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Authors: Anne McCaffrey

El vuelo del dragón (28 page)

BOOK: El vuelo del dragón
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La joven reina surgió de su cascarón y avanzó confiadamente hacia Kylara sobre las ardientes arenas. Los dragones presentes susurraron su aprobación.

—La ceremonia terminó demasiado pronto —le dijo Lessa a F'lar aquella noche, con voz decepcionada.

F'lar rió indulgentemente, permitiéndose a sí mismo una rara velada de relajamiento ahora que se había cubierto otra etapa de acuerdo con sus planes. Los habitantes de los Fuertes habían sido devueltos a sus hogares, deslumbrados e impresionados por el Weyr y por el caudillo del Weyr.

—Eso se debe a que estabas esperando este momento —observó F'lar, echando hacia atrás un mechón de los cabellos de Lessa que tapaba a medias el perfil de la muchacha. Rió de nuevo—. Ya habrás visto que Naton...

—N'ton —le corrigió Lessa.

—De acuerdo, N'ton... ha impresionado a un bronce.

—Tal como tú habías predicho —murmuró Lessa con cierta aspereza.

—Y Kylara es Dama del Weyr para Pridith.

Lessa no hizo ningún comentario, y se esforzó en ignorar la risa de F'lar.

—Me pregunto qué bronce la cubrirá —murmuró el caudillo del Weyr.

—Lo más conveniente sería que fuera Orth de T'bor —dijo Lessa, irguiendo la cabeza.

F'lar le contestó de la única manera que podía hacerlo un hombre juicioso.

Polvo crujiente, polvo negro,

Girando en el aire glacial.

Polvo perdido, polvo espacial,

De la desnuda Estrella Roja.

Lessa despertó bruscamente con la cabeza dolorida, los ojos turbios y la boca seca. Tenía la impresión inmediata de una horrible pesadilla que, de momento, escapaba a su recuerdo. Apartó los cabellos de su rostro y quedó sorprendida al descubrir que había estado sudando copiosamente.

—¿F'lar? —llamó con voz insegura. Era evidente que él se había levantado más temprano—. ¿F'lar? —volvió a llamar, en voz más alta.

Está llegando
, le informó Mnementh. Lessa captó que el dragón se estaba posando en el saledizo. Tocó a Ramoth y descubrió que también la reina había sido afectada por horribles pesadillas. El dragón hembra se despertó brevemente y volvió a sumirse en un sueño más profundo.

Desasosegada por sus vagos temores, Lessa se levantó y se vistió, renunciando al baño por primera vez desde que había llegado al Weyr.

Encargó el desayuno, y mientras lo esperaba trenzó sus cabellos con dedos hábiles.

La bandeja apareció en la plataforma en el momento en que entraba F'lar, con la mirada vuelta hacia Ramoth.

—¿Qué le pasa? —inquirió.

—La ha afectado mi pesadilla. Me he despertado empapada en un sudor frío.

—Cuando he salido a nombrar las patrullas estabas durmiendo tranquilamente. ¿Sabes una cosa? Al ritmo que están creciendo esos jóvenes dragones, son capaces ya de un vuelo limitado. Lo único que hacen es comer y dormir, y eso es...

—...lo que hace crecer a un dragón —terminó Lessa por él, y sorbió pensativamente su humeante
klah
—. Dedicarás una atención especial a sus entrenamientos, ¿no es cierto?

—¿Te refieres a evitar un inadvertido vuelo por el
inter
tiempo? Desde luego que sí —aseguró F'lar—. No quiero que unos jinetes aburridos vayan y vengan irresponsablemente —añadió, dirigiendo una significativa mirada a Lessa.

—Bueno, no fue culpa mía si nadie me enseñó a volar a su debido tiempo —replicó Lessa en aquel tono suave que utilizaba cuando estaba siendo particularmente maliciosa—. Si me hubieran aleccionado desde el día de la Impresión hasta el día de mi primer vuelo, nunca habría descubierto aquel truco.

—Es cierto —dijo F'lar solemnemente.

