Read La búsqueda del Jedi Online
Authors: Kevin J. Anderson
El rugido ahogado de otro vagón flotante resonó detrás de ellos y empezó a aproximarse a toda velocidad. Han viajaba en el primero de tres vagones unidos, y su convoy estaba transportando a tres pasajeros con un solo motor. Si Skynxnex y los otros habían cogido un vagón cada uno, se moverían más deprisa que ellos. Eso quería decir que estarían dentro del radio de alcance de sus desintegradores en cuestión de momentos.
—¡Solo! —gritó Skynxnex.
—¡Agarraos! —gritó Kyp.
Han reaccionó instintivamente buscando un asidero en el mismo momento en que el sistema de guía por ordenador dirigió sus vagones hacia la bifurcación izquierda, metiendo su convoy en un túnel invisible y lanzándolo cuesta abajo por un tramo de pasadizo considerablemente inclinado a continuación. Un instante después, y antes de que Han pudiera preguntarse si habían logrado despistar a sus perseguidores, oyó los ecos quejumbrosos de los haces repulsores que impulsaban a los vagones flotantes avanzando rápidamente por el túnel en pos de ellos.
—Estoy abierto a toda clase de sugerencias —dijo.
Miró hacia atrás y sus gafas infrarrojas le permitieron distinguir las siluetas brillantes de Skynxnex y otros dos vehículos pilotados. El calor corporal de Han resultaría igualmente visible para sus perseguidores en la fría oscuridad de los túneles.
Chewbacca agarró a Kyp obligándole a agacharse en el segundo vagón. El wookie extendió una mano hacia atrás, y empezó a hurgar a tientas en la conexión del tercer vagón. Skynxnex y los dos guardias estaban reduciendo rápidamente la distancia que se interponía entre ellos y sus presas. Un instante después Chewbacca logró soltar el amarre magnético del tercer vagón, y lo dejó suelto mientras lanzaba un gruñido amenazador dirigido a sus perseguidores.
El vagón vacío que había quedado repentinamente separado del convoy se bamboleó locamente detrás de ellos y empezó a inclinarse hacia el suelo. Skynxnex gritó mientras se apresuraba a desviarse para evitar una colisión. Los otros dos guardias viraron hacia la izquierda y sus vagones chocaron entre sí, pero los tres perseguidores se las arreglaron para no perder el equilibrio. Los vagones seguían rugiendo detrás de Han.
—Buen intento, Chewie —dijo Han.
Skynxnex desenfundó su desintegrador de doble cañón, lo conectó y apuntó el arma. Cuando disparó, los dos cañones lanzaron sus haces en ángulos que acabaron intersectándose. Los dos haces se unieron a poca distancia por delante del arma y entraron en fase formando una serie de ráfagas, cada una de las cuales contenía un breve impulso de potencia destructora diez veces más intensa que la descarga de un desintegrador normal. El arma era realmente impresionante, pero resultaba casi imposible apuntarla con precisión y casi todos los que la habían utilizado —incluso los criminales más endurecidos— acababan decidiendo prescindir de ella en favor de un armamento más fiable.
El haz doble en modalidad de fase hendió las tinieblas y acabó estrellándose contra el techo del túnel delante de Han. La explosión de calor y luz atravesó las gafas infrarrojas y le cegó. Kyp logró reaccionar con una velocidad increíble y desvió el vagón flotante hacia un lado. El vehículo serpenteó milagrosamente por entre los cascotes que llovían del techo, y sólo sufrió los impactos de una andanada de piedrecillas que repiquetearon sobre el metal.
—¿Estáis bien? —preguntó Han.
Chewbacca respondió con un gruñido.
—De momento sí —dijo Kyp.
Han se volvió justo a tiempo de ver cómo Skynxnex lograba atravesar sano y salvo la pequeña avalancha que había provocado su disparo, pero el segundo vagón no tuvo tanta suerte. Las rocas y cascotes desprendidos del techo cayeron sobre él, sacudiéndolo con tanta violencia que empezó a dar tumbos y acabó quedando fuera de control. El vagón chocó con la pared del túnel creando un estallido de chispas, y después estalló lanzando un diluvio de fragmentos metálicos que salieron disparados en todas direcciones.
—Uno menos —dijo Kyp.
De repente oyeron ecos procedentes de la boca del túnel que se abría delante de ellos. Las gafas infrarrojas permitieron que Han distinguiera más puntos de calor que formaban una caravana. Los fugitivos pasaron por delante de la boca del túnel en el mismo instante en que otro convoy de vagones flotantes salía de ella.
—¡Tienen refuerzos! —gritó Han con voz consternada.
Pero un instante después vio que todos los vagones estaban unidos: era otro grupo de mineros que volvía a la sala de reunión una vez terminado su turno de trabajo.
