Read La búsqueda del Jedi Online
Authors: Kevin J. Anderson
—Parece un paraíso... ¿No hay volcanes ni terremotos? ¿Mucha comida, y ninguna gran ciudad?
Leia asintió, y la puerta de la sala de proyección se abrió antes de que Gantoris pudiera volver a hablar. Leia se dio la vuelta, y se sorprendió al ver a la Jefe de Estado, Mon Mothma, cruzando el umbral para reunirse con ellos.
La mujer de cabellos castaño rojizos caminaba con pasos rápidos y seguros que creaban la impresión de que se deslizaba sobre el suelo. La líder de la Nueva República extendió una mano hacia Gantoris.
—Tú debes de ser uno de los primeros candidatos a recibir el adiestramiento Jedi de Luke Skywalker —dijo—. Permíteme darte la bienvenida a Coruscant y desearte el mayor éxito posible, y que acabes convirtiéndote en parte de una nueva orden de Caballeros Jedi.
Gantoris tomó la mano de Mon Mothma y la saludó con una leve inclinación, pero Leia captó la fugaz impresión mental de que se consideraba a sí mismo como un líder que conoce a una persona de su misma posición.
—Le estaba enseñando unas imágenes de Dantooine a Gantoris, Mon Mothma —dijo Leia—. Estamos pensando en trasladar a los refugiados de Eol Sha a nuestra antigua base de ese mundo.
Mon Mothma sonrió.
—Estupendo. Estoy al corriente de la difícil situación actual de tus gentes, y me gustaría verlos sanos y salvos en Datooine. Siempre he pensado que era una de nuestras bases más agradables, no tan rigurosa como Hoth o la Base Pináculo y sin las espesas junglas de Yavin 4. —Se volvió hacia Gantoris—. Si das tu aprobación a ese mundo, a mi vez yo daré instrucciones a la ministra Organa Solo para que inicie los trabajos de traslado y reasentamiento inmediatamente.
Gantoris asintió.
—Si estas imágenes son representativas de cómo es el lugar, estoy seguro de que Dantooine será un hogar excelente para mi pueblo.
Leia sintió un gran alivio.
—Estaba pensando en poner a Wedge... quiero decir al general Antilles al frente de esos trabajos. Lleva meses supervisando la reconstrucción de los niveles inferiores de la ciudad y, francamente, creo que está desperdiciando sus talentos en esa tarea.
—Estoy de acuerdo —dijo Mon Mothma. Vivía continuamente bajo una montaña de enredos diplomáticos y decisiones burocráticas tan enorme que Leia no podía ni imaginarla, pero aun así se las arreglaba para mantener una actitud de tranquila energía—. Mi calendario también acaba de recordarme que el embajador de Carida llegará dentro de dos días. ¿Van bien todos los preparativos? ¿Puedo ayudarte de alguna manera?
—Bueno, me basta con que pienses estar aquí. Es todo lo que puedo pedirte... He decidido trasladar la recepción a los Jardines Botánicos de la Cúpula Celeste en vez de celebrarla en el Palacio Imperial. El embajador Furgan parece sentir una cierta hostilidad hacia nuestra causa, y no he querido exacerbar sus reacciones recibiéndole en un lugar que fue la sede del gobierno imperial. De hecho, el embajador está intentando disfrazar la misión que le trae aquí haciéndola pasar por una mera peregrinación para visitar varios monumentos y lugares históricos imperiales.
Mon Mothma asintió con una leve inclinación de cabeza, pero sonrió.
—Bien, por lo menos va a venir... Hasta el momento ésa es la mejor señal, ¿no?
—Supongo que sí.
Leia seguía sintiéndose un poco escéptica.
—Por cierto, no he recibido tu informe sobre la misión de Han en Kessel... Tuviste una idea muy brillante al enviar a Han en vez de a un embajador del cuerpo diplomático. Él puede hablarles en su propia lengua, y volver a abrir los canales de circulación de la especia alejándoles del mercado negro podría hacer maravillas para la nueva economía. ¿Ha tenido algún éxito?
Leia clavó la mirada en el suelo, sintiéndose bastante incómoda.
—Ha sufrido un cierto retraso, Mon Mothma, y por el momento todavía no dispongo de ninguna información. Te enviaré un informe completo tan pronto como haya regresado. Esperemos que su misión se vea coronada por el éxito.
—Cierto, esperémoslo... —La expresión de Mon Mothma parecía indicar que sospechaba que Leia le estaba ocultando algo, pero no hizo más preguntas—. Tengo que ir a discutir los derechos de salvamento de las naves abandonadas en órbita alrededor de Coruscant con los representantes de los ugnaughts. Me temo que va a ser una tarde muy larga, y sólo quería saludarte mientras tuviera una oportunidad de hacerlo. Ha sido un placer, Gantoris.
Mon Mothma empezó a girar sobre sí misma disponiéndose a marcharse, pero se detuvo y miró a Leia.
—Por cierto, Leia, estás haciendo un gran trabajo... El gobierno se ve acosado con tanta frecuencia por las quejas y las demandas de los grupos que representan intereses insatisfechos, que a veces olvidamos todo lo que estamos haciendo bien. Estás haciendo bien un montón de cosas.
