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Authors: Anne McCaffrey

El vuelo del dragón (31 page)

BOOK: El vuelo del dragón
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—Oh, no había pensado en ese aspecto del problema. Pero los pozos de pedernal...

—...se encuentran únicamente en las alturas y alrededor de las viviendas humanas, pero no en los prados de Keroon ni en los verdes bosques de Nerat.

Un argumento de mucho peso, desde luego. Lessa se obligó a sí misma a sonreír.

—He sido una tonta al suponer que nuestros dragones eran lo único que Pern necesitaba para eliminar a las Hebras. Sin embargo... —Lessa se encogió de hombros expresivamente.

—Existen otros métodos —dijo F'lar—, o al menos existían. Tienen que haber existido. He encontrado frecuentes menciones de que los Fuertes estaban organizando grupos de tierra y de que esos grupos estaban armados con fuego. No se menciona nunca de qué clase, probablemente porque era algo perfectamente conocido —F'lar se retorció las manos con un gesto de impotencia y volvió a dejarse caer en el banco—. Ni siquiera quinientos dragones podrían haber eliminado a todas las Hebras que cayeron hoy. Sin embargo, ellos lograron mantener a Pern libre de Hebras.

—A Pern, sí; pero, ¿acaso no se perdió el Continente Meridional? ¿Es posible que tuvieran las manos demasiado ocupadas con el propio Pern?

—Nadie se ha preocupado del Continente Meridional en cien mil Revoluciones —replicó F'lar.

—Está en los mapas —le recordó Lessa.

F'lar dirigió una mirada de disgusto a los Archivos, amontonados en incomunicativos fajos sobre la larga mesa.

—La respuesta tiene que estar ahí. En alguna parte.

Había un leve acento de desesperación en su voz, la sugerencia de que se reprochaba a sí mismo no haber descubierto aquellos hechos esquivos.

—La mitad de esas cosas no podrían ser leídas por el hombre que las escribió —dijo Lessa en tono mordaz—. Además, lo que hasta ahora nos ha ayudado más han sido tus propias ideas. Tú has compilado los mapas del tiempo, y mira lo valiosos que han sido ya.

—Vuelvo a apegarme demasiado a la piel, ¿eh? —preguntó F'lar, con la sombra de una sonrisa en las comisuras de sus labios.

—Indudablemente —le aseguró Lessa, con más confianza de la que sentía—. Los dos sabemos que los Archivos son culpables de las omisiones más absurdas.

—Bien dicho, Lessa. De modo que vamos a olvidar esos desorientadores y anticuados preceptos y a pensar por nuestra cuenta. Primero, necesitamos más dragones. Segundo, los necesitamos ahora. Tercero, necesitamos algo tan eficaz como un dragón llameante para destruir las Hebras que se han enterrado en el subsuelo.

—Cuarto, necesitamos dormir, o no seremos capaces de pensar en nada —añadió Lessa, con un rastro de su aspereza habitual.

F'lar rió abiertamente, abrazando a Lessa.

—Tienes ganas de ir a la cama, ¿verdad? —la excitó, acariciándola con avidez.

Lessa trató de escapar de su abrazo, inútilmente. El ímpetu amoroso de F'lar era tanto más notable por cuanto se trataba de un hombre herido y fatigado. En ese aspecto tenía muchos puntos de contacto con Kylara. Había que imaginar a aquella ardiente mujer vendando sus heridas...

—Mi responsabilidad como Dama del Weyr incluye el cuidar de ti, en tu calidad de caudillo del Weyr.

—Pero pasas horas enteras con los dragoneros azules y me dejas en manos de Kylara.

—Lo cual no pareció disgustarte precisamente.

F'lar estalló en otra carcajada.

—¿Tengo que abrir el Weyr Fort y enviar a Kylara allí? —inquirió, en tono burlón.

—No me importaría que Kylara estuviera a tantas Revoluciones como kilómetros de distancia de aquí —estalló Lessa, sin disimular su enojo.

F'lar reaccionó de un modo muy raro: permaneció unos instantes con los ojos muy abiertos y la mandíbula caída, como paralizado por el asombro. Luego se puso en pie de un salto y gritó:

—¡Tú lo has dicho!

