, aceptación de una prueba con la finalidad de acceder auna nueva cima…
: para la emanación Divina.
La
. Solo, estaba solo en el desierto, entre los troncos de los tamarindos nudosos, las acacias y las palmeras, los árboles sobre la tierra arenosa y el follaje ligero de los arbustos que filtraban el pálido sol. Había atravesado el Jordán, donde había una piscina ritual tallada en la roca y cubierta por una bóveda de cañón, con dos o tres escalones para poder sumergirse en el agua pura. Había atravesado el Jordán y me había bañado en él. Me había purificado en él para la edificación de un Templo inmenso. Quería construir una morada para verlo y para ofrecer los puros sacrificios del Día del Juicio. Me bañé, como David se lavaba antes de entrar en la casa de Dios y como los esenios se lavaban en las aguas puras por la mañana y por la noche, como en un santuario sagrado.
Y escribí en las cuevas. Así había tenido lugar mi nacimiento: por aquellos que poseían la verdadera llave de las escrituras.
Ellos tenían un sueño, un proyecto: arrebatar Jerusalén de las manos de los sacerdotes impíos y construir un Templo para las generaciones futuras en el que el Servicio Divino sería realizado por los sacerdotes de la secta, los descendientes de Zadok y de Aarón.
Sabían entonces que empezaban largos años de exilio para su pueblo. Pero también sabían que llegaría el día en que el pueblo volvería a su tierra y el Templo había de ser el lugar en el que los que se habían dispersado se reunirían de nuevo.
Sí, sabían que llegaría el día en que sería necesario reconstruir el Templo a partir de la nada, a partir de un grano de arena, de un punto; a partir de él, del punto.
. El soplo de los perfumes y del incienso aromático en el Templo en que se elevaba la nube, visible e invisible para toda la Casa de Israel que había venido al Templo reconstruido para subir y purificarse. En el corazón del Templo se encontraba el Santo en que ardía el incienso de trece perfumes deliciosos, donde reinaba la espléndida Menora, y la mesa de proposición en la que se habían colocado los doce panes; en el corazón de ese corazón se encontraba el sanctasanctórum, separado del Santo por un velo de cuatro colores.
Y en las fiestas de peregrinación estaba allí, entre el olor de las maderas de cedro precioso, para ofrecer un carnero en sacrificio; y entre las palmas, para la fiesta de las cabañas; y entre el eco de los cantos de los que ascendían en procesión desde la piscina de Siloé, a donde habían ido a recoger el agua para el Templo con los miles y miles de peregrinos. Allí, en el Templo, había estado en la boca de los esenios: ellos eran los elegidos de la benevolencia divina, los encargados de expiar las culpas del mundo y de hacer recaer las sanciones sobre los impíos, eran el último muro, la preciosa piedra angular cuyos cimientos jamás vacilarían. Allí, en las rocas, se encontraba la morada suprema de la Santidad, la Morada de Aarón en la que se hacían las ofrendas de agradable olor, y allí estaba la Casa de la perfección y de la verdad en Israel para establecer la Alianza según los preceptos eternos. Y los Numerosos habían sido designados para conservar en sus corazones la llama del Templo.
Esperaban que llegara Él, Aquel que luchará contra los Hijos de las Tinieblas. Decían así:
Y tomará su ejército
irá a Jerusalén
entrará por la puerta Dorada
reconstruirá el Templo
como lo habrá visto en la visión que ha tenido,
y el Reino de los cielos
tan esperado
vendrá por él
el salvador
que será llamado
el León.
Waw.
Entonces me volví hacia el altar. Tomé carbones ardientes con los que llené el incensario, y un puñado de incienso en polvo. Puse el incienso sobre el fuego y su vapor cubrió el propiciatorio. Luego tomé la sangre del toro y con mi dedo formé siete trazos sobre el propiciatorio.
—¡Dios sea alabado! —dijo Levi—. El pueblo que andaba en las tinieblas verá una gran luz. Ha sido una larga espera para acceder al Reino de Dios.
Todos esperaban que lo hiciera: que pronunciara el Nombre. Todos menos Jane, que me miraba.
Entonces lo dije.
Los textos de los pergaminos del mar Muerto fueron traducidos al francés por M. Salomón Messas.
Eliette Abécassis, el 27 de enero de 1969, Eliette Abécassis nace en Estrasburgo, en una familia judia sefardí de origen marroquí. Su padre, Armand Abécassis, profesor de filosofia en la Facultad de Burdeos, es uno de los mayores pensadores contemporaneos sobre el tema del judaísmo. Es el autor de la obra Pensamiento judio. Crece así, Eliette siendo muy practicante en un ambiente de religión y cultura judías.
En 1993, consigue la licenciatura en filosofía en la Facultad Herni IV de París y en 1996 publica su primera novela
Qumrán
. Una novela policiaca metafísica, donde un joven judio ortodoxo investiga sobre unos misteriosos homicidios relacionados con la desaparición de manuscritos del Mar Muerto. Tendra un éxito inmediato. Se venden más de 100,000 ejemplares y el libro se traducirá en 18 idiomas. Un año después publica
El oro y la ceniza
y comienza a impartir clases de filosofía en la facultad de Caen. En 1998 se traslada durante seis meses al barrio ultra-ortodoxo de Mea Shearim en Jerusalen, para escribir el guión de
Kadosh
, una película israelí de Amos Gital que fue nominada en el Festival de cine de Cannes para el mejor guión. En esta historia se inspiró para su novela
La repudiada
(2000). En marzo de 2001 recibe el premio de los Escritores Creyentes (concurso creado en Francia en 1979) y en junio de ese año se casa en Jerusalén.
En la actualidad, compagina su labor como profesora de Filosofía en un instituto de la localidad francesa de Caen con su actividad literaria.
Trilogía de Qumrán