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Authors: Alfredo Grimaldos

La CIA en España

 

Sinopsis: Agentes especiales, micrófonos camuflados en mesas, información confidencial que circula de mano en mano, dudosas transferencias bancarias, destacados políticos, conocidos periodistas y operaciones secretas dictadas desde la sede de la Agencia en Langley (Estados Unidos). Cada vez resulta más claro el papel que la CIA ha desempeñado en la reciente historia de España. Desde las relaciones entre el PNV la Central de Inteligencia hasta la llegada de Eisenhower a España y la instalación de las bases militares, pasando por las intrigas políticas mientras Franco agonizaba con el fin de encarrilar la Transición o su implicación -directa o indirecta- en el golpe de estado de 1981 y la llegada del PSOE al poder, los servicios norteamericanos siempre han encontrado en España un plataforma sólida tanto para actuar dentro del país como para extender sus tentáculos al norte de África y Europa.

Entre la investigación histórica y el reportaje de actualidad, Alfredo Grimaldos desvela quiénes son y cómo actúan algunos de los que han participado en las acciones, qué conexiones han tenido o tienen con las cúpulas militares y civiles del poder, así como cuál es su presencia, hasta el día de hoy, en las instituciones democráticas españolas. Documentado de forma irrefutable y escrito como un thriller político, este es un trabajo repleto de información y nombres propios que provocará escalofríos en ocasiones es mejor no saber a quién se atreva a sumergirse en sus páginas.

Alfredo Grimaldos

La CIA en España

Espionaje, intrigas y politica al servicio de Washington

ePUB v1.5

OhCaN
 
22.06.11

La CIA en España

Espionaje, intrigas y política al servicio de Washington

ALFREDO GRIMALDOS

DEBATE

PRIMERA EDICIÓN: OCTUBRE DE 2006

© 2006, ALFREDO GRIMALDOS FEITO

© 2006, DE LA PRESENTE EDICIÓN EN CASTELLANO PARA TODO EL MUNDO:

RANDOM HOUSE MONDADORI, S. A. BARCELONA

TRAVESSERA DE GRACIA, 47-49. 08021 BARCELONA

© DE LAS ILUSTRACIONES. AGENCIA EFE: 2 (ABAJO), 3 (ABAJO) Y 10 (ABAJO).

AGENCIA COVER: 1,10 (ARRIBA),14 (ARRIBA), 15 (ABAJO) Y 16. AGENCIA CORBIS: 5. EL RESTO DE LAS IMÁGENES PROCEDEN DEL ARCHIVO PERSONAL DEL AUTOR.

PRINTED IN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA

FOTOCOMPOSICIÓN: VÍCTOR IGUAL, S. L.

IMPRESO EN NOVAGRAFIK MONTEADA I REIXAC (BARCELONA)

ENCUADERNADO EN ARTESANÍA GRÁFICA

Con el recuerdo de nuestra querida Paquita Villalba.

Introducción

Los hombres de la CIA (Central Intelligence Agency) están detrás de casi todos los principales acontecimientos políticos y militares de nuestra historia reciente. La sede central de la Agencia, en Langley, tiene poco que ver con el edificio donde entra y sale a su antojo Faye Dunaway en la película
Los tres días del Cóndor
. Es un gigantesco bunker desde donde se han diseñado cientos de operaciones desarrolladas en España por los servicios de inteligencia norteamericanos desde la post-guerra mundial hasta hoy. Las recientes escalas en aeropuertos españoles de aviones de la CIA, con prisioneros que son trasladados a centros de tortura distribuidos por varios países de la órbita norteamericana, constituyen sólo un eslabón más de la cadena de actuaciones clandestinas que la Agencia inició en nuestro país durante la Guerra Fría. La sólida infraestructura que hoy permite continuar trabajando a sus hombres aquí comenzó a construirse a principios de los años cuarenta.

La CIA interviene en la instalación de las bases militares estadounidenses en nuestro suelo, la transición del franquismo a la Monarquía, el golpe de Estado del 23-F o la definitiva integración del Estado español en la estructura de la OTAN. La permanencia de la dictadura franquista, durante casi cuatro décadas, y la evolución controlada hacia un sistema parlamentario están condicionadas por la actividad de los espías norteamericanos. En esa oscura tarea de mover los hilos desde la sombra colaboran con los servicios estadounidenses miembros del Ejército español, destacados políticos y diplomáticos, empresarios, hombres de la banca y personajes del mundo de la cultura y el periodismo. La mayor parte de los colaboradores de la CIA tienen poco que ver con la imagen tópica, peliculera y novelesca de los espías: son individuos «normales», perfectamente integrados en su entorno social. Muy distintos son los oficiales de operaciones, situados en los puntos neurálgicos de la red. En España, durante todo este tiempo, han dirigido el espionaje norteamericano curtidos oficiales de la Agencia, expertos en acciones encubiertas, como los sucesivos jefes de la estación de la CIA en Madrid, situada en la embajada de la madrileña calle de Serrano, Robert E. Gahagen, Néstor Sánchez, Ronald Edward Estes, Richard Kinsman o Leonard Therry. Todos ellos arrastran ya un largo historial operativo cuando llegan aquí. Han desarrollado la mayor parte de sus carreras en Latinoamérica y su biografía profesional está marcada por una sucesión de golpes de Estado y de operaciones desestabilizadoras en Bolivia, Brasil, Uruguay...

