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Authors: Kevin J. Anderson

La búsqueda del Jedi (18 page)

BOOK: La búsqueda del Jedi
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El gusano de fuego volvería a aparecer en cualquier momento. Luke no sabía de cuánto tiempo disponía.

La criatura surgió repentinamente de la lava, rugiendo, siseando y emitiendo sonidos tan horribles que Luke no habría sido capaz de describirlos. Giró sobre sí mismo con la espada de luz firmemente sujeta en su mano y preparado para morir en la batalla..., pero el monstruo parecía no sentir el más mínimo interés por él.

Glóbulos de un humo acre habían empezado a brotar de la pequeña grieta surgida en la armadura de silicio, indicando el punto en el que la lava se había abierto paso hasta llegar al núcleo corporal del gusano de fuego. La criatura se retorció y se debatió, vomitando chorros de lava al aire. La roca fundida estaba devorando los órganos internos del gusano de fuego tan implacablemente como si fuese ácido, acabando con él poco a poco en un proceso letal que progresaba desde el interior hacia el exterior. El gusano se retorció en las garras de la agonía, ardiendo por dentro y esparciendo chorros de lava mientras las llamas y un humo pestilente surgían hirviendo de la diminuta brecha abierta en su armadura. Cuando la roca en estado ígneo logró abrirse paso hasta las hinchadas vejigas de aire de la criatura, el gusano de fuego estalló.

Una lluvia de lava que se endurecía casi al instante cayó sobre el lago. Luke consiguió desviar la mayor parte de los fragmentos llameantes mediante la Fuerza, pero unos cuantos le produjeron quemaduras en la espalda y el hombro. Los últimos espasmos de la agonía del gusano de fuego crearon olas en la roca fundida, y después se fueron debilitando poco a poco.

Luke alzó los ojos y parpadeó sin poder creer lo que veía. Los habitantes de Eol Sha seguían inmóviles esperándole.

Casi todas las piedras habían quedado sumergidas por el cataclismo, y entre él y Gantoris sólo había una extensión de lava imposible de atravesar. Luke no podía terminar su travesía, y contempló el río de llamas que fluía entre él y su meta mientras intentaba no dejarse dominar por el aturdimiento y la confusión resultado del terror y el reflujo de posibilidades de la Fuerza.

Pensó en el potencial para la academia que se proponía crear y para el resurgimiento de los Caballeros Jedi. La Nueva República le necesitaba. Tenía que completar su promesa. Reuniría un grupo de candidatos a los que enseñaría los caminos de la Fuerza. Sí, lo haría... Luke cerró los ojos y en su mente, que aún vibraba con el palpitar de la Fuerza después de su batalla con el gusano de fuego, no hubo lugar para ninguna duda.

Y Luke caminó sobre el lago de fuego.

No pensó en lo que estaba haciendo. La lava se negaba a entrar en contacto con sus pies, y sólo la Fuerza ardía con su brillante resplandor alrededor de él. Avanzó sobre la roca llameante dando un paso detrás de otro, no permitiéndose ver nada que no fuese su objetivo hasta que volvió a encontrarse sobre suelo sólido al otro extremo del lago de fuego, delante de Gantoris y su gente.

Cuando estuvo a salvo faltó muy poco para que se derrumbara de puro alivio, pero no podía permitir que se produjera ningún cambio visible en su expresión. Luke intentó no pensar en lo que acababa de hacer.

Gantoris estaba inmóvil ante él con una expresión de temor respetuoso en su rostro de facciones firmes y enérgicas. Los demás habían retrocedido, pero Gantoris no se había movido ni un centímetro.

Luke vio cómo tragaba saliva cuando sus ojos se encontraron con su mirada.

—No romperé mi promesa. —Gantoris tragó una honda bocanada de aire—. Enséñame cómo utilizar ese poder misterioso que hay en mi interior.

Luke reaccionó al instante y sin darse tiempo a pensar en lo que iba a hacer, y extendió sus manos temblorosas hasta que rozaron la cabeza de Gantoris. Después envió dedos mentales hacia el interior y sondeó las profundidades de la mente de Gantoris, buscando tenazmente hasta que encontró la misteriosa protuberancia en el subconsciente de Gantoris, y empujó...

La potencia de su reacción refleja hizo retroceder a Luke con tal violencia que tuvo que hacer un gran esfuerzo para recuperar el equilibrio y evitar precipitarse en el lago de lava. No cabía duda de que Gantoris tenía el potencial Jedi, y estaba claro que en cantidad suficiente como para convertirle en un candidato formidable para la Academia Jedi.

Luke se permitió lanzar un suspiro de alivio. El terror y la tremenda prueba habían valido la pena después de todo. Cogió a Gantoris de la mano y se volvió hacia los supervivientes de la colonia abandonada.

—Encontraremos un nuevo hogar para vosotros —dijo—, pero antes vendréis conmigo a Coruscant.

