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Authors: Kevin J. Anderson

La búsqueda del Jedi (26 page)

BOOK: La búsqueda del Jedi
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—¿Dónde... ? —empezó a decir Roke, y un instante después él también lanzó un grito lleno de sorpresa y temor.

Han oyó el sonido de pies calzados con botas que se daban la vuelta y venían corriendo hacia él. Empujó a Kyp con el codo, llevándole hacia el tramo de túnel por el que habían venido.

—¡Ten cuidado!

El jefe Roke chocó con Han y cayó de espaldas. Han se tambaleó rozando la pared rocosa, pero logró conservar el equilibrio. Roke estaba arañando el suelo en un intento desesperado por huir.

—¡Date la vuelta! —gritó Han, y empujó a Kyp hacia los vagones flotantes—. ¿Qué está pasando? —le gritó al jefe Roke.

Volvió a oír aquella especie de repiqueteo. Se estaba acercando a gran velocidad, y sugería la imagen de muchas patas delgadísimas que terminaban en garras afiladas como estiletes.

Roke gritó y después emitió un ¡oooof! cuando un golpe hizo salir el aire de sus pulmones. Han oyó un nuevo golpe ahogado cuando chocó con el suelo, pero Roke logró volver a incorporarse, o por lo menos consiguió ponerse de rodillas, y empezó a reptar hacia adelante.

Han se disponía a echar a correr cuando Roke le agarró por una pierna y le detuvo. Han intentó liberarse.

—¡Suéltame! —gritó—. ¡Tenemos que salir de aquí!

Pero antes de que Roke pudiera soltarle, algo se movió detrás de él —algo muy grande y que estaba muy, muy cerca—, y agarró a Roke y tiró de él arrastrándole hacia atrás y obligándole a romper su presa. Las uñas de Roke eran como garras desesperadas que intentaban aferrarse al tejido resbaladizo del traje calefactor de Han, pero no tardó en ser arrastrado por el túnel a pesar de todos sus esfuerzos, sin dejar de gritar ni balbucear un solo instante.

Han no podía ver absolutamente nada.

—¡Corred! —gritó.

Chewbacca lanzó un rugido, y después se lanzó contra el guardia que tenía detrás en una acometida tan imparable como la de un vehículo de demolición. Kyp siguió al wookie y saltó por encima del guardia que había caído al suelo, pero Han tropezó con él y acabó de bruces encima de las rocas y cascotes. Nadie podía ver nada.

El guardia consiguió ponerse de rodillas y empezó a debatirse y lanzar puñetazos como si Han fuera el enemigo. Pero Han, ciego y desesperado, movió frenéticamente las manos buscando otra cosa. Logró encontrar las gafas infrarrojas del guardia y se las arrancó del rostro con un fuerte tirón.

Las paredes parecían desplomarse sobre él. Los ritos y sonidos de terror y el continuo tick tick tick de la criatura monstruosa que se aproximaba creaban un atronar claustrofóbico a su alrededor.

El gemido de repentina ceguera y consternación lanzado por el guardia caído quedó casi ahogado por su respirador. El guardia intentó agarrarse a Han, pero éste le quitó la máscara de un manotazo. El oxígeno empezó a escaparse con un sonido sibilante. El guardia tuvo que soltar a Han para volver a ajustarse la máscara.

Han avanzó a tientas. Necesitaba ver. Tenían que encontrar los vagones flotantes para poder salir de allí.

—¡Corre, Chewie! ¡Ve en línea recta, y asegúrate de que Kyp va contigo!

Han deslizó la correa de las gafas sobre su cabeza y volvió a oír los correteos ahogados de aquellas veloces patas terminadas en garras. ¿Estarían siendo atacados por un ejército de aquellas criaturas, o era sólo un espécimen muy grande con muchas patas?

Las gafas le permitieron distinguir el bulto brillante que era la firma infrarroja del guardia caído en el suelo y las siluetas luminosas de Kyp y Chewbacca, que estaban huyendo a toda velocidad. Oyó el atronar de duras patas puntiagudas acercándose por el túnel, lanzándose rápidamente sobre ellos.

El guardia se movió, logró ponerse en pie y empezó a avanzar a tientas en un intento de seguir a Han, pero no podía ver. El guardia fue de un lado a otro y acabó chocando con la pared, —y se golpeó la cabeza en una dura protuberancia rocosa.

Aquellas patas monstruosas lanzadas a la carrera se acercaron un poco más, repiqueteando como un diluvio de meteoritos que se estrella contra el flanco de una nave. El guardia gritó.

Han se dio la vuelta para mirarle, pero sólo pudo ver al guardia. En la negrura del túnel no había silueta, firma de infrarrojos o calor corporal procedente de alguna criatura. Allí no había nada que estuviera vivo.

El guardia se quedó repentinamente inmóvil, como si una gigantesca mano invisible acabara de agarrarle por detrás. Un instante después Han, horrorizado, vio la silueta de una pata muy larga y delgada que se deslizaba por delante de la cintura del guardia y otra que pasaba por encima de su hombro, dos formas de una negrura tan total como si hubieran sido recortadas en el contorno infrarrojo del guardia. El hombre se debatió y empezó a gimotear.

