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Authors: Kevin J. Anderson

La búsqueda del Jedi (6 page)

El androide de construcción era incapaz de preguntarse qué secretos podían contener aquellos edificios. Se estaba limitando a seguir el plan grabado en el ordenador que le servía de mente y a llevar a cabo sus modificaciones programadas.

Wedge experimentó un torturante momento de indecisión. Si desactivaba el androide para inspeccionar el edificio misterioso, después se necesitarían tres días para reinicializar sus sistemas y volver a ponerlo en funcionamiento. Pero si el androide había descubierto algo importante, algo de lo que fuese preciso informar al Gabinete... Bueno, ¿qué importarían unos cuantos días entonces?

Pequeños relámpagos blanco azulados parpadearon en las puntas de las garras detonadoras del androide de construcción mientras las dirigía hacia los muros reforzados.

Wedge cogió su comunicador y se preparó para desactivar al androide... y de repente se le quedó la mente en blanco. ¿Cuál era el código?

El teniente Deegan, que estaba a su lado, se percató de su momento de confusión y pánico, y se apresuró a gritar la respuesta que Wedge intentaba recordar sin conseguirlo.

—¡SGW cero-cero-dos-siete!

Wedge tecleó el código al instante en su comunicador.

El androide se quedó inmóvil justo cuando estaba a punto de descargar la energía acumulada en sus garras eléctricas. Wedge oyó el siseo que brotó de su interior cuando las fábricas que llevaba dentro pasaron a la modalidad de espera, reduciendo al mínimo el consumo y empezando a enfriarse. Wedge esperaba haber tomado la decisión correcta.

—De acuerdo, los Equipos Púrpura y Plata vendrán conmigo. Vamos a hacer una pequeña labor de exploración ahí dentro...

Las brigadas convergieron debajo del androide de construcción después de haber llamado a un grupo de luces flotantes para que las acompañaran, y se adentraron en la masa de cascotes. El polvo iba posándose en el suelo con un sinfín de centelleos.

Avanzaron sobre los escombros moviéndose con muchas precauciones para no herirse con los fragmentos de transpariacero y los trozos de metal que sobresalían de las ruinas. Wedge oyó los correteos de pequeñas formas de vida que se apresuraban a esconderse en las nuevas grietas. El repiqueteo de las piedras que caían seguía siendo claramente perceptible mientras los muros semiderruidos temblaban y se asentaban poco a poco.

—Tened mucho cuidado... Esto se está derrumbando —dijo Wedge.

Una espaciosa abertura parecida a una caverna se había abierto en el muro sólidamente reforzado delante de ellos, mostrando únicamente un interior carente de luz.

—Vamos a entrar... Despacio y con calma, ¿entendido? —Wedge entrecerró los ojos mientras contemplaba las sombras que les rodeaban—. Estad preparados para iniciar la retirada apenas lo ordene. No sabemos qué hay ahí dentro.

Un chirrido ensordecedor resonó muy por encima de sus cabezas y creó ecos en la noche. Los miembros de las brigadas de demolición se sobresaltaron, y se obligaron a relajarse cuando se dieron cuenta de que no era más que el androide de construcción que estaba descargando el exceso de calor acumulado.

Wedge se detuvo delante del agujero lleno de tinieblas. La grieta abierta en la pared estaba totalmente a oscuras, y no revelaba nada.

Y el monstruo, una criatura babeante repleta de colmillos, saltó hacia adelante apenas Wedge introdujo la cabeza en la oscuridad.

Wedge gritó y retrocedió tambaleándose, chocando con el borde irregular de la abertura mientras la locomotora de garras, pelo y cuerpo recubierto de placas óseas se lanzaba sobre él.

Antes de que pudiera poner algo de orden en sus pensamientos —de hecho, antes de que se le pudiera llegar a pasar por la cabeza la idea de gritar una orden a sus hombres—, una telaraña formada por rayos láser que zigzagueaban y se entrecruzaban apareció repentinamente en la oscuridad de la noche. Casi todos los disparos dieron en el blanco. Y se incrustaron con un siseo humeante en el cuerpo de la criatura. Una segunda andanada de rayos desintegradores perforó las tinieblas.

El monstruo lanzó un explosivo rugido de sorpresa y dolor antes de derrumbarse con la fuerza suficiente para provocar una pequeña avalancha entre los escombros. Su suspiro de muerte resonó como un chorro de vapor que escapa de un horno.

Wedge se dejó caer al suelo y sintió que su corazón volvía a latir.

—¡Gracias chicos!

Los demás estaban inmóviles, todavía paralizados por la sorpresa y el terror, contemplando boquiabiertos los desintegradores que habían desenfundado en un acto reflejo y el inmenso corpachón agonizante del monstruo que había convertido el edificio blindado en su morada.

La criatura parecía una enorme rata acorazada con pinchos óseos a lo largo de la espalda y grandes colmillos curvos que brotaban de su boca. Tenía la cola de un dragón krayt, y el miembro se estaba agitando en sus últimas convulsiones mientras la sangre de un negro purpúreo rezumaba de las heridas en forma de cráteres quemados que los desintegradores habían abierto en su piel.

