Read El Cortejo de la Princesa Leia Online
Authors: Dave Wolverton
Si se volvía hacia las puertas abiertas Han podía ver grandes nubarrones de tormenta que se acumulaban en la lejanía y el destellar de los rayos entre ellos. Las estrellas ardían con intensa brillantez sobre las montañas cubiertas de árboles.
Las brujas reían a su alrededor y enseñaban hechizos a sus hijas entre las sombras. Las jóvenes vestían camisas y pantalones de pieles sin adornar, y no los trajes muy complejos de las brujas que ya habían recibido todo su adiestramiento; pero estar con sus hijas hacía que las brujas parecieran más despreocupadas y cariñosas. Se habían quitado los tocados y los cascos, y se habían soltado los cabellos dejando que cayeran sobre sus hombros y espaldas. Sin su indumentaria de guerreras al completo no resultaban tan impresionantes, y su nueva apariencia hacía que a Han le recordaran más un grupo de campesinas que otra cosa.
Los esposos de las brujas trabajaban en silencio. Vestían túnicas tejidas con fibras vegetales, y servían la cena a las mujeres haciendo tan poco ruido que Han casi tuvo la impresión de que se comunicaban telepáticamente.
Augwyinne estaba sentada cerca de Han y Leia para poder hablar con ellos sin necesidad de levantar la voz, y se había dado cuenta de la frecuencia con que Han volvía la mirada hacia la tormenta en la lejanía.
—No te preocupes —le dijo—. No es más que Gethzerion agitándose en su furia impotente, pero está demasiado lejos. Esta noche no habrá ninguna tormenta de la Fuerza.
—¿Gethzerion está causando todos esos rayos? —preguntó Cetrespeó, y sus ojos se iluminaron de repente—. Vaya, me pregunto cuánta energía podrá llegar a producir...
Augwyinne contempló la distante masa de nubes sin inmutarse, y una rama deslumbradora de relámpagos anaranjados terminada en muchas lenguas subió hacia el cielo, como si hubiera surgido de la nada expresamente para que ella pudiese verla.
—Oh, es muy poderosa y está muy irritada, pero no vendrá esta noche. Está reuniendo a todas las hermanas de su clan y no hará nada contra nosotras hasta que hayan llegado todas.
»Bien —dijo después como si quisiera cambiar de tema—, ese título de propiedad de Dathomir que enseñaste... ¿Realmente vale algo?
—Valdrá mucho cuando la Nueva República reconquiste este sector —dijo Leia.
—¿Y cuándo ocurrirá eso? —preguntó Augwyinne.
—Bueno, es una pregunta bastante difícil de responder —dijo Han lanzando nerviosos vistazos al cielo—. Podría ocurrir dentro de tres meses, y podría ocurrir dentro de tres décadas; pero lo que sí es seguro es que acabará ocurriendo. Zsinj es un gran guerrero, pero no es un buen gobernante. Cuanto más daños causemos a sus flotas, más deprisa se le irán escurriendo los planetas de entre los dedos. En cuanto sus comandantes vean que vacila y empieza a debilitarse, todos se lanzarán sobre su garganta.
Chewbacca indicó que estaba de acuerdo lanzando un rugido lleno de confianza.
—Chewie cree que Zsinj caerá antes de que haya transcurrido un año —dijo Cetrespeó—. Pero mis programas indican que si las cosas siguen como hasta ahora, Zsinj podría aferrarse a su poder durante un período de tiempo considerablemente más largo. Calculo que su caída se producirá dentro de catorce coma tres años.
—Creo que el cálculo de Chewie está más cerca de la realidad —dijo Han—. Pero la situación podría seguir siendo bastante difícil durante algún tiempo después de la caída de Zsinj.
—¿Cómo puedo comprarte este planeta? —preguntó Augwyinne de repente, y su voz estaba llena de excitación—. ¿Valoras el oro y las gemas? Hay grandes cantidades de ambas cosas en las montañas.
