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Authors: Kevin J. Anderson

La búsqueda del Jedi (36 page)

BOOK: La búsqueda del Jedi
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Doole estaba atrapado entre el nerviosismo que le impulsaba a no revelar nada y la necesidad de mostrar que no tenía nada que ocultar a los ojos de un gran inversor potencial, y todo ello por no hablar del considerable atractivo de los cinco mil créditos que Lando acababa de ofrecerle.

—Bueno, supongo que no hay ningún problema... —dijo por fin—. Pero sólo puedo permitir que su androide tenga acceso al sistema durante cinco minutos. No debería precisar más tiempo para localizar la información que necesitan.

Luke asintió.

—Es más que suficiente, y se lo agradezco.

De todas maneras Erredós no malgastaría su tiempo y sus esfuerzos inspeccionando informes falsos sobre beneficios y pérdidas, ya que lo que haría en cuanto hubiese establecido la conexión sería tratar de encontrar cualquier clase de referencia a Han Solo, Chewbacca o el
Halcón Milenario
.

Erredós volvió a activarse y avanzó con un zumbido hacia la terminal instalada junto al escritorio de Moruth Doole. Su brazo de conexión de datos vibró con un siseo de servomotores cuando accedió a la información enterrada en el ordenador del complejo penitenciario.

Lando siguió hablando con Doole mientras esperaban.

—Me gustaría ver todas las facetas de la extracción y la producción de especia. Estoy seguro de que podrá prepararnos un recorrido inmediatamente, ¿verdad? Observemos con nuestros propios ojos cómo funciona este negocio... incluyendo esos túneles afectados por los derrumbes de los que nos ha hablado. Si parece haber probabilidades de obtener beneficios, quizá me gustaría invertir en las reparaciones.

—Uh... —balbuceó Doole, y miró hacia atrás como si estuviera buscando alguna clase de excusa—. Como ya les he dicho, no es el mejor momento. Quizá podríamos encontrar un momento más adecuado en el futuro...

Doole extendió sus manos de aspecto gomoso hacia ellos.

Lando se encogió de hombros de una manera muy elocuente y se puso en pie como disponiéndose a marcharse.

—Comprendo. Bien, si no le interesa siempre puedo ir a algún otro sitio... Este dinero me está quemando la cuenta de crédito, y quiero hacer algo con él y hacerlo ahora mismo. Hay otras minas de especia en otros planetas.

—Ah, pero producen especia ryll, no brillestim...

—Aun así, también dan beneficios.

Erredós se apartó de la terminal, se volvió hacia Luke y emitió un chorro de parloteo electrónico. Luke sólo entendía a medias el lenguaje del androide, pero comprendió lo suficiente para saber que Erredós no había encontrado a Han y que tampoco había descubierto nada particularmente incriminatorio en lo que concernía a Doole. Si los bancos de datos habían contenido alguna referencia al
Halcón
, ésta había sido borrada de ellos.

—Bien, ¿qué opina su androide? —preguntó Doole al oír los pitidos y zumbidos.

—No ha encontrado nada que se saliera de lo corriente —respondió Luke, e intercambió una rápida mirada de abatimiento con Lando.

Doole se puso en pie sonriendo de oreja a oreja.

—¡Estupendo! Comprendo su preocupación, señor Tymmo... Cuando se intenta hacer negocios, siempre hay ciertos momentos en los que debes olvidarte de la comodidad personal. No quiero que se marchen de Kessel con ninguna duda en la cabeza, ¿saben? Vengan conmigo... Les mostraré la cadena de procesado de la especia, y después haré los arreglos necesarios para que puedan recorrer los túneles que acabamos de abrir.

Doole continuó hablando a toda velocidad y sus visitantes le siguieron, manteniéndose alerta para detectar cualquier rastro de Han.

Un vagón flotante los llevó por la superficie hasta el pozo de entrada de uno de los túneles que se habían derrumbado. Luke y Lando se agacharon en una reacción involuntaria cuando el vehículo aceleró y se metió por el angosto pasaje, que se hundía en el subsuelo siguiendo la trayectoria de un sacacorchos.

—Cuando la Institución Penitenciaria Imperial controlaba todo el planeta, un grupo de buscadores de especia se instaló aquí y puso en marcha una explotación ilegal —dijo Doole, alzando la voz para hacerse oír por encima del ruido de los motores—. Los delincuentes fueron capturados, y este pozo de acceso quedó obstruido hasta que una avalancha reciente volvió a abrir la entrada al sistema de galerías.

