El Cortejo de la Princesa Leia (28 page)

—Nos están persiguiendo, ¿verdad? —preguntó el hechicero.

Teneniel asintió, estudió el paisaje y se limpió el sudor de la frente.

—¡Libérame! —le rogó el hechicero con voz apremiante—. Sea cual sea el peligro que nos acecha, yo puedo ayudarte.

Teneniel le observó con expresión dubitativa. Nunca había conocido a alguien de otro mundo en quien pudiera confiar, pero si el hechicero ni tan siquiera sabía qué estaba persiguiéndoles, entonces quizá tampoco supiera nada sobre las Hermanas de la Noche y sus lacayos de la prisión imperial. O quizá estaba aliado con las Hermanas de la Noche y se limitaba a fingir ignorancia...

—Si te libero las manos, ¿me prometes que no te escaparás? —preguntó Teneniel.

El esclavo más apuesto se retorció y volvió la cabeza hacia ellos para poder escucharles mejor.

—¿Qué harás conmigo si me quedo a tu lado? —preguntó el hechicero a su vez.

—Te llevaré a mi clan —dijo Teneniel, y no mentía—. Todas mis hermanas podrán ver que te he capturado limpiamente y según las reglas. En cuanto hayas quedado registrado como propiedad mía, vivirás en mi cabaña y me darás hijas. ¿Estás de acuerdo en lo que te propongo?

Teneniel contuvo el aliento. El acuerdo que le estaba ofreciendo no podía ser más ventajoso para él.

—No puedo estar de acuerdo —replicó el hechicero—. Apenas te conozco.

—¿Qué? —exclamó Teneniel—. ¿Acaso soy tan fea que prefieres ser capturado por las Hermanas de la Noche? ¿Prefieres tener descendencia con una de ellas y ver cómo tus hijas aprenden a dominar sus hechizos?

—Yo... No sé qué son las Hermanas de la Noche —dijo el hechicero, pero sus ojos azules estaban muy abiertos a causa del miedo, y su voz sonaba tensa.

—Puedes sentir su proximidad, ¿no? —preguntó Teneniel—. ¿Acaso no es suficiente con eso? Serás un reproductor muy valioso. ¿Quién ha oído hablar jamás de un hombre capaz de lanzar hechizos? No permitiré que caigas en sus manos... No permitiré que ninguno de nosotros caiga en sus manos, ¿entiendes? Antes os mataré, y luego me mataré..

Teneniel desenfundó uno de sus desintegradores.

La personita mecánica lanzó un graznido y su estructura metálica se agitó y tembló con un leve tintineo. Su único ojo azul giró yendo de Teneniel al hechicero.

—¡No! —dijo el hechicero, y movió la cabeza señalando a sus amigos—. Las Hermanas de la Noche no les quieren a ellos, ¿verdad? Es a ti y a mí a quien quieren... Las Hermanas de la Noche se sienten atraídas hacia nosotros. Deja marchar a mis amigos. Las Hermanas de la Noche no les molestarán. ¡Tú y yo podemos escapar!

—¿Serás mi compañero? —preguntó Teneniel en tono esperanzado.

El hechicero se lamió los labios, y la miró. Sus ojos recorrieron no sólo su cara, sino también su cuerpo, y Teneniel se sobresaltó al comprender que la consideraba atractiva. Un viento cálido agitó las ramas sobre sus cabezas, y las hojas empezaron a susurrar.

—Quizá —dijo el hechicero—, pero no tomaré esa decisión obligado. No he venido a este planeta buscando una esposa. No soy de tu propiedad, y no permitiré que mates a nadie..., incluida tú misma.

La espada dé luz del hechicero se desprendió de su cinturón, se activó a sí misma y giró por los aires cortando sus ataduras, después de lo cual volvió a su mano.

—Bueno, al menos tenía que preguntártelo, ¿no? —dijo Teneniel, y desvió la mirada.

