Read La búsqueda del Jedi Online
Authors: Kevin J. Anderson
—¿Es ahí adonde vamos? —preguntó Gantoris.
El techo, las cubiertas y los lados de Tibanópolis habían sido saqueados por chatarreros que andaban en busca de metales utilizables. La ciudad parecía un esqueleto de su pasado esplendor, con placas torcidas y vigas deformadas a lo largo de todo un ancho hemisferio, y las abolladuras de los tanques de lastre que asomaban de la parte inferior eran claramente visibles. Un gran número de antenas y conductos climatológicos sobresalían de las junturas.
—Vamos a esperar a alguien —respondió Luke.
Posó la lanzadera en una plataforma primaria que parecía lo bastante resistente para aguantar el peso de su nave. Las vigas estructurales que se entrecruzaban en todas direcciones estaban recubiertas de placas metálicas, pero se veían algunos lugares en los que se habían doblado hacia arriba haciendo saltar los puntos de soldadura.
Luke salió de la lanzadera y Gantoris le siguió. Había dejado de recoger su larga cabellera oscura en una trenza y ésta flotaba alrededor de su cuerpo como la melena de una fiera, pero Gantoris se mantenía erguido y orgulloso en el traje de piloto que le había dado Luke. Sus negros ojos brillaban de asombro.
El viento que se deslizaba por entre los restos de Tibanópolis creaba una especie de gemido. El metal ondulaba de un lado a otro, y se quejaba con un chirrido cada vez que las junturas oxidadas se rozaban. El viento estaba impregnado por el acre olor químico de los gases residuales de las capas superiores de la atmósfera que se infiltraban hasta allí.
Criaturas negras de cabezas triangulares y cuerpos de ave estaban inmóviles formando bandadas en los huecos de los edificios, posadas sobre los soportes desnudos. Luke y Gantoris echaron a caminar, y las criaturas voladoras se agitaron e hicieron crujir sus alas coriáceas. Sus bocas se abrieron y se cerraron dejando escapar chasquidos y graznidos.
Las nubes que flotaban debajo de Tibanópolis y a su alrededor ya habían adquirido el color gris humo que anunciaba la inminencia de una tempestad. Los destellos del rayo ondulaban a través del banco de nubes que se extendía bajo la ciudad.
—¿Y ahora qué? —preguntó Gantoris.
Luke suspiró y cogió unas cuantas mantas hinchables y un rollo para dormir del compartimiento de almacenaje de la lanzadera.
—Llevamos dos días enteros metidos en la nave —dijo—. No tengo ninguna manera de saber cuándo puede volver Streen, y creo que deberíamos tratar de descansar para recuperar las fuerzas.
—¿Streen? —preguntó Gantoris.
—El hombre al que estamos esperando.
La tempestad llegó aquella noche y empapó todas las superficies de Tibanópolis que no contaban con alguna protección, haciendo surgir nuevos brotes de óxido y pátina sobre las aleaciones empleadas para construir la ciudad. Luke y Gantoris habían encontrado un refugio en uno de los edificios medio derruidos de Tibanópolis y estaban descansando en el suelo, que formaba una pendiente debido a la inclinación de la ciudad abandonada.
Luke se había sumido en un trance Jedi más reparador que el sueño y prestaba muy poca atención a lo que le rodeaba, pero su mente mantenía abierta una ventanita que serviría para devolverle a un estado de plena consciencia cuando fuese necesario.
Gantoris le sorprendió.
—Creo que se acerca alguien, Luke... Puedo sentirlo.
Luke despertó al instante, se irguió y salió de la pequeña alcoba metálica en la que se había metido. Volvió la mirada hacia los remolinos de nubes recién lavados por la tormenta, y su mente sólo necesitó un momento para detectar la presencia de un ser humano que se estaba aproximando a ellos; pero le impresionó que Gantoris hubiera sido capaz de detectar aquel desconocido que todavía se encontraba bastante lejos.
—Estaba haciendo prácticas —dijo Gantoris—. Buscaba con mi mente, intentando llegar lo más lejos posible... En este lugar no hay muchas cosas que puedan distraerme.
—Buen trabajo. —Luke intentó impedir que la expresión de su rostro revelase lo complacido que estaba, pero no lo consiguió—. Es el hombre que hemos estado esperando.
Utilizó sus sentidos Jedi para concentrarse en una forma negra que se estaba aproximando a través del horizonte de gases en continuo movimiento. Luke vio un sorprendente amasijo de plataformas unidas de cualquier manera y tanques bulbosos que eran sostenidos por globos y maniobrados mediante hélices que sobresalían en todas las direcciones. El vehículo improvisado flotaba hacia ellos, cabalgando sobre los vientos.
Luke sonrió ante aquella extraña estructura mientras Gantoris la contemplaba con asombro. No tardaron en poder distinguir la silueta de un hombre que permanecía inmóvil delante del timón mientras las brisas hacían ondular las esbeltas velas desplegadas a los lados de la plataforma principal. Streen, el buscador de gases, volvía a su hogar.
