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Authors: Anne McCaffrey

El vuelo del dragón (34 page)

BOOK: El vuelo del dragón
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Punteó un acorde, una disonancia. F'lar se preguntó si el instrumento estaba desafinado o si el artista había pulsado de un modo casual una cuerda incorrecta. Pero Robinton repitió el extraño acorde, modulando a continuación una extraña línea melódica más rara aún que las primeras notas.

—Ya te he dicho que era una canción incómoda. Y me pregunto si conoces las respuestas a las preguntas que formula. Yo me he pasado muchas horas dándole vueltas en mi cerebro al enigma.

Súbitamente, Robinton rompió a cantar:

Marcha lejos, marcha adelante,

Ruedan los ecos sin respuesta.

Vacíos, abiertos, polvorientos, muertos.

¿Por qué han huido todas las gentes del Weyr?

¿A dónde se han marchado los dragones

Abandonando los Weyrs al viento y a las tempestades,

Dejando a las reses libres de trabas?

¿A dónde se han marchado nuestros protectores?

¿Han volado a algún nuevo Weyr

En el que otros temen a las crueles Hebras?

¿Están a mundos de distancia de aquí?

¿Por qué, oh, por qué está vacío el Weyr?

El último acorde lastimero se apagó en el aire.

—Desde luego, te habrás dado cuenta de que la canción fue registrada por primera vez en los anales del artesanado hace unas cuatrocientas Revoluciones —dijo Robinton en tono ligero, acunando la guitarra en sus dos brazos—. La Estrella Roja acababa de pasar más allá de la distancia precursora de un ataque. La gente tenía motivos más que sobrados para asombrarse y preocuparse por la repentina pérdida de las poblaciones de cinco Weyrs. Oh, imagino que en aquella época tendrían un buen número de explicaciones, pero ninguna... ni una sola explicación... está registrada.

Robinton hizo una pausa significativa.

—Yo tampoco he encontrado ninguna en los Archivos —declaró F'lar—. De hecho, ordené que trajeran aquí todos los Archivos de los otros Weyrs... a fin de compilar unas tablas temporales de los ataques exactas. Y los Archivos de aquellos otros Weyrs terminan de golpe, sencillamente... —F'lar hizo una expresivo gesto con una mano—. En los Archivos de Benden no hay ninguna mención de enfermedad, muerte, incendio, desastre... ni una palabra de explicación para el repentino colapso de las habituales relaciones entre los Weyrs. Los Archivos de Benden se prolongan, pero sólo para Benden. Existe una anotación que corresponde a la desaparición en masa: el establecimiento de un servicio de patrulla abarcando todo Pern, y no sólo la demarcación de Benden. Y eso es todo.

—Es muy raro —murmuró Robinton—. Una vez pasado el peligro de la Estrella Roja, los dragones y caballeros podían haber ido al
inter
para aliviar la carga que representaban para los Fuertes, pero yo no puedo creerlo. Nuestros Archivos del artesanado mencionan que las cosechas fueron malas y que se habían producido varias catástrofes naturales... que no tenían nada que ver con las Hebras. Los hombres pueden ser galantes, y tu casta la más galante de todas, pero, ¿suicidio en masa? No, no acepto esa explicación... tratándose de dragoneros.

—Muchas gracias —dijo F'lar, con una leve ironía.

—No hay de qué darlas —replicó Robinton, inclinando cortésmente la cabeza.

F'lar se encogió de hombros.

—Veo que hemos estado demasiado apegados al Weyr, así como demasiado apegados a nuestros pellejos.

Robinton vació su copa y la contempló melancólicamente hasta que F'lar volvió a llenarla.

—Bueno, vuestro aislamiento ha servido para algo, y tú manejaste estupendamente aquella sublevación de los Señores. ¡Casi me atraganté de tanto reír! —observó Robinton, con una ancha sonrisa—. ¡Raptar a sus mujeres en un abrir y cerrar de ojos! —Rió de nuevo y luego, súbitamente serio, miró a F'lar rectamente a los ojos—. Acostumbrado como estoy a oír lo que un hombre no dice en voz alta, sospecho que es mucho lo que te has callado en esa reunión del Consejo. Puedes estar seguro de mi discreción... y... puedes estar seguro de mi apoyo incondicional y del de mi artesanado no ineficaz. Hablando sin rodeos, ¿cómo pueden ayudarte mis arpistas? —y Robinton rasgueó un vigoroso aire de marcha—. «Acelera los pulsos de los hombres con baladas de glorias y éxitos pretéritos». —La melodía, bajo sus ágiles dedos, se transformó bruscamente en un ritmo severo pero decidido—. «Fortalece su vigor físico y mental para afrontar las penalidades».

—Si todos tus arpistas pudieran estimular a los hombres como lo haces tú, no me preocuparía en absoluto el no poder disponer inmediatamente de quinientos dragones más.

—Entonces, a pesar de tus palabras optimistas y de los mapas, la situación es... —un acorde disonante en la guitarra subrayó sus palabras finales— más desesperada de lo que cuidadosamente no has dicho.

—Es posible.

