El Cortejo de la Princesa Leia (32 page)

Su voz resonó en sus oídos. El silencio del dormitorio hizo que le pareciera un poco más sonora que de costumbre, pero Han no la encontró desagradable.

Se levantó del colchón de paja moviéndose lentamente y carraspeó para aclararse la garganta.

—¿Qué pasa? —preguntó—. ¿Qué estás haciendo ahí fuera?

Leia se llevó un dedo a los labios y bajó la vista hacia el acantilado.

—Ven —susurró.

Han se apresuró a reunirse con ella, sintiéndose un poco nervioso. Leia estaba tan descansada y tranquila que no parecía la misma de siempre. Han se preguntó si era sólo la oscuridad que agrandaba sus pupilas la que hacía que sus ojos parecieran tan enormes y líquidos. Leia le cogió la mano. Sus dedos estaban fríos, y tenían más callosidades de lo que él recordaba. Fue hacia el borde del parapeto con él.

—Ven conmigo —dijo alzando la voz—. No dejaré que caigas.

Empezó a cantar suavemente balanceándose de un lado a otro en una lenta danza, y Han sintió como si una manta de lana cayera sobre su mente ahogando sus pensamientos y envolviéndolos en su calor. Leia dio un paso hacia adelante y quedó suspendida en el aire, y Han pensó que debería sentirse sorprendido, pero sin que supiera muy bien por qué le parecía totalmente natural que Leia estuviera flotando sin que sus pies tuvieran ningún apoyo. Han quería seguirla, pero de repente se le formó un nudo en la garganta y sintió que le ardía el rostro, y un instante después se le empezaron a doblar las rodillas.

—No tengas miedo —susurró Leia—. El suelo no está tan lejos como parece... No dejaré que caigas.

Las rodillas de Han parecieron recobrar una parte de la fuerza que habían perdido de repente, y la sensación de calor que le quemaba las mejillas y las orejas se debilitó un poco. Dio un cauteloso paso hacia adelante.

Una silueta borrosa envuelta en pieles surgió de la oscuridad de la abertura que había detrás de ellos. El acero de una vibro-hoja zumbó en el aire y bajó velozmente hacia el rostro de Leia, y Leia gritó y cayó, agarrándose a la muñeca de Han y arrastrándole por encima del parapeto. Entonces Han comprendió de repente el peligro que estaba corriendo. Se echó hacia atrás en un puro acto reflejo, y Leia cayó gritando a las rocas que había doscientos metros más abajo.

La silueta vestida de negro empujó a Han al suelo, desenfundó un desintegrador y empezó a disparar contra la cara del risco. Había mujeres trepando por el muro de roca, aferrándose de una manera imposible a él como si fuesen arañas. Todas tenían los rasgos de Leia. Han dejó escapar un jadeo ahogado y vio cómo las mujeres retrocedían a toda velocidad, saltaban al vacío y flotaban hasta el suelo sin sufrir ningún daño. Más centinelas corrieron a los parapetos y empezaron a disparar. Unos segundos después las Hermanas de la Noche ya habían desaparecido.

La mujer que le había salvado echó hacia atrás su capuchón y se quedó inmóvil, jadeando envuelta en la nube de humo azul claro y olor a ozono que brotaba del cañón de su desintegrador.

—Sabía que vendrían a por ti —dijo Leia. Le miró de soslayo, y aquel fuego tan peligroso que ardía en sus ojos y la seguridad con la que empuñaba su desintegrador fueron lo único que le permitió estar seguro de que se encontraba ante la verdadera princesa—. Volverán.

Capítulo 17

A la mañana siguiente Isolder estaba sentado junto a la hoguera cocinando unos huevos de lagarto. El príncipe alzó la mirada hacia las paredes de la caverna y contempló las siluetas de mujeres pintadas con círculos y líneas que bailaban sobre las rugosidades de la piedra. El humo que brotaba de la hoguera se iba acumulando en el techo de la caverna formando una ominosa nube azulada. El sol acababa de salir, y los primeros haces de claridad llenos de motitas y partículas de polvo se abrían paso a través de los esbeltos árboles. Un lagarto anfibio de color verde hinchó sus branquias en un árbol cercano y emitió una especie de bufido entrecortado.