—¿Sabes una cosa, F'lar? Si yo lo descubrí, otros podrían descubrirlo... si es que no lo han hecho ya.

F'lar bebió, haciendo una mueca cuando el
klah
escaldó su lengua.

—No sé cómo averiguarlo discretamente. Hemos sido unos tontos al pensar que éramos los primeros. Se trata, después de todo, de una facultad congénita de los dragones, ya que de no ser así no hubieras podido hacerlo.

Lessa frunció el ceño, respiró profundamente y luego expulsó el aire, encogiéndose de hombros.

—Adelante —la estimuló F'lar.

—Bien, ¿no es posible que nuestro convencimiento acerca de la inminencia de las Hebras se deba a alguno de nuestros saltos hacia atrás, a un momento en que las Hebras estaban cayendo realmente? Quiero decir...

—Mi querida muchacha, los dos hemos analizado todos nuestros pensamientos y actos más descabellados (incluso tu sueño de esta mañana te ha trastornado, aunque no cabe duda de que se debía al vino que bebiste anoche), hasta el punto de que no reconoceríamos un presentimiento correcto si se irguiera ante nosotros y nos golpeara en pleno rostro.

—No puedo descartar la idea de que esta facultad
inter
tiempo tiene un valor fundamental —dijo Lessa enfáticamente.

—Eso, mi querida mujer Weyr, es un presentimiento correcto.

—Pero, ¿por qué?

—No por qué —rectificó F'lar enigmáticamente—.
Cuándo
.

Una idea se removió vagamente en alguna parte de su cerebro. F'lar trataba de concretarla cuando Mnementh anunció que F'nor estaba entrando en el Weyr.

—¿Qué te pasa? —le preguntó F'lar a su hermanastro, ya que F'nor estaba tosiendo y escupiendo, con el rostro intensamente enrojecido.

—Polvo... —murmuró F'nor, golpeando sus mangas y su pecho con sus guantes de cabalgar—. Mucho polvo, pero ninguna Hebra —añadió, describiendo un ancho arco con un brazo mientras movía sus dedos significativamente. Sacudió sus ajustados pantalones de piel de wher, volviendo a toser mientras de ellos se elevaba una nubecilla de fino polvo negro.

F'lar sintió tensarse todos los músculos de su cuerpo mientras contemplaba cómo el polvo flotaba hasta el suelo.

—¿Dónde has recogido tanto polvo? —preguntó.

F'nor le miró con un leve aire de sorpresa.

—Patrullando en Tillek. Todo el norte se ha visto afectado últimamente por tormentas de polvo. Pero lo que he venido... —Se interrumpió, alarmado por la rígida inmovilidad de F'lar—. ¿Qué pasa con el polvo? —inquirió, con voz ahogada.

F'lar giró sobre sus talones y corrió hacia la escalera que conducía a la Sala de Archivos. Lessa y F'nor le siguieron.

—¿Tillek, has dicho? —le preguntó F'lar a su lugarteniente. Estaba despejando la mesa para desplegar sobre ella cuatro mapas—. ¿Cuándo empezaron esas tormentas? ¿Por qué no me informaste acerca de ellas?

—¿Informar sobre tormentas de polvo? Lo que tú querías saber se refería a masas de aire caliente...

—¿Cuándo empezaron esas tormentas? —repitió F'lar, y su voz restalló como un látigo.

—Hace una semana, aproximadamente.

—¿Con cuánta aproximación?

—Hace seis días se observó la primera tormenta en las alturas de Tillek. Posteriormente se han producido en Bitra, Telgar, Crom y las Altas Extensiones —informó F'nor concisamente.

Volvió la mirada hacia Lessa, pero vio que también ella estaba absorta en la contemplación de los cuatro extraños mapas. Trató de comprender por qué habían sido superimpuestas sobre la masa de tierra de Pern las franjas horizontales y verticales, pero le resultó imposible.

F'lar estaba efectuando apresuradas anotaciones, apartando de él primero uno y luego otro de los mapas.