—Los lanzallamas que el viejo Zurg recordaba y que Fanderel debe reconstruir... ¿mejorarían las perspectivas?

F'lar miró pensativamente a aquel hombre listo y tomó una rápida decisión.

—Incluso los gusanos de arena de Igen ayudarán a mejorarlas, pero a medida que el mundo gira y la Estrella Roja se aproxima, los Intervalos entre ataques ciertos se acortan y sólo tenemos setenta y dos dragones que añadir a los que teníamos ayer. Uno de ellos está muerto, y algunos no volarán durante varias semanas.

—¿Setenta y dos? —inquirió Robinton en tono incisivo—. Ramoth sólo incubó cuarenta, y son demasiado jóvenes para comer pedernal.

F'lar habló de la expedición de F'nor y Lessa que estaba teniendo lugar en aquel momento, de la reaparición y advertencia de F'nor, así como del hecho de que el experimento había conseguido un éxito parcial con la primera nidada de treinta y dos dragones de Pridith.

Robinton le interrumpió.

—¿Cómo puede haber regresado ya F'nor,
antes
de haber llegado al Continente Meridional?

—Los dragones pueden ir por el
inter
tiempo lo mismo que por el
inter
espacio. Pueden viajar tan fácilmente a un cuándo como a un dónde.

Robinton abrió mucho los ojos mientras digería aquella asombrosa noticia.

—Así fue como nos anticipamos al ataque contra Nerat ayer por la mañana. Retrocedimos dos horas por el
inter
tiempo para sorprender a las Hebras en el momento de su caída.

—¿De veras podéis retroceder en el tiempo? ¿Hasta qué punto?

—No lo sé. Lessa, cuando le estaba enseñando a montar a Ramoth, regresó inadvertidamente al Fuerte de Ruatha al amanecer de hace trece Revoluciones cuando lo invadieron los hombres de Fax. Cuando regresó al presente, yo intenté un salto por el
inter
tiempo de unas diez Revoluciones. Para los dragones no representa ningún problema ir
inter
tiempo o
inter
espacio, pero parece ser que afecta de un modo terrible a los jinetes. Ayer, cuando regresamos de Nerat y tuvimos que ir a Keroon, me sentía como si me hubieran puesto a secar durante un verano entero en la Llanura de Igen... —F'lar agitó la cabeza—. Evidentemente, hemos logrado un éxito al enviar a Kylara, a Pridith y a los demás diez Revoluciones
inter
, porque F'nor me ha informado ya de que ha permanecido allí varias Revoluciones. Sin embargo, la fatiga de los humanos es cada vez más intensa. Pero incluso setenta y dos dragones maduros más serán una ayuda.

—Envía a un caballero adelante en el tiempo para ver si es suficiente —sugirió Robinton—. Te ahorrará unos cuantos días de preocupación.

—No sé cómo llegar a un
cuándo
que todavía no se ha producido. Hay que darle al dragón puntos de referencia, ¿sabes? ¿Cómo puedes darles puntos de referencia de algo que aún no existe?

—No te falta imaginación. Ponla en juego.

—¿Y exponerme a perder un dragón cuando no puedo prescindir de ninguno? No, debo continuar tal como decidí empezar... porque estoy en el buen camino a juzgar por el regreso de F'nor. Lo cual me recuerda que tengo que dar algunas órdenes. Luego me ocuparé contigo de esos mapas del tiempo.

Hasta después de la comida del mediodía, que Robinton tomó con el caudillo del Weyr, el Maestro Arpista no quedó convencido de que entendía perfectamente los mapas. Entonces empezó a hacer las copias.

A través de una extensión de solitario y agitado mar,

En la que no se habían desplegado últimamente alas de dragón,

Vuelan un dorado y un robusto pardo en primavera,

Investigando si una región está muerta.

Mientras Ramoth y Canth remontaban a Lessa y a F'nor hacia la Piedra de la Estrella, vieron a los primeros Señores y Maestros Artesanos de los Fuertes que llegaban para asistir al Consejo.

Para retroceder al Continente Meridional de hacía diez Revoluciones, Lessa y F'nor habían decidido que resultaría más fácil trasladarse primero por el
inter
tiempo al Weyr de hacía diez años que F'nor recordaba. Luego irían por el
inter
espacio hasta una zona del mar próxima a la costa del olvidado Continente Meridional, la única zona de la que los Archivos daban alguna referencia.

F'nor situó en la mente de Canth un día particular que recordaba de hacía diez Revoluciones, y Ramoth captó las referencias de la mente del pardo. El espantoso frío del
inter
dejó a Lessa sin aliento, y experimentó un intenso alivio al contemplar de un modo fugaz la normal actividad del Weyr antes de que los dragones les transportaran por el
inter
espacio hasta planear sobre el embravecido océano.

Más allá de ellos, una mancha púrpura, en este día nublado y tristón, acechaba al Continente Meridional. Lessa notó que una nueva ansiedad reemplazaba a la incertidumbre del desplazamiento temporal. Ramoth avanzaba hacia la lejana costa agitando vigorosamente sus alas. Galantemente, Canth trataba de mantenerse a su altura.