Skynxnex y el otro guardia chocaron con ellos en una violenta colisión frontal. Sus vagones lanzados a toda velocidad treparon sobre el convoy y pasaron por encinta de él, arrancando a tres infortunados trabajadores de sus asientos y dejándolos atrapados en el suelo del túnel, donde quedarían perdidos e indefensos a causa de su ceguera. El piloto del convoy minero perdió el control de sus vagones, y éstos se salieron de la ruta y acabaron estrellándose contra la pared rocosa del túnel.
Skynxnex giró por los aires, pero consiguió mantenerse en su asiento. El segundo guardia tuvo aún más suerte que él, y no tardó en seguir a Skynxnex mientras sus dos vehículos se alejaban a toda velocidad del lugar de la colisión, dejando atrás los gritos de la brigada de trabajadores.
Han no tenía ni idea de hacia dónde iban, pero estaba claro que cada vez se encontraban más lejos de los lugares donde habrían podido tener alguna esperanza de sobrevivir. Con Skynxnex y su desintegrador de doble cañón detrás de ellos, no tenían más elección que seguir avanzando a toda velocidad e internarse cada vez más en los túneles.
De repente una masa de reflejos perlinos surgió de una pared de roca desnuda en la oscuridad negra como la tinta que se extendía delante de ellos, y empezó a ondular y oscilar en el aire. Después la luminiscencia se fue moviendo por el túnel, alejándose rápidamente de ellos como si estuviera intentando huir de los vagones que se aproximaban.
—¡Otro espectro! —gritó Kyp.
El vagón flotante siguió al espectro y fue reduciendo la distancia que les separaba de él, pero el torbellino luminoso aceleró a medida que se aproximaban, cono si quisiera burlarse de ellos bailando y flotando ante sus ojos allí donde no podían alcanzarle, doblando las curvas sin dejar de precederles ni un momento. El débil resplandor que brotaba del espectro bastaba para que Han pudiera distinguir la curvatura de las rocas.
Skynxnex y el otro perseguidor seguían pisándoles los talones.
—Oh, oh... —murmuró Kyp—. Creo que ya sé qué curso estamos siguiendo. Todo esto me resulta muy familiar.
—¿Qué? —exclamó Han—. ¿Cómo puedes saberlo?
—El último conjunto de coordenadas de navegación de este ordenador fue programado por el jefe Roke. ¡Estamos volviendo al lugar en el que acechaba ese monstruo!
EI espectro resplandeciente seguía fluyendo por delante de ellos, subiendo y bajando de vez en cuando pero negándose a desaparecer en las paredes cubiertas de especia. Mientras avanzaba, la iluminación corporal que emanaba del espectro iba activando vetas de brillestim delgadas como hebras, y dejaba tras de sí una estela de chispitas azuladas.
Llegaron a un largo tramo de túnel recto, y Skynxnex volvió a disparar su desintegrador de doble cañón.
Kyp desvió el vagón a un lado como si hubiera presentido la aproximación del haz de energía y lo hizo justo cuando el disparo de gran potencia recorrió velozmente el tubo, atravesó al espectro sin causarle ningún daño y acabó incrustándose en una pared lejana. El impacto creó una gran abertura a otra gruta.
El espectro pareció detectar la posibilidad de huir que le ofrecía aquel nuevo orificio, y se lanzó por él.
—Pon los controles en manual y deja que yo me encargue de pilotar —dijo Kyp.
A esas alturas sus ojos ya se habían acostumbrado al resplandor que emanaba del espectro, y podían ver hacia dónde iban.
—No quiero un viaje de vuelta gratis al sitio en el que nos espera ese monstruo —dijo Han, y soltó los controles.
Kyp actuó al instante y dirigió el vagón hacia el gran agujero del muro que daba acceso a un laberinto desconocido.
—Es la misma serie de túneles —dijo.
Cuando entraron en la nueva gruta, algo bastante largo y de consistencia fibrosa golpeó el rostro de Han con un impacto tan cortante como el de un alambre afilado y se agitó a su alrededor.
El espectro avanzó a toda velocidad por la enorme cámara rocosa, volando a través de la oscuridad hacia la pared del fondo: pero cuando chocó con las rocas no se fundió con ellas para desaparecer tal como había hecho el primer espectro unos días antes. La bola resplandeciente quedó adherida a la áspera superficie rocosa y permaneció encima de ella, brillando y palpitando como si estuviera debatiéndose.
Otra hebra golpeó el rostro de Han con la fuerza de un látigo mientras surcaban los aires.
Grandes vetas de especia empezaron a brillar con un resplandor azulado alrededor del espectro cuando la luz que brotaba de su cuerpo fue activándolas. La luz chisporroteaba y se iba desplegando hacia el exterior formando una especie de parrilla, un entrecruzado geométrico que se iba extendiendo poco a poco por toda la pared. Toda la especia que había en la cámara rocosa empezó a hacerse visible en forma de largas líneas a medida que la luz iba incrementando la velocidad de la reacción en cadena. El dibujo que formaban aquellas líneas parecía vagamente familiar.
—¡Es como una telaraña! —exclamó Han.