—¿Qué es lo que he dicho?

—¡A Revoluciones de distancia! ¡Eso es! Enviaremos a Kylara al pasado, por el
inter
tiempo, con su reina y las crías de dragón. —F'lar empezó a pasear excitadamente por la estancia, mientras Lessa trataba de seguir su razonamiento—. No, será mejor enviar al menos a uno de los bronce más veteranos. Y a F'nor, también... F'nor podría supervisar la operación... Discretamente, desde luego...

—¿Enviar a Kylara... a dónde? ¿A cuándo? —le interrumpió Lessa.

—Buena pregunta —F'lar desplegó los ubicuos mapas sobre la mesa—. Muy buena pregunta. ¿A dónde podemos enviarles fuera de aquí sin provocar anomalías por estar presentes en uno de los otros Weyrs? Las Altas Extensiones son remotas. No, hemos encontrado restos de fogatas allí, todavía calientes, y ningún indicio de quién las había encendido ni por qué. Y si les hubiésemos enviado ya al pasado habrían estado preparados para hoy, y no lo estaban. De modo que no pueden haber estado ya en dos lugares... F'lar sacudió la cabeza, aturdido por las paradojas. Los ojos de Lessa se fijaron en el negro contorno del olvidado Continente Meridional.

—Podrías enviarles ahí —sugirió, señalando el lugar.

—Ahí no hay nada.

—Podrían llevarse lo necesario. Tiene que haber agua, ya que las Hebras no pueden devorarla. Podrían llevarse todo lo demás. Pienso para el ganado, grano...

F'lar frunció las cejas, profundamente concentrado en sus pensamientos, con los ojos brillantes, olvidadas la depresión y la sensación de derrota de unos momentos antes.

—Las Hebras no estarían allí hace diez Revoluciones. Y no han estado allí desde hace casi cuatrocientas. En diez Revoluciones Pridith podría madurar e incubar varias nidadas. Incluso reinas, tal vez... —Sacudió la cabeza dubitativamente—. No, allí no hay ningún Weyr. Ninguna Sala de Eclosión. Ningún...

—¿Cómo podemos saberlo? —le interrumpió Lessa bruscamente, demasiado entusiasmada con muchos aspectos de aquel proyecto para renunciar a él fácilmente—. Los Archivos no mencionan el Continente Meridional, es cierto, pero también lo es que omiten muchas otras cosas. ¿Cómo podemos saber que no ha vuelto a crecer la vegetación durante las cuatrocientas Revoluciones transcurridas desde la última invasión de las Hebras? Sabemos que las Hebras no pueden sobrevivir a menos de que exista algo orgánico con lo cual alimentarse, y que una vez lo han devorado todo se secan y se desintegran.

F'lar la miró sin disimular su admiración.

—Bueno, ¿por qué no se le ha ocurrido esa idea a alguien hasta ahora?

—Demasiado apego a la piel —dijo Lessa, apuntándole con un dedo—. Además, no existía la necesidad de preocuparse por ello.

—La necesidad (¿o son los celos?) es la madre de muchas grandes ideas —dijo F'lar. Había una sonrisa de pura malicia en su rostro, y Lessa retrocedió, adivinando sus intenciones.

—Es por el bien del Weyr —replicó.

—Bien, te enviaré allí mañana con F'nor, a echar una ojeada. Es justo, dado que la idea ha sido tuya.

Lessa se inmovilizó.

—¿No vas a ir tú?

—Confío en que puedo dejar este proyecto en tus capaces e interesadas manos —F'lar rió y tomó a Lessa entre sus brazos, apretándola contra su costado ileso, sonriéndole, con los ojos brillantes—. Yo he de desempeñar mi papel de implacable caudillo del Weyr y evitar que los Señores de los Fuertes cierren de golpe sus Puertas Interiores. Y tengo la esperanza... —irguió la cabeza, frunciendo ligeramente el ceño— de que alguno de los Maestros Artesanos conozca la solución del tercer problema: eliminar a las Hebras enterradas en el subsuelo.