El guardia cogió algo: era su rifle desintegrador. Han dio un respingo cuando una brillante lanza de luz surgió repentinamente en la oscuridad y chocó con la criatura de muchas patas, iluminándola durante un momento tan fugaz que fue casi inexistente. Han vio lo que parecía ser una masa convulsa de ramas que terminaban en puntas muy afiladas, un nido de ratas de patas, garras y colmillos convulsos entre los que había esparcidos ojos..., muchos, muchos ojos. Un instante después la criatura absorbió toda la luz, y volvió a dejar sumidos los túneles en una ceguera opaca e impenetrable.

El guardia fue alzado en vilo y zarandeado de un lado a otro. Más sombras de aquellas patas que parecían carámbanos se curvaron a su alrededor. El rectángulo brillante de la unidad de energía del traje calefactor ardía con un potente resplandor en la visión infrarroja, pero una de aquellas afiladas garras se hundió en él como si fuese un aguijón. Las chispas revolotearon por la oscuridad, desvaneciéndose enseguida y dejando tras de sí destellos irisados que flotaron delante de los ojos de Han.

Han empezó a correr hacia atrás, tambaleándose y tropezando a cada paso, y vio cómo el resplandor de la silueta infrarroja del guardia se iba debilitando a medida que su cuerpo se volvía tan frío como lo que le rodeaba. Fuera lo que fuese, aquella criatura extraía las radiaciones térmicas, o quizá se alimentaba con la energía, el calor corporal o cualquier cosa que pudiera encontrar en el laberinto de túneles vacíos y gélidos.

—¡Seguid corriendo! —chilló Han en cuanto pudo ver las siluetas que huían delante de él. Un instante después logró distinguir la tenue nube de resplandor calórico que todavía irradiaba del transporte minero flotante—. ¡El vagón está justo delante de ti, Chewie! ¡Sube a él!

El wookie chocó con el lado del vehículo y se detuvo. Chewbacca alargó una mano, agarró a Kyp y lo levantó del suelo depositándolo en el asiento del vagón.

Han volvió a oír los chasquidos y crujidos de las patas avanzando a toda velocidad por el túnel detrás de él, y comprendió que era el siguiente en la lista de presas de la criatura. Echó a correr y huyó, jadeando, tropezando con los cascotes y chocando con paredes que no podía ver. La sangre parecía haberse convertido en agua helada dentro de sus venas.

Chewbacca estaba deslizando las manos sobre el panel de control del vagón flotante, intentando distinguir los botones en la oscuridad. Han seguía corriendo. Los sonidos de patas se estaban intensificando a cada momento que pasaba.

Han se arriesgó a lanzar una rápida mirada por encima del hombro. Podía oír a la criatura lanzada a toda velocidad en su persecución, pero no podía ver nada en la oscuridad.

Llegó al vagón flotante y subió de un salto.

—¡Pulsa la tecla de REGRESO, Chewie! ¡Aprieta cualquier botón, el que sea... !

Chewbacca logró encontrar el botón activador y el vagón giró sobre su eje para avanzar en la dirección por la que habían venido.

Los sonidos del galopar de aquella criatura de patas terminadas en picahielos se estaban acelerando y sonaban cada vez más cercanos. El vagón flotante empezó a adquirir velocidad, pero la criatura seguía persiguiéndoles. Han continuaba siendo incapaz de distinguirla con sus gafas infrarrojas.

Algo chocó con el último vagón inclinándolo hacia un lado con un spang ensordecedor, y el lado de la estructura chocó con la pared del túnel. Un chorro de chispas salió disparado mientras arañaba las rocas, pero el vehículo continuó acelerando.

Han oyó un rugido ahogado detrás de ellos, y un instante después los sonidos empezaron a alejarse cada vez más. La criatura había dejado de perseguirles. La oscuridad se desplegaba delante de ellos como un gigantesco vacío negro.

Han sabía que el mecanismo automático estaba llevándoles a la sala de la que habían salido. Chewbacca dejó escapar un gemido quejumbroso seguido por un rugido dirigido a Han. Kyp estaba inmóvil, jadeando de puro terror.

—¿Qué has visto? —logró preguntarle por fin.

—No lo sé —respondió Han—. No se parecía a nada que hubiera visto antes...

Chewbacca lanzó un resoplido en el que había ira, disgusto y un inmenso alivio, y Han suspiró.

—Estoy totalmente de acuerdo —dijo—. He tenido ideas mucho más inteligentes que ésta.

12

Luke Skywalker mostró las maravillas del universo a Gantoris. Llevó a su pasajero hasta una órbita muy alta en la lanzadera modificada, y después dejó que contemplara el planeta condenado de Eol Sha desde ella. La luna demasiado cercana colgaba sobre el mundo como un puño alzado que se recortaba contra un telón de estrellas.

