Read La búsqueda del Jedi Online
Authors: Kevin J. Anderson
—Me gustaría dedicar algún tiempo a interrogarte minuciosamente, pero quiero saber con toda exactitud cuándo planea atacar la Nueva República, cuántas naves van a enviar y qué tipo de fuerzas utilizarán para aplastarnos. Voy a obtener la información ahora, pero quizá pueda disfrutar un rato interrogándote más tarde... por una pura cuestión de principios.
Doole colocó su mano palmeada de ribetiano encima del recipiente sellado. Un haz luminoso se enroscó alrededor de sus dedos con un zumbido casi imperceptible llevando a cabo un examen de identificación personal, y un instante después el pequeño recipiente emitió un leve eructo al romperse el sello hermético a prueba de aire. La tapa se deslizó a un lado para revelar un compartimiento interior acolchado.
La cajita estaba llena de delgados cilindros envueltos en una sustancia negra que tenían medio dedo de longitud. Han los reconoció al momento nada más verlos.
—Brillestim... —dijo.
Doole le miró.
—La forma más potente en que puede presentarse la especia... Con ella podré saber qué hay de verdad en lo que dices. Tus pensamientos errantes te traicionarán.
Han experimentó una repentina sensación de alivio.
—¿Y qué ocurre si no tengo ningún pensamiento oculto que delatar?
Skynxnex le golpeó en la nuca con el dorso de la mano, y el impacto casi hizo caer a Han. Chewbacca intentó avanzar tambaleándose, pero los grilletes aturdidores acallaron sus gritos y le obligaron a quedarse inmóvil, dejándole tan marcado y débil que el wookie y osciló de un lado a otro estuvo a punto de perder el equilibrio.
Doole escogió uno de los delgados cilindros negros y lo sostuvo entre sus dedos. Después arrancó la envoltura opaca con un movimiento lleno de destreza y extrajo un delgado haz de fibras transparentes de apariencia cristalina. Doole sostuvo el brillestim inerte bajo los chorros de luz que entraban por el gran ventanal panorámico, y la especia sensible a la luz empezó a iluminarse por dentro, brillando y centelleando en el rápido proceso de maduración.
Han la miró fijamente hasta que estuvo preparada para ser consumida por Doole, y tragó saliva intentando eliminar el nudo de sequedad que se le había formado en la garganta.
Doole abrió la boca en cuanto los segmentos de brillestim empezaron a resplandecer con un color azul perlino. Extendió su delgada lengua púrpura, envolvió las fibras cristalinas con ella y las introdujo en su boca. El brillestim chasqueó y burbujeó con un leve siseo, y unas cuantas chispitas minúsculas se escaparon por las comisuras de su boca cuando Doole flexionó los labios.
Han siguió mirándole fijamente mientras Doole cerraba su ojo ciego y tragaba aire en una serie de profundas inhalaciones acompañadas por sonidos líquidos. La especia actuaría sobre la mente de Doole estimulando y reforzando sus poderes latentes. Los engranajes de centrado automático del ojo mecánico de Doole zumbaron y chirriaron, girando una y otra vez en un intento de extraer algún sentido de las visiones que habían empezado a desfilar por la mente del ribetiano. Después Doole se volvió hasta quedar de cara a Han y Chewbacca.
Han torció el gesto al sentir cómo unos dedos diminutos empezaban a hurgar en su cerebro, moviéndose por los lóbulos de la memoria y las imágenes que había almacenado en sus pensamientos... buscando, buscando. Intentó escapar de ellos, pero sabía que no podía ocultar ningún secreto a una mente saturada de brillestim.
Skynxnex soltó una risita pero se calló al instante, como si temiera que eso pudiese atraer la atención de Doole hacia él y hacer que fuera su cerebro el que acabara siendo examinado.
Han sintió una creciente ira y una impotencia ofendida al comprender que Moruth Doole podía diseccionar los momentos de intimidad que había vivido con Leia, y observar el nacimiento de sus tres hijos. Pero los efectos de la especia sólo duraban unos momentos y Doole concentraría sus esfuerzos en averiguar por qué Han y Chewbacca habían venido a Kessel.
—Te estaba diciendo la verdad, Doole —dijo Han en voz baja y suave—. Venimos en una misión de paz para restablecer el contacto diplomático con Kessel. La Nueva República está intentando abrir las rutas comerciales y darte la bienvenida a su seno. Hemos Venido en son de paz, pero tú te declaraste la guerra a ti mismo al derribar al primer embajador enviado por la Nueva República.
Chewbacca dejó escapar un gruñido.
Skynxnex se envaró y dio unos cuantos pasos tambaleantes hacia delante.
—¿De qué está hablando?
—Lee la verdad que hay en mi mente, Moruth —dijo Han alzando la voz.
El ribetiano tenía la boca abierta y los labios flácidos, y Han pudo ver el chisporroteo de las diminutas centellas del brillestim en sus mejillas. Sintió cómo los minúsculos dedos investigadores se adentraban en las profundidades de su cerebro, hurgando y buscando incesantemente. El estímulo de la especia ya había empezado a desvanecerse, y Doole estaba haciendo un frenético intento final para encontrar alguna prueba de que sus sospechas eran ciertas.