El espectro continuaba debatiéndose frenéticamente mientras la especia brillaba con un resplandor cada vez más intenso a su alrededor. Han vio cómo largas fibras de brillestim se desprendían de las paredes y se iban estirando por los aires.
Skynxnex volvió a disparar detrás de ellos, lanzando una prolongada ráfaga continua que falló por una considerable distancia y se perdió en el vacío de la enorme gruta. El potente haz en fase chocó con el techo de la cámara al otro extremo, creando una erupción de fragmentos de roca recalentada que se desprendieron de la bóveda del túnel. Las imágenes que aparecían en las gafas infrarrojas de Han eran de una claridad cegadora.
El espectro se estiró y siguió debatiéndose mientras partes de la telaraña de especia eran arrancadas por la avalancha, llevándose porciones del resplandor con ellas.
Y un instante después Han vio cómo la monstruosa criatura surgía de su cubil en el suelo de la gruta: era una inmensa araña cristalina, un ser de ángulos y filos cortantes con un centenar de patas y un millar de ojos. Las patas se movieron a una velocidad tan grande que impedía verlas con claridad, y la criatura empezó a trepar por los cascotes yendo hacia el espectro resplandeciente que continuaba retorciéndose en la telaraña de especia.
Han hizo girar el vagón flotante, preparándose para abrirse paso como fuera y alejarse del monstruo que había estado a punto de capturarle en los túneles. Estaba decidido a salir de allí aunque tuviera que meterse por la garganta de Skynxnex para conseguirlo.
Los cuerpos medio aplastados del jefe Roke, Clorr y el guardia yacían sobre las rocas, arrojados a un lado como hojas de papel usado, siluetas casi irreconocibles que habían quedado congeladas y a las que se había despojado de toda su energía corporal.
«Esa criatura debe de ir dejando depósitos de especia que acaban creando una telaraña para capturar espectros —pensó Han—, o cualquier otra criatura cuyo cuerpo desprenda calor que pueda encontrar en estos túneles.» Ésa era la razón por la que la luz activaba la especia brillestim: la claridad hacía que el espectro quedara atrapado en la trampa de la araña cristalina.
Skynxnex y el guardia entraron en la gruta con un rugido de haces repulsores. El espantapájaros volvió a disparar sin prestar mucha atención al rumbo que seguía su vehículo. El haz desintegrador rebotó en una pared, activando más vetas de especia.
La araña empezó a emitir un débil resplandor azulado al que se unieron arcos eléctricos que subían y bajaban por sus miembros delgados como agujas. Era como si la criatura estuviese hecha de especia activada. Un instante después notó la atracción de la fuente de calor que se aproximaba, y se plantó delante de ella.
Skynxnex no la vio hasta que su vagón flotante ya casi estaba al alcance de las garras. El espantapájaros hizo girar los dos cañones recalentados de su desintegrador en el último momento, inclinó el arma hacia abajo y disparó contra la voraz criatura..., pero la araña que se alimentaba de energía absorbió la descarga del desintegrador, y se lo arrancó de las manos con una docena de patas.
Skynxnex intentó saltar del vehículo condenado a la destrucción, pero la criatura le atravesó con la afilada punta de uno de sus miembros y después lo alzó levantando su flaco cuerpo de espantapájaros cada vez más arriba. Skynxnex movió frenéticamente los brazos, consumiendo sus últimas reservas de energía mientras su cuerpo se iba enfriando rápidamente.
Y la criatura de muchas patas empezó a alimentarse.
El guardia chocó con una gruesa masa de fibras de especia que colgaban del techo, rebotó en ella y salió disparado hacia un lado. La especia brillestim relucía y centelleaba bajo la creciente claridad. Cuando el guardia vio que Skynxnex había sido capturado, la gigantesca araña que se alimentaba de energía y el techo de la gruta que amenazaba con derrumbarse, hizo girar su vagón flotante y huyó a toda velocidad por la entrada de la caverna, alejándose de ella tan deprisa como pudo.
Pero Han acababa de descubrir un pasaje en el techo y vio un hilillo de luz que brotaba de él. Lo único que quería era salir de allí antes de que aquel ser horrendo viniera a por ellos, trepando sobre las hebras cristalinas de brillestim con sus muchas patas...
—¡Por arriba! —gritó Han con voz apremiante.
Kyp lanzó el vagón hacia la abertura del techo, y de repente se encontraron metidos en otro complejo de túneles. Pero aquellas catacumbas parecían haber sido creadas por la mano del hombre. Por fin habían logrado encontrar uno de los pozos ilegales excavados por los contrabandistas de especia que buscaban vetas activas.
Han dejó escapar un grito de deleite.
—¡Esto es lo que andábamos buscando! —exclamó—. ¡Vamos a salir de aquí!
Chewbacca se volvió hacia Han y le dio una palmada en la espalda tan entusiástica que estuvo a punto de conseguir que Han saliera despedido de su asiento.