—Demasiado complicado para pensar rectamente, para ver con claridad, para comprender —gruñó el caudillo del Weyr para sí mismo, soltando furiosamente el estilo.

—Tú hablaste sólo de masas de aire caliente —murmuró F'nor apesadumbrado, consciente de que de algún modo le había fallado a su caudillo del Weyr.

F'lar sacudió la cabeza impacientemente.

—No es culpa tuya, F'nor, sino mía. Tenía que haberlo previsto. Sabía que era una suerte que el tiempo se mantuviera tan frío. —Apoyó sus dos manos sobre los hombros de F'nor, mirándole rectamente a los ojos—. Las Hebras han estado cayendo —anunció gravemente—. Cayendo en el aire frío, congelándose y desmenuzándose... para que el viento las dispersara en forma de motas de polvo negro.

—«Polvo crujiente, polvo negro» —citó Lessa—. En «La Balada del Viaje de Moreta», el estribillo sólo habla de polvo negro.

—En este momento no necesito que me recuerden a Moreta —gruñó F'lar, inclinándose sobre los mapas—. Ella podía hablar con todos los dragones de los Weyrs.

—¡Y yo también puedo hacerlo! —protestó Lessa.

Lentamente, como si no diera crédito a sus oídos, F'lar se volvió hacia Lessa.

—¿Qué es lo que acabas de decir?

—He dicho que puedo hablar con cualquier dragón del Weyr.

Sin dejar de mirarla, parpadeando de asombro, F'lar se sentó en el borde de la mesa.

—¿Cuánto tiempo hace que posees esa facultad especial? —logró decir.

Algo en su tono, en su actitud, hizo que Lessa enrojeciera y tartamudeara como un caballero bisoño pillado en falta.

—Yo... desde siempre, supongo. Empecé con el wher guardián en Ruatha. Y, también en Ruatha, hablé con Mnementh. Y... cuando llegué aquí, pude...

Se interrumpió, no pudiendo soportar la acusadora mirada de los ojos fríos y duros de F'lar. Acusadores y, lo que era peor, despreciativos.

—Creí que habías decidido ayudarme, confiar en mí.

—Lo siento de veras, F'lar. Nunca se me ocurrió que pudiera ser de alguna utilidad para nadie, pero...

F'lar se puso en pie de un salto, con los ojos llameantes.

—El único problema que no podía resolver era el de dirigir los escuadrones y mantenerlos en contacto con el Weyr durante un ataque, el de enviar refuerzos y pedernal a tiempo. Y tú... tú has estado ahí sentada, ocultando rencorosamente...

—¡Yo NO soy rencorosa! —gritó Lessa—. He dicho que lo sentía. Y lo siento. Pero tú tienes la fea y desagradable costumbre de no hablar con nadie de tus problemas. ¿Cómo podía yo saber que no poseías la misma facultad? Tú eres F'lar, el caudillo del Weyr, puedes hacer
cualquier
cosa. Pero eres tan malo como R'gul, porque nunca me has dicho la mitad de las cosas que yo tendría que saber...

F'lar agarró a Lessa por los hombros y la sacudió hasta que la enfurecida voz de la muchacha se apagó.

—¡Basta! No podemos perder tiempo discutiendo como chiquillos. —Enarcó las cejas, como asaltado por una brusca revelación—. ¿Perder tiempo? Eso es.

—¿Ir por el
inter
tiempo? —inquirió Lessa, con los ojos muy abiertos.

—¡
Inter
tiempo!

F'nor estaba completamente desconcertado.

—¿De qué estáis hablando?

—Las Hebras empezaron a caer al amanecer en Nerat —dijo F'lar, con los ojos brillantes y maneras decididas.

F'nor notó un extraño peso en la boca del estómago. ¿Al amanecer en Nerat? La idea del peligro llenó su cuerpo con una carga de adrenalina.

—De modo que
retrocederemos
hasta allí, por el
inter
tiempo, y llegaremos cuando las Hebras empiecen a caer, hace dos horas. F'nor, los dragones no sólo pueden ir
dónde
les dirigimos, sino también
cuándo
.