Llevaba todo el día preguntándose si era posible mantener esclavizado a un hechicero. La facilidad con que acababa de liberarse respondía a esa pregunta, y el hecho de que pudiera lanzar hechizos sin pronunciarlos o usando gestos la puso un poco nerviosa. Algunas hermanas eran capaces de hacerlo con hechizos sencillos, pero aquel hechicero podía hacerlo incluso con hechizos muy complicados. Teneniel no quería que percibiese el miedo en su expresión..., o la esperanza.

—Bien, hombre de otro mundo, ¿tienen nombre los hombres en tu planeta?

—Soy Luke Skywalker, un Caballero Jedi. Éstos son mis amigos, Isolder y Erredós.

Teneniel se rió.

—¿Un Caballero Jedi? Pues como guerrero no eres gran cosa, Luke Skywalker...

El hechicero utilizó la espada de luz para cortar las ataduras del otro prisionero.

—Luke Skywalker y yo atraeremos a las Hermanas de la Noche alejándolas de aquí —le explicó Teneniel a Isolder y Erredós—. Tal y como ha dicho Luke Skywalker, quizá no estén interesadas en vosotros. Si queréis encontrar refugio, entonces tenéis que ir a esa montaña..., la que parece una muralla. —Señaló su cima, a cuarenta kilómetros de distancia de donde se encontraban—. Cuando lleguéis allí encontraréis a mis hermanas de clan.

No les dijo que si sobrevivían al viaje volvería a convertirlos en sus esclavos. Isolder no le interesaba como reproductor —no con Luke Skywalker disponible—, pero estaba segura de que podía venderlo obteniendo una pequeña fortuna a cambio.

Arrojó su desintegrador a Isolder, esperando que bastaría para llevarle con vida hasta su clan. Isolder ya había cogido su mochila con las raciones y la tienda.

—Ven conmigo, Luke Skywalker —dijo Teneniel volviéndose hacia el hechicero.

—Basta con que me llames Luke.

Teneniel asintió y echó a correr por el bosque, avanzando en dirección este a través de un claro bañado por el sol en el que crecían gruesas placas de liquen verde. Su hechizo de descubrimiento aún estaba surtiendo efecto, y podía sentir la presencia de la Hermanas de la Noche a un kilómetro por delante de ellos. Teneniel intentó dar forma a sus planes y escoger los hechizos de batalla que tendría que emplear, pero el esfuerzo de correr y pensar al mismo tiempo parecía ser excesivo para ella. Se sentía confusa y ni tan siquiera estaba muy segura de en qué dirección corría, y se preguntó si no se hallaría bajo la influencia de un hechizo..., pero el pensamiento se esfumó de su mente antes de que hubiera podido aferrarlo. Teneniel tenía el don de provocar la tormenta de la Fuerza, y entre los árboles una tormenta semejante debería bastar para ocultarles. Esperaba enfrentarse con la Hermana de la Noche en un choque frontal y pasar junto a ella bajo el cobijo de la tormenta, y Teneniel estaba convencida de que correr hacia la Hermana de la Noche era un plan tan osado como brillante. En cuanto el plan hubo quedado formado en su mente, Teneniel experimentó una gran sensación de alivio y supo que había tomado la decisión correcta.

Luke corría muy deprisa, como si el hacerlo no le exigiera ningún esfuerzo. Al principio Teneniel pensó que debía tener una gran resistencia física, pero pasados unos minutos vio que no sudaba como una persona normal. Eso significaba que debía haber lanzado un hechizo y que debía tratarse de un hechizo del que Teneniel no había oído hablar jamás, y Teneniel se inquietó al comprender que Luke quizá fuera más poderoso de lo que había imaginado en un principio. Le había capturado con gran facilidad, cierto, y después Luke había avanzado todo el día tirando aparatosamente de sus ligaduras; pero podría haberse liberado en cualquier momento, y Teneniel podía captar su total ausencia de temor hacia ella. Además de todo eso, Luke también conocía hechizos secretos de los que ninguna de las hermanas había oído hablar jamás.

—¿Siempre utilizáis palabras cuando lanzáis hechizos? —preguntó Luke en un tono casi despreocupado mientras corría.