Teneniel se removió en el fondo de la caverna y se incorporó apoyándose en un codo.

—Gracias por haberte quedado a mi lado —dijo, parpadeando para acabar de despertarse.

—No ha sido nada —dijo Isolder.

—Podrías haber huido —replicó Teneniel en voz baja y suave.

Isolder asintió y clavó la mirada en las llamas para no tener que ver la gratitud que brillaba en los ojos de la joven. Teneniel parecía estar un poco pensativa. Los focos de Erredós iluminaron repentinamente el rincón en el que se había colocado cuando el pequeño androide aumentó la salida de energía para la actividad diurna. Erredós examinó la caverna, y emitió un silbido seguido por un campanilleo.

—Tu amigo metálico quiere saber dónde está Luke —dijo Teneniel pasados unos momentos.

Isolder sintió que un escalofrío le recorría la columna vertebral. Al parecer, cada vez que se daba la vuelta Luke o Teneniel llevaban a cabo una nueva proeza sobrehumana. Su primer encuentro con Teneniel había tenido lugar en el río, donde la joven había bailado a su alrededor entonando con voz suave y tímida una delicada melodía, y luego le había alargado una cuerda. Isolder había pensado que quizá fuera alguna costumbre de aquel planeta, y cuando extendió la mano para coger la cuerda vio cómo ésta volaba por el aire y le envolvía tan deprisa que por un momento creyó que era una serpiente en vez de una cuerda. Después Teneniel le metió una mordaza en la boca antes de que a Isolder se le pudiera pasar por la cabeza la idea de gritar. Más avanzada la tarde había visto el bosque devastado donde Teneniel se había enfrentado a las tropas de Zsinj: los árboles habían perdido las hojas y la corteza, e incluso el suelo había quedado lleno de surcos. Además de todo aquello, la joven acababa de traducirle un código cibernético. Estar en presencia de unos seres que poseían tal poder hacía que Isolder sintiera escalofríos.

—Luke ha ido a llenar las cantimploras, y volverá dentro de un momento. ¿Qué distancia nos falta por recorrer antes de encontrar a tu clan?

Isolder dio la vuelta a los huevos y escuchó cómo crujían y siseaban.

Teneniel se levantó, envolvió su cuerpo desnudo en la túnica y fue hacia el fuego. Isolder pensó que se sentaría junto a las llamas para calentarse, pero la joven se inclinó hacia adelante y le tomó el mentón entre las manos, y después le besó los labios con una cautelosa ternura. Isolder quedó tan sorprendido que no retrocedió. Ninguna mujer de Hapes le había tratado jamás de aquella manera tan despreocupadamente imperiosa e irresistible. De hecho, las mujeres que le rodeaban siempre se habían mostrado respetuosas pero distantes. Cuando hubo acabado de besarle, Teneniel se echó un poco hacia atrás y se lamió los labios como si quisiera averiguar qué sabor tenía Isolder.

—Eres muy apuesto —dijo—. Ojalá fueras Luke, y no un hombre corriente.

Isolder tuvo que pensar durante unos momentos antes de responder. Era el príncipe de los mundos escondidos y nunca le habían tratado de «hombre corriente», pero había podido ver con sus propios ojos el poder de aquella joven en acción y comprendió cómo era posible que tuviese ese concepto de él.

—Luke es..., es un buen hombre... Es un gran hombre —dijo—. Entiendo muy bien que te guste.

—Me he pasado la noche soñando con él —dijo Teneniel—. Nunca podrías ocupar su lugar en mi corazón.

Sus palabras le parecieron tan extrañas que Isolder comprendió de repente que había algo oculto debajo de ellas, algo más de lo que había percibido en un principio. Luke entró en aquel momento.