Leia no pudo evitar una fugaz sonrisa de incomodidad, y pensó que se sentiría mucho más contenta si no hubiera perdido a su esposo.
Los gemelos empezaron a llorar al unísono en cuanto Winter puso los pies sobre la rampa de su lanzadera sin señales de identificación. La sirvienta personal de Leia se detuvo, permaneció de espaldas a Jacen y Jaina durante unos momentos y acabó volviéndose lentamente hasta quedar de cara a ellos.
Leia tenía las manos sobre sus hombros, pero los dos niños seguían tratando a su madre como si fuera una desconocida a pesar de que ya habían transcurrido varios días desde su llegada. Leia se dio cuenta de que sus dedos se habían tensado de repente y comprendió que quizá no fuera la reacción más adecuada dadas las circunstancias, pero todo su ser quería dejar bien claro que los gemelos eran sus hijos, y Leia se sintió incapaz de luchar contra ese súbito afán de posesión.
El rostro de Winter estaba gélido e impasible bajo su blanca cabellera.
—Dejad de llorar ahora mismo, niños —dijo. Jacen sorbió aire por la nariz.
—Queremos que te quedes, Winter.
Winter extendió una mano y señaló a Leia con un dedo tan rígido como la punta de una lanza.
—Ahí tenéis a vuestra madre —dijo—. Yo me he limitado a cuidar de vosotros. Ya sois mayores, y ha llegado el momento de que estéis en vuestra casa. Yo he de volver para cuidar de vuestro hermanito pequeño.
Leia logró no estremecerse. Conocía a Winter desde hacía mucho tiempo. Su sirvienta podía recordar todo cuanto había visto u oído a lo largo de su existencia, y rara vez mostraba ninguna clase de emoción: pero sus palabras de hacía unos momentos significaban que acababa de renunciar a la compañía de sus dos pupilos, y Leia creyó detectar una cierta tristeza y una sensación de pérdida que emanaba de ella.
Leia se arrodilló junto a los gemelos.
—Ahora los dos os quedaréis conmigo —dijo—, y vuestro papá no tardará en regresar a casa. Cuando volvamos a estar juntos los cuatro nos divertiremos mucho, ya lo veréis...
Los gemelos se volvieron hacia ella. Winter aprovechó el momento de distracción para desaparecer en el interior de la nave. Después activó los sellos de las puertas y quedó encerrada dentro de la lanzadera antes de que Jacen y Jaina se hubieran dado cuenta de que se había marchado.
Leia permaneció inmóvil junto a los niños en la pista barrida por el viento. Los haces repulsores de la lanzadera se activaron con un leve zumbido. Leia dio un paso hacia atrás, haciendo retroceder a los gemelos con ella.
—Tenemos que apartarnos, niños. Estamos demasiado cerca, y este lugar no es seguro...
Jacen y Jaina seguían sorbiendo ruidosamente aire por la nariz y volvían a estar al borde del llanto. Leia no había recibido el adiestramiento necesario, pero aun así intentó calmarles enviándoles pensamientos tranquilizadores y llenos de amor.
Inclinó la cabeza para hablar por el comunicador que llevaba en la solapa.
—Concedan permiso de despegue a lanzadera sin señales de identificación posada en la plataforma superior norte del Palacio, por autorización de la ministra Organa Solo.
Los controladores del tráfico orbital respondieron con un acuse de recibo, y la lanzadera de Winter ascendió desde la plataforma, giró y acabó alzándose hacia el cielo en una trayectoria angular. Leia alzó la mano en un gesto de despedida.
—Saludad a Winter —dijo.
Los gemelos agitaron sus bracitos regordetes. Winter correspondió a su saludo encendiendo y apagando las luces de la lanzadera. Después los cohetes de acción orbital empezaron a funcionar, y la nave salió disparada hacia la lejanía iluminada por las franjas de claridad de la aurora.
—Vamos —dijo Leia—. Tengo mucho tiempo perdido que recuperar.
Streen estaba sentado en la cima del rascacielos abandonado y medio en ruinas donde había establecido su hogar. Cuando Luke le llevó a la masa ruidosa y agitada de Ciudad Imperial, donde millones de personas cubrían el planeta con todos sus pensamientos y todas sus emociones, Streen suplicó que le encontrase un lugar en el que pudiera tener un poco de soledad hasta que salieran del planeta para ir a su centro de adiestramiento Jedi. Luke le mostró las partes abandonadas de la ciudad, y Streen había escogido el edificio más alto. Estar a gran altura le recordaba las nubes de Bespin.
Leia había traído consigo a los gemelos, y los mantuvo firmemente agarrados de la mano mientras los llevaba hasta la cabina de un ascensor que parecía iba a averiarse de un momento a otro y que los trasladó al tejado. Salieron a la plataforma exterior donde estaba Streen. El anciano se había sentado en el borde con los pies colgando sobre el vacío, sin prestar atención al kilómetro de abismo que había debajo de él. Estaba contemplando el paisaje urbano, las torres geométricas de la masa de edificios que se extendía sin ninguna interrupción hasta perderse en la lejanía, y observaba con silenciosa atención las diminutas siluetas de los halcones-murciélago que cabalgaban sobre las corrientes de aire caliente.