9

La nave de Lando Calrissian, la
Dama Afortunada
, recibió permiso para descender y posarse en el espaciopuerto de Umgul de un controlador de tráfico que a juzgar por el tono de su voz parecía estar aburriéndose muchísimo. Mientras la nave se iba abriendo paso a través de la atmósfera llena de vapores y nubes, Lando se asombró ante el gran número de naves privadas, vates espaciales y lujosos vehículos de superficie que iban y venían alrededor del centro de aterrizaje.

Lando se unió al tráfico que se deslizaba sobre las planicies que rodeaban un río muy ancho y caudaloso, y se dirigió hacia Ciudad Umgul. Flotas de barcazas a vela flotaban sobre las perezosas aguas del río. Miró hacia abajo y pudo ver luces muy brillantes y cuerpos que giraban locamente, dos signos indudables de que las cubiertas de las barcazas estaban acogiendo fiestas muy animadas.

Umgul, un planeta neblinoso pero bastante fresco, solía quedar cubierto por densas capas de calina y nubes bajas, y aunque Lando había llegado a él poco después del mediodía, aún podía ver las hilachas de niebla que brotaban del río y se iban extendiendo por encima de las llanuras. Umgul no tenía nada de particular en cuanto a recursos o importancia estratégica, pero se había hecho famoso en toda la galaxia como centro deportivo, especialmente gracias a sus famosas carreras de amorfoides umgulianos.

La
Dama Afortunada
fue siguiendo el vector que se le había adjudicado hasta llegar a un espaciopuerto excavado en los acantilados de caliza que se alzaban sobre el río. Lando pilotó su nave hacia la boca de la caverna y entró en ella, flanqueado por diminutos yates de placer biplazas. Durante el trayecto estuvo a punto de chocar con un dirigible azul repleto de turistas, pero logró esquivarlo por los pelos. Una vez dentro, ayudantes de piel muy velluda que llevaban chaquetas fluorescentes anaranjadas dirigieron la
Dama Afortunada
hasta su plaza de aparcamiento guiándola mediante balizas láser que sostenían en sus manos.

Lando se volvió hacia los dos androides que compartían la cabina de pilotaje con él.

—Bien, chicos, ¿estáis preparados para divertiros?

Erredós emitió un pitido cuyo significado Lando no pudo comprender, pero Cetrespeó se irguió con evidente indignación.

—No hemos venido aquí a divertirnos, general Calrissian —dijo—. ¡Hemos venido para ayudar al amo Luke en todo lo posible!

—Pues yo he venido aquí en calidad de ciudadano particular para asistir a las carreras de amorfoides —replicó Lando señalándole con un dedo. Sólo llevaba un día cerca de Cetrespeó, pero ese período de tiempo ya había bastado para que la presencia del quisquilloso androide empezara a ponerle francamente nervioso—. Tú eres mi androide de protocolo, y será mejor que interpretes ese papel... o de lo contrario te obligaré a hacer un diagnóstico completo de todos los sistemas de control del alcantarillado de Ciudad Umgul.

—Eh... Lo he comprendido con toda claridad, señor.

La rampa emergió del casco de la
Dama Afortunada
y Lando salió a ella para quedar envuelto por el caos del centro de recepción umguliano. Voces casi ininteligibles que quedaban ahogadas por el ruido de fondo emitían un anuncio detrás de otro por los sistemas de comunicación interna. Los rugidos de los vehículos que partían creaban ecos en la gruta. Los acres olores de los gases surgidos de las toberas de escape y las portillas de aprovisionamiento de combustible asaltaron las fosas nasales de Lando haciendo que empezaran a escocerle casi al instante.

A pesar de todo, Lando mantuvo la cabeza bien alta y bajó por la rampa haciendo girar su capa mientras movía una mano indicando a los dos androides que le siguieran.

—¿Puedes entender alguno de esos anuncios, Cetrespeó? Averigua dónde se supone que debemos ir.

Cetrespeó examinó los muros de datos que relacionaban los servicios ofrecidos por Ciudad Umgul. Los textos iban desfilando por ellas en varios idiomas.

Cuatro vendedores bajitos y regordetes fueron corriendo hacia el nuevo visitante, y asediaron a Lando con sus ofertas de recuerdos y baratijas. Los comerciantes de aspecto sucio y descuidado eran ugnaughts, las feas criaturillas encargadas del mantenimiento urbano que atestaban los niveles inferiores de la Ciudad de las Nubes.

—¿Por qué no se lleva una cría de amorfoide a casa para sus niños, señor?

El ugnaught hizo oscilar una masa verdosa y rezumante que parecía una aglomeración de flemas del tamaño de un puño delante del rostro de Lando.

—¿Qué le parecería un poco de caramelo de amorfoide, señor? ¡El mejor que se puede encontrar en toda la ciudad! Mi compañera secundaria lo prepara en casa.

El caramelo de amorfoide que le estaba ofreciendo parecía idéntico a la cría de amorfoide que le había ofrecido el primer ugnaught.