El silencio se adueñó repentinamente de la sala a su alrededor en cuanto las brujas que estaban más cerca se callaron para poder oír la respuesta de Han.
Leia lanzó una maliciosa mirada de soslayo a Han, obviamente esperando a que fijara su precio.
—Bueno... —dijo Han en tono vacilante—. Soy propietario de todo lo que hay en este planeta, por lo que en realidad ese oro y esas gemas ya me pertenecen. El planeta está valorado en tres mil millones de créditos. Eso sólo en concepto de propiedad inmobiliaria, naturalmente, y no incluye todas las mejoras: edificios, instalaciones...
Augwyinne estudió su rostro en silencio durante unos momentos y acabó asintiendo sin haberse dado cuenta de que Han bromeaba. Después contempló los rostros de sus hermanas.
—Las mujeres del clan de la Montaña del Cántico no tenemos dinero —dijo—, pero te ofreceríamos nuestros servicios como pago. Dime tres cosas que desees, y te concederemos tus deseos si se halla dentro de los límites de nuestro poder el hacerlo.
—Bien... —dijo Han, y su mirada recorrió los rostros expectantes de las brujas. No había olvidado lo que le había dicho Damaya hacía unas horas. Aquellas brujas no eran sus enemigas, pero tampoco habían decidido ser sus aliadas. Eso era algo que sólo podría conseguirse pagando un precio, y por fin habían decidido en qué moneda se pagaría. Aun así, Han no se las estaba tomando demasiado en serio—. Lo primero que deseo es poder salir de este planeta. —Alzó los ojos hacia las bóvedas del suelo de piedra—. Después supongo que me gustaría una cierta cantidad de ese oro y esas gemas de las que has hablado..., digamos que todo lo que pudiera transportar un rancor adulto. Y en último lugar... Bueno, si puedes convencerla de que acceda, quiero la mano de Leia en matrimonio.
Augwyinne miró a Han y Leia y asintió con expresión pensativa.
—Leia nos dijo que pedirías esas tres cosas —murmuró la anciana—. El clan de la Montaña del Cántico hará todo lo que pueda para satisfacer el precio que has solicitado, pero Leia no forma parte del trato. No podemos obligarla a que contraiga matrimonio. Tendrás el oro y las gemas al amanecer. Tres hermanas se han puesto en camino en este mismo instante para traer tu nave, a fin de que tú y el woka peludo podáis repararla.
—¡Eh, un momento! —exclamó Han, comprendiendo que había hablado con demasiada precipitación y sin darse cuenta de que la propuesta de las brujas iba totalmente en serio.
—¡Demasiado tarde, Han! —se burló Leia—. ¡Acabas de vender un planeta!
Han abrió la boca para protestar y Chewie lanzó un gruñido, pero Augwyinne alzó una mano.
—No lamentes el precio que has fijado, Han Solo —dijo—. Las hermanas del clan de la Montaña del Cántico lo pagarán sin rechistar aunque el hacerlo nos cueste muchas vidas. Gethzerion quizá se enfrente a nosotras con la esperanza de capturarte y hacerse con tu nave, y ésa es la razón por la que la tormenta de la Fuerza está haciendo estragos ahora mismo en el desierto. Pero ya hemos discutido tus condiciones, y las hemos aceptado.
«Ya hemos discutido tus condiciones...» Bien, eso explicaba el por qué Leia había pasado tanto tiempo con ellas mientras Han estaba trabajando en los campos. Las brujas le habían sacado toda la información posible y habían tramado planes para quedarse con su planeta, y habían accedido a enfrentarse a las Hermanas de la Noche para protegerle. Probablemente incluso lo habían calculado todo hasta el segundo para que Han y las Hermanas de la Noche coincidieran en aquella sala, con el objetivo de que Han pudiera ver cómo era su oposición. En otras palabras, que le habían manipulado desde el primer momento. Estaba claro que Augwyinne era muy astuta.
—¿Y qué haríais suponiendo que fuerais propietarias del planeta? —preguntó.