—Pero...

—El viaje le sentará bien a Ramoth y aliviará tu aburrimiento —F'lar estrechó con más fuerza el esbelto cuerpo de la muchacha, dedicando por fin toda su atención al exótico y delicado rostro—. Lessa, tú eres mi cuarto problema —susurró, inclinándose a besarla.

En aquel preciso instante resonaron unos pasos apresurados en dirección a la Sala, y F'lar soltó a la muchacha, visiblemente irritado.

—¿Quién puede ser a esta hora? —murmuró, dispuesto a dejar caer todo el peso de su enojo sobre el intruso.

—¿F'lar?

Era la voz de F'nor, ansiosa, ronca.

La expresión del rostro de F'lar le dijo a Lessa que ni siquiera su hermanastro se libraría de una reprimenda, y ello le complació de un modo irracional. Pero en cuanto F'nor penetró en la estancia, el caudillo del Weyr y la Dama del Weyr se sumieron en un asombrado silencio. En el aspecto del caballero pardo se había producido algún cambio indefinible. Y mientras el hombre transmitía su incoherente mensaje, la mente de Lessa registró súbitamente la diferencia. ¡F'nor estaba bronceado por el sol! No llevaba ningún vendaje, y en su mejilla no había el menor rastro de la herida causada por una Hebra que Lessa había curado aquella misma tarde.

—¡F'lar, la cosa no funciona! ¡No se puede estar vivo en dos lugares al mismo tiempo! —estaba exclamando F'nor frenéticamente. Se tambaleó hasta la pared, agarrándose a la roca para mantenerse en pie. Había unos profundos círculos debajo de sus ojos, visibles a pesar del bronceado—. No sé cuánto tiempo podremos resistir. Todos estamos afectados. Algunos días menos que otros.

—No comprendo...

—Tus dragones se encuentran perfectamente —le aseguró F'nor al caudillo del Weyr con una risa amarga—. A ellos no les afecta en absoluto. Pero sus jinetes... toda la gente del Weyr... somos unas sombras, semivivientes, como hombres sin dragón, con una parte de nosotros desaparecida para siempre. Excepto Kylara. —Su rostro se contrajo en una mueca de disgusto—. Lo único que ella desea es ir hacia atrás y contemplarse a sí misma. Temo que la egomanía de esa mujer nos destruirá a todos.

Súbitamente, sus ojos se desorbitaron y volvió a tambalearse, como si no encontrara ya apoyo en la pared.

—No puedo quedarme. Ya estoy aquí. Demasiado cerca. Me hace sentir dos veces peor. Pero tenía que avisarte. Te prometo, F'lar, que permaneceremos allí mientras podamos, pero no será mucho tiempo... No será mucho tiempo, pero lo hemos intentado. ¡Lo hemos intentado!

Antes de que F'lar pudiera moverse, el caballero pardo giró sobre sí mismo y salió corriendo, semiagachado, de la Sala.

—¡Pero él no se ha marchado aún! —exclamó Lessa—. ¡No se ha marchado aún!

CUARTA PARTE

EL FRÍO INTER

F'lar vio alejarse a su hermanastro, con las cejas contraídas a causa de la intensa ansiedad que experimentaba.

—¿Qué puede haber sucedido? —le preguntó Lessa al caudillo del Weyr—. Ni siquiera se lo habíamos dicho a F'nor. Apenas habíamos terminado de discutir la idea. —Su mano voló hacia su propia mejilla—. Y la huella de la Hebra, yo misma le curé esta tarde, ha desaparecido. Desaparecido. De modo que F'nor ha estado fuera mucho tiempo.

Se dejó caer sobre el banco.

—Sin embargo, ha regresado. De modo que lo hizo —observó F'lar lentamente, como si meditara cada una de las palabras que tenía que pronunciar—. Y ahora sabemos que la aventura no es completamente favorable incluso antes de que empiece. Y sabiendo esto, le hemos enviado diez Revoluciones atrás por los beneficios que la aventura pueda reportamos. —Se interrumpió, pensativamente—. En consecuencia, no tenemos más alternativa que seguir adelante con el experimento.