Doole les llevó hasta una gran caverna en la que se había derrumbado una parte del techo. Una débil claridad llegaba desde arriba e iluminaba las zonas dejadas al descubierto. Los trabajadores habían colocado luces alrededor del perímetro mientras rompían la roca con martillos y se iban llevando los fragmentos. Una cuadrilla de unos treinta mineros iba y venía por la gruta, reforzando las paredes y sacando los cascotes. Los túneles que salían de la gruta habían sido bloqueados mediante puertas neumáticas portátiles que impedían el acceso al resto de pasadizos sumidos en la oscuridad. —Están disfrutando de una rara oportunidad, señor Tymmo —dijo Doole, que se había ido volviendo cada vez más locuaz después de haberles enseñado las salas de procesado de la especia donde las larvas ciegas trabajaban empaquetando el brillestim—. La especia debe ser extraída en la oscuridad más absoluta, por lo que casi nunca tenemos ocasión de ver túneles iluminados. Pero la avalancha dejó entrar la luz del sol, con el resultado de que todas esas vetas de brillestim se echaron a perder... Hemos sellado los otros pozos de acceso para preservar el resto del yacimiento.

—Bien, ¿y en realidad qué fue lo que ocurrió aquí? —preguntó Lando mirando a su alrededor.

—Una perturbación tectónica —respondió Doole.

Luke pudo ver las señales negras que indicaban los puntos en los que potentes haces desintegradores habían chocado con las paredes de piedra, y comprendió que allí había ocurrido algo mucho más grave que una simple actividad sísmica.

Un instante después captó una oleada de miedo y sorpresa procedente de Lando.

—¿Qué es esa cosa?

Lando estaba señalando el otro extremo de la gruta.

Medio enterradas bajo un montón de cascotes había docenas de patas de aspecto cristalino delgadas como lanzas que sobresalían en todas direcciones. Nódulos parecidos a gemas que brillaban con un resplandor apagado puntuaban el cuerpo de forma esférica, y la muerte había vidriado los ojos de la criatura. El resto del cuerpo parecía estar compuesto enteramente por colmillos. Los trozos de roca desprendidos del techo y las paredes lo habían aplastado, y las patas parecidas a látigos de la criatura estaban retorcidas como si hubiera intentado desviar los peñascos con ellas.

Doole fue hacia los restos.

—Eso, amigos míos, parece ser el animal que crea la especia —dijo—. Es la primera criatura de su especie que hemos encontrado, pero debe de haber otras ocultas en las profundidades de los túneles. Traeremos a un xenobiólogo para que la estudie. El núcleo central parece estar formado por brillestim, y las hebras que sacamos de las paredes de los túneles son los hilos que utiliza para tejer su telaraña.

Doole se detuvo cuando ya estaba tan cerca del monstruo caído que casi lo rozaba.

El guardia que estaba a cargo de la disección se reunió con ellos y empujó la afilada punta de una de las patas cristalinas con su bota.

—Queremos averiguar si podemos extraer brillestim del saco corporal y de las glándulas que producen la telaraña.

Doole asintió entusiásticamente con la cabeza.

—Sería magnífico, ¿verdad? ¡Especia brillestim total y absolutamente pura!

Lando asintió sin mucho interés y como si no lo viera muy claro.

Luke, que seguía interpretando su papel, intentó conseguir algo más de información.

—¿Y de qué manera ha afectado todo esto a su índice de seguridad? —preguntó—. ¿Hubo víctimas entre los mineros a causa de la aparición de este ser?

—Sí, la criatura mató a varios trabajadores, el jefe de turnos y mi ayudante entre ellos... Ya se lo dije antes. ¿Cuántos cuerpos habéis encontrado hasta el momento? —preguntó Doole volviéndose hacia el guardia.

—Tres recientes y dos que murieron hace tiempo, y creemos que ha matado a muchos más. Todavía no sabemos nada del wookie y de unos cuantos prisioneros más.

Doole contempló al guardia con el ceño fruncido durante unos momentos, pero no tardó en recuperar su falsa sonrisa de costumbre.

Las palabras del guardia hicieron que Luke sintiese un escalofrío. No había manera de saber si el wookie en cuestión era Chewbacca, naturalmente. El Imperio se había llevado a muchos esclavos de Kashyyyk, el mundo natal de los wookies, y era muy posible que un considerable número de supervivientes hubieran sido enviados a Kessel. La mirada de Luke se encontró con la de Lando, y éste meneó la cabeza en un movimiento casi imperceptible.

—Muy interesante —dijo Lando.

—Vengan, hay más cosas que ver —dijo Doole mientras volvía al vagón flotante—. Espero que todo esto les esté dejando impresionados.

—Desde luego que sí —dijo Lando—. Tiene una explotación minera realmente asombrosa, Moruth.

Luke guardó silencio. Llevaba todo el día aguzando sus sentidos al máximo buscando algún eco de la presencia de Han o Chewbacca, pero no había descubierto ninguno. Había muchas mentes hundidas en el dolor, el abatimiento y la falta de esperanzas, pero Luke no encontró ni rastro de las que buscaba.

Han Solo quizá nunca hubiera llegado a Kessel, y aun suponiendo que lo hubiera hecho estaba claro que ya no se encontraba allí..., al menos, no con vida.

19

Los alojamientos de que disfrutaba una almirante a bordo de un Destructor Estelar de la clase Imperial eran espaciosos y funcionales, y hacía más de una década que eran el único hogar que conocía Daala.