—Venderíamos tierra a los colonizadores —respondió Augwyinne— y contrataríamos maestros para que vinieran a nosotras desde las estrellas. Nos uniríamos a la Nueva República, y aprenderíamos a vivir como vosotros para que con el paso del tiempo nuestros hijos e hijas dejaran de ser exiliados que han de vivir en estas colinas duras e inhóspitas.
Al parecer lo tenía todo planeado. De hecho, y después de oír hablar a Augwyinne, Han tuvo la impresión de que Leia quizá hubiera hecho alguna labor de reclutamiento antes de que le trajeran de los campos.
—Disculpe, pero desearía hacerle una pregunta —dijo Cetrespeó—. ¿Cómo van a traer la nave?
—Las hermanas se llevaron tres rancors —dijo Augwyinne—. Cortarán unos cuantos árboles y harán una plataforma que pueda arrastrarse, y después remolcarán la nave hasta aquí. Lanzaremos un hechizo y la haremos subir hasta la montaña, donde podremos ocultarla mientras trabajáis en ella. ¿Crees que nuestro plan dará resultado?
—Sí, supongo que sí —dijo Han, nuevamente cogido por sorpresa. La idea de vender su planeta no le resultaba demasiado agradable, pero teniendo en cuenta el problema de las Hermanas de la Noche y pensándolo bien, empezó a sospechar que quizá fuese la mejor oferta que podía aspirar a obtener—. Si los rancors son tan grandes como los que he visto hasta ahora... Sí, tres o cuatro podrían remolcar la nave. Pero no quiero que llegue aquí con más abolladuras de las que ya tiene, ¿entendido?
Augwyinne frunció los labios y le estudió con expresión pensativa.
—Nuestras hermanas ya estarán de regreso con la nave para cuando amanezca —dijo—. Debo advertirte de que correréis un gran peligro. Gethzerion sabe que tienes una nave estelar, y hará lo que sea para apoderarse de ella. Lo menos que podemos esperar de ella es que envíe a las Hermanas de la Noche para capturarla.
—¿Cuánto tiempo tardará en llegar ese ataque, suponiendo que las Hermanas de la Noche planeen atacarnos? —preguntó Leia.
—Las Hermanas de la Noche son muy cautelosas —respondió Augwyinne—. Creo que sólo lanzarán un ataque a gran escala si creen que sus fuerzas combinadas pueden aplastarnos. Hemos lanzado hechizos para averiguar cuáles son sus planes. En estos momentos, algunas hermanas se encuentran dispersas y están volviendo a la ciudad. Creo que se pondrán en movimiento lo más pronto posible en cuanto hayan llegado. Quizá dispongamos de tres días. Tendréis que reparar vuestra nave y haber partido antes de que termine ese plazo.
—¿O de lo contrario...? —preguntó Han.
—De lo contrario podríamos morir todos —dijo gravemente Augwynne—. Si las Hermanas de la Noche atacan, no creo que nuestro clan sea capaz de resistir su acometida. Hay una docena de clanes más en las montañas, pero incluso el más próximo se encuentra a cuatro días de marcha. He enviado corredores a las hermanas del Río Enfurecido y a los clanes de las Colinas Rojas pidiéndoles ayuda, pero sólo llegará después de que nos hayamos retirado. ¡Debéis iros antes de que las Hermanas de la Noche puedan atacar!
Han miró a Chewie, Leia y Cetrespeó. Esta vez sí que les había metido en un auténtico lío. La mejor solución para el clan sería que Han se limitara a volar la nave en mil pedazos para que Gethzerion no tuviera ninguna razón que le impulsara a querer capturarle. Pero si lo hacía, entonces quizá nunca consiguieran salir del planeta. Han podía enfrentarse a la perspectiva de quedar atrapado en Dathomir, pero ¿qué sería de Chewbacca? El wookie tenía una familia, y aunque se quedaría allí si Han se lo pedía, Han no podía exigirle aquella clase de sacrificio. ¿Y Cetrespeó? Sin sus baños de aceite y sus repuestos, dejaría de funcionar antes de que hubiera transcurrido un año. Y también estaba Leia, naturalmente... Han la había obligado a ir hasta allí en contra de su voluntad, y precisamente por eso se sentía obligado a sacarla de Dathomir; pero a pesar de ello, Han también sabía que Leia nunca pondría su libertad por encima de las vidas de otras personas.