Pero Doole no pudo encontrar nada, porque no había nada que encontrar. Lo único que averiguó fue el poder de las fuerzas de la Alianza que se desplegarían contra él. Aquella flota había conseguido vencer a todo el Imperio, y no podía caber ninguna duda de que bastaría para destruir a la pequeña organización de fueras de la ley que se había adueñado de Kessel.
—¡No! —gimoteó Doole, y giró sobre sí mismo para clavar la mirada en Skynxnex—. ¿Qué vamos a hacer? ¡Está diciendo la verdad!
—¡No puede estar diciendo la verdad! —exclamó Skynxnex—. Es un... Es un...
—La especia no miente. Está aquí exactamente por las razones que expuso, y nosotros derribamos su nave. Le hicimos prisionero... La Nueva República vendrá a por nosotros, y nos barrerán.
—Mátales ahora mismo —dijo Skynxnex—. Si trabajamos deprisa, podemos ocultar todos los rastros de lo que ha ocurrido.
Han sintió que el miedo volvía a adueñarse repentinamente de él.
—¡Eh, esperad un momento! Estoy seguro de que podemos arreglarlo con unos cuantos mensajes enviados a los sitios adecuados... ¡Después de todo, soy el embajador! Tengo credenciales diplomáticas y todo lo demás... No quiero que un simple malentendido...
—¡No! —gritó Skynxnex, manteniendo su atención centrada en Doole—. No podemos correr ese riesgo. Ya sabes lo que Solo ha hecho antes... Sabe que enviaste a las naves del servicio de aduanas imperial detrás de él.
En realidad. Han no había estado seguro de ello hasta aquel momento.
—No hay ninguna razón para dejarse dominar por el pánico... —dijo—. Puedo hablar con el Senado de la Nueva República. Conozco a Mon Mothma desde hace mucho tiempo, y además mi esposa Leia es miembro del Gabinete y...
Su mente estaba funcionando a una velocidad desesperada, intentando imaginarse cómo saldría de aquella situación Leia si estuviera en su lugar. Han le había visto encontrar la solución a complejos problemas diplomáticos en muchas ocasiones. Leia sabía manejar las palabras y era capaz de identificar las preocupaciones de los demás y disolverlas poco a poco, maniobrando delicadamente a las facciones enfrentadas hasta alcanzar un compromiso. Pero Leia no estaba a su lado en aquel momento.
—Sí, creo que estoy de acuerdo contigo —dijo Doole dándose golpecitos con un dedo en sus hinchados labios, y Han dejó escapar un suspiro de alivio—. No Solo, estoy de acuerdo con Skynxnex... Repasaré las cintas de la batalla, pero no creo que transmitieras ningún mensaje después de haber salido del hiperespacio. Uno de nuestros cazas destruyó el plato de tu antena subespacial. La Nueva República no tiene forma alguna de saber que llegaste aquí sano y salvo, y a falta de pruebas en contra, acabarán llegando a la conclusión de que fuiste engullido por las Fauces.
Doole empezó a ir y venir por delante del gran ventanal panorámico.
—Eliminaremos todos los datos referentes a ti de nuestros registros, y ordenaré a todos mis mercenarios que se olviden del ataque. ¡Sí, es la alternativa que presenta menos peligros!
—¡Estás cometiendo un gran error! —gritó Han.
Apenas podía contener el impulso de tirar de los grilletes aturdidores.
—No —replicó Doole, juntando las puntas de sus dedos con un leve sonido de succión—, no lo creo.
Chewbacca gritó una larga retahíla de palabras guturales.
—Lo más prudente sería mataros ahora mismo —respondió Doole, y se frotó el ojo ciego con los dedos—. Pero aún estás en deuda conmigo por esto, Solo. No podrías compensar la pérdida de mi ojo ni aunque trabajaras cada día durante un centenar de años. Los dos iréis a las minas de especia, a los túneles más lejanos y más profundos. Últimamente ha habido bastantes bajas, y tienen que cubrirlas.
Doole sonrió con su enorme boca de rana. Un último destellar de chispitas azules osciló en la comisura de sus labios.
—Ahí abajo nadie os encontrará jamás.
El complejo que había albergado el Centro de Información Imperial se encontraba a gran profundidad debajo del viejo palacio, y estaba recubierto por muchas capas de muros protectores y defendido con severas medidas de seguridad en cada entrada. Enormes sistemas de intercambio calórico y potentes unidades de refrigeración impregnaban la estancia con un continuo rugido de fondo, y mantenían las temperaturas dentro de unos límites tolerables para las grandes máquinas del archivo de datos.
Encorvadas sobre catorce consolas se veían las masas gris mate de los androides descifradores, conectados a las terminales que se iban abriendo paso, poco a poco por la jungla de los códigos cifrados de seguridad y los virus de protección instalados en los gigantescos ordenadores del Emperador. Los androides descifradores llevaban un año entero trabajando, arrancando fragmentos de información que tenían una importancia vital a las laberínticas bases de datos. Hasta el momento, ya habían desenmascarado a veintitrés espías imperiales protegidos por identidades falsas y a salvo de toda sospecha que intentaban sabotear el proceso de afianzamiento y desarrollo de la Nueva República.