—¿Dónde? ¿Cuándo? —repitió F'nor, aturdido—. Eso podría ser peligroso.

—Sí, pero hoy salvará a Nerat. Vamos, Lessa —y F'lar dio otra sacudida a la muchacha, mezcla de orgullo y de afecto—, ordena a todos los dragones, jóvenes, viejos, todos los que sean capaces de volar. Diles que se carguen con bolsas de pedernal. No sé si podrás hablar a través del tiempo...

—Mi sueño de esta mañana...

—Es posible. Pero ahora pon en pie a todo el Weyr. —Se volvió hacia F'nor—. Si las Hebras están cayendo... estaban cayendo... en Nerat al amanecer, estarán cayendo en Keroon y en Ista ahora mismo, porque se encuentran en esa pauta de tiempo. Lleva dos escuadrones a Keroon. Haz que enciendan los pozos de pedernal. Llévate también algunos caballeros jóvenes y envíalos a Igen y a Ista. Esos Fuertes no están en peligro tan inmediato como Keroon. Te mandaré refuerzos en cuanto pueda. Y... mantén a Canth en contacto con Lessa.

F'lar despidió a su hermanastro con una palmada en el hombro. El caballero pardo estaba demasiado acostumbrado a recibir órdenes para discutir.

—Mnementh dice que R'gul es el oficial de guardia, y R'gul quiere saber... —empezó Lessa.

—Vamos, muchacha —dijo F'lar, con los ojos brillantes de excitación. Tomó sus mapas y empujó a Lessa hacia la escalera.

Llegaron al weyr en el momento en que entraba R'gul, acompañado de T'sum. R'gul estaba murmurando algo acerca de aquella movilización general.

—Hath tuvo que informarme —se quejó—. Resulta vergonzoso que tenga que ser el dragón...

—R'gul, T'sum, formad vuestros escuadrones —le interrumpió F'lar—. Cargadlos con todo el pedernal que puedan transportar, y reunidlos encima de la Piedra de la Estrella. Yo me reuniré con vosotros dentro de unos minutos. Tenemos que llegar a Nerat al amanecer.

—¿A Nerat? Soy oficial de guardia, no patrullero...

F'lar le interrumpió secamente:

—Esto no es ninguna patrulla.

—Pero, señor —intervino T'sum, con los ojos muy abiertos—, en Nerat amaneció hace dos horas, lo mismo que aquí.

—Exactamente, y es entonces cuando vamos a ir, caballero pardo. Hemos descubierto que los dragones pueden trasladarse por el
inter
temporalmente lo mismo que geográficamente. Las Hebras han caído en Nerat al amanecer. Nosotros retrocederemos por el
inter
tiempo, para eliminarlas del cielo.

F'lar no prestó ninguna atención al tartamudeo de R'gul exigiendo una explicación. T'sum, en cambio, recogió unas bolsas de pedernal y echó a correr hacia el saledizo donde le esperaba su Munth.

—¡Muévete, viejo estúpido! —le gritó Lessa a R'gul, encolerizada—. Las Hebras han llegado. Estabas equivocado al suponer que habían dejado de existir... ¡Ahora, pórtate como un dragonero! ¡O márchate al
inter
y quédate allí para siempre!

Ramoth, despertada por las alarmas, empujó a R'gul con su cabeza del tamaño de un hombre, y el ex caudillo del Weyr pareció recobrarse de su momentánea conmoción. Sin pronunciar una sola palabra, siguió a T'sum a lo largo del pasillo.

F'lar se había despojado de su pesada túnica de piel de wher y de sus botas de montar.

—Lessa, asegúrate de enviar mensajes a todos los Fuertes y artesanados. Este ataque se interrumpirá dentro de unas cuatro horas, aproximadamente. De modo que puede llegar tan al oeste como Ista, si mis cálculos son correctos. Pero quiero que todos los Fuertes estén advertidos.

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