No es más que un pardo
, dijo Lessa, reprendiendo a su reina dorada.

Si está volando conmigo
, replicó Ramoth fríamente,
tiene que forzar un poco sus alas
.

Lessa sonrió, pensando muy en privado que Ramoth seguía estando molesta por no haber podido luchar con sus camaradas de Weyr. Todos los machos serían víctimas de su malhumor durante una temporada.

Lo primero que vieron fue la bandada de wherries, y ello les dio a entender que existía alguna vegetación en el Continente. Los wherries necesitaban hortalizas para vivir, aunque en caso necesario podían subsistir con algo distinto, además de los ocasionales insectos.

Lessa hizo que Canth transmitiera preguntas a su jinete.

Si el Continente Meridional quedó asolado por las Hebras, ¿cómo empezó la nueva vegetación? ¿De dónde procedían los wherries?

¿No has observado nunca que las vainas se abren y las semillas son transportadas por los vientos? ¿No has observado nunca que los wherries vuelan hacia el sur después del solsticio de otoño?

Sí, pero...

¡Sí, pero!

¡Pero la tierra estaba agostada por las Hebras!

En menos de cuatrocientas Revoluciones incluso las requemadas cumbres de las colinas de nuestro Continente empiezan a retoñar en primavera, replicó F'nor a través de Canth, de modo que es fácil suponer que el Continente Meridional podría revivir, también.

Incluso a la velocidad impuesta por Ramoth, tardaron en llegar a la costa, con sus impresionantes acantilados, murallas de piedra muerta a la sucia claridad del día. Lessa gruñó en sus adentros pero apremió a Ramoth para que se elevara más a fin de poder ver lo que había más allá. Todo parecía gris y desolado desde aquella altura.

Súbitamente, el sol desgarró las nubes, y el gris se disolvió en colores vivos, verdes y pardos, los verdes de una lujuriante vegetación tropical, los pardos de vigorosos árboles y enredaderas. El grito de triunfo de Lessa fue coreado por los vítores de F'nor y las voces metálicas de los dragones. Los wherries, sobresaltados por el inusitado sonido, volaron precipitadamente en todas direcciones.

Más allá del promontorio, el terreno descendía hasta una meseta boscosa, similar a la región central de Boll. Aunque buscaron durante toda la mañana, no encontraron farallones hospitalarios aptos para instalar un nuevo Weyr. Lessa se preguntó si aquello sería un factor contribuyente al fracaso de la aventura meridional.

Desalentados, tomaron tierra en una alta meseta junto a un pequeño lago. La temperatura era cálida, pero no opresiva, y mientras F'nor y Lessa efectuaban su comida del mediodía, los dos dragones se zambulleron en el agua, para refrescarse.

Lessa estaba intranquila y le apetecían muy poco el pan y la carne. Observó que F'nor estaba inquieto, también, y lanzaba frecuentes ojeadas a los alrededores del lago.

—¿Qué podemos temer? —inquirió Lessa—. Los wherries no atacan a nadie, y los whers salvajes no se acercarían a un dragón. Estamos diez Revoluciones antes de la Estrella Roja, de modo que no puede haber Hebras.

F'nor se encogió de hombros, sonriendo tímidamente mientras guardaba su pan sin terminar en la bolsa de provisiones.

—El lugar parece tan vacío... —murmuró, mirando a su alrededor. Localizó unos frutos maduros colgando de una especie de bejucos—. Mira, eso tiene un aspecto familiar y comestible, sin dejar sabor a polvo en la boca.

Trepó ágilmente y arrancó uno de los frutos de color rojoanaranjado.

—Huele bien y parece maduro —anunció, abriéndolo diestramente. Sonriendo, entregó a Lessa el primer gajo, arrancando otro para él. Lo exhibió con aire retador—. ¡Vamos a comer y a morir juntos!

Lessa se echó a reír y levantó a su vez el gajo, devolviendo el saludo a su compañero. Mordieron la sabrosa pulpa simultáneamente. Unos dulces jugos gotearon de las comisuras de la boca de Lessa, la cual se relamió los labios apresuradamente para capturar hasta la última gota del delicioso líquido.

—¡Si morimos, moriremos felices! —gritó F'nor, arrancando más gajos.

Ambos se sintieron sutilmente tranquilizados por el experimento, y fueron capaces de hablar de su inquietud.

—Creo —sugirió F'nor— que es la falta de cavernas y la quietud absoluta de este lugar, el saber que no hay otros hombres ni animales a nuestro alrededor.

Lessa inclinó la cabeza, asintiendo.

—Ramoth, Canth, ¿no os trastorna no tener ningún Weyr?

No hemos vivido siempre en cuevas
, respondió Ramoth con cierta altanería, revolviéndose en el lago. Unas grandes olas se abalanzaron hacia la orilla, casi hasta donde estaban sentados F'nor y Lessa sobre un tronco caído.
El sol es aquí cálido y agradable, el agua refrescante. Disfrutaría mucho aquí, pero no voy a venir
.

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