—Pero, ¿dónde puede estar el fallo?

—Creo que lo sé, y no tiene remedio. —F'lar se sentó al lado de Lessa, mirándola fijamente—. Lessa, tú estabas muy trastornada al regreso de tu viaje por el
inter
a Ruatha aquella primera vez. Pero ahora creo que se trataba de algo más que de la impresión de ver a los hombres de Fax invadiendo tu propio Fuerte, o de pensar que tu regreso podría haber sido responsable de aquel desastre. Creo que es algo relacionado con estar en dos épocas al mismo tiempo.

Se interrumpió de nuevo, tratando de entender este concepto inmensamente nuevo incluso mientras lo formulaba.

Lessa le miró con una expresión tan asombrada en sus ojos que F'lar se echó a reír, aunque sin demasiada convicción.

—Bajo cualesquiera condiciones —continuó—, resulta enervante pensar en retroceder en el tiempo y ver a un yo más joven.

—Eso debe ser lo que F'nor quiso decir respecto a Kylara —murmuró Lessa—, acerca de su deseo de ir hacia atrás y contemplarse a sí misma... como una niña. ¡Oh, esa perversa muchacha! —Lessa estaba llena de rabia por la presunción de Kylara—. Es un ser perverso y egoísta. Lo arruinará todo.

—Todavía no —le recordó F'lar—. Mira, aunque F'nor nos ha advertido de que la situación en su época se está haciendo desesperada, no nos ha dicho lo que él era capaz de realizar Pero habrás observado que la cicatriz de su mejilla se ha hecho invisible... lo cual significa que tienen que haber transcurrido algunas Revoluciones. Suponiendo que Pridith haya incubado una sola nidada, suponiendo incluso, poniéndonos en lo peor, que sólo hayan madurado las cuarenta crías de Ramoth lo suficiente como para poder luchar dentro de tres días, hemos conseguido algo. En consecuencia, Dama del Weyr —y observó cómo Lessa se erguía al sonido de su título—, debemos olvidar el regreso de F'nor. Mañana, cuando vueles al Continente Meridional, no hagas ninguna alusión al asunto. ¿Comprendes?

Lessa asintió gravemente y luego suspiró.

—No sé si me siento feliz o decepcionada al comprobar, incluso antes de que lleguemos allí mañana, que el Continente Meridional soportará obviamente un Weyr —dijo con desaliento—. La duda resultaba muy excitante...

—En cualquier caso —dijo F'lar con una sonrisa sardónica—, sólo hemos encontrado parte de las respuestas a los problemas primero y segundo.

—Bueno, será mejor que contestes al problema número cuatro ahora mismo —sugirió Lessa—. ¡Decisivamente!

Tejedor, Minero, Arpista, Herrero,

Curtidor, Agricultor, Ganadero, Señor,

Reuníos y escuchad con mucha atención

El urgente mensaje del hombre del Weyr.

Cuando hablaron con F'nor a la mañana siguiente, lo mismo Lessa que F'lar lograron evitar cualquier referencia al prematuro regreso del caballero pardo. F'lar le pidió a Canth que enviara a su jinete al weyr de la reina en cuanto se despertara, y quedó complacido al ver a F'nor casi inmediatamente. Si el caballero pardo notó la mirada de intensa curiosidad que Lessa fijaba en su vendado rostro, no lo dio a entender. En realidad, en el momento en que F'lar esbozó la osada aventura de explorar el Continente Meridional con la posibilidad de poner en marcha un Weyr diez Revoluciones atrás en el tiempo, F'nor se olvidó de todas sus heridas.

—Iré de buena gana sólo si envías a T'bor con Kylara. No voy a esperar a que N'ton y su bronce hayan crecido lo suficiente como para hacerse cargo de ella. T'bor y Kylara son... —F'nor se interrumpió, con una mueca en dirección a Lessa—. Bueno, son lo más parecido a una pareja que se puede ser. No me importa que me... importunen, pero hay límites a lo que un hombre está dispuesto a hacer por lealtad a la dragonería.

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