—¿Un amuleto de la buena suerte? —sugirió el tercer ugnaught—. ¡Surte efecto sea cual sea su religión!

Lando agitó las manos intentando quitárselos de encima.

—¿Adónde vamos, Cetrespeó?

—Según el horario local, señor, creo que una carrera de amorfoides bastante importante se iniciará dentro de una hora estándar. Los sistemas de transporte colectivo umgulianos nos llevarán directamente al estadio de los amorfoides. Creo que el acceso al sistema de transporte colectivo se encuentra...

Los cuatro ugnaughts que vendían recuerdos y baratijas se empujaron unos a otros, y se apresuraron a ofrecer sus servicios para guiar al elegante caballero hasta el estadio de los amorfoides.

—...inmediatamente a nuestra izquierda.

Cetrespeó movió una mano señalando la entrada de un túnel indicada por una capa de pintura fluorescente.

—Vamos —dijo Lando, y fue hacia la entrada del sistema de transportes sin mirar hacia atrás.

Los ugnaughts, muy decepcionados, se marcharon corriendo a la caza de otros clientes.

El trayecto por el sistema de transporte colectivo era como hacer un viaje por una montaña rusa sin ruedas. Un vagón de esbeltas líneas bastante parecido a un tubo con una proa aerodinámica salía disparado por el túnel hacia la cima del acantilado, después de lo cual se abría paso a través de las nubes de neblina que flotaban a gran altura y avanzaba a gran velocidad sobre bosques en los que los árboles se apelotonaban en las hendiduras y grietas de la roca caliza desgastada por el tiempo y la intemperie. La superficie del planeta era como una colcha de retazos multicolores formada por letreros luminosos que describían atracciones turísticas y anunciaban las direcciones de restaurantes, casas de empeño y prestamistas especializados en dejar dinero a los jugadores que nunca hacían preguntas y siempre cobraban intereses estratosféricos.

Ríos de humanos y otras criaturas se agolpaban en los grandes kioscos de entrada al estadio de los amorfoides, entregando sus créditos a cambio de un asiento. Lando pagó su entrada, después de lo cual estuvo discutiendo durante un buen rato con el ordenador que expendía los billetes si sus dos androides eran acompañantes (y en consecuencia, debían pagar entrada) o auxiliares dependientes que procesaban información. Lando acabó ganando la discusión, aunque Cetrespeó pareció sentirse considerablemente ofendido al ver que se le consideraba poco menos que como un electrodoméstico.

El estadio de las carreras de amorfoides era un gran agujero producido por un hundimiento en la cima del acantilado que había dejado un enorme orificio circular en el suelo rocoso. Los propietarios del estadio umguliano habían tallado miles de asientos, pozos, gradas y fosos en la pendiente de las paredes rocosas para poder acoger a toda clase de configuraciones corporales.

Baterías de ventiladores gigantescos habían sido instaladas a lo largo del perímetro del agujero, y sus palas generaban una potente brisa que rechazaba la neblina procedente de todos los puntos de la circunferencia que intentaba invadir el estadio y la empujaba hacia el exterior, donde se disipaba.

Lando se abrió paso por entre la multitud, logró encontrar su asiento y se sintió muy complacido al ver que contaba con una buena vista del «circuito de obstáculos para amorfoides» que se extendía por debajo de él. El panel de apuestas instalado delante de su asiento ofrecía información sobre los catorce amorfoides que iban a competir en la primera gran prueba del día, y también mostraba la cuenta atrás de los veinte minutos que deberían transcurrir antes de que empezase la carrera.

Una sonrisa se fue extendiendo por los labios de Lando a medida que captaba los olores de las golosinas y alimentos de todas clases y veía cómo los expendedores de bebidas robotizados iban y venían por entre los puestos envueltos en el zumbido de sus servomotores. Aquello ya estaba empezando a gustarle, y traía muchos viejos recuerdos a su mente.

Ser barón-administrador de la Ciudad de las Nubes de Bespin había hecho que Lando pasara una gran parte de su tiempo en los casinos más elegantes viendo a los turistas y los fanáticos del juego. Nunca había presenciado una carrera de amorfoides, pero la excitación general que impregnaba la atmósfera del estadio ya estaba haciendo que su corazón latiera más deprisa.

Cetrespeó se removía nerviosamente mientras observaba a la multitud. Una criatura de aspecto ursino cubierta de pelaje blanco estuvo a punto de derribar al androide mientras se abría paso hasta un asiento situado al final de su nivel.

Pero Lando no podía olvidar la razón por la que estaba allí. La unidad de energía del aparato imperial que servía para detectar Jedis había sido instalada en el núcleo corporal de Erredós, y Lando llevaba las palas cristalinas del detector disimuladas en su costado.

—Bien, Erredós, a ver si conseguimos encontrar a nuestro amigo Tymmo... Conéctate con el ordenador del estadio y averigua si ha comprado una entrada o ha hecho alguna apuesta. De ser así, averigua dónde está sentado.

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