—O gestos. Algunas aprenden a lanzar hechizos sin hablar, tal y como haces tú.

Teneniel jadeó intentando tragar aire. Luke observó con mucha atención a la joven mientras Teneniel sudaba escalando la colina, como si estuviera intentando evaluarla. Teneniel sabía que en aquellos momentos no ofrecía su mejor aspecto. Cuando estuvieran con su clan podría ponerse ropas limpias.

La Hermana de la Noche no podía estar muy lejos, y Teneniel empezó a canturrear con los ojos medio cerrados, preparando su hechizo mientras corrían hacia la cima de una pequeña loma cubierta de árboles. Se detuvo junto a Luke, y el viento tembló sobre su cabeza al sentir su poder. Miró por encima de la colina, hacia un pequeño valle lleno de árboles corteza de nieve todavía muy jóvenes, y distinguió por entre la espesura a la Hermana de la Noche vestida con una capa púrpura, junto con veinte hombres de Zsinj que llevaban la armadura de camuflaje de las tropas de asalto imperiales.

Un soldado gritó «¡Ahí arriba!» y alzó un rifle desintegrador. Teneniel enfocó su hechizo. El viento mágico surgió inmediatamente de la nada, y se estrelló contra el suelo con tanta fuerza que las hojas y las ramas medio podridas se alzaron en un torbellino, cegando a sus enemigos. Los árboles oscilaban y crujían bajo el embate del vendaval.

Luke se habría quedado a mirar, pero Teneniel le cogió de la mano y echó a correr a través de la tormenta con el viento avanzando detrás de ellos. Teneniel no podía ver a más de un brazo de distancia. El viento empezó a debilitarse un poco, y Teneniel hizo un nuevo esfuerzo y extrajo energía de la tierra. La tempestad se volvió negra cuando Teneniel se vio obligada a arrancar la capa superficial del suelo, y el torbellino arrancó las hojitas verdes de los árboles corteza de nieve que se alzaban a su alrededor.

El viento ensuciado por la tierra ocultó el sol, y Teneniel serpenteó por entre los árboles buscando un camino que les permitiera alejarse esquivando a la Hermana de la Noche. Teneniel aún podía sentir su presencia veinte metros a su derecha, y justo cuando estaba segura de que habían logrado pasar sin problemas, un haz de energía azulada atravesó la calina y golpeó a Teneniel en el pecho, nublando su mente y levantándola por los aires.

La Hermana de la Noche estaba delante de ellos. Las llamas brotaban de las puntas de sus dedos, y Teneniel reconoció a la vieja arpía: era Ocheron, una mujer que había tenido un gran poder en su clan y que era muy hábil en el arte de los engaños e ilusiones. Y Teneniel, aunque demasiado tarde, comprendió que Ocheron había conseguido que se metieran en su trampa.

Ocheron rió, y el relámpago azulado surgió de las yemas de sus dedos trazando un arco, y dejó sin respiración a Teneniel absorbiendo su alíento y llevándoselo. Teneniel gritó pidiendo ayuda. Las llamas se hundían en su carne como garras implacables. El mundo giró a su alrededor, y el relámpago azulado se deslizó sobre ella. Le rozó un pecho, y el pecho quedó tan frío como si se lo hubieran cortado. Lenguas de rayos corretearon sobre su brazo izquierdo, y el brazo pareció morir y marchitarse al instante como una liana de tela cortada. Un nuevo haz de rayos chisporroteó en su oído y todos los sonidos se esfumaron, otro arco tocó su ojo y la mitad del mundo se volvió negra.

El rayo absorbía la vida de cada miembro que tocaba e iba rebanando partes del cuerpo de Teneniel como si fuera una espada gigante. No podía luchar contra él, y no podía huir. Se sentía tan impotente que no pudo ni gritar cuando se derrumbó.