Había actuado año tras año en un aislamiento absoluto, tan sola como siempre, siguiendo las últimas instrucciones que le había dado el Gran Moff Tarkin antes de su partida y sin haber tenido más contactos con él a partir de entonces. La gran distorsión de las Fauces bloqueaba todas las transmisiones externas de la holored. Su flota había quedado aislada y las tripulaciones de sus cuatro Destructores Estelares se habían ido sumiendo en la rutina, pero Daala seguía alerta y no relajaba su continua vigilancia. No se atrevía a hacerse preguntas sobre lo que estaba ocurriendo en la galaxia, y confiaba en que al menos podría seguir contando con las reglas inflexibles del Imperio, que a veces eran crueles pero que siempre estaban claras y podían ser comprendidas sin ninguna dificultad.

Pero el torbellino emocional que se agitaba dentro de ella en aquellos instantes hizo que se alegrara de que el acceso a sus habitaciones estuviera bloqueado, y que todo cuanto la rodeaba estuviese callado y vacío y nadie pudiera verla en aquel estado. Eso destruiría su imagen por completo. Antes del interrogatorio de los nuevos prisioneros todo había estado tan claro...

Daala tecleó el código de acceso a la grabación y volvió a verla, aunque ya había contemplado la secuencia una docena de veces. Podía mover los labios articulando las palabras en silencio a medida que el prisionero las iba pronunciando, pero su diminuta imagen era incapaz de transmitir el impacto que había sentido Daala cuando estaba observándole.

Han Solo estaba inmovilizado por un arnés de seguridad en una compleja silla que parecía haber surgido de una pesadilla, con toda una estructura formada por tubos de acero, cables y conductos enredándose a su alrededor. El artefacto tenía un aspecto tan eficaz como ominoso: una gran parte de él no tenía más función que la de aumentar el terror del prisionero, y la silla de interrogatorios la cumplía de una manera muy efectiva.

En la grabación Daala estaba inmóvil al lado del comandante Kratas, el capitán de su nave insignia, la
Gorgona
. Podía oler el miedo del prisionero, pero Solo seguía mostrándose altanero y sarcástico a pesar de ello. Su resistencia al interrogatorio no duraría mucho tiempo.

—Dinos de qué lugar vienes —empezó Daala—. Háblanos de la Alianza Rebelde... ¿Aún no ha sido aplastada? ¿Qué ha ocurrido en el Imperio?

—¡Búscate un hutt y dedícate a darle besos! —replicó secamente Solo.

Daala le contempló fijamente en silencio durante unos momentos. Después se encogió de hombros e hizo una seña con la cabeza a Kratas. Los dedos del comandante se movieron velozmente sobre un tablero de control, y uno de los tubos metálicos emitió un leve zumbido.

Los músculos del muslo izquierdo de Solo empezaron a temblar espasmódicamente, y su pierna no tardó en subir y bajar como si tuviera vida propia. Los espasmos se fueron haciendo más intensos. El rostro de Solo estaba lleno de perplejidad y confusión, como si no pudiera comprender por qué su cuerpo había empezado a comportarse repentinamente de una manera tan extraña. Los espasmos involuntarios estaban tensando los músculos bajo su piel.

Daala sonrió.

Kratas hizo un ajuste en un control, y Solo se encogió en cuanto los músculos del lado izquierdo de su caja torácica también empezaron a sufrir espasmos. Su cuerpo se puso rígido, pero la configuración de la silla no le permitía moverse. Solo intentó reprimir el alarido que pugnaba por salir de su garganta.

Los espasmos resultaban más irritantes que dolorosos. Daala había descubierto que la técnica de interrogatorio más efectiva consistía en provocar un tic facial que obligaba a los ojos de la persona atrapada en la silla a parpadear rápidamente durante horas y más horas.

—Háblanos del Imperio —repitió.

—¡El Imperio ha ido a parar al triturador de la basura! —dilo Solo. Daala pudo ver el blanco de sus ojos cuando Solo intentó bajar la mirada hacia los rebeldes músculos de sus piernas—. El Emperador ha muerto... Murió en la explosión que destruyó la segunda
Estrella de la Muerte
.

Tanto Daala como Kratas alzaron la cabeza al unísono.

—¿La segunda
Estrella de la Muerte
? Háblame de ella.

—No —dijo Solo.

—Sí —dijo Daala.

Kratas pulsó otro botón. Los tubos de la silla laberíntica emitieron un zumbido ahogado, y la mano derecha de Solo empezó a moverse espasmódicamente. Sus dedos arañaron la lisa brillantez del metal, y temblaron de manera incontrolable. Solo estaba intentando mirar en todas direcciones a la vez.

—Háblanos de la segunda
Estrella de la Muerte
—repitió Daala.

—Aún estaba en construcción cuando provocamos una reacción en cadena dentro de su núcleo. Darth Vader y el Emperador se encontraban a bordo.

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