Luke y Gantoris bajaron hasta la plataforma para esperar su llegada. El conjunto de tanques de gas, globos, pasarelas y superficies planas se fue aproximando poco a poco, y Streen acabó dándose cuenta de su presencia.
Se inclinó sobre los controles de su artefacto, cambió de curso y empezó a describir círculos alrededor de la ciudad en ruinas, como si estuviera asustado y no quisiera posarse. Pero sólo veía dos siluetas esperándole, y pasado un rato acabó calmándose y se fue acercando a caballo de las brisas.
Streen no posó su vehículo y se limitó a irlo acercando hasta que estuvo junto a la plataforma de descenso, después de lo cual lo ató a unos postes de amarre que sobresalían al lado de la barandilla. Luke se agarró a las cadenas de fibra y ayudó a Streen a inmovilizar su vehículo.
Ninguno de los tres habló. Streen no paraba de lanzarles miradas disimuladas.
Luke le examinó de la cabeza a los pies. Streen estaba a punto de entrar en la ancianidad y era muy barbudo, con una cabellera castaña tan salpicada por mechones grises que había acabado dando como resultado un color blanco amarillento general. Su piel recordaba el cuero, como si las inclemencias de los vientos y los grandes espacios aéreos en los que no había protección alguna hubieran ido absorbiendo un componente esencial de su carne. El buscador de gases vestía un mono de vuelo muy gastado repleto de bolsillos, muchos de los cuales estaban abultados por un contenido invisible.
Streen puso los pies sobre la zona de descenso y cuatro de las negras criaturas aladas alzaron el vuelo desde sus perchas entre las plataformas, las torres de ventilación y los tanques de gas que formaban el navío de Streen, volviendo a la jungla de construcciones medio derruidas de la ciudad flotante.
—Tibanópolis lleva años deshabitada —dijo Streen por fin—. ¿Por qué habéis venido aquí?
Luke se irguió cuan alto era y se encaró con el buscador de gases.
—Hemos venido a verte.
Gantoris permanecía pacientemente inmóvil al lado de Luke Skywalker, sintiéndose un poco incómodo ante el cambio de situación que acababa de experimentar. Había decidido acompañar al Jedi para aprender de él, y se había dejado fascinar por sus visiones de una orden restaurada de Caballeros Jedi y por los poderes que podrían dominar a través de la Fuerza.
Esta vez Gantoris estaba escuchando a Skywalker mientras éste empezaba a explicar a Streen sus planes para una academia, y su necesidad de encontrar candidatos potenciales que pudieran tener un talento para utilizar la Fuerza. Vio el escepticismo que había en el rostro de Streen, similar al que él mismo debía de haber mostrado al principio. Pero a menos que Streen hubiera padecido los mismos sueños oscuros o premoniciones, aquel ermitaño de Bespin probablemente sería un oyente de mente más abierta de lo que lo había sido Gantoris en el pasado.
Streen estaba acuclillado sobre la superficie corroída de la plataforma de descenso y contempló el cielo con los ojos entrecerrados antes de bajar nuevamente la mirada hacia Skywalker.
—Sí, pero... ¿Por qué yo? ¿Por qué has venido aquí?
Skywalker se volvió hacia Gantoris.
—Hay muchas sustancias valiosas disueltas en la atmósfera de Bespin, flotando a distintos niveles —explicó—. Las ciudades flotantes son inmensas instalaciones mineras que se mantienen en el mismo sitio mientras van sacando gases de las capas de nubes que se extienden por debajo de ellas. Pero Streen es un minero de las nubes... En ciertas ocasiones, una tempestad o una profunda perturbación atmosférica crea una nube de sustancias volátiles que sale disparada hacia arriba y que espera el momento de ser reabsorbida. Streen recorre los vientos con sus tanques buscando ese tesoro.
»Bespin cuenta con satélites controlados por ordenador que detectan esas erupciones gaseosas y envían a hombres de las grandes corporaciones..., pero Streen siempre llega allí antes que ellos. Siempre se las arregla para saber cuándo se producirá una perturbación antes de que ocurra, y cuando se produce ya está allí con sus tanques vacíos para aspirar los gases burbujeantes que salgan de ella, sean cuales sean, y venderlos después a las refinerías independientes.
Skywalker se puso en cuclillas al lado del ermitaño.
—Dime, Streen... ¿Cómo averiguas en qué momento empezará a subir una de esas capas de gases? ¿De dónde sacas tu información?
Streen parpadeó y se removió nerviosamente. Parecía todavía más asustado que cuando había visto por primera vez a los desconocidos que le aguardaban inmóviles sobre la plataforma de descenso.
—Yo... Bueno, sencillamente lo sé. No puedo explicarlo.
Skywalker sonrió.
—Todo el mundo puede utilizar la Fuerza hasta cierto punto, pero son muy pocos los que poseen un talento innato más potente. Cuando cree mi Academia Jedi, quiero trabajar en la más estrecha colaboración posible con aquellos que ya poseen el talento pero que todavía no saben cómo emplearlo. Gantoris es uno de mis candidatos. Creo que tú deberías ser otro.
—Ven con nosotros —añadió Gantoris—. Si Skywalker tiene razón... ¡Bueno, piensa en todo lo que podríamos llegar a hacer!