—Ya he llenado las cantimploras, y el camino parece despejado —dijo—. Es hora de irnos.

Isolder desprendió los huevos de aspecto gomoso de la sartén y sirvió unos cuantos a Luke y a Teneniel. La joven arrugó la nariz con repugnancia, pero Luke los aceptó de buena gana.

—Son bastante sabrosos —dijo—. Deberías probarlos.

—No sé qué coméis en vuestros mundos —dijo Teneniel—, pero está claro que no sabéis cocinar.

La joven no comió ni un bocado de los huevos.

Levantaron el campamento y avanzaron un kilómetro por el bosque hasta llegar a un sendero de gravilla bastante ancho que se alejaba hacia el norte y hacia el sur. Teneniel les guió en dirección sur durante cuatro kilómetros a lo largo del sendero, y después tomó por un camino mejor que iba en dirección este siguiendo un río. A mediados de la mañana llegaron a un valle donde la neblina trepaba por las laderas de las montañas. Teneniel les guió por un serpenteante camino de piedra que aún estaba mojada debido a la lluvia de la noche. Cogió a Isolder de la mano y no se la soltó durante el resto del trayecto, como si Isolder fuera un colegial que podía caerse por el acantilado en cualquier momento. Cuando llegaron a lo alto del camino Isolder pensó que habían entrado en un valle de piedras que tenían formas muy extrañas, pero en cuanto empezaron a avanzar por entre la neblina vio a las brujas, siluetas oscuras que se alzaban entre los vapores blanquecinos montadas sobre monstruos que parecían hechos de sombras borrosas.

Isolder se detuvo para contemplar a las mujeres ataviadas con sus capas de complejos bordados, túnicas iridiscentes de cuero escamoso y cascos llenos de adornos. La unidad R2 de Luke empezó a lanzar débiles gemidos y se estremeció con un ruidoso tintineo metálico. Teneniel sujetó con más fuerza la muñeca de Isolder y tiró apremiantemente de él, y Luke les siguió.

Cuando pasaron por entre las monturas inmensas como monolitos, las mujeres bajaron la vista hacia Isolder y dejaron escapar un prolongado grito que parecía un ulular, y algunas sonrieron a Teneniel y se rieron. El significado del parloteo y los gritos no podía estar más claro para Isolder. Aquellas mujeres habían acogido su presencia con tanto entusiasmo como si Isolder fuese un artista de cabaret que se disponía a deleitarlas quitándose la ropa ante ellas.

Teneniel les llevó hasta una explanada, y después subieron por un tramo de escalones que conducía hasta una fortaleza de piedra en la que se veían las señales dejadas por alguna batalla. Al parecer su presencia estaba creando alguna clase de conmoción, pues ya tenían toda una multitud detrás.

Una anciana salió por las puertas de la fortaleza. Llevaba un báculo de madera dorada con una gran gema blanca cerca de un nudo en el extremo superior del báculo.

—Bienvenida, Teneniel, hija de mi hija —dijo la anciana—. Han pasado meses desde la última vez que nos visitaste. ¿Encontraste lo que buscabas?

—Sí, abuela —dijo Teneniel sin soltar la muñeca de Isolder, y puso una rodilla en tierra—. Estaba cazando cerca de los viejos restos que hay en la garganta del desierto guiada por una visión, y estuve allí hasta que casi sucumbí a la desesperación. Pero capturé a este hombre de las estrellas, y le reclamo como mi esposo. —Alzó la muñeca de Isolder—. ¡Se llama Isolder, y viene del planeta Hapes!

Isolder estaba perplejo. Logró bajar la muñeca y dio un paso hacia atrás, pero las mujeres que le rodeaban se apiñaron a su alrededor lanzando murmullos de admiración.

—Todas tus hermanas ven a este hombre —dijo la anciana—. ¿Alguna de vosotras discute que sea propiedad de Teneniel?