Luke conectó los motores sublumínicos de la lanzadera, y entró a toda velocidad en la maravilla llameante que era la Nebulosa del Caldero mientras Gantoris contemplaba el caos de gases resplandecientes por las mirillas. Después se sumergieron en el interminable agujero perteneciente a otra dimensión que era el hiperespacio, desplazándose a través de la galaxia mediante un atajo.

Con rumbo a Bespin.

Durante el viaje, que no tuvo ningún incidente digno de mención. Luke empezó a hablarle de la Fuerza y del entrenamiento al que serían sometidos los candidatos al ingreso en la Academia Jedi que se proponía crear. Gantoris por fin había accedido a ir con él, y parecía deseoso de comprender los extraños ecos y emociones que habían rozado su mente durante toda su vida, e incluso daba la impresión de estar impaciente por empezar a hacerlo.

El zumbido de los potentes motores de la lanzadera y los vertiginosos torbellinos abstractos del hiperespacio eran una buena ayuda para empezar a practicar unos cuantos ejercicios que servirían para despertar el potencial dormido de Gantoris. Luke se sorprendió ante sus poderes de concentración, y ante la facilidad con que Gantoris podía cerrar los ojos y hundirse en las profundidades de su mente sin permitir que nada le distrajera. Cuando recibió el adiestramiento Jedi Luke era un joven nervioso e impaciente, pero la vida de Gantoris había sido mucho más dura que la suya y le había dado tenacidad y una gran capacidad de aguante.

—Despliega tu mente y siente con ella... Capta tu cuerpo y el universo que te rodea. La Fuerza se extiende a tu alrededor y está presente en todo. Todo forma parte de todo lo demás.

Luke siempre prestaba mucha atención a todo lo que le pedía que hiciese. Obi-Wan Kenobi había dedicado algún tiempo a adiestrarle, y después Yoda había invertido mucho más tiempo en su adiestramiento. Pero Luke también había tenido que soportar el adiestramiento impartido por Joruus C'Baoth, que por suerte no había llegado a completarse, y además se había visto obligado a descubrir los poderes del lado oscuro durante el tiempo que había pasado al lado del Emperador resucitado.

Luke no podía olvidar que el adiestramiento de Obi-Wan también había transformado a Anakin Skywalker en Darth Vader. Crear otro Vader quizá fuera un precio demasiado elevado a cambio del resurgimiento de los Caballeros Jedi. Los ominosos sueños sobre un «hombre oscuro» que le mostraba el poder y acababa destruyéndole que había tenido Gantoris preocupaban considerablemente a Luke.

Cuando llegó el momento de sacar la lanzadera del hiperespacio e iniciar la ruta de aproximación a Bespin. Luke pensaba que Gantoris quizá ya estaría abrumado ante tantas novedades. Pero su serio y siempre un poco adusto compañero de viaje se quedó boquiabierto como un niño delante de los visores, impresionado ante el espectáculo del planeta de gases hirvientes en el que Lando Calrissian había gobernado la Ciudad de las Nubes en tiempos pasados. Ver aquel mundo en continua agitación hizo que algunos de los peores horrores de la existencia de Luke volvieran repentinamente a su memoria, y cerró los ojos apretando los párpados con todas sus fuerzas mientras volvía a sentir el aguijonazo de aquellos recuerdos.

Gantoris, que estaba en el compartimiento de pasajeros detrás de él, se inclinó hacia adelante.

—¿Ocurre algo? —preguntó—. Acabo de captar un fuerte flujo de emociones procedente de ti.

Luke parpadeó.

—¿Has podido detectar eso?

Gantoris se encogió de hombros.

—Ahora que me has enseñado cómo sentir y cómo escuchar, lo detecté con gran claridad —dijo—. ¿Qué te inquieta? ¿Corremos algún peligro?

Luke abrió los ojos y volvió a contemplar Bespin. Pensó en su amigo Han Solo, secuestrado y congelado en un bloque de carbonita para ser entregado a Jabba el Hutt, y pensó en el duelo con Darth Vader en las pasarelas de la Ciudad de las Nubes que le había costado la mano: y, lo peor de todo, recordó la voz gutural de Vader pronunciando su terrible mensaje: «¡Luke, soy tu padre!».

Luke se estremeció, pero se volvió para clavar la mirada en los oscuros ojos de Gantoris.

—Tengo recuerdos de este lugar que no olvidaré jamás.

Gantoris guardó silencio, y no le hizo más preguntas.

Había un sinfín de instalaciones mineras aéreas que flotaban sobre las corrientes de los vientos de Bespin —refinerías automatizadas, tanques de almacenamiento que oscilaban lentamente sobre las nubes, y colectores que obtenían gases valiosos de los bancos de nubes—, pero no todas ellas habían conseguido dar beneficios. El coloso a la deriva que era Tibanópolis estaba vacío, y se había convertido en una ruinosa ciudad fantasma llena de grietas que vagaba por el cielo.

Luke fue siguiendo la trayectoria de la ciudad flotante abandonada en sus pantallas de navegación. La estructura permanecía suspendida sobre los nubarrones oscuros mientras se iba formando una tormenta. Los generadores de los haces de repulsión no funcionaban demasiado bien, y en consecuencia la ciudad se inclinaba hacia un lado.

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