El zumbido de las unidades de refrigeración y la inmovilidad de los androides descifradores envolvía el Centro en un vacío lleno de ecos. Solitario e inquieto, el androide de protocolo Cetrespeó iba y venía de un lado a otro acompañado por los siseos de sus servomotores mientras contemplaba la estancia con sus sensores ópticos por centésima vez.
—¿Todavía no has encontrado nada, Erredós? —preguntó.
Erredós, que se había conectado a una de las salidas de información, respondió con un impaciente pitido de negativa, y siguió emitiendo zumbidos mientras se desplazaba a toda velocidad por las inmensas cantidades de información acumuladas.
—No te olvides de hacer una doble comprobación en todo —dijo Cetrespeó, y reanudó sus paseos de un lado a otro—. Ah, y no temas seguir pistas que te parezcan improbables... El amo Luke las llamaría corazonadas. Eso es muy importante, Erredós.
Erredós dejó escapar un bocinazo de indignación.
—Y acuérdate de inspeccionar el fichero de cada planeta de la Vieja República. El Imperio no tuvo por qué disponer del tiempo necesario para actualizar la información sobre todos.
Esta vez Erredós no se tomó la molestia de contestar, y se limitó a seguir trabajando.
Un instante después Cetrespeó oyó abrirse las puertas externas y una silueta oscura fue hacia ellos moviéndose con silenciosa gracia. Luke Skywalker llevaba su capa Jedi, como siempre, pero esta vez el capuchón se hallaba encima de sus hombros. La rapidez de su paso indicaba que Luke tenía bastante prisa.
Cetrespeó se alegró al ver el resurgir de esa peculiar cualidad de muchacho impaciente que había resultado tan característica del joven Luke cuando los androides le conocieron después de haber sido comprados a los jawas en Tatooine. Durante los últimos tiempos, los ojos de Luke no habían conseguido disimular el brillo de las preocupaciones y el poder, contenido a duras penas, típicos de un Maestro Jedi.
—¡Amo Luke! ¡Cómo me alegro de que haya venido a ver qué tal nos va!
—¿Y qué tal va todo, Cetrespeó? ¿Aún no habéis descubierto nada?
Erredós respondió con un zumbido que Cetrespeó se encargó de traducir.
—Erredós dice que va todo lo deprisa que puede, pero desea que le recuerde la enorme cantidad de datos que debe inspeccionar.
—Bueno, me marcharé dentro de unas cuantas horas para seguir algunas pistas que he descubierto por mi cuenta. Sólo quería asegurarme que disponéis de todo lo necesario antes de despegar.
Cetrespeó se irguió en un rápido movimiento que indicaba sorpresa.
—¿Puedo preguntarle dónde va, amo Luke?
Erredós lanzó un silbido musical y Luke se volvió hacia el pequeño androide.
—Esta vez no, Erredós. Es más importante que os quedéis aquí y sigáis con la búsqueda. Puedo volar solo.
Después Luke se volvió hacia Cetrespeó para contestar a su pregunta.
—Voy a Bespin para hacer algunas averiguaciones sobre una persona que vive allí, pero antes quiero ir a un viejo puesto avanzado llamado Eol Sha. Tengo razones para creer que allí puedo encontrar a un descendiente de los Jedi. —Luke giró sobre sí mismo con un siseo de su capa para salir del Centro de Información—. Volveré a veros cuando haya regresado.
La puerta que había desaparecido en la pared se deslizó cerrándose detrás de él.
—Busca los datos referentes a Eol Sha —dijo Cetrespeó al instante volviéndose hacia Erredós—. Veamos a qué clase de sitio quiere ir el amo Luke.
Erredós obedeció tan deprisa como si la idea también hubiera surgido en sus circuitos. Cuando las estadísticas planetarias aparecieron en la pantalla acompañadas por imágenes bidimensionales muy antiguas. Cetrespeó alzó sus dorados brazos mecánicos en un gesto horrorizado.
—¡Terremotos! ¡Géiseres! ¡Volcanes y lava! ¡Oh, cielos!
Luke emergió del hiperespacio y las líneas estelares se acortaron rápidamente hasta convertirse en puntos. Delicados colores repentinamente brillantes se derramaron sobre el universo, pintándolo con los tonos magenta, anaranjados y azul carámbano de los gases ionizados que formaban un vasto océano galáctico conocido con el nombre de Nebulosa del Caldero. Los filtros automáticos del compartimiento de pilotaje entraron en acción para atenuar la repentina claridad. Luke contempló el espectáculo y sonrió.
Desactivó el módulo hiperespacial y tecleó las coordenadas de Eol Sha. Su lanzadera de pasaje modificada avanzó trazando un arco a través de las hilachas de gases, dejando la nebulosa por encima de él cuando los motores empezaron a funcionar. La nave en forma de doble cuña descendió hacia Eol Sha.