—¿Cómo puedes estar tan seguro de mí? —preguntó Streen—. Siempre he pensado que no era más que suerte.
—Deja que te toque la frente —dijo Skywalker.
Streen no se apartó, y Skywalker extendió sus dedos en un movimiento lento y un poco vacilante hasta rozar las sienes del buscador de nubes. Gantoris no entendió qué estaba haciendo Skywalker hasta que se acordó del experimento que Luke había llevado a cabo con él cuando estaban en la cámara de lava.
El rostro de Skywalker quedó vacío de toda expresión y perdido en la concentración durante unos momentos, y de repente retrocedió con tanta brusquedad como si acabara de quemarse.
—Ahora estoy seguro, Streen. Tienes el talento. No hay nada que temer.
Pero Streen seguía pareciendo un poco nervioso y preocupado.
—Vine a este sitio porque necesitaba estar solo. No me siento cómodo cuando hay gente cerca. Me parece como si me estuvieran asfixiando. Me gusta la gente. Estoy solo, pero... Me resulta muy difícil. Apenas si consigo aguantar su presencia el tiempo necesario para entregar mis cargamentos, y luego he de salir huyendo.
—Todo empeoró muchísimo hace siete u ocho años, cuando el Imperio se adueñó de la Ciudad de las Nubes. La gente estaba muy inquieta. Sus pensamientos estaban llenos de confusión, y se convirtieron en un caos. —Alzó la mirada hacia Skywalker y le contempló con expresión consternada—. Llevo ocho años sin estar mucho rato cerca de nadie.
Gantoris pudo sentir cómo las emociones del buscador de nubes se iban inclinando hacia el pánico..., y Skywalker alzó una mano justo cuando Gantoris estaba seguro de que Streen iba a negarse a ir con ellos.
—Espera un momento —dijo—. ¿Por qué no observas cómo nos adiestramos durante un rato? Quizá entonces comprenderás de qué te estoy hablando.
Streen asintió, como si le complaciera el que le ofreciesen una opción que no le exigía tomar una decisión inmediata. Volvió la mirada hacia sus plataformas flotantes y sus tanques de gas y su mente emitió una oleada de nostalgia y pena casi palpables, como si estuviera deseando no haber vuelto jamás a Tibanópolis. Gantoris pudo captar un eco de las emociones del buscador de nubes, y percibió el anhelo de libertad que le ofrecían las nubes de Bespin y el alivio que suponía el estar solo.
—Muéstrame tus nuevos ejercicios Jedi, maestro —dijo—. Enséñame más cosas.
Skywalker pareció torcer levemente el gesto al oírse llamar “maestro”, y Gantoris se preguntó qué había hecho mal. ¿Acaso Luke Skywalker no era un Maestro Jedi? ¿Cómo había que llamarle si no?
Skywalker movió una mano como si barriera sus palabras del aire. Después señaló el bosque de vigas y barras metálicas oxidadas que los enjambres de coriáceas criaturas negras habían convertido en su hogar, y donde pasaban la tarde parloteando y yendo de un lado a otro. Las nubes iban acumulándose muy por debajo de ellos, espesándose para formar lo que pronto se convertiría en otra tormenta.
—Esas criaturas voladoras... —dijo Skywalker—. Las utilizaremos. —Streen se envaró, y su rostro se oscureció y enrojeció al mismo tiempo.
——¡Eh, no molestéis a mis rawwks! —Después bajó la mirada, y se dio la vuelta como si se avergonzara de su reacción—. Han sido mi única compañía durante todos estos años.
—No les haremos ningún daño —dijo Skywalker—. Ahora observa con atención... Esta ciudad es un mecanismo muy complicado —siguió diciendo, bajando la voz para dirigirse a Gantoris en el tono de un instructor—. Cada viga, cada placa metálica y cada forma de vida, desde esos rawwks hasta los sacos de algas que flotan en las corrientes de aire, todo lo que hay a nuestro alrededor... Todo tiene una posición propia dentro de la Fuerza. El tamaño carece de importancia. Insectos minúsculos o ciudades flotantes, da igual... Tanto los insectos como las ciudades son una parte necesaria del universo. Debes captarlo, sentirlo...
Skywalker movió la cabeza señalando las estructuras semiderruidas que se alzaban a su alrededor.
—Quiero que contemples esta ciudad y que te imagines cómo encajan las distintas piezas, que encuentres las vigas con tu mente y que me digas lo que puedes percibir y cómo una cosa toca a otra. Cuando creas haber encontrado la intersección en la que un rawwk está en contacto con una viga, quiero que envíes tu percepción hacia el exterior y que empujes con tu mente. Entonces debes crear una pequeña vibración...
Skywalker curvó el dedo índice alrededor del pulgar y se estiró hacia adelante mientras movía la cabeza señalando un rawwk solitario que se había posado sobre un conducto de ventilación. Después movió el dedo como si estuviera espantando un mosquito, y Gantoris oyó un pinnnnggg lejano. El rawwk se vio bruscamente lanzado al vacío, y empezó a aletear mientras emitía un chillido de alarma.