Leia cruzó el tejado. Nunca había tenido miedo a los lugares altos, pero la presencia de los niños hacía que sintiera un nuevo temor que no tenía nada que ver con las alturas, una paranoia que le tensaba el estómago provocada por los millones de cosas que podían suponer un peligro para los gemelos. Jacen y Jaina querían ir corriendo hasta el borde de la plataforma para contemplar el abismo, pero Leia se negó a soltarles la mano.
Streen se volvió al oírles acercarse. Leia vio que todavía llevaba su mono de muchos bolsillos. El buscador de nubes no había querido cambiarlo por las prendas más cómodas o de más abrigo que le había ofrecido.
—Sólo hemos venido a ver qué tal estabas, Streen —le saludó Leia—. Luke ha tenido que irse, y quería asegurarme de que no necesitabas nada.
Streen tardó unos momentos en responder.
—Me gustaría disponer de un poco de soledad, pero me temo que en todo este planeta no hay ningún lugar en el que pueda estar a solas. Incluso en los sitios más tranquilos de Coruscant sigo pudiendo oír un zumbido constante de pensamientos y voces que susurran... Hasta que aprenda cómo bloquearlo, me resultará muy difícil vivir aquí. El Maestro Jedi prometió que me enseñaría cómo conseguirlo.
—Luke no debería tardar mucho en volver —dijo Leia.
Se acercaron un poco más al borde y Leia insistió en mantenerse lo bastante lejos de él para que no corrieran peligro, pero Jaina tiró de su mano hasta obligarla a estirar todo el brazo para poder mirar por encima del borde y contemplar boquiabierta la gran distancia que la separaba del suelo.
—¡Queda muy lejos! —exclamó.
—Sí, tanto que si cayeras te harías mucho daño —replicó Leia.
—No me caeré.
—Yo tampoco —dijo Jacen, y después insistió en tirar del brazo de su madre para poder mirar por el borde igual que había hecho Jaina.
Streen contempló a los gemelos con algo parecido al asombro en la mirada.
—Sois mejores que los otros —dijo—. Las mentes de los niños son sencillas y sin complicaciones, y no me molestan. La cabeza sólo me duele cuando los pensamientos son complicados y están llenos de un millar de subtextos. Y usted, ministra Organa Solo... Su mente es más tranquila y está más centrada que la de la gran mayoría de las personas.
—Luke me enseñó a controlar mi mente. No permito que los pensamientos y las emociones que tanto te molestan escapen de ella, y tampoco los envío a nadie más.
Streen sonrió con cansancio, y después se dedicó a contemplar la inmensidad del cielo. Las luces parpadeantes de las lanzaderas diplomáticas que llegaban y se marchaban viajaban por el ciclo siguiendo distintos cursos parabólicos.
—Espero que todos los que reciban el adiestramiento Jedi aprendan a conseguir que sus mentes sean tan silenciosas como la suya, ministra. Me encantaría estar cerca de otras personas y formar parte de una comunidad con gente como usted y el Maestro Jedi... ¿Cuánto tiempo cree que tardaré en conseguirlo?
Streen clavó su mirada profunda y penetrante en sus ojos, y Leia tiró de los niños apartándolos del borde del tejado.
—Ese momento llegará pronto —dijo Leia—. Lo más pronto posible, ya lo verá...
Después se juró a sí misma que encontraría un lugar para la academia de Luke antes de que su hermano volviera de Kessel. Tenía que ser el lugar adecuado, y tenía que encontrarlo enseguida.
Leia y Cetrespeó insistieron en que los gemelos debían recibir un baño ondulatorio caliente antes de acostarse. Leia abrió los grifos, y Cetrespeó fue comprobando la temperatura periódicamente para asegurarse de que el agua no estaba demasiado fría ni demasiado caliente.
Leia empujó a Jacen y Jaina hacia el agua que ondulaba y se agitaba suavemente, pero Jacen se resistió.
—¡Antes ponle burbujas!
—Pondré las burbujas antes de cerrar los grifos. Ahora meteos dentro, ¿de acuerdo?
—Winter pone las burbujas primero —dijo Jaina.
—Bueno, pues esta vez lo haremos de una manera un poco distinta —le explicó Leia, empezando a sentir una cierta irritación.
—¡Quiero burbujas ahora! —gritó Jacen.
—¡Oh, cielos! Quizá sería mejor que pusiéramos las burbujas primero, ama Leia —dijo Cetrespeó.
Pero el desafío de los gemelos había servido para despertar la tozudez natural de Leia.
—No. Os he dicho que os metáis en el baño, ¿de acuerdo? Me da igual cómo lo hiciera Winter. Ahora vivís aquí, y a veces hacemos las cosas de manera distinta.
Jaina empezó a llorar.
—¡Oh, no pasa nada! —exclamó Leia—. Es un baño magnífico. Mirad... —Metió la mano en el agua caliente y la agitó—. Da igual en qué momento pongas las burbujas.