarazo internacional al franquismo tras la etapa de aislamiento posterior a la Segunda Guerra Mundial. Este reconocimiento por parte de la gran potencia atlántica apuntala al Caudillo en el poder. Ya en noviembre de 1949, la ONU ha anulado su recomendación anterior de retirar los embajadores de territorio español y, en julio de 1951, el almirante Sherman, enviado a Madrid por la Administración norteamericana, inicia las negociaciones sobre el establecimiento de bases militares en España. A cambio de convertirse prácticamente en un país satélite, España recibirá una importante ayuda militar y económica. El 25 de agosto, apenas un mes antes de suscribir los acuerdos con los norteamericanos, Alberto Martín Artajo, Doménico Tardini y Fernando María de Castiella han firmado el Concordato que va a suponer la consagración del carácter confesional del régimen franquista. La Iglesia y el Imperio, de la mano, respaldan a Franco. En diciembre de 1959, el presidente Eisenhower visitará España y su viaje supondrá la definitiva homologación internacional del régimen.

La Asamblea General de la ONU decide el aislamiento de España y la retirada de los representantes diplomáticos acreditados en Madrid en diciembre de 1946. La iniciativa parte de Stalin, pero cuenta con el beneplácito norteamericano. Sin embargo, un año más tarde, el voto estadounidense impide que se ratifique esa condena. Comienza a plantearse la Guerra Fría y el presidente Harry Truman, sucesor de Roosevelt, no quiere prescindir de un punto de apoyo fundamental para su planteamiento geoestratégico hegemónico.

La Conferencia de Paz de París, celebrada entre julio y octubre de 1946, evidencia los profundos desacuerdos existentes entre Estados Unidos y la Unión Soviética, que van situando en posiciones cada vez más enfrentadas a las dos superpotencias. La política exterior que el presidente Roosevelt tenía previsto aplicar en Europa al final de la guerra se va endureciendo notablemente con la Administración Truman, y lo hará aún más cuando el republicano Eisenhower llegue a la Casa Blanca. En febrero de 1947 se sitúa al frente del Departamento de Estado norteamericano George Marshall, un anticomunista furibundo empeñado en cortar la progresión de la Unión Soviética en Europa a toda costa. El enfrentamiento estratégico entre los dos antiguos aliados convierte al continente europeo en un tablero de ajedrez.

En estas circunstancias, el astuto dictador español comprende que, a pesar del boicot que sufre su régimen, la nueva situación que se está creando acabará favoreciéndole y comienza a prepararse pacientemente para cuadrarse ante Estados Unidos cuando el líder de Occidente llame a su puerta. A medida que la presión internacional contra el franquismo se va debilitando, las esperanzas del Gobierno republicano en el exilio y las pretensiones de la oposición monárquica empiezan a languidecer. El régimen aprovecha el resurgir del anticomunismo en Estados Unidos para hacer valer su «imprescindible contribución a la causa de Occidente». Y los norteamericanos están cada vez más convencidos de que Franco es su hombre.

«Desafortunadamente, no hay ninguna evidencia de que exista una oposición efectiva a Franco, ni dentro ni fuera de España, que pueda traer un cambio de gobierno de una manera ordenada», se señala en un informe confidencial del Consejo Nacional de Seguridad norteamericano. Lleva fecha del 5 de diciembre de 1947 y en él se hacen distintas valoraciones sobre la posibilidad de intentar reemplazar el régimen de Franco por otro más democrático. Continúa:

A través de diversas maniobras, concesiones ocasionales y una persecución indesmayable por parte de la policía, el gobierno franquista ha conseguido detener la acción de la oposición, y no parece que el Ejército, que es el que apoya al régimen de Franco, vaya a cambiar de postura ... Los representantes de los viejos republicanos, los monárquicos y los socialistas, hasta el momento, no han sido capaces de comprometerse, dentro de sus diferencias, para Degar al acuerdo de un programa de acción conjunta. A excepción de los comunistas, los partidos de la oposición están divididos y desorganizados.