Uno de los más eficaces agentes norteamericanos en España es Ronald E. Estes. Aparece en Checoslovaquia poco antes de la Primavera de Praga; en Beirut, financia y organiza la Falange Libanesa, que más adelante provocará las terribles matanzas de Sabra y Chatila; después actúa en Grecia, para apoyar la «solución Karamanlis», como salida a la dictadura de los coroneles... Hasta que llega a España y se produce el golpe de Tejero y Milans. Con los hitos profesionales de estos acreditados «especialistas» se puede reconstruir la política exterior norteamericana desde los años de la Guerra Fría.

Aparte de ellos, trabaja para la Agencia una legión de colaboradores de mayor o menor rango, introducidos en todos los ámbitos sociales y políticos del país: el Ejército, los partidos, la educación, la cultura, los bancos y las grandes empresas, los sindicatos... El
New York Times
publica en 1975, poco antes de la muerte de Franco, que la CIA mantiene importantes relaciones con todos los partidos políticos españoles para buscar una salida al régimen, incluido el PCE (Partido Comunista de España) de Santiago Carrillo. Dos años más tarde, el secretario general de esta formación será invitado a viajar a Estados Unidos, caso único en la historia de los partidos comunistas, cuyos dirigentes han tenido prohibida la entrada en Estados Unidos desde siempre.
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Este libro desvela los mecanismos de penetración de los servicios estadounidenses en España desde la Segunda Guerra Mundial. Los propios documentos desclasificados por la Administración de Estados Unidos arrojan luz sobre determinados aspectos de esta historia. Quienes los redactan escriben para que se les entienda, sin pudor político ni circunloquios literarios.
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A través de esos materiales se puede comprobar que la principal preocupación de los norteamericanos es mantener bien amarrado al régimen de Franco con el menor coste político para ellos en el plano internacional.
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Las confesiones de antiguos miembros de la Agencia apartados de la organización y los testimonios de oficiales españoles que han seguido de cerca las actividades de los hombres de la CIA aportan datos jugosos para entender cómo actúan los espías norteamericanos en nuestro país. En más de una ocasión, algunos miembros de los servicios de inteligencia españoles se han enfrentado a ellos para abortar sus planes, como es el caso de la Operación Gino, que provoca la expulsión de la plana mayor del espionaje estadounidense en España.

Antes de que la CIA se constituyera oficialmente, la actividad de los servicios norteamericanos en nuestro país era importante, pero mucho menos que la de los británicos. El Intelligence Service considera la península un feudo suyo hasta después de la victoria aliada de 1945. En España actúa el famoso espía Juan Pujol «Garbo», bajo las órdenes de Desmond Bristow, jefe de la «sección ibérica» de la inteligencia británica durante años. Y también lo hace el propio Harold «Kim» Philby, el gran infiltrado de los soviéticos en las filas de la inteligencia angloamericana.

A medida que avanza la década de los cuarenta, la OSS (Office of Strategic Services) estadounidense, precursora de la CIA, hereda las privilegiadas relaciones que los británicos mantienen, desde siempre, con el PNV (Partido Nacionalista Vasco). Durante toda la Guerra Civil, los nacionalistas buscan la mediación británica para intentar conseguir un acuerdo con Franco. Después, cuando los norteamericanos ya están mucho más interesados en controlar las actividades de los comunistas en España que en mover de El Pardo a su inquilino, los servicios del PNV comienzan a actuar bajo las órdenes de Washington. Su anticomunismo clerical les hace coincidir con los intereses de la CIA.

En 1947, cuando se crea la Agencia, con el mundo dividido en dos bloques antagónicos, el asunto ya está muy claro: los norteamericanos deciden mantener al Caudillo bajo palio y utilizar sin trabas el suelo español como plataforma militar. Comienza la captación de oficiales del Ejército franquista para servir al poderoso aliado estadounidense.

Por otra parte, los norteamericanos mantienen hilo directo con Laureano López Rodó y apoyan también la Operación Lolita, que prepara a Juan Carlos de Borbón para suceder al Generalísimo. Inmediatamente después de subir al trono, el primer viaje oficial del monarca le lleva a Estados Unidos, donde recibe el espaldarazo del Imperio. El rey mantiene siempre excelentes relaciones con sus mentores del otro lado del Atlántico. Colabora con ellos en la entrega del Sahara a Marruecos, cuando todavía es el «heredero» designado por Franco, y después presiona desde La Zarzuela a los sucesivos gobiernos de la Transición para que España se acomode definitivamente en el seno de la OTAN. A cambio, obtiene respaldo político y prebendas personales.

A finales de los cincuenta, los servicios de Estados Unidos «tocan» a jóvenes socialistas para tenerlos como permanente fuente de información sobre las actividades de la oposición comunista. Carlos Zayas, Joan Raventós o José Federico de Carvajal son algunos de ellos. Otro socialista de postín que mantiene relaciones con los servicios norteamericanos es el actual Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, quien, por su ascendencia judía, también goza de buenos contactos con el Mossad israelí.

Múgica y Raventós participan en la reunión que se celebra en 1980 en casa de Antoni Ciurana, alcalde de Lérida, en la que Armada tantea la opinión del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) sobre la «reconducción» que desembocará en el 23-F. Y sólo dos días antes del asalto de Tejero al Congreso, el comandante Cortina, del CESID (Centro Superior de Información de la Defensa), muy vinculado a los servicios norteamericanos y uno de los principales coordinadores del golpe, visita al embajador de Washington en Madrid, Terence Todman, para que dé su visto bueno a la operación.

La misma mañana del 23 de febrero, el sistema de control aéreo norteamericano, a través de la estación central de Torrejón, anula el Control de Emisiones Radioeléctricas español, mientras los pilotos de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos permanecen alerta en las cuatro bases «de utilización conjunta». El secretario de Estado, Alexander Haig, declara que el golpe «es una cuestión interna» española, cuando aún no está claro el desenlace de la historia.

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