—Supongo que estaba muerto de hambre de tanto esperar ahí dentro... —dijo Wedge—. Vuestro intrépido líder tendrá que ser un poquito más cauteloso de ahora en adelante.

Envió las oscilantes luces flotantes por el orificio para que iluminaran la estancia que tenían delante. No parecía haber nada más moviéndose en el interior. La gigantesca rata acorazada se estremeció detrás de ellos, lanzó un último suspiro quejumbroso y quedó flácida y totalmente inmóvil.

Fueron entrando por parejas y cruzaron la abertura hasta la cámara aislada. El suelo de placas metálicas estaba lleno de huesos machacados y cráneos de los sub-humanos que habían vivido en los niveles inferiores de la ciudad.

—Bueno, parece ser que se las arregló para encontrar algo de comida después de todo —dijo Wedge.

Al otro extremo de la cámara sumida en la penumbra encontraron otro túnel que venía de más abajo, con una reja que había sido apartada a un lado. La reja estaba oxidada, pero los surcos brillantes dejados por unas grandes garras indicaban por dónde había entrado aquella especie de roedor gigante.

—Vaya, era una hembra —dijo el teniente Deegan—. Y no cabe duda de que por eso estaba tan nerviosa...

Señaló la esquina en la que se habían producido los daños más graves.

El nido de la rata gigante había quedado cubierto por grandes bloques del material utilizado en la construcción del edificio. Las manchas de sangre indicaban el sitio en el que tres de sus crías —cada una del tamaño de un poni, de Endor— habían sido aplastadas por los peñascos.

Wedge contempló el nido en silencio durante un momento antes de recorrer con la mirada el resto de la cámara oscura y silenciosa. Después ajustó los intensificadores lumínicos de su visor— y pudo ver artefactos, consolas, y plataformas para dormir provistas de grilletes y cadenas. Inmóviles sobre un par de estrados se alzaban las negras masas relucientes de dos androides interrogadores imperiales desactivados. Las secretas conexiones de ordenador parecían contemplarles, tan grises y muertas como los ojos de un anfibio.

—¿Alguna clase de centro de torturas? —preguntó el teniente Deegan.

—Eso parece —respondió Wedge—. Interrogatorios... Este lugar podría proporcionarnos un montón de esos datos que el Emperador no quería que llegáramos a conocer nunca.

—Menos mal que se te ocurrió desactivar al androide de construcción, Wedge —dijo Deegan—. El retraso merecerá la pena.

Wedge frunció los labios:

—Sí, menos mal...

Contempló los temibles androides interrogadores y el equipo de tortura. Una parte de su ser estaba deseando no haber encontrado nunca aquel lugar.

La escultura que había sobre la mesa de cristal de Leia se deslizó lentamente hacia adelante, se quedó inmóvil durante unos momentos y después empezó a subir.

La escultura representaba a un hombre muy gordo con las manos extendidas, las palmas vueltas hacia arriba y una sonrisa lo bastante grande para engullir un caza X. El vendedor había asegurado a Leia que era una auténtica escultura corelliana, y que traería a la mente de Han agradables recuerdos de su mundo natal, exactamente igual que le ocurría a ella con las imágenes de Alderaan que le había traído Han. Cuando recibió su regalo de cumpleaños, Han se lo había agradecido profusamente, pero tuvo que hacer grandes esfuerzos para no echarse a reír. Después acabó explicándole que la estatua era una figurilla robada de un local de una cadena de establecimientos de comidas rápidas corelliana que tenía registrado el diseño y lo usaba en toda su publicidad.

—Sigue concentrándote, Leia —susurró Luke, rompiendo el silencio mientras se inclinaba para estar un poco más cerca de ella.

Estaba observándola con gran atención. Leia tenía la mirada clavada en la lejanía, y sus ojos no veían la escultura.

La estatuilla siguió levitando, flotando sobre la mesa a una altura cada vez mayor, pero de repente se inclinó hacia adelante y cayó al suelo.

Leia dejó escapar un suspiro y volvió a reclinarse en el sillón autoamoldable. Luke intentó ocultar su decepción y se acordó de su propio entrenamiento. Yoda le había obligado a sostenerse sobre la cabeza mientras mantenía en equilibrio rocas y otros objetos pesados. Después Luke había recibido más adiestramiento del perverso y maléfico Joruus C'Baoth y el mismísimo Emperador resucitado le había revelado las profundidades del lado oscuro.

El adiestramiento de su hermana había sido mucho menos riguroso, y más irregular debido a que Leia cambiaba continuamente el horario de las clases en un intento de adaptarlo a sus crecientes deberes diplomáticos. Pero Leia le preocupaba. Luke ya llevaba más de siete años trabajando con ella, y su hermana parecía estar bloqueada, como si hubiera llegado al límite de los poderes que era capaz de dominar y emplear. Dada su herencia como hija de Anakin Skywalker, adiestrar a Leia tendría que haber sido lo más sencillo del mundo. Luke se preguntó cómo conseguiría instruir a todo un grupo de estudiantes en la Academia Jedi que se proponía crear si no era capaz de tener éxito ni con su propia hermana.