La conclusión del informe es que no hay más remedio que hablar con Franco y enseguida. También se señala que ha habido conversaciones con los británicos para valorar conjuntamente la posibilidad de que el Vaticano tome parte en el intento de convencer a Franco de que se retire, pero los norteamericanos no lo ven nada claro: «Tenemos serias dudas de que el resultado de esto pudiera tener algún efecto. Pero incluso si el plan fuera aceptado y Franco se retirara, existen grandes probabilidades de que se puedan producir luchas políticas que llevaran al caos interno, lo cual resultaría una ventaja para los comunistas».

Para la economía estadounidense, dispuesta a expandirse cuando ya se empiezan a agotar los beneficios del boom posbélico, es necesario un rearme de Occidente. El nuevo objetivo es «acelerar el restablecimiento de las dos fábricas más grandes de Europa y Asia: Alemania y Japón», según declara el secretario de Estado, Dean Acheson, el 8 de mayo de 1947. Los vencedores de la Guerra Civil española se van a encontrar con un anhelado regalo, que supone para ellos su tabla de salvación: como en los años treinta, la Unión Soviética vuelve a ser la gran amenaza.

El Plan Marshall de «ayuda» a Europa es aprobado con facilidad en el Congreso y el Senado norteamericanos, y en abril de 1948 se votan los primeros créditos. El objetivo del Plan es restablecer la economía en todo el mundo y crear condiciones políticas y sociales que permitan la existencia de «instituciones libres», pero evitando «cualquier propuesta que se base en el supuesto de un choque entre Europa Oriental y Occidental, lo cual sería inaceptable para los pueblos europeos». Para evitar contradicciones innecesarias en el seno del bloque occidental, dado el rechazo que Franco provoca entre algunos gobiernos europeos, de momento España se queda sin los beneficios económicos del Plan Marshall.

En julio de 1947, durante la reunión de los aliados celebrada en París, la Unión Soviética analiza con rotunda claridad la nueva situación que se está creando en el Viejo Continente: «Los créditos norteamericanos no servirán para el restablecimiento económico de Europa, sino que serán utilizados por unos países europeos contra otros países europeos, de la manera que les parezca más conveniente a algunas potencias industriales que se esfuerzan por alcanzar el predominio». Las servidumbres políticas y económicas exigidas por el Plan Marshall a los países que van a beneficiarse de él indican que el centro de decisiones de la Europa Occidental de posguerra continuará en Estados Unidos.

En 1947 se produce un pequeño complot monárquico contra Franco, al que el propio dictador, que no se caracteriza por tener dudas a la hora de firmar sentencias de muerte, concede poca importancia. La frustrada conjura está articulada en torno al general Beigbeder, que ha sido el segundo ministro de Asuntos Exteriores del régimen, durante un breve período inmediatamente posterior al término de la Guerra Civil.
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Documentos diplomáticos desclasificados por el Departamento de Estado norteamericano
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revelan el corto alcance de esa conspiración interior y el escaso apoyo que le presta Estados Unidos. La Administración Truman ya tiene perfectamente trazada la línea de apoyo al régimen de Franco, pero la oposición monárquica, espoleada por los manifiestos de don Juan de Borbón, ha llegado a un acuerdo con los republicanos para constituir un «Frente de Solidaridad Interior» que, tras derrocar a Franco, dé paso a un Gobierno presidido por Beigbeder,
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que se encargaría de garantizar la transición hacia una situación constitucional.

Durante una conversación mantenida en febrero de 1947 con el entonces encargado de negocios norteamericanos en España, Bonsal, Juan Beigbeder comunica que si Londres y Washington no dan al proyecto «una favorable acogida pronto, todo se vendrá abajo y Franco se mantendrá en el poder treinta años». Para Bonsal, y así lo expresa en un informe del Departamento de Estado, los intereses norteamericanos se verían favorecidos por «la aparición, tan pronto sea posible, de un gobierno de tendencias moderadas capaz de pilotar al país entre los dos extremos de una dictadura rígida de los elementos fascistas o reaccionarios, por una parte, y la revolución social por la que aboga Moscú, de otro lado». Pero sus jefes de Washington no están de acuerdo: Franco les ofrece más garantías. Además, la Ley de Sucesión, aprobada en referéndum el 6 de julio de 1947, da al traste con los pactos de la oposición, al aceptar don Juan de Borbón la «legalidad» que se le propone.

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