La repentina tensión en la postura de Teneniel indicó a Isolder que se trataba de un momento peligroso. La anciana escrutó los rostros de la multitud mientras Isolder contemplaba a las mujeres guerreras. Muchas de ellas mostraban abiertamente su envidia y tenían el ceño fruncido, y otras le observaban con sonrisas maliciosas y con un franco anhelo.

—¡Yo! —dijo Isolder al ver que nadie hablaba.

La anciana retrocedió un paso.

—¿Estás afirmando que alguna otra hermana del clan de la Montaña del Cántico es tu propietaria?

—¡Me acompañó sin ofrecer ninguna resistencia! —gritó Teneniel—. ¡Podría haber escapado, pero se entregó a sí mismo!

Su voz estaba impregnada de un dolor tan grande y en su rostro había tal expresión de pena al verse traicionada de aquella manera que Isolder no supo cómo responder a sus palabras.

—Yo... ¡Yo sólo quería ayudarte! —dijo volviéndose hacia la anciana para que mediara en calidad de arbitro—. Estaba herida. ¡Sólo quería ayudar a cuidarla!

Leia apareció por el umbral de piedra vestida con una túnica de escamas rojas que brillaban y centelleaban.

—¿Isolder? ¿Luke? —llamó.

Isolder sintió que su corazón estaba a punto de estallar dentro de su pecho.

Logró emitir un grito ahogado, y Leia corrió hacia él y le abrazó.

—¿Estás bien? —preguntó Isolder.

—Estupendamente —dijo Leia—. No puedo creer que hayas recorrido tanta distancia en mi búsqueda... ¡Y apenas puedo creer que me hayas encontrado! Oh, Luke... —exclamó, y abrazó al Jedi.

Isolder les contempló con cierta perplejidad durante unos momentos. Nunca había imaginado que existiera una relación tan íntima entre ellos.

—¿Conoces a este hombre? —le preguntó la anciana a Leia—. ¿Es tu esclavo?

—No, Augwynne —dijo Leia, separándose un poco de Isolder y Luke—. Es un amigo. En el sitio del que vengo no tenemos esclavos.

Augwynne reflexionó en silencio durante unos momentos.

—Bien, entonces Teneniel le capturó de la manera prescrita por la ley —dijo por fin—. Este hombre le pertenece.

—En una ocasión Isolder me salvó la... —empezó a protestar Leia, y se tensó cuando Augwynne la hizo callar con una mirada.

—¿Cómo? —exclamó Augwynne—. ¿Pretendes conseguir su libertad mediante el mismo argumento que utilizaste para conseguir la de Han Solo?

—Fuimos atacados —dijo Leia—. Isolder me salvó.

Augwynne la miró fijamente.

—Pareces un poco insegura de ti misma —dijo con escepticismo—. ¿A qué se debe eso? ¿Estás diciendo toda la verdad?

—Fue un combate muy breve —contestó Leia de mala gana y con voz abatida—. No estoy segura de contra quién disparaban nuestros atacantes, y no sé si querían acabar conmigo o con Isolder.

—Te agradezco que hayas sido sincera —dijo Augwynne, y le acarició la mano.

Después se volvió hacia Luke.

—¿Y qué hay de éste? —le preguntó a Teneniel—. No es feo, desde luego... ¿También le tomarás como esclavo?

—¡Me salvó la vida! —exclamaron al unísono Leia y Teneniel.

—Es un hombre capaz de lanzar hechizos, un Jedi muy poderoso —añadió Teneniel un instante después—. Mató a la Hermana de la Noche Ocheron.

En cuanto oyeron esas palabras muchas hermanas del clan dejaron escapar siseos ahogados y retrocedieron un poco mientras contemplaban a Luke con escepticismo, y algunas empezaron a hablar entre ellas utilizando su idioma. Las miradas cautelosas, los fruncimientos de ceño y los murmullos hicieron comprender a Isolder que había muchas cosas que ignoraba de aquella situación. Casi parecía como si la presencia de Luke les resultara... portentosa.

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