Han permaneció inmóvil con las piernas cruzadas delante de él, puso las manos sobre las rodillas y se frotó los ojos. «He cubierto muy bien mis huellas —pensó—, pero alguien acabará encontrándonos tarde o temprano.» Omogg podía sospechar dónde había ido. La drackamariana era muy lista, e incluso podía llegar a vender esa información a algunos cazadores de recompensas. Han estaba seguro de que la Nueva República pondría precio a su cabeza. Alguien acabaría viniendo en su busca, y quizá aún quedara alguna esperanza de salir de aquel planeta.
—Bueno, la verdad es que la idea de que Gethzerion intente escapar del planeta en mi nave me gusta tan poco como a ti —admitió—, pero quizá deberíamos entregársela.
Chewie soltó un rugido.
—No podemos poner una nave en manos de Gethzerion —dijo Augwyinne—. Es demasiado poderosa, y no se le puede conceder acceso a las estrellas.
—Augwyinne me ha informado de unas cuantas cosas, Han —dijo Leia—. Creo que incluso el mismísimo Emperador temía a las Hermanas de la Noche, y por eso dictó el interdicto sobre este planeta. Hace años creó una pequeña colonia penal en Dathomir sin saber nada sobre las Hermanas de la Noche. Cuando se enteró de su existencia, destruyó las pistas de aterrizaje del planeta mediante un bombardeo orbital, y dejó abandonados en Dathomir a centenares de sus propios hombres junto con los prisioneros porque prefería eso a correr el riesgo de que Gethzerion escapara. Hasta ese punto llegaba el miedo que le inspiraba Gethzerion, ¿comprendes?
»Esas naves de guerra que hay sobre nuestras cabezas fueron colocadas allí para mantener a la gente atrapada en esta bola de roca, cierto, pero también para aislar el planeta. Ahora Zsinj controla este sector, y él también está asustado. Los imperiales que quedaron abandonados en la prisión quizá aún acaben siendo capaces de construir una nave, y Zsinj tiene que mantenerse alerta ante esa posibilidad.
Han suspiró.
—Quizá sería mejor volar el
Halcón
en mil pedazos —dijo—. Entonces Gethzerion ya no tendría ninguna razón para venir a por nosotros.
—No hay que rendirse nunca ante el mal, y nunca hay que hacerle concesiones —dijo Augwyinne—. Ésa es nuestra ley más antigua, y la más sagrada. Cuando obramos de esa manera ante el mal y por pequeña que sea la concesión, lo alimentamos y entonces se vuelve más fuerte. Gethzerion ha llegado a ser tan poderosa porque los clanes hemos dejado que transcurriera demasiado tiempo sin desafiarla. Deberíamos habernos enfrentado a ella hace años, cuando vimos en qué se estaba convirtiendo, pero siempre albergamos la esperanza de que podríamos convencerla para que cambiara. Si hemos de luchar contra ella ahora, lo haremos porque es lo correcto y lo que debemos hacer. En cuanto a ti, debes reparar tu nave y marcharte, y en tu caso eso es lo correcto y lo que debes hacer. Yo haré cuanto esté en mis manos para protegerte.
Han buscó en su bolsillo, sacó el título de propiedad de Dathomir y se lo alargó a Augwynne.
—Toma, quédate con esto —dijo.
En ese momento Han se preguntó cómo podía haberse engañado a sí mismo hasta el extremo de creer que Leia escogería un esposo basándose en la cantidad de bienes materiales que pudiera ofrecerle.