El tiempo pareció transcurrir más despacio mientras caía. Ocheron soltó una risita burlona y el fuego asesino brotó de sus dedos. El hechizo de Teneniel se debilitó, y el viento empezó a calmarse. El cielo aún contenía una neblina oscura formada por tierra negra y restos del bosque, pero la tempestad ya estaba dejando caer un diluvio de ramitas.

Y de repente hubo un destello azulado acompañado por el olor del ozono cuando Luke cogió su espada de luz, la activó y se lanzó al ataque. La sorpresa desorbitó los ojos de Ocheron ante aquella inesperada ofensiva, e intentó volver su atención hacia Luke..., demasiado tarde. La espada de luz le cortó la cabeza. Llamas purpúreas brotaron de su cuello como el agua que baja atronando por el cauce de un arroyo de montaña, y Luke se tapó la cara e intentó protegerse del roce del poder oscuro que había dejado en libertad.

Cuatro soldados emergieron de la neblina negra y corrieron hacia ellos mientras disparaban sus desintegradores. Luke desvió los rayos con su espada de luz y atacó, matando rápidamente a los cuatro hombres.

Teneniel ya había recuperado la voz, y trató de entonar de nuevo su cántico. Luke la agarró de un brazo y tiró de ella mientras el viento empezaba a soplar a su alrededor. Teneniel le siguió tambaleándose a ciegas, murmurando desesperadamente su hechizo hasta que llegaron a la cima de otra colina y salieron del torbellino que les había envuelto en el bosque.

Teneniel dejó de cantar, y Luke la medio sostuvo y medio cargó con ella a través de un bosquecillo que cubría una ladera. Teneniel se acordaba de una antigua caverna que había por allí, y le llevó hasta ella.

Entraron tambaleándose en la caverna y Teneniel se acostó en el suelo y se quedó inmóvil, jadeando. Luke examinó sus heridas. El relámpago azul había dejado quemaduras bastante profundas. Las heridas estaban muy calientes y Teneniel tosió. Una espumilla de sangre surgió de su boca procedente de una herida en sus pulmones, y la joven empezó a llorar, sabiendo que iba a morir.

Luke tiró del cuero calcinado de su túnica hasta que logró arrancarlo, y después deslizó los dedos sobre la herida de su pecho. Su mano estaba fresca y el contacto resultaba tan agradable y reconfortante como el de un bálsamo, y Teneniel se sumió en un sueño profundo e inquieto.

En el sueño Teneniel era pequeña y su madre acababa de morir. Las hermanas de clan de la Montaña del Cántico habían colocado el cadáver sobre una mesa de piedra para vestirlo y cubrir el rostro de su madre con un pigmento color carne. Pero Teneniel sabía que estaba muerta, y no pudo soportar ver cómo las hermanas creaban la ilusión de la vida. Huyó corriendo por un tramo de escalones grises, y dejó atrás una esterilla tejida sobre la que se había pintado en blanco y amarillo la imagen de una hermana de clan que sostenía una lanza de guerra. Al otro lado de la esterilla se extendía la sala de las guerreras, una estancia en la que quienes no poseían la capacidad de lanzar hechizos o eran meramente aprendices como Teneniel no podían entrar nunca, ni aunque su madre hubiera sido líder de guerreras y fuera cual fuese su nivel de talento.

Teneniel dejó que la esterilla volviera a caer detrás de ella, se detuvo y se horrorizó ante la enormidad de aquella estancia. El techo parecía extenderse perdiéndose en el infinito, y las paredes más alejadas de ella quedaban ocultas entre las sombras. La sala de guerra había sido excavada en el interior de la montaña y ocupaba una gran parte de ella, e incluso los ecos de la respiración entrecortada de Teneniel quedaban ahogados y se perdían en la distancia. En la pared de la izquierda se había abierto una ventana para la vigilancia. El hueco era lo bastante grande como para acoger a unas veinte mujeres puestas una al lado de la otra, y tenía forma de óvalo, como la abertura de una boca inmensa. Una hilera de lanzas estaba apoyada en el alféizar, y verlas hizo que Teneniel se acordara de la dentadura llena de huecos e irregularidades de los rancors.

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