Leia se puso en pie, recogió la estatuilla del suelo y volvió a ponerla encima de la mesa. Luke la observó en silencio, manteniendo su rostro libre de cualquier expresión que pudiera indicar abatimiento o preocupación.

—¿Qué ocurre Leia? —preguntó.

Los oscuros ojos de su hermana se volvieron hacia él, y Leia vaciló unos momentos antes de responder.

—Supongo que me estaba compadeciendo a mí misma —dijo por fin—. Han tendría que haber llegado a Kessel hace dos días, pero no se ha tomado la molestia de enviar un mensaje. ¡No es ninguna sorpresa, teniendo en cuenta cómo es!

Pero Luke percibió más melancolía que sarcasmo en sus ojos.

—A veces me resulta muy difícil soportar la ausencia de los niños —siguió diciendo Leia—. Sólo he estado con los gemelos durante una parte muy pequeña de sus vidas, y puedo contar con los dedos de una mano el número de veces que he visitado al bebé. No he dispuesto del tiempo necesario para sentirme madre... Las tareas diplomáticas no me dejan ni un segundo libre. —Leia alzó la mirada hacia él—. Y ahora tú te dispones a partir para emprender tu gran búsqueda de los Jedi... Tengo la sensación de que la vida se me escurre entre los dedos.

Luke extendió la mano y le rozó el brazo.

—Podrías llegar a ser una Jedi muy poderosa... si dedicaras un poco de concentración a tu trabajo. Si quieres seguir el camino de la Fuerza, debes permitir que el adiestramiento sea el foco de tu vida y no debes dejarte distraer por otras cosas.

La reacción de Leia fue más intensa de lo que había previsto, y Luke vio cómo se echaba hacia atrás.

—Puede que eso me dé miedo. Luke... Cuando te miro veo una expresión acosada en tus ojos, como si una parte vital de tu ser hubiera sido consumida por todos esos infiernos personales que has atravesado. Tratar de matar a tu propio padre, enfrentarte en duelo con un clon tuyo, servir al Lado Oscuro en beneficio del Emperador... ¡Si hay que pasar por todo eso para llegar a ser un Jedi poderoso, quizá no quiera el puesto!

Leia alzó una mano para que Luke no dijera nada hasta que ella hubiese acabado de hablar.

—Estoy llevando a cabo un trabajo muy importante para el Consejo —continuó Leia—. Estoy ayudando a reconstruir toda una república a partir de un millar de sistemas estelares, Luke... Quizá ésa sea la obra a la que debo dedicar mi vida, y no la de convertirme en una Jedi. Y quizá, sólo quizá, también quiera encontrar un hueco en ella para poder ser una madre...

Luke la miró fijamente, sin dejarse impresionar por sus palabras. Ya nadie era capaz de descifrar el significado de sus expresiones, porque Luke había dejado de ser inocente.

—Si ése es tu destino, Leia, entonces quizá sea una suerte que vaya a empezar a adiestrar otros Jedi muy pronto.

Los dos hermanos se contemplaron en un silencio incómodo y cargado de tensión que se prolongó durante unos momentos. Luke fue el primero en apartar la mirada, y decidió desviar el rumbo de la conversación.

—Pero debes continuar protegiéndote del Lado Oscuro. Sigamos practicando un rato más con los escudos y tus defensas interiores, y después daremos por terminada la sesión de adiestramiento de esta noche.

Leia asintió, pero Luke se dio cuenta de que estaba todavía más triste y abatida que antes.

Alargó la mano para rozar los oscuros cabellos de Leia con los dedos, y los fue deslizando sobre las curvas de su cabeza.

—Voy a tratar de sondear tu mente. Utilizaré varias técnicas y distintos tipos de contacto... Intenta resistir mi sondeo o, por lo menos, averiguar dónde estoy en cada momento.

Luke dejo que sus párpados cayeran hasta acabar con los ojos entrecerrados, y después envió zarcillos casi impalpables de pensamientos hacia la mente de Leia, rozando diestramente la topografía de su memoria. Al principio Leia no reaccionó, pero un instante después Luke pudo sentir cómo se concentraba y edificaba una pared invisible alrededor de su sonda. Su respuesta no fue muy rápida, pero consiguió acabar impidiéndole el acceso.

—Bien. Ahora voy a probar en otros sitios... —Luke desplazó el contacto mental a un centro distinto—. Resiste si puedes.

A medida que Luke iba aumentando la profundidad de su sondeo, Leia fue consiguiendo mejorar su capacidad de resistencia y rechazo. Detenía sus intentos más deprisa y con una potencia más grande mientras él la iba guiando a la hora de alzar sus barreras. Luke se fue sintiendo más y más complacido a cada momento que pasaba trabajando con ella, rozando puntos de su mente escogidos al azar e intentando pillarla por sorpresa. También pudo sentir el deleite que iba invadiendo a Leia al darse cuenta de cómo mejoraban sus capacidades.

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